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Isabel María de Austria, "la archiduquesa roja"

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La única hija del Kronprinz Rodolfo, heredero del Imperio Austrohúngaro y de su esposa, Estefanía de Bélgica, venía al mundo el 2 de septiembre de 1883. Como sucedía en cualquier familia real o imperial que se preciase, a la niña se le impusieron hasta cinco nombres, el primero de los cuales era en honor de su abuela paterna, la emperatriz “Sissi” y, como era también habitual, se le asignó un diminutivo, Erzsi, por el que todos la conocerían. 

El matrimonio de sus padres, como tantos otros de la realeza, era un matrimonio impuesto por razones políticas y por lo tanto carente de afectividad, pero además se dio la circunstancia de que tras el nacimiento de Erzsi su madre, la archiduquesa Estefanía, quedó imposibilitada para concebir más hijos, razón por la cual el Kronprinz no volvería a acercarse al lecho de su esposa. 

La corta edad de Erzsi la mantendría, probablemente, ajena a la tormentosa vida conyugal de sus padres. Contaba seis años cuando los terribles hechos sucedidos en Mayerling la dejaron huérfana de padre. Lo que estos hechos pudieron influir en la formación de la personalidad de la pequeña lo ignoramos pero lo que si sabemos es que su vida dio un giro y pasó a vivir bajo la tutela emocional y afectiva de su abuelo Francisco José. Al quedar viuda Estefanía - que no se encontraba integrada en la Corte vienesa - pasó a convertirse, al igual que su suegra la Emperatriz Sissi, en un pájaro errante que pasaba la mayor parte de su tiempo viajando. Así pues, Erzsi fue una niña mimada y educada por un abuelo que quería resarcir en ella las malas relaciones que había mantenido con su hijo, el padre de la que sin duda fue su nieta favorita. 

Cuando contaba 16 años asistió a su primer baile y parece ser que causó sensación por su belleza: era rubia, de ojos azules, con un hermoso cutis y también alta y delgada. Pero esta apariencia de princesa de cuento de hadas dulce y frágil era, según nos dice en su libro sobre la Archiduquesa el historiador Friedrich Weissensteiner, tan solo eso, apariencia. Asegura Weissensteiner que ya entonces Erzsi era completamente consciente de su rango, sabía lo que quería y sabía también como conseguirlo.


Francisco José I

Fue precisamente en ese baile donde conoce a un oficial del ejercito muy apuesto y perteneciente a la nobleza: Otto Windisch-Greatz. La Archiduquesa quedaría altamente impresionada por este joven que era diez años mayor que ella. 

Pocos meses después de estos hechos - y para disgusto de Erzsi - su madre, la archiduquesa viuda Estefanía, contraería nuevo matrimonio. Durante los esponsales, y tal vez para fastidiar la fiesta, Erzsi daría la noticia de que también ella iba a casarse con el hombre del que se ha enamorado. Parece ser que Otto, que era el hombre en cuestión, nada sabía de los propósitos de la joven y tuvo que ser el propio emperador Francisco José quien citara en audiencia a un sorprendido Otto, que argumentó la imposibilidad de poder aceptar la oferta puesto que ya estaba comprometido. Consideraba el Emperador que el matrimonio con un lugarteniente del ejercito no era el más adecuado para su nieta, pero como estaba dispuesto a satisfacer todos los deseos de Erzsi, dio al traste con los argumentos de Otto recordándole que como oficial del ejercito debía acatar las ordenes de sus superiores.

La boda se celebró en 1902 en el palacio de Hofburg. La novia había recibido una cuantiosa dote por parte de su abuelo y conservaba el titulo de Alteza Real pero había tenido que renunciar previamente a sus derechos sucesorios. El novio, por el contrario, se sentía verdaderamente infeliz. No es de extrañar pues que Otto buscara en los brazos de una actriz joven y hermosa, Louise Ziegler, una pequeña parte de la satisfacción sentimental que no sentía al lado de su esposa. Enterada Erzsi, parece ser que, loca de celos, irrumpió en el apartamento donde su esposo se veía con su amante y descerrajó dos tiros a la actriz. Esto al menos es lo que publicaba en marzo de 1904 el periódico The Call y también el The Kingston Daily, aunque aclarando que fuentes oficiales habían negado absolutamente los hechos y por lo tanto la noticia quedaba tan solo a nivel de la rumorología. Desde luego nada fue probado. 


Isabel María y Otto

A pesar del desamor y las desavenencias el matrimonio tuvo cuatro hijos. Con el paso del tiempo las cosas irían empeorando y lo que un día fue amor, por parte de la Archiduquesa, se iría transformando en aversión. En 1911 Erzsi compra el castillo de Shönau y gasta una fortuna en amueblarlo, probablemente con la intención de pasar temporadas en él sin su marido pero además decide que pasará los inviernos en Istria con sus hijos porque el aire del mar - como a su abuela Sissi - le resultaba beneficioso. 

Es en Istria donde conoce a un oficial de la Marina llamado Egon Lerch, con quien mantiene una “especial amistad” hasta que en 1915 el marino encontró la muerte en un submarino que explotó al chocar con una mina cerca de Venecia. Es en agosto de ese mismo año cuando decide separarse de su esposo y como correspondía a los miembros de la familia imperial, Erzsi necesitaría el permiso del Emperador para llevar a cabo la separación. Pero en este caso, la profunda religiosidad de Francisco José le impidió satisfacer la petición de su nieta y el permiso fue denegado. 

A la muerte del Emperador en 1916 la Archiduquesa intenta de nuevo la separación y solicita la autorización del nuevo Emperador. No la obtiene y además su madre Estefanía y toda la familia imperial se posicionó en su contra y dieron su apoyo a Otto. Acostumbrada a conseguir lo que quería, abandonó a su esposo cogió a sus hijos y se trasladó a vivir al castillo Shönau. Empezaría entonces una encarnizada lucha por la custodia de los hijos. La policía, en cumplimiento de una orden del juez, que había concedido la custodia a Otto, acudió a Shönau con la intención de llevarse a los niños pero, un piquete de más de cien trabajadores rodearon el castillo impidiendo el paso a los gendarmes que finalmente desistieron. El incidente ocupó las paginas de la prensa y finalmente el juez dio la custodia a la Archiduquesa. No olvidaría Erzsi el comportamiento de sus familiares y cuando el Imperio cayó no movería ni un solo dedo para ayudar a su familia.

En 1921 conoce al profesor Leopold Petznek, un político socialdemócrata diputado del Parlamento de Estado y tres años después se une sentimentalmente a él. Fue entonces cuando se produce el gran cambio en la personalidad de Erzsi. El viento que había recorrido Europa derribando instituciones centenarias sacudió sus hombros e hizo crecer en ella una conciencia social. El gran parque que rodeaba su castillo fue abierto para los niños de las barriadas obreras y en él se sembraban hortalizas que eran repartidas entre la gente necesitada. Ya entonces se la empezaba a llamar “la Archiduquesa roja”. 

Leopold Petznek,

En 1927 conoce en un mitin político al que se convertiría en el canciller de la República Austriaca Bruno Kreisky y surgiría entre ellos una profunda amistad que afianzaría todavía más las ideas socialdemócratas de la otrora archiduquesa. 

En 1929 Erzsi, que conservaba intacta su gran fortuna y disponía de ella para ayudar a su partido político compró la Villa Windischgraetz. Su ex marido y sus hijos, a los que había intentado educar en el espíritu socialista con escaso éxito, no parecían estar conformes con ello y la acusaron públicamente de dilapidar su fortuna en pro de la socialdemocracia. Las relaciones con sus hijos se enfriarían definitivamente. 

Los tiempos empezaban a cambiar en Austria, el ambiente político entre conservadores y socialdemócratas se hizo cada vez más denso y enrarecido y en 1934 una lucha armada que duró varias semanas estalló en Viena. La socialdemocracia fue condenada a la clandestinidad y Petznek encarcelado por orden de la dictadura de Dolfuss. En 1944 fue internado en el campo de concentración de Dachau del que fue liberado al terminar la guerra. 

En 1948 Erzsi obtiene al fin el divorcio de su primer marido y puede casarse con Leopold, su autentico amor, que moriría en 1956 dejándola sumida en una profunda tristeza. 

A partir de ese momento vivió cada vez más recluida, se volvió huraña y desconfiada y poco a poco una enfermedad reumática la dejaría confinada a una silla de ruedas. Murió en 1963 como consecuencia de una enfermedad cardiaca. 

Legó todos sus bienes a la ciudad de Viena y a cuatro ordenes religiosas. Sus hijos tan solo percibieron la parte que la ley les otorgaba. Por su expreso deseo fue enterrada en el cementerio de Hütteldorf, en una tumba sin inscripción ni nombre cercana a la de su esposo Leopold.

Federico III de Alemania

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Príncipe Federico - Heinrich von Angeli

Federico, que nació en Potsdam en octubre de 1831, era el primer hijo de un segundón de la dinastía Hohenzollern. Su madre, Augusta de Sajonia-Weimar-Eisenach era una mujer liberal que había recibido una buena educación y su padre, Guillermo de Prusia, era el segundo hijo del rey Federico Guillermo III. No estaba pues llamado a ocupar un trono pero las carambolas de la vida le llevaron a él, aunque fuera tan sólo por tres meses.

El matrimonio de sus padres no era feliz. Su padre, que había estado profundamente enamorado de una princesa polaca, se había visto obligado a pedir en matrimonio a Augusta por razones de Estado, pero había dicho de ella que "la princesa es agradable y culta pero no me atrae" y es de suponer que estos comentarios llegarían a oídos de la flamante novia que no debió sentirse muy complacida por ellos. No hubo pues buena relación entre ambos y eso repercutió, como no, en la infancia de sus hijos. 

Fue su madre, la princesa Augusta, quien puso todo el empeño en que su hijo recibiera una educación esmerada y Federico demostró ser un alumno aventajado que además dio muestras de una gran facilidad para los idiomas pero, como no podía ser de otra manera tratándose de la corte prusiana, también recibió una extensa formación militar. Se matriculó en la universidad de Bonn y esa época universitaria acabaría de marcar su temperamento liberal. 

No era sólo Federico el que tenía ideas liberales. En su país se empezaba a gestar la idea de una Alemania unida bajo una monarquía constitucional que garantizara la igualdad de derechos de todos los ciudadanos. A pesar de que estas ideas dieron lugar a varias revoluciones, los conservadores lograron frenarlas pero no pudieron evitar que las ideas liberales continuaran existiendo en la población.

Cuando en 1851 se inaugura la Gran Exposición de Londres, Federico y sus padres acuden a Inglaterra invitados por la Reina Victoria y es en esa ocasión cuando Federico conoce a la que con los años se convertiría en su esposa, la hija primogénita del príncipe Alberto y de la reina Victoria.

Princesa Victoria - Winterhalter

Gustaba a la soberana del Reino Unido la posibilidad de ese enlace matrimonial y la idea del mismo también era del agrado de Augusta, la madre de Federico, no así de su padre que hubiera preferido a una princesa rusa. En la siguiente ocasión en la que se vieron - un encuentro propiciado por la reina Victoria que había invitado a Federico a pasar unos días en Balmoral - ambos jóvenes se enamoraron y se comprometieron en matrimonio.

Puesto que la princesa Victoria era aún demasiado joven, los enamorados hubieron de esperar dos años antes de contraer matrimonio pero al fin el 25 de enero de 1858 se celebró la boda en el palacio de St. James en Londres. La novia hizo su entrada acompañada por la marcha nupcial de Mendelssohn siendo ésta, tal vez, la primera vez que la música de Mendelssohn se oía en una boda. Formaban una hermosa pareja que además estaba muy enamorada pero, no iba a ser el suyo un camino de rosas. 

Boda de Federico y Victoria - J. Phillips


Las ideas liberales de Victoria, educada en una monarquía constitucional, no eran del agrado de su suegro ni tampoco de Bismarck, que consideraba que Victoria era una mala influencia para el Príncipe y además el carácter de la nueva princesa no era del agrado de los prusianos. Victoria era una mujer "estirada" que se consideraba a si misma superior a su familia política y consideraba a Inglaterra superior a Prusia, razón por la cual no despertó simpatías en la corte prusiana que ya de por sí tenía un sentimiento antibritánico muy arraigado. Así pues, ambos fueron separados de las zonas de influencia y se les apartó mandándoles a vivir alejados de Berlin, concretamente al palacio de Potsdam. 

El rey Federico Guillermo IV, no tenía hijos y además en 1858 sufrió una enfermedad mental que lo apartó del trono. Esto supuso que el padre de Federico pasara a ocupar la regencia y que fuera coronado rey como Guillermo I cuando murió su hermano tres años después. Tremendamente conservador, Guillermo I se apresuró a nombrar a Otto von Bismarck como canciller y a dejar las riendas de la política del país y de la unificación de Alemania en sus manos. 

Con la subida de su padre al trono, Federico pasó a ser el Kronprinz y ya como príncipe heredero, protestó públicamente contra los decretos restrictivos de las libertades de los ciudadanos promulgados por Bismarck. Lógicamente esto no gustó al canciller y lo único que consiguió Federico fue un mayor aislamiento y ser excluído de todos los asuntos políticos.

Participó como militar en la guerra de los Ducados y fue condecorado por su valentía. También dirigió el III Ejercito Alemán cuando estalló la guerra franco-prusiana. Pero, no tenía Federico inclinación militar y si lo hizo fue porque así se lo demandaba su padre. En varias ocasiones llegó a decir públicamente que no le gustaban las guerras y que esperaba no tener ninguna cuando ascendiera al trono. 


Federico conversando con dignatarios - Adolf von Menzel

La unificación de Alemania se llevó a cabo y Guillermo I fue proclamado Emperador en 1871. El hecho de haberse convertido en heredero de un Imperio no cambió la vida de Federico, que siguió aislado y con funciones puramente representativas en bodas, funerales y demás eventos. Tanto él como los liberales deseaban ardientemente que Federico subiera al trono pero tardó en hacerlo 27 años. 

Victoria era una madre prolífica y dio al Kronprinz ocho hijos, aunque dos de ellos no llegaron a la edad adulta. El primero de ellos, Guillermo, que estaba llamado a convertirse en su heredero nació con una tara física y ello supuso una dura prueba para ambos cónyuges que, por incomprensible que parezca sintieron, al menos la princesa Victoria, un rechazo hacia su hijo. Como consecuencia de ello, las relaciones entre padres e hijo serían complejas y el que un día se convertiría en el Kaiser Guillermo II pasaba la mayor parte de su tiempo con su abuelo, el Emperador, sintiéndose mucho más cercano a las ideas conservadoras de éste que a las liberales de sus progenitores.


Federico con su hijo Guillermo en Balmoral

En 1887 Federico contaba 55 años de edad y empezaría a experimentar una ronquera que sería evaluada por el Dr. Gehrardt, uno de los médicos más eminentes de Alemania. Observó éste una lesión en una cuerda vocal e intentó extirparla con distintos métodos sin lograrlo. Recurrió entonces a la opinión del Dr. Bergmann, catedrático de cirugía, quien diagnosticó cáncer laríngeo. Tras el diagnostico, Bergmann consideraría que el único tratamiento posible sería la laringuectomía total. La experiencia en este tipo de intervenciones era poca puesto que la primera laringuectomía se había realizado tan solo 15 años antes y los resultados de las que se habían practicado no habían sido demasiado alentadores.

Ambos médicos explican a los príncipes su diagnóstico y el tratamiento que consideran oportuno pero interviene entonces la princesa Victoria, quien convence a Federico para que sea evaluado por un médico inglés - la Princesa consideraba que su país natal estaba más avanzado que el resto de Europa - y el elegido fue el Dr. Mackenzie. Como era lógico la consulta al médico inglés no fue bien recibida en Alemania. Los conservadores consideraron que se evidenciaba con este acto la enorme influencia que ejercía Victoria en su esposo y el desprecio que sentía por todo lo alemán. Por otra parte los médicos alemanes Gerhardt y Bergmann consideraron la consulta al inglés como una afrenta personal. 

Mackenzie examinó al paciente y concluyó, tras extirpar una pequeña parte de la lesión y hacerla analizar por el patólogo Virchow, que la lesión no era maligna. Con la alegría de este diagnóstico los príncipes decidieron continuar su vida con normalidad. 

En noviembre de ese mismo año Victoria y Federico se encontraban de viaje en San Remo y el Príncipe sufre un resfriado y ve con preocupación como en su cuello aparece una tumoración. Avisado Mackenzie acude a San Remo con urgencia, comprobando el aumento de tamaño de la glándula submaxilar y diagnosticando, ahora si, un cáncer de laringe de cuya aparición culpa a los médicos alemanes, pues argumenta que las manipulaciones a los que éstos le sometieron para extirpar la lesión habían sido las causantes de la malignización. Aconseja entonces la laringuectomía que antes desaconsejó, pero en esta ocasión Federico se niega. 

En febrero de 1888 su estado empeora y los médicos se ven en la necesidad de practicarle una traqueotomía que lo dejaría sin habla. En marzo muere su padre y Federico se convertía al fin en Emperador, pero su estado era ya irreversible y falleció el 15 de Junio. Su reinado había durado tan sólo 99 días. Poco tiempo para llevar a cabo las reformas con las que tanto había soñado. 

En la autopsia del Emperador se encontró la laringe destruida por un carcinoma y se siguieron cruzando acusaciones entre Mackenzie y los médicos alemanes sobre el error diagnóstico que había retrasado el tratamiento. 


Los restos mortales de Federico III recibieron sepultura en la Friedenskirche de Potsdam.

Fernando El Católico I

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En la villa de Sos, a 10 de mayo de 1452 y a poco de pasar las dos del mediodía venía al mundo el infante D. Fernando, hijo de Juan II de Aragón y de su segunda esposa Juana Enríquez. El pequeño Fernando no estaba destinado a ostentar la corona de Aragón pero, el destino es mecido a veces por hilos invisibles y cambia de rumbo. Tenía Fernando, un hermano mayor fruto del primer matrimonio de su padre con Blanca de Navarra, a este hermano llamado Carlos y más conocido como "el príncipe de Viana" era al que estaba destinada la corona de Aragón, como primogénito que era de Juan II. 

Las relaciones entre Juan II y su hijo Carlos eran muy malas hasta el punto de ordenar el padre el encarcelamiento del hijo. Así que, mientras ellos peleaban, Juana Enríquez tejía los hilos que llevarían a su hijo Fernando a ostentar la Corona  y ya había conseguido que al pequeño, con tan sólo 6 años, se le nombrara duque de Montblanch, conde de Ribagorza y señor de Balaguer, además de otros títulos y señoríos sicilianos. 

En 1461 muere "el príncipe de Viana" y esto supone una solución, no sabemos si esperada pero sin lugar a dudas deseada, para Juana Enríquez. Su querido hijo Fernando ya era el heredero al trono de Aragón.

En Zaragoza permanecería Fernando completando su educación, y en 1465 sus maestros y educadores considerarían que, a pesar de que sólo contaba 13 años de edad, su altura y su porte eran los suficientes como para presentar al príncipe ataviado con armadura al frente de las tropas, y así se hizo. En la batalla conocida como Prats de Rei, apareció el Príncipe al frente de sus soldados y éste sería uno de los primeros éxitos de Fernando, puesto que vencieron. 

Mientras el príncipe Fernando continuaba batallando al frente de las tropas, su madre, Juana Enríquez, libraba las batallas diplomáticas con Francia en pugna por obtener el reino de Navarra. 

Juana Enríquez moriría en febrero de 1468 dejando a Fernando - que siempre tuvo en ella una gran aliada - solo. En esa época el Príncipe, había iniciado ya sus aventuras amorosas y un bastardo suyo estaba a punto de nacer. Así pues, y a pesar de su juventud, Fernando se había convertido en un hombre fuerte, en un aguerrido soldado y en un político en ciernes que ya se había estrenado como tal en alguna negociación, habiendo dado muestras también de ser un conquistador de corazones femeninos. Por ello su padre Juan II, consideraría que debía aprovechar ese perfil tan atractivo de su hijo en beneficio del Reino y nombró a Fernando rey de Sicilia. No trataba con esto de apartar a su hijo del reino de Aragón, más bien al contrario, intentaba con esta maniobra darle un mayor rango y aumentar su atractivo de cara a posibles enlaces matrimoniales que fueran importantes para la Corona. 

Mientras tanto, en Castilla, se libraban las batallas políticas para evitar una guerra civil y se llegaba en Guisando - mediante los pactos del mismo nombre - a reconocer a Isabel, hermana de Enrique IV, heredera al trono de Castilla en detrimento de Juana, apodada "la Beltraneja", e hija de la esposa legitima de Enrique y cuya paternidad era puesta en duda por los nobles castellanos.



Isabel la Católica

La boda de Isabel y Fernando parecía conveniente al rey Juan II, no así al rey de Castilla, Enrique IV, que intentaría por todos los medios evitarla. Enrique, en su deseo de impedir la celebración del matrimonio - pues tenía otros planes para Isabel - la sometía a vigilancia y vigilaba también las fronteras del reino para impedir la entrada de Fernando pero, el príncipe lograría burlar la vigilancia y vestido con ropas de criado llegaría hasta Burgo de Osma donde le esperaba el arzobispo Carrillo para conducirlo a Dueñas. 

Eran las 10 de la noche del día 14 de Octubre de 1469 cuando Isabel y Fernando se conocerían al fin. Cinco días después y, tras el juramento mediante el cuál Fernando se comprometería a cumplir y a obedecer las leyes del reino de Castilla, se celebraría la misa de velaciones. 

Fernando ya era un hombre casado y Aragón tenía ya una aliada en Castilla. A sus 17 años Fernando daría ya muestras de ser un hombre prudente. Escuchaba, se dejaba aconsejar y meditaba pero la decisión final siempre era la suya. Lo primero que hacen los esposos es mandar procuradores a Enrique IV garantizándole su obediencia. Isabel quedaría embarazada a los pocos meses pero la decepción llegaría cuando se vio que el fruto de la gestación era una niña, ya que, un varón era considerado necesario para la consolidación de la causa. 

Durante los años que siguieron, Fernando empezaría a demostrar que era un gran estratega. Además de intentar ayudar a su esposa para que la nobleza que apoyaba a "la Beltraneja" no lograra sus propósitos, se posicionaría defendiendo los intereses de otros nobles - como los Mendoza - que lógicamente se apresurarían a agradecerle el gesto y de este modo y mientras esperaban la muerte de Enrique IV, los príncipes iban logrando alcanzar una posición y un prestigio tan grandes que estaban seguros de que en el futuro la nobleza cerraría filas en torno a ellos. También acudiría Fernando a las llamadas de su padre desde Aragón para defender los intereses del que realmente era su reino. 

Así estaban las cosas cuando en diciembre de 1474 muere en Madrid Enrique IV. Isabel se proclama reina de Castilla al siguiente día de los funerales sin esperar a su esposo - que se encontraba en Zaragoza - para hacerlo. Isabel sería proclamada como reina propietaria y Fernando tan sólo sería el consorte de la reina. 


Coronación de Isabel la Católica. Muñoz de Pablos


Esta situación enfurecería a Fernando y según el cronista Alfonso de Palencia, Fernando que ya tenía 22 años de edad, amenazaría con marcharse a su reino si no se aceptaba su derecho a ejercer el poder real. Isabel lograría convencer a su marido argumentando que teniendo ellos tan sólo una hija, por el momento, deberían aceptar el privilegio femenino de ejercer el poder en ausencia de heredero varón legítimo. Además se reconocería que Fernando no sería solo un rey consorte, sino que compartiría con Isabel todas las funciones. Tras las negociaciones Isabel y Fernando firmarían el llamado "documento de la concordia".
                                                                                                                    Continuará...

Fernando el Católico ( II)

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La guerra se desencadena en Castilla entre los partidarios de Isabel y los de Juana "la Beltraneja". Fernando al frente de las tropas que defendían a su esposa lucha denodadamente y es recibido con entusiasmo en las distintas villas, reconociéndosele como verdadero rey. Las primeras monedas con la F y la Y entrelazadas se acuñaban ya en Toledo. Concluido el conflicto, los intereses de los reyes se centrarían en Andalucía. Sería precisamente en Sevilla donde Isabel alumbraría en 1478 un varón que se convertiría de inmediato en el heredero de la Corona. 

En 1479 muere Juan II, el padre de Fernando, y éste se ve obligado a partir para tomar posesión de su herencia que estaba compuesta por cinco reinos: Aragón, Cataluña, Valencia, Mallorca y Cerdeña a los que había que sumar el reino de Sicilia del que ya era titular desde hacía varios años. No iba a tener Fernando la misma libertad que tenía en Castilla para regir estos reinos. La nobleza territorial era fuerte, existía una gran depresión económica, las rentas reales eran más bien escasas y Fernando estaba lleno de proyectos políticos difíciles de consolidar; se vio obligado, por tanto, a buscar en Castilla los recursos que necesitaba para llevar sus proyectos a término. 

Las Cortes de Toledo de 1480 eran el eje conductor del fortalecimiento del reino de Castilla y Fernando consideraba que eran el ejemplo a seguir en los reinos heredados. Los años que siguieron fueron dedicados, por ambos esposos, a consolidar lo logrado por la monarquía y así, en política interior, institucionalizaron la figura del Corregidor, crearon la Inquisición y organizaron la hacienda real.  También, como no, dedicaron algún tiempo a dar más herederos a la Corona - que era otra manera de consolidar lo logrado - aunque Isabel no volvería a alumbrar a ningún varón. 

Hasta 1492 duró la campaña por la conquista del reino nazarí de Granada, fue una tarea ardua y difícil que obligó a los monarcas a modernizar el ejército y a gastar grandes cantidades de dinero en ello pero, finalmente, el 25 de noviembre de 1491, los reyes Católicos y el rey Boabdil firmarían las Capitulaciones para la entrega de Granada. 


La rendición de Granada. Francisco Padilla

Una vez conseguido el objetivo de Andalucía y con las enormes perspectivas abiertas por el descubrimiento de America, la política internacional de Fernando se centró en las posesiones en Italia y en las relaciones con Francia. Estaba en la mente de los Reyes Católicos tejer una la alianza con los distintos países europeos mediante una adecuada política matrimonial y contaban para ello con suficiente número de hijas.

Pero no todo podía ser controlado y establecido por la propia voluntad y la desgracia cayó sobre sus vidas arrebatándoles la muerte a su bien más preciado, a su hijo Juan, el único varón, el heredero. No sería esta la única desgracia puesto que la muerte se llevaría poco después a la siguiente en la linea sucesoria, la infanta Isabel y posteriormente, al hijo de ésta, el príncipe Miguel, en quien estaban puestas todas las esperanzas de los Reyes

En 1504 fallece Isabel "La Católica" y su testamento es claro, el trono de Castilla sería heredado por su hija Juana, casada con Felipe “El Hermoso” y el regente sería Fernando. Al impacto emocional que la muerte de su esposa debió de producir en Fernando se unió la debilidad política en la que quedaba Castilla ya que la mayoría de los nobles, ante la incapacidad mental de Juana, se posicionaron al lado de su esposo, Felipe. 

Todo parecía estar en contra de Fernando pero, con la habilidad política que lo caracterizaba, daría un golpe maestro y se casaría con la sobrina de su gran enemigo: Luis XII de Francia. Conseguía Fernando con ello a una joven de 18 años, Germana de Foix, los derechos sobre Nápoles que formaban parte de la dote de Germana y además, una alianza con el rey de Francia que debilitaría a su yerno ya que el monarca francés era hasta ese momento un aliado de Felipe. La fortuna, siempre caprichosa, también se alió con Fernando y Felipe "El Hermoso"moriría, a pesar de su juventud, en 1506.

Fernando, tras encerrar a su hija Juana en Tordesillas, volvería a dirigir el destino de Castilla como regente. 
Centraría entonces sus esfuerzos en conseguir un heredero para el reino de Aragón, con el propósito de que fuera un Trástamara y no un Habsburgo quien portara su corona. Consideraba que siendo su esposa tan joven la cosa no debía ser difícil pero olvidaba que él tenía 53 años y un cuerpo desgastado en mil batallas y en muchos lechos distintos del conyugal. 

Su esposa era una mujer grande y fuerte, amante del buen yantar y a la que P. Sandoval había descrito como "Poco hermosa y algo coja" pero sus 18 años llenaban de gozo e ilusión a Fernando. Era Germana una mujer inteligente y sabía muy bien que para obtener el futuro que deseaba era primordial engendrar un hijo. Pasaron tres años antes de que lo consiguiera, el fruto de aquella gestación fue un varón que, nacido en 1509 apenas vivió unas horas. 


Germana de Foix -G. Bausá 


Los cónyuges siguieron persiguiendo con ahínco el ansiado heredero. Las fuerzas de Fernando, a pesar de la juventud de su esposa, eran cada vez menores y en 1513 el rey enferma. Martin de Anglería nos cuenta en marzo de ese año : "Nuestro rey Católico se encuentra algo enfermo y ha vomitado todo lo que ha comido"y sigue diciendo "la causa es un feo potaje que Dª Germana le hizo administrar a D. Fernando por mediación de Dª María de Velasco para más habilitarle y que pudiese tener hijos". También y en similares términos se expresa Comenge que llega a decir que: "al rey se le dieron un potaje de turmas de toro". Se ha sugerido también por parte del Dr. Fernández Ruiz que, probablemente, Fernando tomase "Cantaridina", un potente afrodisiaco, muy peligroso en dosis altas, que actúa dilatando los vasos sanguíneos y que se obtiene de un insecto verde muy común en el centro de España. Cabe suponer que su médico de cámara, Francisco López de Villalobos, ignoraría la toma de dicho afrodisiaco. 

Sea como fuere, lo cierto es que Fernando se encontró mal desde entonces, tuvo distintos episodios febriles y algún desmayo. Se hallaba cerca de Trujillo camino de Guadalupe  cuando su estado empeoró y la comitiva real tuvo que parar y buscar acomodo en la villa de Madrigalejo. El 23 de enero de 1516  fallecía en esta pequeña aldea. El Dr. Junceda nos dice que en sus últimos días "no podía andar por su propio pie haciéndose llevar en una silla de manos, le apareció hidropesía y finalizó en una insuficiencia cardiaca". 

Como escribió el historiador Pedro Mártir de Anglería, «el señor de tantos reinos, el adornado de tantas palmas, el propagador de la religión católica y el vencedor de tantos enemigos, murió en una miserable casa rústica y, contra la opinión de las gentes, pobre».

Boris III de Bulgaria

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En la madrugada del 30 de enero de 1894 nacía en Sofia el primer hijo del matrimonio formado por Fernando I de Bulgaria y  Mª Luisa de Borbón-Parma. Por aquel entonces Bulgaria era un pequeño principado que formaba parte del Imperio Otomano, la mayoría de la población era ortodoxa pero los Príncipes eran católicos por lo que para contentar a todos el pequeño Boris fue bautizado en ambas religiones.

Al día siguiente de que cumpliera los 5 años moría su madre y el pequeño Príncipe pasaba a ser educado por su abuela materna, Clementine de Orleáns. Cuando  ésta murió, Boris que contaba ya 13 años, pasó a depender directamente de su padre. Fernando  eligió personalmente a todos sus profesores, y a Boris se le instruyó en casi todas las disciplinas sin descuidar la instrucción militar y los idiomas, hablaba francés, alemán, ingles e italiano.

No tuvo una infancia ni una adolescencia feliz, su padre era un hombre exigente, muy autoritario y no daba muestras de sensibilidad ni afecto hacía sus hijos, probablemente en un intento de disimular su comentada homosexualidad.

Fernando I de Bulgaria

En 1908, Bulgaria se había convertido en un estado independiente y Fernando se había autoproclamado Zar del mismo. Permitió entonces una mayor libertad a Boris quien, a partir de 1911, justo un año antes de su mayoría de edad, pudo viajar por Europa y conocer a los miembros de la realeza y a los gobernantes de otros países.

Mientras esto sucedía en su vida personal, su país, Bulgaria, había sufrido el fracaso de la segunda guerra de los Balcanes y había visto como se  empequeñecía su territorio. El final de la Primera Guerra Mundial supuso otro fracaso y la pérdida de más territorios. El pueblo búlgaro sumamente indignado presionó al Zar que no tuvo más remedio que abdicar en su hijo y salir hacia el exilio.

Serían años difíciles los que siguieron a la coronación de Boris y, una gran depresión económica propició que los partidos de izquierdas ganaran las elecciones un año después de su llegada al trono. Se instituyó entonces en el país el gobierno de la Unión Agraria Popular Búlgara. Este gobierno, contrario a la monarquía, situó  a Boris  al margen de la política y el Ejecutivo jamás consultaría sus decisiones al Rey. Se vivieron años de inestabilidad, la Unión Agraria fue apartada del poder por un golpe de Estado que perpetraron los militares. Se perdieron muchas vidas en las luchas internas.

Boris, que permanecía en la sombra sin desempeñar ninguna tarea política se dedicaría durante ese periodo a sus aficiones: la mecánica y la naturaleza. También, y dando con ello muestras de sensibilidad e inteligencia, emprendería  viajes por su tierra, visitando los pueblos y las  ciudades de Bulgaria, interesándose por la vida de sus habitantes y llegando incluso  a convivir con ellos en  alguna ocasión. De este modo se ganaría el cariño y la lealtad de su pueblo.

Durante este periodo de inestabilidad y de luchas internas por el poder Boris sufrió dos atentados. En el primero de ellos murieron dos personas de su séquito y él resultó herido de bala. Tres días después de estos sucesos y en el funeral de un general en el que se esperaba su presencia se produjo el segundo, el estallido de una bomba  que causó 128 muertos aunque  no logró su objetivo: matar al Rey.

Tras estos atentados Boris emprendería un viaje con su hermana Eudoxia por distintos Estados, entre ellos Italia. Tenía ya 33 años y sabia que había llegado el momento de elegir esposa. En Italia conoció a la tercera hija del Rey Victor Manuel III, Juana de Saboya, y se enamoró de ella. Contrajeron matrimonio  católico en Asís en 1930  y poco después matrimonio ortodoxo en Sofía. 


Juana de Saboya


Bulgaria continuaba con una gran inestabilidad política agravada por una nueva depresión económica. Ni el Bloque Popular en el gobierno ni los comunistas que dominaban los ayuntamientos eran capaces de mejorar la situación y en 1934 un golpe de Estado coloca en el poder al círculo del Zveno que establecería una dictadura y  prohibiría todos los partidos políticos.

Al siguiente año, Boris cogería el timón del país y mediante otro golpe de Estado se haría con el poder. Sus primeras medidas fueron reimplantar la constitución y establecer un régimen parlamentario. Por primera vez en la Historia de Bulgaria las mujeres tuvieron derecho al voto. Gracias a la política del Rey,  Bulgaria empezaría a gozar de grandes avances económicos y sociales. Fueron  años de auge para todo el país.

En política exterior Boris tenía un lema: "Siempre con Alemania y nunca contra Rusia", y le funcionaría, ya que, con la ayuda de ambos países conseguiría firmar un convenio por el que le eran devueltos a Bulgaria los territorios que le fueron arrebatados en la Primera Guerra Mundial.

Pero todo tiene su precio y ya en la Segunda guerra Mundial, Alemania pasaría su factura. Boris, que deseaba mantenerse neutral, se vio obligado  a adherirse al Pacto entre Alemania, Italia y Japón, eso si, manteniendo sus relaciones diplomáticas con Rusia y negándose a enviar tropas búlgaras al frente.

El Führer deseaba un mayor compromiso por parte de Bulgaria y en agosto de 1943 cita a Boris para que acuda el día 15 a su encuentro. Hitler enviaría a su piloto personal, el capitán Hans Baur, en un Junker 52 para recoger al Monarca y conducirlo a Rastenburg. La cara del Rey era de autentica preocupación. 

Cuando llegaron a destino  a Boris le sorprende no encontrar esperándole  a su cuñado, Felipe de Hesse, esposo de Mafalda de Saboya y uno de los colaboradores del Führer, y éste hecho  aumentaría su preocupación.


Boris III y A. Hitler

Hitler y Boris no necesitaron intérpretes, hablaron en alemán y el contenido de su conversación se desconoce. Se sabe que al término de la reunión el Rey de Bulgaria estaba visiblemente excitado, lo que hizo imaginar que en la misma se habría producido una fuerte discusión.

Boris y su cuñado Felipe no consiguieron intercambiar ni una palabra a solas, y ni durante el almuerzo ni durante la noche se les permitió que se acercaran, siempre estuvieron rodeados de los oficiales de la Gestapo. 

De regreso, en el avión del Fhürer, el Monarca no podía disimular su frustración y desconsuelo. A su esposa, la reina Juana, tan solo le dijo  que "Las conversaciones con Hitler fueron muy fatigosas"y que estaba extenuado.

El 23 de agosto, ocho días después de su viaje a Alemania, el Rey sufrió  varios episodios de vómitos.  Se desató la alarma en palacio y se dio aviso a los médicos. A  los doctores Balbanof, Kirkovich, Eppinger y Sajitz, que eran quienes le atendían se les presentaron dudas diagnósticas. Unos pensaron que se trataba de una Colecistitis, otros de una trombosis coronaria. Tras las pruebas realizadas las dudas continuaban y entonces surgió otra duda, la peor de todas, el Monarca podría haber sido envenenado. Como consecuencia  surgiría la pregunta¿ Había mandado Hitler envenenar al Rey de Bulgaria?.

Los búlgaros se apiñan alrededor de los aparatos de radio y escuchan sobrecogidos la fría voz del  primer ministro búlgaro, el germanófilo Bogdan Filof, en los micrófonos de Radio Sofía: "Su Majestad el rey, zar Boris III, el Único, tras breve enfermedad, ha fallecido rodeado de su familia, hoy 28 de agosto de 1943, a las 16:22 horas". 

Dos días después del fallecimiento, el ministro de Justicia búlgaro publicó el acta de defunción, según la cual la muerte se debió a "obstrucción de las coronarias, bronconeumonía, edema del pulmón y del cerebro". Pero lo cierto es que la causa de la muerte todavía no ha sido establecida. Tenía 49 años. Su hijo Simeón, el heredero al trono, apenas seis.

La Princesa Mafalda de Saboya había acudido a Sofia para acompañar a su hermana en tan duro trance. A su regreso a Italia pudo comprobar que  Roma había sido tomada por los alemanes y que su familia había huido. Según parece Mafalda manifestó al oficial de la Gestapo que la acompañaba y que le preguntó por la causa de la muerte de su cuñado: "No trate de descubrir la verdad. Es mucho peor que todo lo que se ha supuesto hasta ahora". Pero si esto es cierto y si algo sabía Mafalda se llevó su secreto a la tumba ya que fue confinada en el campo de concentración de Buchenwald donde murió, mientras  su esposo, Felipe de Hesse, permanecía prisionero en el de Sachsenhausen.

Monasterio de Rila

 El 5 de septiembre de 1943 se celebraron los funerales por el rey Boris III en la catedral de Alexander Nevski y sus restos mortales fueron  inhumados en el monasterio de Rila. En un grandioso funeral el pueblo búlgaro se despidió del que había sido un querido y admirado soberano.

Margarita de Austria, duquesa de Saboya

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Margarita de Austria. Anónimo. The Metropolitam Museum



Diez de enero de 1480, once de la mañana. Hacía frío en Bruselas cuando María de Borgoña alumbraba a Margarita, la segunda de sus hijos. Como hija del archiduque Maximiliano recibiría el titulo de Archiduquesa desde su nacimiento al igual que su hermano Felipe. El destino y los arreglos matrimoniales quisieron que ambos pasaran a formar parte de la historia de España. 

Dos años después de su nacimiento moriría su madre y su padre, Maximiliano, que tenía muy claro que su hija era un material de gran valor en la política matrimonial, ofrece a Margarita, que contaba poco más de dos años de edad, como esposa de Carlos, el Delfín de Francia. Este compromiso matrimonial formaba parte del pacto de paz - pacto de Arrás- que había firmado con el rey de Francia. 

Se trasladaría Margarita a vivir a la corte francesa para ser educada junto a su futuro esposo y en aquella corte permanecería diez años. Su prometido, que se había convertido ya en el rey Carlos VIII de Francia por la muerte de su padre, empezó a considerar que el matrimonio de Margarita no era el más conveniente para sus intereses y decidió repudiarla - puesto que el matrimonio no había sido consumado - y devolvérsela a su padre. 

Maximiliano se había convertido ya en Emperador del Sacro Imperio y a los Reyes Católicos interesaba una alianza con el Imperio, por lo que proponen a Maximiliano I un doble enlace : Margarita casaría con su hijo Juan, heredero de sus Reinos, y su hija Juana casaría con Felipe, heredero de Maximiliano.

Firmadas las capitulaciones matrimoniales por poderes, Margarita embarca hacia España en la misma flota que había trasladado a Bruselas a la Infanta Juana. La travesía sería muy complicada - se desató una gran tormenta que a punto estaría de costarle la vida - pero, lejos de amilanarse, la Archiduquesa daría muestras de un gran valor y de un gran sentido del humor ya que, según recoge Perez Priego, escribió una nota de su puño y letra en la que daba instrucciones sobre el contenido del epitafio de su lápida: "Aquí yace Margot, la gentil damisela que, después de dos maridos, aún es doncella".

Quedaron impresionados los castellanos cuando vieron el brillante séquito que acompañaba a la Archiduquesa, pero aún quedaron más impresionados - sobre todo el príncipe Juan - cuando vieron la belleza y la gentileza de Margarita. Mártir de Anglería llego a escribir : "Si la vieras, pensarías que estabas contemplando a la misma diosa Venus".


D. Juan de Aragón, Príncipe de Asturias


La boda se celebraría el 4 de abril de 1497 en la Catedral de Burgos y después, los Príncipes de Asturias se trasladarían a Almazán donde darían rienda suelta a la pasión que se había desatado en ellos al conocerse. Poco duraría la dicha, apenas seis meses. Juan era un hombre débil y enfermizo y unas fiebres acabarían con su vida en octubre de ese mismo año. Margarita quedó destrozada y en estado de gestación, representando ese embarazo la esperanza de los Reyes Católicos de tener un heredero. No fue posible, Margarita, tal vez como consecuencia de la pena, daba a luz prematuramente a una niña que no sobreviviría. 

Apenas dos años después, en 1499, un cortejo encabezado por el Obispo de Cordoba, Juan de Fonseca, acompañaría a Margarita en su regreso a Flandes. Allí fue madrina de su sobrino Carlos, nacido en 1500, sin imaginar que ese pequeño niño la acabaría queriendo más que a su propia madre.

Poco tardaría su padre, Maximiliano I, en comprometerla de nuevo en matrimonio. Margarita era aún joven y el Emperador no estaba dispuesto a desaprovechar la oportunidad de conseguir nuevas alianzas políticas a través de su hija. Esta vez el elegido sería el duque de Saboya, Filiberto II. 

En 1501 partió Margarita hacia el Piamonte para contraer el que sería su tercer matrimonio, a pesar de que solo contaba 21 años de edad. En tierras italianas tomó contacto con el mundo cultural y artístico de los humanistas de Renacimiento que tan gran influencia habrían de tener en ella. Tampoco este esposo le duraría mucho. A pesar de ser tan joven como ella, moriría en 1504 dejándola viuda de nuevo. No tenía suerte Margarita. 

Regresó a Flandes y se negó en rotundo a volverse casar. A los 24 años había sido repudiada una vez y era viuda por dos veces y no estaba dispuesta a seguir acumulando lutos y sinsabores. Se hizo cargo de sus sobrinos, los hijos de Juana y Felipe. Éstos habían sido jurados, tras la muerte de Isabel la Católica, Reyes de Castilla y se habían trasladado a la península dejando a sus hijos Carlos, Leonor, Isabel y María en Flandes, al cuidado de su tía. También pasó a ocupar la regencia de los Países Bajos en tanto su hermano Felipe permanecía en las tierras de su esposa. Así pues, decidió que ese era su cometido en la vida y que no la había llamado Dios para ser esposa de nadie. 

Cuando en 1506 muere Felipe el Hermoso, Margarita es nombrada por su padre, Maximiliano I, gobernadora de los Países Bajos, tarea nada fácil, pero Margarita era tenaz y se dispuso a cumplirla con el mayor celo. Decidió trasladar la corte a la villa de Malinas y allí cuidó a sus cuatro sobrinos dándoles una elevada educación. Margarita era una mujer inteligente, de fuerte personalidad y muy culta y haría de mecenas de las Artes y de las Letras. Así pues, la Regente de los Países Bajos se rodeó de pintores como Bernard van Orley y Pieter van Coninxloo, de arquitectos, músicos y hombres de letras entre los que se encontraban Vives y Lemaire de Belges. Llegó a atesorar gran cantidad de obras de arte, tapices y vidrieras y patrocinó la construcción de la iglesia de Brou, una obra maestra del gótico.

Palacio de Malinas

Margarita estaba demostrando ser una mujer con una gran talla política y consciente de que sus sobrinos por derecho propio o como consortes ocuparían los tronos de Europa se preocupó de darles una educación completa y refinada. 

En 1515 el emperador Maximiliano decidirá que su nieto Carlos asuma el poder en los Países Bajos y Margarita hará el traspaso de poderes a su sobrino. Será por poco tiempo ya que en 1517 y como consecuencia de la muerte de Fernando el Católico y de la reclusión de Juana, su heredera, en Tordesillas, Carlos deberá viajar a la península para tomar posesión de los Reinos de España y por ello volverá a nombrar a Margarita como Regente de los Países Bajos.

Es en esta segunda regencia cuando Margarita demuestra sus grandes dotes como diplomática. En política exterior siempre fue una mujer prudente y precisamente su prudencia, su encanto y su diplomacia fueron utilizados siempre por su sobrino Carlos. 

Jugó un importante papel en la consecución del titulo de Emperador para Carlos I, siendo una hábil embajadora que logró que las tramas y conspiraciones de quienes también pretendían la corona imperial no fructificaran. Su trabajo se vió recompensado y su sobrino Carlos fue coronado emperador en 1520. 

Margarita tuvo también un importante papel en la rivalidad, que durante más de 10 años, habían mantenido Carlos y Francisco I de Francia y cuyas guerras habían arruinado a ambos Reinos. En este contexto de agotamiento económico Margarita habría de prestarle al Emperador un ultimo servicio. Luisa de Saboya como madre de Francisco I y ella, en representación de su sobrino Carlos, firmaron en 1529 la Paz de Cambrai, que sería conocida como Paz de las Damas y con la que se puso fin al conflicto entre las dos naciones además de incluir en el acuerdo, la boda de su sobrina Leonor con el rey Francisco.

Regresó Margarita a Malinas sintiéndose mal. En Francia, durante las negociaciones de la Paz, hubo de ser atendida por un fuerte dolor en una de sus piernas, el diagnóstico de los médicos fue que sufría gota. Los remedios dados debieron aliviarla y durante algunos meses pareció sentirse mejor.


Firma de la Paz de Cambrai. Francisco Jover

En noviembre de 1530 empieza de nuevo el dolor en la pierna pero esta vez no calma con los remedios que se le suministraron. A los pocos días los dolores se vuelven insoportables y hace su aparición la fiebre, que sería cada vez más alta. La examinan tres médicos de Cámara, que encuentran la pierna hinchada y tumefacta. Deciden abrirla para poder “evacuar los humores” existentes pero, la gangrena era ya imparable. 

Dándose cuenta de que su fin se aproximaba, Margarita, dictó testamento y una emotiva carta para su sobrino Carlos con sus ultimas recomendaciones políticas. Tras confesar expiró el 1 de diciembre de 1530, sus restos fueron llevados a la iglesia de Brou. 

Europa perdía con ella una de las mentes políticas más brillantes de su tiempo.

Eduardo II de Inglaterra ( I )

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Gales acababa de ser conquistado por Eduardo I de Inglaterra y fue en tierras galesas, concretamente en el Castillo de Caernarfon, donde su esposa Leonor de Castilla daría a luz, el 25 de abril de 1284, al que sería el último de sus hijos, el futuro Eduardo II, quien como consecuencia de las prematuras muertes de los hermanos varones que le precedieron acabaría siendo el heredero al trono. 

Fue el primer príncipe al que se le impuso el título de Principe de Gales como heredero de la Corona, y según la leyenda su padre, Eduardo I, había prometido a los nobles galeses cuando conquistó Gales que les daría un príncipe que no hablara inglés. Cuando les presentó al pequeño recién nacido, todo el mundo pudo comprobar que, efectivamente, no hablaba esa lengua….ni ninguna otra. 

Castillo de Caernarfon

Como era lógico en los convulsos tiempos que corrían, donde todo Reino debía ser defendido con las armas, Eduardo I intentó instruir a su hijo en las artes militares pero, el pequeño era más amante del refinamiento y de los entretenimientos frívolos que de los bélicos, provocando la preocupación y la indignación de su padre. 

Cuando contaba 14 años conoció a un caballero, Piers Gaveston, que se convirtió en su inseparable amigo y también en su primer amor. Enterado el Rey de la "gran amistad" de ambos jóvenes y preocupado por la orientación sexual de su hijo, mandó desterrar a Gaveston exigiendo al Príncipe la promesa de que jamás volverían a verse. Poco duró el destierro y la promesa del príncipe, ya que, el Rey moriría tres meses más tarde y una de las primeras medidas que adoptó el ya coronado Eduardo II fue traer de vuelta a su amante y otorgarle un inmenso poder en la Corte y el titulo de conde de Cornwalles, lo que despertaría las iras y la envidia de los nobles. No empezaba bien su andadura el nuevo Rey. 

Eduardo tenía claro que los reyes debían casarse y buscar la descendencia apropiada si querían conservar el trono y se dispuso a cumplir con su deber casándose con Isabel, hija de Felipe IV de Francia y, a decir de los cronistas de la época, enormemente bella. Con los años los ingleses le darían el sobrenombre de "La Loba de Francia". La belleza de Isabel no parece que impresionara mucho a Eduardo quien en la misma fiesta de Coronación de la nueva Reina se dedicó a departir y a lisonjear a su amante más que a su flamante esposa, haciéndole objeto de las expresiones de cariño que debiera haberle dedicado a ella. No obstante, Eduardo cumplió con sus deberes y, según parece, con acierto ya que los esposos engendraron cuatro hijos. 


Eduardo II y Piers Gaveston - Marcus Stone


Los privilegios concedidos a Gaveston colmaron la paciencia de los nobles que veían como se dilapidaban los bienes del Reino y como el favorito abusaba del poder concedido por el Monarca. La presión de la nobleza hizo que el Rey enviara a su favorito a Irlanda como Gobernador y, curiosamente, se demostraría que era un administrador eficaz. No obstante, a Eduardo se le hacía muy dura la vida sin su amante y le hizo traer de regreso a Inglaterra. 

No era Gaveston hombre discreto y en cuanto se vio de nuevo al lado del Rey hizo alarde de su privilegiada posición despertando de nuevo la ira de los nobles. La nobleza reunida y capitaneada por el conde de Lancaster, primo carnal de Eduardo, exigió al Rey el destierro del favorito. Eduardo, cuya posición estaba muy debilitada, no tuvo más remedio que plegarse a estas exigencias y Gaveston fue desterrado pero, un año después, volvería a Inglaterra de nuevo y ese sería su fin. Aprovechando una ausencia del Rey, fue capturado, hecho prisionero y mandado ejecutar por orden de Thomas Lancaster. Era el mes de junio de 1312 y Gaveston tenía 28 años.

La cólera de Eduardo II, cuando tuvo conocimiento de los hechos, fue enorme pero era consciente de que eran tiempos de sangre y si pensó en la venganza sabía que no era el momento de llevarla a cabo.

De Escocia sólo el castillo de Stirling permanecía en manos de los ingleses. No tenía ningún valor estratégico y el papel de esta fortaleza era tan solo testimonial pero el rey escocés, Roberto I, había puesto sitio al castillo y Eduardo II pensó que una victoria sobre los escoceses aumentaría su prestigio y le pondría en situación de poder dar muerte a Lancaster, vengando de este modo a su amante.

El numeroso ejercito que había logrado reunir Eduardo II se enfrentó al más numeroso ejercito de Roberto I en la batalla de Bannockburn y la lucha se saldó con una vergonzosa derrota de los ingleses y una clamorosa victoria de los escoceses, lo que significaría la independencia efectiva de Escocia. Ante la debilidad de Eduardo la nobleza no desaprovechó la ocasión y limitó los poderes del Rey a través del Parlamento. 

Castillo de Stirling

Poco tiempo después, Eduardo II encontraría un nuevo amante. Se trataba de Hugo Despenser, hijo del conde de Winchester, de 32 años y casado con Leonor de Glucester, sobrina de Eduardo. Era un hombre lleno de ambiciones, característica ésta que compartía con su padre -al que apodaban "el viejo"- y con su esposa. Ellos serían quienes le animarían a emprender la aventura con el Rey y a convertirse en su favorito. 

El nuevo favorito era un hombre vanidoso, que pasaría de ser un simple caballero a ser un hombre rico gracias a su matrimonio y un hombre poderoso gracias a su amante. En 1318 fue nombrado Chambelán Real pero nada era suficiente para calmar su codicia. Dos años después se había ganado numerosos y peligrosos enemigos en la Corte, entre ellos, la propia Reina Isabel cuyo odio hacia el favorito sería patente. 

El dominio que Despenser ejercía sobre Eduardo era inmenso hasta el punto de ser capaz este de hacer caso omiso de los tribunales y llegar incluso a desposeer de sus derechos a las cuñadas de Hugo con tal de enriquecer más a su amante. Esa desobediencia al poder legal fue la gota que colmó el vaso y un grupo de nobles, entre los que se encontraba Roger Mortimer y el propio Thomas Lancaster, exigieron al Rey el destierro de los Despenser. Asustado, Eduardo II consintió en el destierro pero no por ello cesaron las hostilidades entre la Corona y gran parte de los nobles. En esta ocasión fue Eduardo el vencedor. Mortimer fue encarcelado en la Torre de Londres y Thomas Lancaster fue juzgado y condenado a morir decapitado. La venganza del Rey se había consumado.

Regresaron los Despenser, padre e hijo, y convencidos del aumento de su poder iniciaron un periodo de violencia y desmanes ejecutando a los rebeldes y confiscando sus bienes. La respuesta de los nobles no se haría esperar y esta vez con la propia Reina al frente de ella. En 1323 Mortimer escapa de su cautiverio -probablemente ayudado por Isabel- y huye a Francia. Mientras tanto la Reina esperaba su momento.                                                                                                
                                                                                                                         Continuará

Eduardo II de Inglaterra ( II )

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En 1325 estallaría una disputa territorial entre Eduardo II y Carlos IV, rey de Francia y hermano de Isabel. La Reina se ofreció a ser la mediadora entre su hermano y su esposo y partió hacia Francia. Allí, además de reencontrarse con su hermano, se encontraría también con Roger Mortimer y en este ambiente distendido y más amable que el de Inglaterra y mientras se estudiaban las condiciones del tratado de paz, ambos se convertirían en amantes. Roger era joven, valiente, galán, persuasivo y con pocos escrúpulos.

La relación entre la Reina y Mortimer se convirtió en un secreto a voces tanto en Francia como en Inglaterra. El tratado ya estaba redactado y firmado por el Monarca francés y por la Reina inglesa pero se exigía que el propio Rey o el Príncipe de Gales en su defecto, acudieran a París para ratificarlo. Esto suponía un dilema para Eduardo. Si era él quien acudía a Francia los nobles podrían aprovechar su ausencia para vengarse de su querido Despenser y si enviaba a su hijo, Isabel y su amante lo utilizarían en su contra. Finalmente, pudo más el amor a Despenser y fue el Príncipe de Gales, de tan solo 13 años, quien partió hacia Francia.

Como Eduardo temía ni la Reina Isabel ni su hijo regresaron a Inglaterra de inmediato. Permanecieron en Francia, donde se reunieron con los nobles ingleses que habían sido obligados a exiliarse por culpa de los Despenser y allí se iniciaría una conspiración para derrocar a Eduardo. El Rey que temía una agresión contra su poder, montó en cólera y escribió a Carlos IV conminándole para que obligara a su hermana a regresar a su Reino, pero el francés contestó que Isabel había ido voluntariamente a Francia y que podía marcharse cuando quisiera o quedarse si así lo deseaba.


La Reina Isabel y Roger Mortimer junto a su ejercito


La situación se volvía insostenible, la libertad de Isabel significaba la deshonra de Eduardo II ante Europa. No deseaba Isabel comprometer por más tiempo a su hermano y en el verano de 1326 ella, Mortimer y su hijo Eduardo abandonarían París camino de Holanda pasando por la Corte de Guillermo, conde de Henao, y uno de los nobles más poderosos de aquellas tierras, y es allí donde se produce la mejor jugada de Isabel en contra de su esposo. A cambio del compromiso de su hijo Eduardo, heredero al trono inglés, con Filipa, la hija de Guillermo, el conde les proporcionaría un ejército y les ayudaría a invadir Inglaterra.

Isabel desembarca en Suffolk y, según nos cuenta el historiador Lingard, la Reina es recibida como "La libertadora del país". Muchos nobles se  unen a su causa. El despotismo con que los Despenser los habían tratado haría que se posicionaran al lado de su Reina. Eduardo II no encontraba apoyos y era incapaz de formar un ejercito. No le queda otra salida que huir de Londres y la Reina Isabel entraría en la ciudad sin ninguna dificultad.

En su discurso, al tomar posesión de la capital del Reino, Isabel asegura que va a liberar al pueblo de los Despenser y de todos sus saqueadores. Los ciudadanos, embravecidos, empezarán por linchar al tesorero real entregándole a la Reina su cabeza. El rencor contra los que fueron partidarios de los Despenser se adueñó de las gentes y los disturbios continuaron por toda la ciudad: se mataba, se saqueaba, se violaba y se tomaba la venganza como si fuera justicia.

Llegada de Isabel a Inglaterra


Isabel y Mortimer dejaron Londres sumida en el caos y se dirigieron a Bristol, allí capturaron a Despenser "el viejo", el padre del amante del Rey. Al día siguiente de su captura fue juzgado y condenado a morir decapitado. La condena se cumplió de inmediato.

Mientras tanto Eduardo y su amante habían huido a Gales con la esperanza de encontrar apoyo entre sus gentes pero, todo el mundo odiaba a los Despenser y la ayuda esperada no se hizo efectiva. Fue precisamente Enrique de Lancaster, hermano del decapitado Thomas, el que capturó a Eduardo y a su amante. Hugo Despenser fue enviado a Hereford, donde se encontraban la Reina y Mortimer y el propio Enrique acompañó al Rey hasta Kenilworth.

Intentó Despenser suicidarse pues sabía que lo que le esperaba era peor que la muerte pero, no lo consiguió. En "Las crónicas de los Reyes de Inglaterra" del historiador Froissart (1373 - 1404) se describe el horror de su ejecución: fue arrastrado por cuatro caballos hasta el cadalso, allí se le ató a una escalera a quince metros de altura para que todo el proceso pudiera ser visto por la multitud, una gran pira ardía a su lado. Se le cortó el pene y los testículos y se echaron al fuego, después el verdugo abrió su vientre y fue sacando las vísceras y arrojándolas a la pira mientras intentaba mantener con vida y despierto al reo, finalmente se le sacó el corazón. Su cuerpo fue dividido en cuatro trozos y su cabeza fue colocada en una pica a las puertas de Londres. Según los cronistas la Reina presenció la ejecución.


Ejecución de Hugo Despenser


Isabel y Mortimer no quisieron ejecutar al Rey. Sabían que, aunque pocos, algún partidario tenía Eduardo y además era posible que su hijo, el futuro Eduardo III, no perdonara tal acción. Así pues, se condenó a Eduardo a ser encerrado de por vida y se instó al Parlamento para que el Rey fuera destituido pero, había otras cuestiones de índole legal que era preciso solucionar. Para que el Príncipe de Gales pudiera ser coronado estando vivo el Rey, era necesario que éste abdicara en su hijo. Se envió una delegación encabezada por el Arzobispo de Canterbury, para convencer al Monarca de la necesidad de su abdicación. Tras leerle la larga lista de errores que había cometido en su vida, Eduardo firmó.

Inglaterra ya tenía nuevo Rey, el Principe fue coronado como Eduardo III en junio de 1327 pero era demasiado joven, tan solo 14 años, por lo que la Reina y Roger Mortimer se ocuparon de la Regencia. Isabel y su amante habían conseguido ya lo que siempre desearon: el poder supremo pero, no estaban tranquilos, la sombra de un Eduardo vivo se cernía sobre ellos.

Eduardo se encontraba preso en el castillo de Berkeley. En la noche del 21 de septiembre unos espeluznantes gritos despertaron a los ocupantes del mismo pero, los gritos cesaron súbitamente y todo el mundo volvió a conciliar el sueño. A la mañana siguiente los moradores del castillo y los habitantes de los alrededores fueron invitados a contemplar el cadáver de Eduardo que yacía frío y con su rostro horriblemente desfigurado, expresando una horrible agonía. 


Castillo de Berkeley

Según algunos historiadores la muerte de Eduardo fue ejecutada por sus carceleros tras recibir una nota en latín - que lo decía todo pero que no comprometía a nada - de la Reina. Fue ésta y su amante Mortimer quienes idearon un asesinato perfecto en el que no quedaran huellas manifiestas en el cadáver. Los carceleros perforaron el cuerno de un buey, se lo introdujeron por el ano y a través de él lo empalaron con un hierro candente. De esta forma no quedarían quemaduras visibles en el cadáver. Otros historiadores han desmentido por completo esta historia y concluyen que murió asfixiado e incluso hay otros que aseguran que Eduardo logró huir y busco refugio en Milán. 

Su muerte sigue siendo un misterio y en aquel momento a nadie se culpó por ella. Fue enterrado en la Catedral de Gloucester

D. Juan de Austria

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D. Juan de Austria. Anonimo. Museo del Prado



Todo es confuso en el nacimiento de este personaje. La mayoría de sus biógrafos coinciden en afirmar que se produjo en Ratisbona y durante el mes de febrero. Respecto al año vuelven a surgir las dudas : 1545 para algunos y 1547 para otros. De lo que no hay duda, puesto que el mismo Emperador lo reconoció, es de que era hijo de Carlos V pero, ¿ quién era la madre?. A día de hoy los historiadores aseguran que se trataba de Bárbara Blomberg, una hermosa mujer a la que la mayoría describen como perteneciente a la alta burguesía de Ratisbona, aunque el hispanista Bennassar considera que no se trataba más que de una ramera muy bella y con grandes dotes para el canto. 

Está documentado que a Bárbara se la casó con Jerôme Pyramus Kegel ( tal vez por ello se conocía al hijo del Emperador como Jeromín) y que fruto de ese matrimonio tuvo dos hijos y también que cuando quedó viuda, pocos años después, empezaría a recibir una pensión primero del Emperador y a la muerte de éste de Felipe II. 

Corría el año 1550 cuando Carlos V decide que es hora de ocuparse de su hijo. Su mayordomo mayor es enviado para firmar un acuerdo con D. Francisco Massy, un músico de la Corte flamenca cuya esposa era española y se decide que ambos, previó pago de 50 ducados, se encargarán del cuidado de Jeromín en la localidad de Leganés. 

Cuatro años después, y tras la muerte del músico, D. Carlos encarga el cuidado de su hijo a Dª Magdalena de Ulloa, esposa de su consejero D. Luis de Quijada y el pequeño Jeromín se traslada al Castillo de Villagarcía de Campos, residencia de sus nuevos cuidadores. 

Carlos V. Tiziano. Museo del Prado


Pocos años después y encontrándose ya el Emperador en Yuste da ordenes a D. Luis de Quijada y a su esposa para que se trasladen junto a Jeromín a la localidad de Cuacos de Yuste, pues deseaba tener más cerca a su hijo. Carlos V moría en septiembre de 1558 pero, previamente a su abdicación, había redactado un codicilo a su testamento en el que reconocía ser el padre de Jeromín. 

Felipe II se encontró pues con un hermano y con la obligación moral de dar cumplimiento al testamento de su padre: reconoció a Jeromín como perteneciente a la familia del Rey - no a la Familia Real y por lo tanto no se le otorgaba el título de alteza sino el de excelencia -, cambió su nombre por el de Juan, le otorgó Casa propia y le asignó 15.000 ducados para su mantenimiento. También se ocupó Felipe de completar su educación y fue enviado a la universidad de Alcalá de Henares junto a dos de sus sobrinos: D. Carlos y Alejandro Farnesio. 

D. Juan era rubio, de ojos azules y muy guapo por lo que no le faltaron pues las amantes desde muy temprana edad y ya en aquellos años tuvo relaciones con una dama llamada María de Mendoza con la que tuvo a su primera hija : Ana. Después y dado su carácter conquistador, vendrían otros. 

El carácter y las inclinaciones de D. Juan convencieron a su hermano Felipe de que debía ser empleado como hombre de Estado y como guerrero y por tanto autorizó a su medio hermano a asistir a los Consejos de Estado.

Las relaciones entre D.Felipe y D.Juan pasaron por diferentes etapas. En un primer momento D. Felipe tendría una actitud paternalista hacia D. Juan , lo que originaría que en éste se desarrollara una actitud de respeto al hermano mayor que había venido a sustituir a un padre que nunca ejerció como tal. Con el paso de los años las relaciones se irían deteriorando; el carácter impulsivo y rebelde de D. Juan y la desconfianza y encorsetamiento moral de D. Felipe unido a la influencia de algunos personajes que mediatizarían en la relación fraternal en pro de sus intereses, irían creando un abismo entre los dos hermanos.

Felipe II. Tiziano. Museo del Prado


La mayoría de los biógrafos coinciden en afirmar que D. Juan era un gran guerrero, pero lo cierto es que siempre tuvo a su lado un Consejo militar del que formaban parte los mejores militares y que, aunque él ostentara la titularidad, era el Consejo quien ponía en marcha las operaciones y quien frenaba la temeridad de D. Juan impidiéndole malgastar tropas y dinero. 

Así ocurrió en la batalla de las Alpujarras y también cuando capitaneó La Liga Santa y la batalla de Lepanto en donde se encontró rodeado y asesorado por los mejores militares de su época. Son muchos los historiadores que consideran que el genio militar atribuido a D. Juan lo era en realidad de sus asesores. Dice Marañón que: " D. Juan no era sin duda un genio de la política ni de la táctica guerrera "… y a esto el historiador Bennassar añade "la fama de don Juan, la admiración que le dedicaron sus coetáneos fue un fenómeno repentino, súbito resultado de una hazaña única: la victoria de Lepanto …". El éxito de Lepanto, propio o no, enardeció la ambición de D. Juan, que no solo se atrevió a solicitar el titulo de Alteza - aunque sistemáticamente le era negado - sino que también llegó a desear un reino propio. 

La relación entre el rey Felipe y su hermano estaba prácticamente rota en los inicios de 1574 y en esta ruptura no fueron ajenas las intrigas y confabulaciones de Juan Pérez, secretario real, y Juan Escobedo, secretario de D. Juan. 

Ya en 1576 D. Juan recibe la orden de abandonar Italia y dirigirse a los Países Bajos con el nombramiento de Gobernador de los mismos. No agradaría a D. Juan este destino que se encontraba en plena rebelión protestante. A su llegada los tercios españoles llevaban meses sin cobrar sus pagas, y cansados de esperar organizaron el "saqueo de Amberes", como consecuencia de ello la situación llegaría a su punto más álgido. No obstante, D. Juan, consigue apaciguar la rebelión y, a principios de 1577 se firma el Edicto Perpetuo en él que se reconocerían las libertades flamencas a cambio del reconocimiento de la soberanía española y de la restauración de la fe católica en el país.


Batalla de Lepanto. Valdés Leal. Iglesia de la Magdalena. Sevilla


En verano de ese mismo año D. Juan decidiría atacar la plaza de Namur. La entrada de las tropas españolas en la capital de Valonia provocaría que en los primeros meses de 1578 Inglaterra se involucrase en el problema flamenco mediante el envío de dinero a los rebeldes. Con el apoyo de la Reina Isabel, los Estados Generales depusieron a D. Juan acusándole de romper la paz. 

A partir de ese momento la vida de D. Juan se desarrollaría en el infierno. El asesinato de su secretario particular, Juan Escobedo, en Madrid le llevaría a la paranoia, empezaría a pensar que existía una conspiración contra él y que sería la próxima víctima. El temor a ser asesinado le llevaría incluso a sustituir a su guardia personal por mercenarios alemanes. 

Durante el estío se encontraba agotado y desanimado y en la segunda quincena de septiembre sufrió unas fiebres que lo dejaron postrado. Considerando que los aires del campo le vendrían bien y deseando mejorar su salud pidió ser trasladado a las afueras de Namur, a un campamento en cuyo palomar, una vez acondicionado, se le instaló.

Extenuado por la fiebre, los vómitos y los dolores que, de tanto en tanto, sacudían su maltrecho cuerpo, murió, según parece, el 1 de octubre de 1578. Tenía 33 años.

No acabaron aquí las incógnitas sobre la figura de D. Juan de Austria y la causa de su muerte sembraría también dudas. Se llegaría a pensar en un envenenamiento ( eso apuntan Porteño y Vander Hammen), en la mala praxis de quienes le trataron de una almorrana que sufría, como dejó escrito el que fuera su cirujano de Cámara Dionisio Daza Chacón, y también se habló de una enfermedad venérea. Por último se apuntó como causa del óbito al tifus exantemático y ésta es la patología que parece acercarse más a la realidad.

Tras la muerte su cuerpo sería trasladado, con todos los honores que correspondían a un hermano del Rey, hasta la catedral de Namur donde recibiría sepultura. A los cinco meses de estos hechos su Majestad D. Felipe II decidiría trasladar los restos de D. Juan a España y con tal propósito el cuerpo de D. Juan sería descuartizado y trasladado en secreto hasta El Escorial. Allí se le rindieron honores y se le dio nueva sepultura. Allí descansa, junto al resto de Infantes de la Monarquía.


Isabel de Borbón y Borbón " La Chata"

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Isabel de Borbón y Borbón. Vte Palmareli. Palacio Real de Madrid



Corría el mes de diciembre de 1851 y la Reina Isabel II de España se había puesto de parto. Tras un día y una noche larga y dolorosa la Reina daba a luz sobre las 11 de la mañana del día 20 a una niña hermosa y fuerte, a la que se impondría el nombre de Isabel. Como era la primera descendiente viva de la Reina fue nombrada Princesa de Asturias desde ese mismo momento. 

Dos meses después y cuando, siguiendo la costumbre de la Casa Real Española, se iba a presentar a la pequeña a la Virgen de Atocha, un religioso español, Martín Merino, activista liberal y antimonárquico asestó una puñalada a la Reina. Como Isabel II estaba entrada en carnes, los refajos y corsés que llevaba eran de una dureza considerable razón por la cual la puñalada apenas le costó una herida en el brazo. A Martín Merino le costó la muerte. 

Por los mentideros de Madrid corría el rumor de que el verdadero padre de la Princesa no era el consorte de la Reina, D. Francisco de Asís, sino un guapo diplomático llamado Jose María Ruiz de Arana. Sea como fuere y teniendo en cuenta que en aquellos años era la legítima heredera al trono, su educación se convirtió en un tema de Estado. Se comienzan a dar los nombramientos de aya, de camarera mayor , de directora de su educación y un largo etc, a pesar de lo cual la pequeña estaba muy sola. Había observado la Reina que su hija simpatizaba con la nieta de una de sus azafatas, una niña llamada Lolita Balanzat y Bretagne, y autorizó a esta niña a ser educada en Palacio y a convertirse en la compañera de estudios y juegos de la Princesa de Asturias. La amistad entre ambas perduraría para siempre. 

Isabel era una buena alumna, hablaba inglés, estudiaba música y religión y le apasionaban los caballos y la gimnasia. A pesar de su corta edad aparecía con frecuencia en actos sociales y despertaba las simpatías de los madrileños por su abierta sonrisa y su nariz pequeña y respingona -curiosamente nada borbónica, a pesar de ser Borbón por partida doble-. Fue en aquellos años cuando empezó a ser conocida como “ La Chata”. 

Cuando contaba seis años nace su hermano Alfonso y por tanto ella deja de ser Princesa de Asturias. Isabel se encontró de inmediato muy unida a su hermano, tal vez, por el hecho de que la Reina realizaba en aquella época multitud de viajes por las provincias españolas y siempre lo hacía acompañada de sus dos hijos. 



Con el paso de los años Isabel se iba convirtiendo en una adolescente culta y de gran carácter. Era muy aficionada al teatro, a los conciertos de música y especialmente a los toros. Era, a decir de las gentes, muy campechana y lo mismo podía vérsela en una romería o en un a verbena popular que en una cena de gala. También era muy aficionada a las joyas de las que llegó a poseer una gran cantidad.

En 1868 la Reina decide, por razones políticas, que Isabel debe casarse con Cayetano de Borbón -Dos Sicilias, conde de Girgenti. Ni Cayetano ni Isabel deseaban casarse pero ambos habían sido educados para aceptar los compromisos que el Estado les impusiera. Isabel aportaría una cuantiosa dote, el novio - hijo del destronado Rey de Las Dos Sicilias - apenas aportaría nada. 

Emprenderían el viaje de novios por distintas capitales de Europa y al llegar a Paris se enterarían de la revolución “  La Gloriosa” española. La destronada Reina Isabel, al llegar al exilio parisino, compraría un palacete en el que viviría con sus hijos pero, los Girgenti no se instalaran en él, prefiriendo mantener su independencia.

Fue en París donde Cayetano empezaría a sufrir crisis epilépticas - enfermedad que ya padecía pero que se le había ocultado a la Infanta- y esto le ocasionaría  una profunda depresión que se agudizaría como consecuencia del aborto sufrido por la Infanta Isabel en septiembre de 1871. Dos meses después y mientras pasaban unos días en Suiza, Cayetano se suicidó disparándose un tiro en la sien. 

Cayetano de Borbón - Dos Dicilias


Isabel, viuda a los 20 años, vuelve al hogar familiar de Paris donde se instala junto a su madre y hermanos. La relación con su hermano, el futuro Alfonso XII, no puede ser mejor. Con sus hermanas reina la armonía pero la diferencia de edad entre ellas impide una relación profunda. 

Mientras tanto, en España se declara la restauración monárquica y el joven Alfonso XII vuelve a ocupar el Palacio Real, no así la Reina Isabel II a quien todavía no se le permite el regreso. No obstante, Cánovas hace llamar a la Infanta Isabel para ser nombrada de nuevo Princesa de Asturias ya que D. Alfonso todavía no tiene descendencia. 

Consideraba Isabel que "la familia real debe ganarse el respeto del pueblo llevando una vida recta y honesta, lejos de cualquier escándalo" y se dispuso por tanto a trabajar con entusiasmo en representación de la Corona impulsando las actividades sociales y culturales. Acompañada por su hermano el Rey - a quien iba imponiendo disciplina- acudía a representaciones, conciertos e inauguraciones, adquiriendo un protagonismo que despertaba los celos de su destronada madre, quien no sería autorizada a regresar a España hasta 1876 impidiéndole, no obstante la entrada en Madrid.

Casa D. Alfonso con Mercedes de Orleáns, y durante el breve tiempo que duró el matrimonio, Isabel se convertiría en el mayor ejemplo y en la fiel consejera de su cuñada. Tras la muerte de Mercedes pasaría a ser el paño de lágrimas de su hermano. 
Pero la vida seguía y el joven rey debía contraer nuevas nupcias para asegurar un heredero a la Corona. Lo haría con María Cristina de Habsburgo Lorena y ésta, que no gozaba de la simpatía de los españoles, encontraría en su cuñada Isabel el más firme de los apoyos. 

La Infanta Isabel deja de ser Princesa de Asturias cuando nace la primera hija de su hermano pero continua con su apretada agenda al servicio de la Corona. La muerte de Alfonso XII a finales de 1885 la sume en un profundísimo dolor. 



Había nacido ya el hijo póstumo de los Reyes, Alfonso XIII, la Regente Dª María Cristina se ocupaba de los asuntos relacionados con el Estado y a la Infanta Isabel por orden del Gobierno de Sagasta solo se le permitía participar en los actos benéficos. Así pues la Infanta retoma sus aficiones:  monta a caballo, caza, acude al hipódromo, ocupa su asiento en los toros  y va a los conciertos y al teatro como cualquier dama de Madrid. No obstante se sintió humillada cuando en la Exposición Universal de Chicago el gobierno eligió a su hermana Eulalia para representar a España. 

Pasan los años y en 1900 Isabel compra un palacete en la calle Quintana a donde se trasladará y donde vivirá el resto de su vida. Sigue siendo la más popular y la más querida de los miembros de la Familia Real y por su palacio pasará lo más granado de la nobleza, de la política, de las artes y de la música.Continúa teniendo una magnifica relación con su cuñada pero, sigue veraneando e la Granja, lugar al que se siente muy unida, a pesar de que María Cristina lo haga en San Sebastian. 

Cuando llega a la política Antonio Maura la Infanta volverá a adquirir protagonismo y será enviada como representante de España al Centenario de la República Argentina. A pesar del agotamiento, éste viaje representará un gran éxito para Isabel. 

Con el paso de los años la monarquía va perdiendo prestigio aunque esto no afecta a la Infanta cuya popularidad es cada vez más grande. Ni Alfonso XIII ni Victoria Eugenia de Battenberg, cuyo matrimonio hacía aguas, conseguirían despertar el cariño de un pueblo que sufría graves problemas económicos y sociales. 

Durante estos años de senectud Isabel se siente muy sola, ha ido perdiendo a todas las personas a las que quería y ve con tristeza como se pierde también la institución monárquica a la que ha dedicado su vida. 



Con setenta y nueve años y con una enfermedad degenerativa que la tiene prácticamente imposibilitada, Isabel ve como la Familia Real debe abandonar España ante la proclamación de la República. Ella es la única de la familia, tal vez por su debilidad física, a la que el nuevo Gobierno autoriza a permanece en Madrid. Fiel a si misma decide marchar al exilio y en una ambulancia abandona la capital de España y se dirige a Paris, al convento de Auteuil. Su salud se agrava con el viaje sufriendo una bronquitis que debilita su corazón y le ocasiona la muerte a los cinco días de abandonar España. 
Es enterrada en Paris, en una ceremonia estrictamente familiar

La noticia llega a España y en Las Ventas se guarda un minuto de silencio. El diario ABC le dedica una portada. 

En 1991 y durante el reinado de Juan Carlos I sus restos serían trasladados a España y sepultados en el panteón real de la Colegiata de la Granja, probablemente su lugar más querido.

Carlota de Bélgica. Emperatriz de México

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Carlota, Emperatriz de México. Winterhalter



Era la una de la madrugada del 7 de junio de 1840 cuando venía al mundo en el castillo de Laeken una niña que sería la última de los hijos de Leopoldo I de Bélgica y de Luisa María de Orleáns. Como ya tenía dos hermanos mayores vivos, Leopoldo y Felipe, la descendencia por vía masculina estaba asegurada así que cabe suponer que su nacimiento supondría una alegría. 

Desde pequeña se distinguió por su inteligencia y por su enorme precocidad de la que queda constancia en las cartas que María Luisa de Orleáns escribía a su madre, la Reina de Francia María Amalia de Borbón-Dos Sicilias. De sus abuelas ésta sería la favorita de Carlota y con los años se convertiría en su confidente. 

Carlota que también era la favorita de su padre, fue educada como sus hermanos; aprendió idiomas, historia, filosofía y política y algunos autores como Iturriaga, Kervoorde y De Grecia coinciden en afirmar que había sido educada para gobernar. Cuando contaba 10 años murió su madre y aunque su padre y hermanos se volcaron en ella, Carlota pasó por momentos de profunda tristeza y melancolía. 

Con el paso de los años Carlota se había convertido en una hermosa joven, preparada para entrar en el conjunto de princesas casaderas a la espera de marido. No estaba ella destinada a un matrimonio de conveniencia - aunque si fuera conveniente - sino a un matrimonio por amor al menos por su parte. En 1856, cuando Carlota contaba 16 años aparece por la corte belga el Archiduque Maximiliano de Austria, hermano del emperador Francisco José y cuñado de la famosa Sissi. 


Maximiliano de Habsburgo. Winterhalter. 1864


Maximiliano tenía entonces 24 años, era rubio, guapo, de ojos azules, alegre, amante de los placeres y con una sonrisa encantadora. Carlota se enamoraría de inmediato pero no ocurriría lo mismo con Maximiliano. El Archiduque había conocido cuatro años antes a María Amelia de Braganza y ambos jóvenes se habían enamorado y prometido en matrimonio. Desgraciadamente Maria Amelia murió apenas un año después de que se conocieran dejando destrozado a Maximiliano. Así pues, cuando conoce a la princesa belga todavía no se había recuperado del trauma sufrido. Carlota viendo que Maximiliano se marchaba y que su amor no era correspondido entraría en crisis, dejaría de comer y se pasaría el día en la cama con una tristeza profunda. Su padre apela a la Reina Victoria I de Inglaterra para que actué de intermediaria y le escribe: "Charlotte es una joven impresionable y parece haberse enamorado del Habsburgo con novelesco frenesí". 

Finalmente y después de que la reina Victoria moviera algunos hilos y - habida cuenta de que Leopoldo I era un hombre muy rico que dotaba a su hija de una cuantiosa dote -, Maximiliano pide la mano de Carlota y la pareja contrae matrimonio el 27 de julio de 1857 en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas. 

Se instalan en Italia ya que el Emperador Francisco José, a instancias de Leopoldo I, les había concedido el virreinato de Venecia y de Lombardía. Fueron tiempos felices, Carlota seguía muy enamorada de su esposo y como su inteligencia y sus conocimientos sobre política eran mayores que los de él, se convertiría en su principal consejera en los asuntos de gobierno. 



Carlota y Maximiliano en 1857. Colección real de Bélgica

Dos años después, tras estallar la guerra entre Austria, el Piamonte y Francia, los austriacos pierden el control del norte de Italia y Maximiliano y Carlota se ven obligados a huir a Trieste instalándose en el castillo de Miramar. Aquí vivirán los siguientes cuatro años sin tener nada que hacer. Esta situación  de inactividad hunde a Carlota en un nuevo cuadro depresivo. 

Mientras tanto en Mexico gobernaban los liberales con Benito Juárez como Presidente. Acababa de terminar la Guerra de Reforma y el país se encontraba arruinado y endeudado con Francia,Inglaterra y España. Napoleón III consideraba que crear en México un estado satélite sería una manera de cobrar la deuda y con tal fin invadiría Mexico, lo que obligaría a huir a Juárez. Era el mes de junio de 1863, un mes después la Asamblea de Notables reunida en la capital, nombra a Maximiliano Emperador de Mexico. 

Es el propio Napoleón quien escribe a Maximiliano para darle la noticia y ofrecerle su ayuda, asegurándole que sus tropas continuarán en México para darle respaldo. Incredulidad, estupefacción y probablemente miedo fueron los primeros sentimientos del Archiduque, por el contrario, a Carlota la idea de convertirse en Emperatriz y poder gobernar la entusiasmó. 

En mayo de 1864 desembarcan en Veracruz. No hay aclamaciones en las calles, nadie acude a recibirlos y dado que el Palacio Real estaba en ruinas se instalan en el Castillo de Chapultepec. Carlota ya hablaba español correctamente. Con el paso de los meses los nuevos Emperadores se dan cuenta de que nada de lo que les habían prometido era cierto. Los liberales no les querían, los conservadores no les apoyaban y los franceses consideraban que no defendían debidamente sus intereses. Carlota deja escrito en su diario "Nos prometieron que encontraríamos la paz a nuestra llegada, pero nada más lejos de la realidad". 

La relación entre los esposos era buena, seguían colaborando y de hecho en los múltiples viajes que hacía Maximiliano por las provincias mexicanas, era Carlota quien quedaba como regente. No obstante dormían en habitaciones separadas y la relación marital era inexistente. Esta situación dispararía los rumores sobre una posible impotencia del Emperador.

Dos años después Napoleón III decide retirar a sus tropas y ante éste abandono Maximiliano considera que debe abdicar, pero Carlota no se lo permite. El Emperador, aún en contra de su voluntad, acepta el consejo de su esposa. Ese mismo año el padre de Carlota, Leopoldo I fallece y empiezan a manifestarse en ella los primeros signos de desequilibrio psíquico. 


Castillo de Chapultepec

La Emperatriz no come, apenas duerme y frecuentemente tiene accesos de cólera pero, decidida a ayudar a su marido emprende viaje a Europa. No era la búsqueda de ayuda la única razón por la que abandona México, según algunos historiadores Carlota se hallaba embarazada y el embarazo no era de su imperial marido, con quien seguía sin mantener relaciones maritales. 

Su intención al llegar a Europa era entrevistarse con Napoleón III y conseguir de nuevo su apoyo militar. Como cabía esperar el Emperador francés no se dejaría convencer y como consecuencia de ello el estado psíquico de Carlota empieza a deteriorarse. 

Sale de Francia y acude a Roma para solicitar la ayuda de Pio IX . Según nos cuenta Vallejo-Nájera: "Su Santidad observa con estupor cómo Carlota se agita de manera convulsa, saliendo de su boca una catarata de palabras en cinco idiomas que se entremezclan. De pronto dicen que tiene miedo, que Napoleón y Eugenia la han envenenado y , sin dilación, se introduce cuatro dedos en la boca para vomitar el tóxico". Sigue gritando que Napoleón y su esposa Eugenia de Montijo quieren envenenarla y se niega a abandonar el Vaticano. Carlota acaba de sufrir la eclosión de un cuadro psicótico que los expertos calificaron de esquizofrenia. 

A Roma acude su hermano Felipe, conde de Flandes, para hacerse cargo de ella y la traslada al castillo de Miramar. Los doctores Reidel y Jilek han sido llamados a consulta y ambos dirían que la emperatriz sufría "una grave manía persecutória". Ninguno de ellos hace referencia a un posible embarazo. Maximiliano  recibiría un telegrama con el siguiente texto: "Su Majestad la emperatriz Carlota ha sido golpeada el 4 de octubre, en Roma, por una grave congestión cerebral. La augusta princesa se ha trasladado a Miramar". 

México era un polvorín y Maximiliano, tras perder todos los apoyos, es apresado en mayo de 1867. Se le juzga y se le condena a muerte. El 19 de junio es fusilado. Para no agravar su estado nada se le cuenta, en aquel momento, a su esposa. 

Carlota nunca vería a su hijo, si es que realmente lo tuvo.  Respecto a la identidad de éste - La Casa Real Belga siempre guardó silencio - se ha dicho que se trataría del el general Maxime Weygand. Según el historiador francés André Castelot el propio Leopoldo III le habría confirmado que la paternidad de Weygand correspondía al general Van der Smissen”. Este militar se encontraba en Mexico en 1866.

En 1996, la historiadora belga Laurence van Ypersele, profesora de la Universidad Católica de Lovaina, publicó un libro que venía a resumir el estudio psicopatológico que había realizado al analizar las cartas escritas por Carlota durante su largo encierro, cartas que nunca llegaron a sus destinatarios pero que, concluye la historiadora, por su graforrea parece sobrepasar la mera etiqueta de esquizofrenia. 

De Miramar la trasladan a Tervueren y de aquí al castillo de Bouchout . Allí pasaría las siguientes décadas sobreviviendo a ese mundo que había conocido y que se derrumbaba a su alrededor. Murió a consecuencia de una neumonía el 19 de enero de 1927. Tenía 86 años, sesenta de los cuales los había pasado encerrada.

Alejandra de Dinamarca, reina consorte de Reino Unido

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Alejandra de Dinamarca



Christián de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg y Luisa de Hesse- Cassel se habían casado por amor. Christián estaba en la linea de sucesión al trono de Dinamarca pero no era más que un capitán de la Guardia Real con un salario bastante exiguo. Tras la celebración del matrimonio fijaron su residencia en el palacio Amarillo que, a pesar de su nombre, no pasaba de ser una gran mansión con la fachada pintada del color que le daba nombre. Fue en este palacio donde vino al mundo el 1 de diciembre de 1844 la princesa Alejandra a la que todo el mundo comenzó a llamar Alix. 

Ya hemos dicho que el sueldo de su padre era mas bien escaso y como consecuencia de ello, Alix compartía habitación con su hermana Dagmar - que habría de convertirse en zarina de Rusia- además de compartir con ella vestidos y adornos. Nunca faltó el cariño en aquella mansión que sus progenitores supieron convertir en un autentico hogar para los seis hijos que tuvieron: tres hijas ( Alix, Dagmar y Thyra) y tres hijos ( Frederick, Vilhelm y Valdemar). Supervisaron los padres la educación de los seis hijos y ante la falta de medios se convirtieron en sus maestros en muchas disciplinas. También podía verse a toda la familia paseando por Copenhage y practicando en público algunos deportes. Es posible que la naturalidad con que fue educada explique la tremenda facilidad que tenía Alix para conectar con la gente.

La Reina Victoria I del Reino Unido había decidido que era ya la hora de que su hijo Bertie, Príncipe de Gales, contrajera matrimonio. Pensaba que tal vez de ese modo acabaría por sentar la cabeza y se olvidaría de los líos de faldas en los que siempre estaba envuelto. Pidió consejo a su hija Victoria, princesa consorte de Prusia y ambas se pusieron a buscar candidata entre las princesas casaderas de Europa. 

Aunque en un principio ni la madre ni la hija deseaban una princesa danesa -debido a los conflictos territoriales que Prusia mantenía con Dinamarca- al final llegaron a la conclusión de que Alix era la más idónea y presentaron a la pareja. No obstante y a pesar de que a Bertie le gustó Alejandra no fue hasta un año y medio después que se decidió a pedirle matrimonio.

El 7 de marzo de 1863 el Victoria and Albert arribó al puerto de Gravesend con la princesa Alejandra a bordo, tres días después se celebraba la boda en la capilla de St George del castillo de Windsor. La corte todavía estaba de luto y la celebración de los esponsales no destacó por su magnificencia. 

Alejandra y Eduardo el día de su boda

Pocos meses después Federico VII de Dinamarca muere sin descendencia y el padre de Alejandra sube al trono con el nombre de Christian IX. Su hermana Dagmar se había comprometido con el zarevich de Rusia y su hermano Vilhelm se había convertido en rey de Grecia. Los Príncipes de Gales estaban por tanto emparentados con casi toda la realeza europea.

Alejandra disfrutaba de casi todas las cosas, era afable, cariñosa y divertida. Le gustaba bailar, montar a caballo, patinar sobre hielo e incluso cazar, algo que no dejaba de consternar a la reina Victoria. Se ganó muy pronto el cariño de la gente y también su admiración.
Tras la muerte del príncipe Alberto todo era oscuridad y tristeza en la Corte londinense, no se celebraban fiestas en palacio y la Reina Victoria vestía completamente de negro. La llegada de Alix supuso un rayo de luz entre la espesa niebla. 

Los príncipes se instalaron en Marlborough House, aunque su residencia favorita siempre fue Sandringham Hall, en Norfolk. La mayoría de los biógrafos opinan que este primer periodo de su matrimonio fue feliz aunque no son pocos los que dan cuenta de que la afición del príncipe de Gales por las mujeres no se vio mermada por el hecho de que hubiera contraído matrimonio y que a pesar de que tuvieron seis hijos, Bertie seguía coleccionando amantes. 

En enero de 1864 nació su primer hijo, según aseguraba Alejandra dos meses antes de tiempo, aunque sus biógrafos afirman que dado que todos sus hijos nacían antes de tiempo o bien ella tenía un problema, o bien quería ocultar la fecha probable del parto a la reina Victoria, a fin de no tener que soportar a su suegra durante tan difícil trance. 

A pesar de el difícil carácter de la reina Victoria, suegra y nuera se llevaban bien. De hecho Alejandra asumía algunas de las tareas que resultaban más pesadas para la Reina, y era ella quien acudía a inaguraciones, conciertos, visitas a hospitales y un largo etc de compromisos que resultaban agotadores a la Reina. Sólo en una cosa discrepaban: la manifiesta simpatía de Victoria I por todo lo alemán en contraposición a la profunda animadversión de Alix que, tras la invasión que sufrió Dinamarca por parte de Alemania, odiaba todo lo alemán. 

En 1867 y con el nacimiento de su tercer hijo, sufre un brote de fiebre reumática que estuvo a punto de costarle la vida y que le dejó una cojera como secuela. Varios fueron los brotes de esta enfermedad que sufrió a lo largo de los años pero ninguno fue tan terrible como el primero. 



Alejandra se había convertido en un icono de la moda. Era una mujer coqueta a la que gustaba vestir bien. Tenía una pequeña cicatriz en el cuello que, según ella la afeaba, razón por la cual siempre llevaba blusas y vestidos con cuello alto o gargantillas que prácticamente lo ocultaban. Puso de moda ese estilo y todas las mujeres de la alta sociedad acabaron llevando el cuello tapado. Tenía una gran afición por las joyas, probablemente debida al hecho de haber nacido en el seno de una familia de escasos medios. Las damas de la alta aristocracia la imitaban hasta el punto de que la mayoría de ellas andaba simulando una pequeña cojera, tal como lo hacía Alix. 

Pero poco a poco Alejandra fue aislándose socialmente. A los problemas de salud que representaba la fiebre reumática que padecía se unía una otosclerosis de origen hereditario, que la iba dejando progresivamente sorda. Optó entonces por pasar más tiempo con sus hijos - el último de los cuales había muerto al poco de nacer - y dedicarse con mayor pasión a sus grandes aficiones: la acuarela y la fotografía. Durante varios años tomo clases de pintura y desde 1879 poseía una cámara Kodak aunque sus primeras fotografías datan de 1885. 

En 1892 muere el mayor de sus hijos, Alberto Victor, a causa de una neumonía y la tristeza de Alejandra es tan profunda que sus hermanas, Maud y Victoria la animan a emprender juntas un viaje por el Mediterráneo a fin de distraerla pero, como ella misma decía, había enterrado su felicidad al enterrar a su hijo. No obstante el crucero le proporcionó la paz que necesitaba en aquel momento.



Alejandra se convirtió en Reina en 1901, a la muerte de la reina Victoria. No experimentó demasiados cambios su vida puesto que ya había asumido muchas de las tareas sociales de su suegra mientras era princesa de Gales. No llego a reinar ni siquiera una década puesto que Eduardo VII moriría en 1910 dejándola triste, confusa y aturdida según sus propias palabras. A pesar de que Bertie siempre tenía alguna amante, Alix se sentía querida por él. Bertie admiraba su belleza, su elegancia y su porte, su sentido del humor y su gran humanidad. Eran grandes compañeros y ella soñaba con ver crecer juntos a sus nietos. 

Su mundo empieza a tambalearse cuando estalla la Primera Guerra Mundial. El asesinato de su sobrino el zar Nicolas II y de toda su familia supone un golpe muy duro para la dulce Alix. No vuelve a viajar al extranjero y poco a poco se va apartando de la vida pública. Sus distracciones consistían en el cuidado de sus nietos y en las sesiones cinematográficas privadas que se organizaban en Sandringham. 

Su salud va siendo cada vez más frágil, a su sordera se unió una hemorragia retiniana que la dejó casi ciega, su memoria se va deteriorando y aparecen problemas de lenguaje. El 19 de noviembre de 1925 sufre un infarto del que no se recuperaría. Falleció al siguiente día. 

Unos días más tarde una de sus sobrinas escribió"toda su maravillosa belleza volvió a elle. Yacía en su lecho de muerte con una sonrisa de felicidad…..la fotografía de la paz."Fue enterrada en el castillo de Windsor.

Maria I Estuardo. Reina de Escocia

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María Estuardo. F. Clouet

María, hija del rey de Escocia Jacobo V y de María  de Guisa, vino al mundo el 8 de diciembre de 1542 en el palacio de Linlithgow, cerca de Edimburgo. La singularidad y la tragedia que marcaron su vida casi desde el nacimiento dieron a su  existencia un aura de folletín que sigue perdurando con el paso de los siglos.

Tenía pocos días cuando falleció su padre, tras ser herido en una batalla contra su tío el rey inglés Enrique VIII, circunstancia que la catapultó a ser coronada reina de Escocia cuando apenas contaba un año de edad. El rey de Inglaterra debió pensar que conseguir el trono de Escocia por la vía del matrimonio sería una buena jugada y propuso a los nobles escoceses el matrimonio de su hijo  y heredero, Eduardo, con la pequeña reina con la condición de que María fuese educada en Inglaterra hasta que el matrimonio  se produjese. La madre de la pequeña, María de Guisa, era una ferviente católica y se negó rotundamente a que su hija pudiera ser trasladada a Inglaterra y educada como protestante. Así pues, rompió el acuerdo y rápidamente la comprometió con Francisco, el Delfín de Francia, enviándola a este país para que estuviera protegida hasta que el matrimonio pudiera celebrarse. Madre e hija nunca volvería a verse.

 En París se le proporcionó casa propia y se la trató con honores de reina. Se relacionaba con los príncipes franceses  y cabe suponer que de no ser por la manifiesta animadversión de su futura suegra, Catalina de Médicis, su adolescencia habría sido grata. El 24 de mayo de 1558, María contraía matrimonio en la catedral de Notre-Dame con Francisco, en una ceremonia llena de pompa y boato. Tan sólo un año después y debido a la prematura muerte de su suegro María se convertía en reina consorte de Francia. Su reinado sería breve, su esposo Francisco moría en diciembre de 1560 dejándola viuda. Poco tardó Catalina de Médicis en apartarla de la corte francesa y en situarse como regente.



Maria Estuardo y Francisco II. F. Clouet


En Inglaterra había muerto ya Enrique VIII y también su sucesora, la triste María "La sanguinaria"y había subido al trono Isabel, la hija de Enrique y Ana Bolena, cuya legitimidad era cuestionada por los católicos. Consideraba María Estuardo que siendo sobrina-nieta de Enrique VIII, tenía más derecho al trono inglés que la mujer bastarda que en aquel momento se sentaba en él y la defensa de ese derecho sería la principal razón de su regreso a la tierra que la vio nacer.

Pocos meses después de la muerte de su esposo, María, regresó a su país encontrándose con una complicada situación entre católicos y protestantes, agudizada por las intrigas de la nobleza y para la que desde luego no estaba preparada. Su educación había sido muy completa y refinada pero, nadie la había instruido en política. 

Colocó a su hermano bastardo, Jacobo Estuardo, como consejero principal e inició una política de tolerancia religiosa, aceptando que tanto católicos como protestantes estuvieran presentes en el gobierno pero, ni los unos ni los otros estaban contentos.

Aparece entonces en escena Lord Darnley, un joven atractivo, arrogante y caprichoso. Era hijo del conde de Lenox - que veinte años atrás había tenido que exiliarse a Inglaterra - y aunque él había nacido en tierra inglesa  y era súbdito de Isabel I, poseía tierras en Escocia y a ellas acudió al poco de la llegada de María. Conquistó a la joven reina escocesa que tomó la decisión de contraer matrimonio con su enamorado, siendo ésta una de las peores decisiones que tomaría en su vida. Los nobles se rebelaron, su hermano Jacobo se alzó en armas contra ella y su flamante esposo le exigió, al poco tiempo de contraído el matrimonio, ser coronado rey de Escocia y compartir de ese modo las tareas de gobierno.

María, que se encontraba ya embarazada, optó por dar largas a su esposo y mientras éste se divertía en Edimburgo ella pasaba el tiempo con un músico italiano, David Rizzio, que pasó de ser músico de la corte a secretario de las relaciones con Francia. Esta situación no gustó nada a Lord Darnley que pactó  con la facción de nobles rebeldes para hacer desaparecer al italiano de la vida de la Reina. El 9 de marzo de 1566 estos nobles entran en los aposentos de María y apuñalan a Rizzio hasta ocasionarle la muerte. Tras este suceso, María se trasladaría al palacio de Edimburgo donde tres meses después daría a luz a su hijo Jacobo.



Lord Darnley. Anónimo. National Gallery Escocia


Tanto María como los nobles que la apoyaban estaban hartos de las exigencias de Darnley. Como las relaciones de los esposos se habían deteriorado optaron por dejar de convivir y él pasó a ocupar Kirk O’Field, una casa cercana al palacio. En esta casa se produjo una explosión  antes de cumplirse el año de la muerte de Rizzio, concretamente en febrero de 1567. El cuerpo de Lord Darnley, semidesnudo, fue hallado en el jardín pero no había muerto por la explosión sino estrangulado.

En la investigación que siguió al hallazgo del cadáver, se comprobó que la pólvora de la explosión había sido suministrada por el conde de Bothwell, uno de los favoritos de la Reina y del que se rumoreaba que era su amante. María se vería obligada a organizar un simulacro de juicio del que Bothwell lograría salir absuelto y enriquecido, ya que, se le devolvieron todas las tierras que en su día le había arrebatado Darnley. No es de extrañar que la sombra de la duda sobre quién había instigado el asesinato de su esposo planeara también sobre la cabeza de María.

Poco después y cuando María viajaba de Edimburgo a Linlithgow la comitiva fue asaltada y la Reina secuestrada por los soldados de Bothwell y conducida a la fortaleza de Dunbar. Lo que allí sucedió se desconoce pero, cuando María regresó a Edimburgo y comunicó que se casaba con Bothwell, explicando que había sido violada por él y debía lavar su honra, nadie la creyó. Fue el principio del fin de la Reina.

Los nobles que habían deseado la caída de Darnley y habían ayudado a conseguirla se alzaron en armas contra María y el conde Bothwell. Al frente de estos nobles estaba el hermano bastardo de María, Jacobo Estuardo. En la batalla de Carberry Hill, María fue apresada y recluida en el castillo de Loch Leven. Bothwell logró huir a Dinamarca. Durante su cautiverio María sufrió un aborto y además fue obligada a abdicar en su hijo Jacobo, que fue proclamado Jacobo VI de Escocia.

En mayo de 1568 María se escapa del castillo disfrazada de lavandera. Con los nobles que todavía le eran fieles logra formar un pequeño ejercito y se enfrenta a su hermano en la que sería su última batalla. Es derrotada y huye hacia Inglaterra, con la esperanza de que su prima Isabel la ayudaría. Nada más lejos de la intención de Isabel que apresó a María de inmediato. La mantuvo recluida en diversas fortalezas y así, estrechamente vigilada, paso los siguientes 19 años de su vida. Fue acusada en varias ocasiones de conspirar contra Isabel I y finalmente  condenada a muerte por alta traición.



María Estuardo camino del patíbulo. Vannutelli


A primera hora de la mañana del día 8 de febrero de 1587 María I de Escocia fue decapitada. Esta Reina pasaría a la Historia como una depravada según los protestantes y como una mártir según los católicos. De lo que no hay duda es de que fue una mujer muy apasionada, con muy poco criterio y probablemente muy desgraciada. Un personaje trágico de enigmática personalidad.

Fue sepultada en la Catedral de Peterborough. Años más tarde su hijo, Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra, mandó trasladar sus restos a la Abadía de Westminster.



Zarevich Nicolás Aleksándrovich de Rusia

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Zarevich Nicolás. Sergey Zaryanko


Cuando el heredero del zar Alejandro II vino al mundo su padre todavía no era emperador. Nacido en septiembre de 1843 no sería hasta 1855 cuando sería proclamado Zarevich. En esa fecha moría su abuelo y su padre se convertía en el nuevo emperador de Rusia y Nicolás en el heredero. 

Había nacido en Tsárskoye Selo - residencia de la familia imperial - cerca de San Petersburgo y para festejar su nacimiento se repartieron 20.000 rublos entre la gente más necesitada. Su carácter dulce y tímido como el de su madre, María de Hesse-Darmstadt, le granjearon la simpatía de quienes lo trataron desde su más tierna edad. 

La familia le llamaba Nixa y al cumplir los cinco años desaparecerían de su vida las niñeras e institutrices y se encargaría de su educación al general Nikolai Zinoviev. No fue el único profesor puesto que la educación del Zarevich sería muy completa. Junto a sus hermanos y otros jóvenes de la nobleza terminaría sus estudios en una novedosa escuela cuyo proyecto había sido desarrollado por Vladimir Titov: el Liceo. 

Al cumplir los 18 años y en la sala de St. George Hall del Palacio de Invierno juró  fidelidad al país y al servicio del Estado como heredero de la corona. Tras el juramento tuvo lugar una recepción con todos los diplomáticos representantes de los distintos países. 

Nicolás era alto, delgado, guapo y según Chicherin inteligente, alegre y tan agradable que podía llegar a fascinar. Pero no todo eran halagos, había también quien opinaba que el heredero era suave y blando en exceso. Su salud no había sido demasiado buena y desde pequeño sufría de escrofula - inflamación de los ganglios linfáticos - por cuya causa acudía todos los veranos a Liepaja para aliviarse tomando baños de mar.

Juramento del Zarevich Nicolás. Gottfried Willewalde

Nicolás también había sufrido en 1860 una caída de un caballo mientras participaba en las carreras de Tsárskoye Selo, dañándose la espalda y como consecuencia, sufriría dolores el resto de su corta vida. No obstante y a pesar de ello, sería en ese mismo año cuando iniciaría junto al conde Stróganov y por ordenes de su padre, su primer viaje por Rusia con el propósito de irse familiarizando con el territorio que un día le correspondería gobernar. 

Al siguiente año realizaría otro viaje por Rusia. Durante cuatro meses y medio recorrería la parte sur del país y parece ser que durante el mismo todo tipo de personas fueron invitadas a acercarse al heredero. Nicolás parecía interesarse por todo, por la situación de los agricultores, por la situación económica de los sitios visitados, por sus artistas e incluso por la artesanía y las canciones populares. El Príncipe parecía sentir un enorme amor por su tierra y esto originaba en las gentes un enorme amor hacia él.

En 1864 el Zar decide que ya es hora de que Nicolás viaje al extranjero. El viaje tiene un doble objetivo, por una parte darse a conocer en las cortes europeas, por otra tratar de encontrar esposa entre las princesas casaderas.

De nuevo acompañado por el conde Stroganov y un reducido grupo de personas emprende viaje. La relación entre el Príncipe y su comitiva es de compañerismo. Chicherin escribe en sus memorias "Viajamos como un círculo de amigos, de diferentes edades, diferentes posiciones, pero todos conectados por el sentido común y las aspiraciones comunes". El primer país que visitaron fue Alemania después vendrían Holanda y Dinamarca.

En Copenhague le esperaba la que su padre consideraba - en aquel momento político - la novia ideal, Dagmar de Dinamarca, Minnie para la familia, la segunda hija del rey Cristian IX. Si Nicolás se enamoró o no durante las tres semanas que permaneció en tierras danesas es algo que desconocemos.

Ella era bonita, educada y tenía 16 años, cabe suponer que seria al menos de su agrado. El compromiso fue anunciado el mismo día que Nixa cumplía los 21 años. En San Petersburgo los cañones se dispararon para celebrar el anuncio.

Nicolás y Dagmar

A principios de octubre de 1864 Nicolas continuó con el programa establecido de su viaje por Europa y, a través de Stuttgart, Nuremberg, Munich y el Tirol iría a Venecia. Fue precisamente en esta ciudad donde, tal vez por la humedad de su clima, se empezarían a manifestar intensos dolores de espalda y un gran cansancio. A pesar de ello continuó con el viaje y acudió a Turin donde tenía programada una cena con el rey Victor Manuel II.

Cuando la comitiva llego a Florencia, Nicolás volvió a sufrir una crisis dolorosa muy aguda, tan intensa que le obligo a guardar cama y en los pocos momentos en que se ponía en pie se veía obligado a andar encorvado, postura que le resultaba menos dolorosa. Los médicos reunidos determinaron que la causa de la enfermedad era un reumatismo y se le prescribieron masajes durante un mes.

En diciembre se le trasladaría a Niza pensando que el clima más suave de ésta ciudad le sería beneficioso y donde además había acudido su madre María que, alarmada por las noticias sobre la salud de su hijo, decide acudir a su encuentro.

La Emperatriz María. Winterhalter


Se forma un consejo de médicos que no consiguen llegar a un diagnostico y ni tan siquiera logran aliviar al Príncipe del dolor que sufría. Poco a poco Nicolás se va debilitando, adelgaza, está pálido, macilento y los dolores son cada vez mayores, hasta el punto de que ya no consigue ponerse en pie.

A finales de marzo y ante las terribles noticias que llegan desde Niza, su hermano, el Gran -Duque Alejandro, al que siempre había estado muy unido el heredero, sale de San Petersburgo para acudir a su lado. Pocos días después el zar Alejandro II junto al resto de sus hijos emprende el camino hacia Francia con un solo pensamiento en la cabeza, lograr ver vivo a su hijo. Durante el camino se le une la Princesa Dagmar y la madre de ésta. Ambas desean estar al lado del enfermo.

Antes de la llegada de sus familiares Nicolás había empezado a sufrir fuertes dolores de cabeza que se acompañaban de grandes vómitos llegando a perder el conocimiento por breves momentos, durante estas crisis.

Ante la gravedad del cuadro el día 11 de abril se reúne el consejo de médicos y se decide llamar a consulta a los eminentes doctores Nikolai ZdekauerN. Pirogov y es entonces cuando, tras deliberar, se llega a un diagnostico del que se informa a la familia. Nicolás sufre una meningitis tuberculosa cerebro-espinal. Se acaban pues las esperanzas de salvación.

Esa misma tarde entraría en coma muriendo durante la mañana del siguiente día, el 12 de abril de 1865 a los 21 años de edad.

Unos días después la fragata "Alexander Nevsky" trasladaría su cuerpo hasta Rusia. En la Catedral de San Pedro y San Pablo se le daría sepultura el 28 de mayo.


Catedral ortodoxa de San Nicolás. Niza


Años más tarde su madre, la emperatriz María, haría construir un templo en el lugar donde su hijo encontró la muerte. La catedral de San Nicolás es el mayor templo ortodoxo de Europa. Cuando finalizaron las obras en 1912 el propio zar Nicolás II acudió a Niza para la consagración del templo.
En el momento actual la catedral a vuelto a ser propiedad de Rusia.

La leyenda dice que el propio Nicolás, mientras se debatía con la muerte, hablo con su hermano Alejandro y le hizo prometer que se casaría con Dagmar. Fuera ésta la causa o fuera que a Rusia interesaba la alianza matrimonial con Dinamarca, lo cierto es que Minnie acabó convirtiéndose en zarina de Rusia por su matrimonio con el que se convertirá en Alejandro III y también en la madre del último zar, Nicolás II.

Isabel de Farnesio

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Isabel de Farnesio. Jean Ranc. Museo del Prado


El 14 de febrero de 1714 fallecía en Madrid María Luisa Gabriela de Saboya, primera esposa de Felipe V, dejando al Rey sumido en la tristeza y con una apatía todavía mayor de la que le era habitual. En estas circunstancias, Marie-Anne de La Trémoille princesa de los Ursinos - que había acompañado a Felipe hasta España por expreso deseo de Luis XIV- y Camarera Mayor de la corte, se había adueñado totalmente de la voluntad del Rey. Consideraba Marie-Anne que, dada la fogosidad sexual del Monarca, había que buscarle nueva esposa cuanto antes y para elegirla buscaría el consejo de Gulio Alberoni un clérigo, secretario del duque de Vendôme, y con grandes aspiraciones.

Alberoni sugeriría como candidata a Isabel de Farnesio alegando que : "es una princesa sumisa, obediente, sin deseos de mando". Esta descripción fue suficiente para que la princesa de los Ursinos la considerará la mujer ideal para ser la futura reina de España y un objeto manejable en sus manos y tanta fue su seguridad que se olvido de informar de su decisión, como era lo habitual, a Luis XIV. La candidata tenía, a ojos de Marie-Anne y de Felipe V, otro atractivo añadido: traía como dote los derechos sucesorios al Ducado de Parma que le daban la posibilidad de acabar añadiendo el ducado a la Corona de España. 

Cuando estos hechos suceden Isabel, que había nacido el 22 de octubre de 1692, estaba a punto de cumplir los 21 años. Era hija de los Duques reinantes de Parma y sobrina de Mariana de Neoburgo, la Reina viuda de Carlos II que vivía desterrada en Bayona. El duque de Saint-Agnau define a la futura reina de España como alta y bien formada aunque las huellas que en su rostro ha dejado la viruela le han restado muchos encantos y Luciano de Taxonera dice que Isabel era: " viva, intrépida, astuta, versada en idiomas, gustosa de la politica, aficionada a la historia y preocupada por todas las actividades artísticas e intelectuales". 

Felipe V. Jean Ranc. Museo del Prado

En septiembre, y por poderes, Isabel y Felipe contraen matrimonio y la ya Reina emprende el camino hacia España. Durante su viaje recibirá la visita de su tía Mariana de Neoburgo, que desde Bayona acudirá a la localidad de Saint-Jean-Pied-de-Port para pasar con ella dos días. Durante ellos la pondrá al corriente de las costumbres de los españoles, del carácter de Felipe V y sobre todo la pondrá en contra de la princesa de los Ursinos, a quien Mariana atribuye su destierro. Por su parte Isabel prometerá hacer todo lo posible para conseguir el regreso de Mariana a la corte. 

En diciembre llega por fin a España la nueva reina y al municipio de Jadraque sale a recibirla la princesa de los Ursinos. Marie- Anne acude al encuentro dispuesta a demostrar que ella es uno de los pilares del Reino y como considera que para adueñarse de la voluntad de Isabel es mejor un buen golpe de audacia que una actitud sumisa la toma por la cintura y le dice " cielos señora que cintura tan gruesa". Isabel palidece ante tamaña afrenta y en perfecto castellano ordena al oficial jefe de la guardia: "llevaos de aquí a esta loca que ha osado insultarme"
Ese fue el final de Marie-Anne de La Trémoille princesa de los Ursinos. Isabel daría en ese mismo momento la orden escrita de destierro y sin darle tiempo a recoger sus cosas en Madrid ni tan siquiera a despedirse del Rey, la princesa, acompañada por cincuenta soldados, fue depositada en la frontera con Francia. Aquella candidata a reina sumisa, obediente y sin deseos de mando le había ganado la partida en la primera jugada.

En Guadalajara la esperaba Felipe V y antes de que el Rey se recuperara del asombro que lo acontecido con la princesa de los Ursinos le había producido, ya se había celebrado la misa de velaciones y ya se había metido Isabel en su cama, lo cual le haría olvidar rápidamente a la que durante tantos años fuera su consejera. A petición de Isabel ratifica el Rey el destierro de Marie-Anne y de todos sus colaboradores. 


Felipe V e Isabel de Farnesio. L.M. van Loo. Museo del Prado   


Los madrileños se habían encariñado con María Luisa Gabriela de Saboya y con sus hijos y en la comparación Isabel salía perdiendo, todos la encontraban fea, estirada y con cara de madrastra mala. Despectivamente empezaron a llamarla la partisana. 


A los seis meses de la boda ya había quedado Isabel embarazada, cosa por otra parte bastante lógica si tenemos en cuenta que a los esposos les costaba abandonar el lecho conyugal y que incluso llegaban a despachar los asuntos de Estado desde la cama. Hubo quien dijo que el verdadero trono de Isabel era el tálamo y que desde él gobernaba a su esposo y al Estado. 

Isabel, era consciente de que la Corona de España tenía ya herederos y que estos eran los hijos varones habidos por el Rey con su primera esposa, María Luisa. También era consciente de que su primera obligación como Reina era dar más hijos al Monarca y estuvo dispuesta a hacerlo. Pero también tenía una ambición y a ésta dedicaría gran parte de sus esfuerzos, Isabel deseaba, sobre todas las cosas, conseguir tronos en los que poder sentar a sus hijos. 

El primer hijo de Isabel nacería en enero de 1716 y recibiría el nombre de Carlos. No sería el único pues a pesar de la deteriorada salud mental del Rey, sus obsesiones sexuales le seguían esclavizando e Isabel sabía como manejar esos asuntos en la alcoba. Siete hijos llegarían a tener, aunque uno de ellos moriría al poco de nacer. 

Desde el principio de su matrimonio Isabel solía acompañar al Rey en todas sus actividades, incluida la caza, que llegaría a gustarle mucho. Ambos habían sido educados en el amor hacia el arte y la cultura y gracias a ello dejaron a los españoles un importante legado: El Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, el Palacio Real de Madrid, las reformas y engrandecimiento del Palacio de Aranjuez y también la fundación de la Real Academia Española y La Real Academia de la Historia. 

Felipe V sufría frecuentes episodios de melancolía y tristeza por lo que dejaba prácticamente el gobierno en manos de su esposa y de Alberoni. Se hicieron muchas reformas en política interior pero lo que realmente interesaba a Isabel era la política exterior, obsesionada como estaba en conseguir tronos para sus vástagos. 

Luis I. Jean Ranc. Museo del Prado


Tal vez a causa de su enfermedad o quizá porque Felipe V albergaba el deseo y la ambición de reinar en Francia si Luis XV fallecía de forma prematura, el 10 de enero de 1724 se firmó un decreto por el que Felipe abdicaba en su hijo Luis. 

Isabel y Felipe se habían retirado al Palacio Real de la Granja pero ocho meses después Luis I fallecería víctima de la viruela y lo haría sin descendencia. Isabel que poseía una gran habilidad política se las ingenio para que su marido volviera a ocupar el trono. 

Isabel era una avispada política pero también una mujer con suerte de tal manera que, por los distintos tratados y pactos que en el tablero de la política europea se firmaban, obtendría el Reino de Nápoles y Sicilia, en cuyo trono sentaría a su hijo Carlos. Por el mismo tipo de pactos obtuvo el Ducado de Parma que paso a ser regido por su hijo Felipe. Poco a poco Isabel iba alcanzando sus objetivos.

La enfermedad del Rey se hacía cada vez más manifiesta, los brotes de la misma eran cada vez más frecuentes y finalmente fallecería en julio de 1746. El único hijo que queda de su matrimonio con Maria Luisa Gabriela de Saboya será el nuevo rey de España con el nombre de Fernando VI

La relación de Isabel con sus hijastros no había sido ni buena ni mala, simplemente se ignoraban. Con la mujer de Fernando, Bárbara de Braganza, se llevaba francamente mal y como además la Reina viuda era incapaz de permanecer al margen de los asuntos políticos fue desterrada al Palacio de la Granja.

Isabel va a conocer la muerte de su nuera Bárbara y poco tiempo después la de su hijastro Fernando VI sin descendencia. Por tanto su hijo Carlos pasaría a ocupar el trono de España con el nombre de Carlos III. 

Carlos III. Anton Rafael Mengs. Museo del Prado


Han pasado los años, Isabel está casi ciega y llena de achaques. Su obesidad la obliga a ser ayudada por dos personas para cualquier actividad incluso, para sentarse o acostarse pero ha conseguido casi todo lo que ambicionó en la vida. Ha sido Reina dos veces y, pese a parecer imposible, ha conseguido que su hijo Carlos ocupe el trono de España, que su hijo Felipe ocupe el ducado de Parma y que el último de sus hijos varones se convierta en Cardenal. En cuanto a sus hijas una es Reina de Portugal, otra Reina de Cerdeña y otra, muerta prematuramente, fue esposa del Delfin de Francia. 

La muerte le sobrevino cuando contaba 73 años y su último deseo fue ser enterrada junto a su esposo en la colegiata del palacio de la Granja.

Leonor de Castilla, Reina de Inglaterra

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Poco se sabe de su nacimiento, ni la fecha exacta ni el lugar. Parece claro que nació en 1241 aunque se desconoce el día y el mes, y se supone que lo haría en Burgos. Lo que si está claro es que era hija de Fernando III de Castilla y de su segunda esposa Juana, condesa de Ponthieu y era por tanto hermanastra de Alfonso X "el Sabio".

Probablemente y a tenor de los intereses y aficiones que demostró durante su vida, Leonor no solo crecería en un ambiente culto, sino que sería educada con un nivel de enseñanza mucho mayor que el de las princesas medievales de su época.

En la Edad Media no todo se resolvía con guerras y la política matrimonial jugaba un papel importante para lograr la armonía de los distintos Reinos y, como consecuencia de éste juego, la vida de la princesa cambiaría. 

El hermanastro de Leonor, Alfonso X "el Sabio", reclamaba a Inglaterra los territorios de la Gascuña francesa que, según consideraba, le correspondían por herencia.El rey inglés, Enrique III, no deseaba devolver a Castilla los territorios reclamados y tampoco deseaba una confrontación bélica con el rey castellano de modo que optó por la política matrimonial. 

Envió a Castilla una delegación encabezada por su primogénito, el príncipe Eduardo, con la misión de conseguir un acuerdo matrimonial entre la hermanastra de Alfonso X, Leonor, y el propio príncipe. El acuerdo conllevaba la renuncia del rey castellano a los territorios de Gascuña. El acuerdo se firmó y por tanto había que cumplir con lo pactado. 

En 1254, año en que se desarrollan los hechos, la capital del Reino estaba en Burgos y en el Monasterio de las Huelgas de ésta capital se celebra el matrimonio el 18 de octubre de ese mismo año. Leonor contaba trece años y Eduardo quince. No sabemos si el amor surgió desde el primer momento pero si sabemos que se amaron profundamente y que su matrimonio fue feliz. 

Monasterio de las Huelgas

Leonor era una joven esbelta y dulce pero con una enorme personalidad, mucha energía y extremadamente inteligente como demostraría a lo largo de su vida. 

Llegó a Londres en octubre de 1255 y no fue bien recibida por los ingleses. Acompañaba a Leonor un séquito de más de 200 personas y un ajuar repleto de cosas a las que los ingleses no estaban acostumbrados. 

Leonor introdujo el lujo en el palacio. Llenó sus aposentos de alfombras y tapices y su mesa de fina vajilla para asombro de  la nobleza inglesa que no estaba acostumbrada a tal elegancia. Lógicamente seria pronto imitada. Revolucionó el diseño de jardines, haciendo que el agua y las fuentes formaran parte de ellos. 

No fueron éstas las únicas cosas en las que influiría. Dada la educación que había recibido de la erudita corte de la que procedía, la promoción y producción de manuscritos y de obras de romance y de historia vinieron de su mano y creó y dirigió su propio scriptorium en el que trabajaban cuatro escribas y al menos un iluminador que copiaba los códices. Se sabe que intercambió algunos libros con su hermano Alfonso X y existe una carta datada de 1286 en la que Leonor da las gracias al abad de Cerne por haberle prestado un libro de ajedrez. 

También patrocinaría la orden de Santo Domingo apoyando su trabajo en las universidades de Oxford y Cambridge. Todo esto resultaba algo insólito en la Europa del medievo.

Desde que llegó a Inglaterra empezaría a tener hijos a pesar de su juventud, llegando a tener quince de los cuales tan sólo seis llegarían a la edad adulta y todo ello mientras acompañaba a su esposo en sus lances y batallas. 

Eduardo y Leonor. Manuscrito del siglo XIV


Estaría al lado de su esposo durante la campaña de éste en Gales en 1263 y también iría con él a Francia donde solicitarían la ayuda del rey francés para librar con éxito, la Segunda Guerra de los Barones en Inglaterra. 

Cuando el 20 de agosto de 1270 Eduardo zarpa del puerto de Dover con un ejercito de 1000 hombres para unirse al rey francés Luis IX en lo que sería la Novena Cruzada, Leonor lo acompaña. Los hijos quedarían al cuidado de los abuelos. 

En 1272 muere el padre de Eduardo, Enrique III. Eduardo y su esposa se encontraban inmersos en las batallas de la Cruzada y no pisaran suelo inglés hasta 1274. Unos días después de su llegada Eduardo es coronado Rey de Inglaterra. 

Los nuevos reyes se encontraron con una maltrecha economía. Las continuas guerras habían dejado exhaustas las arcas de la Corona y entonces Leonor demuestra que entre sus muchas dotes está la de ser una hábil mujer de negocios. Con el beneplácito de su esposo y para que los gastos de su Casa y de su enorme familia no salieran del erario público pone en práctica un sistema mediante el cual lograría recaudar fondos. 

El método utilizado en esta actividad económica consistía en averiguar qué señoríos habían adquirido deudas con algún prestamista poniendo sus tierras como fianza. Cancelaba la deuda, se convertía en dueña de las tierras y exigía a los antiguos propietarios el pago de una renta convirtiéndolos así en sus inquilinos.

No parece que el método gustara mucho a los dueños de los señoríos si tenemos en cuenta lo escrito por Walter de Guisborough en su crónica sobre esos años : El rey desea tomar nuestro oro / la reina, nuestros señoríos,. El Arzobispo de Canterbury, John Peckham, advirtió a Leonor sobre la impopularidad de esas prácticas y las protestas que se estaban generando. Parece ser que la Reina tuvo en cuenta lo dicho por el Arzobispo y hay registros de indemnizaciones ordenadas por ella ante antiguas reclamaciones que se le habían hecho e incluso se sabe que, en su lecho de muerte, Leonor pidió a los jueces que examinaran las actividades de sus encargados y procedieran, si así lo consideraban, a las reparaciones oportunas. 

Leonor sigue acompañando a su esposo en casi todas sus empresas. Acude con él a Gales cuando se firma la unión del Principado a la Corona de Inglaterra y allí, en 1284, nacería su último hijo, el que un día sería coronado como Eduardo II

Castillo de Caenarfon. Gales


Las primeras noticias de una enfermedad de Leonor datan de 1287, cuando encontrándose los Reyes en Gascuña un miembro de la comitiva real escribe que la Reina sufría fiebre doble cuartana lo que ha hecho pensar a los historiadores modernos que se trataba de malaria. 

Su salud no volvería a estar restablecida y sus jornadas de viaje junto al Rey van haciéndose cada vez más cortas. En 1290 inicia junto a su esposo una gira por las propiedades del norte pero su salud empeora y se ven obligados a detener su viaje y buscar alojamiento en la casa de Richard de Weston en la localidad de Harby en Nottinghamshire. Leonor moriría allí durante la noche del 28 de noviembre de ese mismo año. Tenía 49 años de los cuales 36 los había pasado junto a Eduardo. 

Eduardo, roto por el dolor mandaría trasladar su cuerpo a Lincoln donde seria embalsamado, dejando sus vísceras bajo el Coro del Ángel de la Catedral de esta ciudad. 

Desde allí el cortejo fúnebre se dirigiría hacia Londres tardando doce jornadas en el recorrido. En cada uno de los lugares en los que el cortejo se detuvo el rey Eduardo hará levantar una cruz en recuerdo de su amada esposa, doce en total que son conocidas como Eleanor Crosses. De ellas tan solo tres han permanecido intactas pero existen restos de las demás. Las estatuas originales que quedaban de la reina Leonor fueron sustituidas y trasladadas en 1980 al Museo Victoria & Albert.


Eleanor Cross. Charing Cross


La última cruz se levantaría en Charing Cross, en el punto que era considerado como el kilometro cero de Londres. Esta cruz, que fue la más rica y estaba construida en mármol, seria destruida en el siglo XVII durante la guerra civil, y dos siglos después sería construida una replica de la misma. 

Los restos de Leonor fueros depositados en Westminster Abbey el 17 de diciembre de 1290.

Victoria Luisa de Prusia, la hija del último Kaiser

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Victoria Luisa de Prusia. Laszló


Si con alguien desplegó ternura el káiser Guillermo II fue con Victoria Luisa, la séptima y última de sus hijos y también la única niña. La criatura había nacido el 13 de septiembre de 1892 y después de seis varones a sus progenitores les ilusionó su llegada al mundo. 

Por lo que sabemos y por lo que ella misma contó, su infancia fue feliz. El matrimonio de sus padres gozaba de armonía, el carácter violento y poco tolerante de su padre era compensado por la sumisión de su madre. La princesa Augusta Victoria de Holstein-Sonderburg-Augustenburg, no osaba opinar de modo diferente al de su esposo, lo que hacía que las relaciones matrimoniales fueran sumamente pacíficas.

Sus hermanos - como correspondía al espíritu prusiano - fueron educados bajo una estricta disciplina militar pero, según el Kaiser, a Victoria Luisa solamente había que educarla como a una princesa y por tanto pasó de Annie Topham, una nany que le enseñó a hablar en perfecto inglés, a una profesora alemana, Elisabeth von Salern, que le enseñó lo que se consideraba que una princesa debía saber. No obstante, y tal vez por haber sido educada entre varones, era una gran deportista, le gustaba caminar, esquiar y era una buena amazona. 

 Victoria Luisa y Guillermo II


Toda la rudeza con la que el káiser trataba a sus hijos varones se diluía en mimos cuando se trataba de "su niña". Todos sus caprichos era satisfechos al momento hasta el punto de hacer de ella una niña bastante malcriada. El historiador Justin C. Vovk dice que Victoria Luisa era inteligente como su abuela paterna, la Emperatriz Victoria, digna como su madre e imperiosa como su padre. 

En 1912 conocería al hombre de su vida aunque para ello tuvo que suceder un terrible acontecimiento. El hijo mayor del duque de Cumberland, Jorge de Hannover, había fallecido como consecuencia de un accidente de automóvil. Las familias Hohenzollern y Hannover mantenían una enemistad desde que, como consecuencia de la unificación alemana, los Hannover perdieron gran parte de su patrimonio. 
Al enterarse del triste suceso, Guillermo II enviaría sus condolencias a los duques y éstos en un intento de limar asperezas enviarían a su hijo Ernesto Augusto a Berlin para expresar su agradecimiento al Kaiser. 

Ernesto Augusto III de Hannover


El amor entre Victoria Luisa y Ernesto surgiría de manera espontánea y desde el primer momento en que se vieron. El Kaiser Guillermo, incapaz de negarse a ningún deseo de su querida niña accedería al matrimonio. No obstante, algunos historiadores como Eva Giloi afirman que Guillermo II deseaba, desde hacía años, acabar con el conflicto entre las dos familias y que ésta y no la satisfacción de Victoria Luisa fue la razón por la que accedió. 

La boda se celebró en Berlin el 24 de mayo de 1913 y supuso el acontecimiento social más importante de la realeza antes de que Europa se tiñera de sangre. Todos los monarcas europeos se dieron cita en ella y se dice que para transportar los regalos de boda fueron necesarias varias camionetas. Entre los regalos destacaba la tiara prusiana - tantas veces lucida por los distintos miembros de la familia real española - regalo de su padre, Guillermo II. 

Tras la corta luna de miel se instalaron en Brunswick en el castillo de Blankenburg donde nacería su primer hijo antes de haberse cumplido el primer año de matrimonio. Después vendrían cuatro más, todos varones excepto una niña, Federica, abuela materna del rey Felipe VI de España. 


La tranquilidad duraría poco, apenas un año después de su boda estallaba la Primera Guerra mundial. Ernesto Augusto lucharía del lado de los alemanes llegando a ser general de división. Al finalizar la contienda Brunswick sería declarado Estado Libre perteneciente a la República de Weimar. Ernesto Augusto se vio en la obligación de abdicar.

La familia llegaría a temer por su vida y en noviembre de 1918 abandonan Brunswick, por la noche y en tren, dirigiéndose a Austria, a la población de Gmunden. Allí, en la villa Weinberg, fijaran su residencia. Poco después el gobierno británico suspendería el Ducado de Cumberland por haber pertenecido Ernesto Augusto al ejercito alemán. No obstante continuaría ostentando la jefatura de la Casa de Hannover hasta su fallecimiento. 

Unos años después a la familia se le permitió volver a Alemania y se instalaron en Blankenburg. Aunque Ernesto Augusto no simpatizaba con el movimiento nazi se sentía obligado a guardar sus sentimientos y aparentar una cordialidad que no sentía por la tranquilidad de su familia. Lo cierto es que, fueran cuales fueran las razones, sus tres hijos mayores vistieron el uniforme de las Juventudes Hitlerianas.

La primera en casarse fue su hija Federica y lo hizo en enero de 1938 en Atenas. Con el tiempo llegaría a ser reina de Grecia. Un año después estallaba la Segunda Guerra Mundial. 

Victoria Luisa y su esposo siguieron viviendo en Blankenkurg hasta el final de la contienda en 1945. El miedo a las tropas soviéticas que avanzaban les hizo emprender de nuevo la huida. Se instalaron en el castillo de Marienburg en la población de Pattensen en Hannover, que era zona inglesa. Dado que Ernesto Augusto era primo del rey del Reino Unido, consideraron que allí estarían seguros.

Victoria Luisa con su esposo e hijos


Victoria Luisa pasó los siguientes años ocupada en las obras de restauración del castillo que llevaba años sin haber sido ocupado. Era una mujer enérgica y de gran personalidad, seguía siendo muy deportista y a pesar de ser considerada una de las últimas figuras de la Belle Epoque, no se pasaba los días de fiesta en fiesta, todo lo contrario, muchas fueron las obras sociales en las que se involucró, entre otras en una fundación que organizaba vacaciones para los hijos de los obreros. 

 En 1953 murió su esposo y empezaron unos años difíciles para Victoria Luisa que entró de lleno en conflicto con sus hijos por temas monetarios. Todos los hijos hicieron causa común para lograr repartir, cuanto antes, el patrimonio dejado por Ernesto Augusto, llegando incluso a desalojarla del castillo. Victoria Luisa se trasladaría a vivir a Riddagshausen 

Durante los años siguientes la relación con sus hijos continuaría siendo mala y debido a ello cuando en 1962 su nieta Sofía, que llegaría a ser Reina de España, se casó en Atenas, no fue invitada a la boda. Curiosamente la entonces princesa Sofía, sujetaba su velo de novia con la tiara prusiana que Guillermo II había regalado a Victoria Luisa el día de su boda y que ésta dejó a su hija Federica el día en que ésta se casó. 



A partir de 1965, Victoria Luisa empieza a escribir y llegaría a publicar siete libros sobre su vida y vivencias, manteniéndose activa y deportista durante estos años de su vejez. 

En septiembre de 1980 sufriría un cuadro compatible con una esclerosis cerebral por lo que tuvo que ser ingresada en el hospital Friederikenstift, de Hannover. En este hospital fallecería el 11 de diciembre como consecuencia de una neumonía. 

Los funerales se celebraron en la Catedral de Brunswick y a ellos asistirían representantes de las Casas reinantes europeas. Su nieta la reina Sofía asistió junto a su hija Elena y junto a su madre Federica de Grecia.

Fue enterrada en el mausoleo de los Reyes de Hannover en Herrenhausen, junto a su esposo.

Enrique III "el doliente"

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Enrique III. Calixto Ortega Matamoros. 1848. Museo del Prado



Era el 4 de octubre de 1379 cuando el rey Juan I de Castilla anunciaba el nacimiento de su primer hijo, fruto de su matrimonio con Leonor de Aragón. El pequeño Enrique perdió a su madre tres años después de su nacimiento y fue su nodriza, Ines Lasso de la Vega, quien se ocuparía de él durante los primeros años. Más tarde sería un tutor, Juan Hurtado de Mendoza, el encargado de su cuidado y educación. 

Cuando contaba tan solo 9 años se le colocó en el tablero de las alianzas y los tratados. Para un rey de la Edad Media sus vástagos eran una importante moneda de cambio, así pues, Enrique, fue utilizado para poner fin al conflicto sucesorio castellano.

En 1388 se firmaba el tratado de Bayona. Fue firmado por su padre, Juan I, y por  Juan de Gante junto a su esposa Constanza de Castilla. En el tratado se comprometía el matrimonio de los descendientes de ambas lineas. Juan I ofrecía a Enrique, su sucesor,  y Constanza y su esposo a su hija Catalina de Lancaster. De este modo y, tras el pago de una sustanciosa cantidad en metálico y alguna otra concesión por parte de Juan I, Constanza y su esposo renunciaban a sus derechos al trono de Castilla. 

En marzo de ese mismo año en la catedral de Palencia contraían matrimonio un niño de nueve años y una joven de quince. Desde ese mismo momento les fue otorgado el título de Príncipes de Asturias como herederos de la Corona y serían ellos los primeros en llevarlo. A pesar de la premura de la ceremonia religiosa - para cumplir con el Tratado - parece ser que el matrimonio no se haría efectivo hasta la fecha en la que Enrique cumpliera catorce años. 

Corría el mes de octubre de 1390 cuando Juan I encontró la muerte al caer de un caballo y Enrique fue proclamado Rey. La minoría de edad del nuevo Rey desató las ambiciones de muchos nobles que se creían con derecho a ejercer la Regencia y entre tanto revuelo el inteligente arzobispo de Toledo, Juan Tenorio - en quien Juan I había depositado toda su confianza - logró imponerse.

Según nos cuenta el cronista Pedro López de Ayala, el arzobispo convocó Cortes en Madrid, y a esa convocatoria acudieron las principales figuras de la alta nobleza castellana y los parientes del Rey que se creían con derechos a ejercer la regencia. Como nadie se ponía de acuerdo se busco la solución constituyendo un Consejo de Regencia. Estaba éste formado por 24 miembros, once de los cuales pertenecían a la nobleza y el resto eran representantes de las ciudades. Fue precisamente esta disparidad de consejeros y de intereses lo que conduciría al fracaso del Consejo.

Esta lucha de poderes y el vacío de autoridad tendría consecuencias. La violencia se instalaría en las calles y la situación de Castilla se tornaría catastrófica. En Sevilla se iniciarían los asaltos a la judería y la matanza de sus miembros y esta situación, como si de un reguero de pólvora se tratase, se extendería por todo el Reino. Ante este panorama eran muchos los que clamaban para que Enrique III se hiciera cargo del Reino.

El 2 de agosto de 1393 Enrique fue declarado mayor de edad y asumió la responsabilidad de gobernar. Tenía catorce años.

Catalina de Lancaster

Según cuenta Juan de Mariana el rey tenía un rostro agraciado, era bien hablado, elocuente y extremadamente prudente. Le gustaba escuchar, probablemente porque ello le permitía tener información de cuanto acontecía y conseguir de ese modo un mejor gobierno. 

Como primera medida el nuevo Rey convocó a las Cortes en Madrid. Enrique era consciente de que tenía dos grandes problemas, por una parte debía lidiar con las ambiciones de la alta nobleza castellana que luchaban por acrecentar su poder y su patrimonio y por otra debía hacer frente y frenar la escalada de violencia que se había desatado contra los judíos quienes, además, aportaban gran cantidad de riquezas a las arcas del Rey. 

Buscó el apoyo en la nobleza secundaria, se rodeó de ellos y los encumbró de tal forma que todos cerraron filas en torno a su Rey poniendo freno a las ambiciones de muchos de los parientes del Monarca que amenazaban con desestabilizar el Reino. Acabó por debilitar el poder de la alta nobleza cuando potenció la figura de los corregidores, encargados de representar al Rey en los consejos. Por otra parte emitió varios edictos prohibiendo el uso de la violencia contra los judíos llevando, de este modo,  un poco de paz y tranquilidad a los habitantes de las juderías. 

El matrimonio ya se había consumado pero los hijos tardaban en llegar y la salud de Enrique empezaba a deteriorarse. Nos cuenta Fernán Pérez de Guzmán que cuando el Rey contaba diecisiete o dieciocho años "tuvo muchas y grandes enfermedades que dañaron y enflaquecieron su cuerpo, que le afearon el semblante" y que " Ca, con el trabajo e afliçion de la luenga enfermedad fizose muy triste e enojoso". El profesor Veas con la ayuda de la doctora Costa Guirao llegaría a la conclusión de que Enrique debió padecer alguna enfermedad, probablemente neurológica, que sería de evolución lenta pero con cuadros clínicos cada vez más frecuentes y con gran deterioro orgánico en cada uno de ellos. 

Muchos fueron los médicos que trataron a Enrique durante su larga enfermedad, aunque su médico personal fue el converso Alfonso Chirino quien nos deja testimonio en sus escritos del fracaso de de los remedios que se dispusieron para mejorar la débil salud del Rey, algunos de ellos verdaderamente curiosos: "rico letuario con esmeraldas molidas, que costó cada peso dél veynte pesos de oro e fue fecho para el noble rey Don Enrique, de buena memoria". No obstante en ninguno de esos testimonios hace un diagnóstico de las dolencias padecidas por el Monarca. También le atenderían el boloñés Pietro da Tossignano que vino a España hacia 1400 y que, según el mismo Chirino, fue retribuido espléndidamente y los judíos Mosseh Aben-Zarzal y Mayr Alguadex. 




El carácter de Enrique iba cambiando. Se volvió huraño y desconfiado conforme la enfermedad hacía mella en él pero, a pesar de sus sufrimientos, no descuidaba sus labores de Estado y  continuaba con la tradicional itinerancia regia, visitando los distintos pueblos de Castilla. 

No se conformaba Enrique con mantener su Reino en paz y los límites del mismo protegidos, en el año 1400 mandaría una escuadra a la ciudad de Tetuán, que por encontrarse en aquel entonces infestada de piratas, constituía una dificultad añadida al comercio marítimo castellano. Cuatro años después financiaría el proyecto de la conquista de Canarias que le habían presentado Juan de Béthencourt y Gadifer de la Salle, aceptando su vasallaje. 

La descendencia empezaba a llegar y en 1401 su esposa daría a luz a María, la primera de las hijas del matrimonio y dos años después nacería la segunda, Catalina. Por fin en 1405 nacía en Toro un varón. No estuvo presente el Rey en su nacimiento, ya que se encontraba en Alcalá de Henares, siendo allí donde recibiría la feliz noticia. 

En 1406 el reino nazarí de Granada había roto el pacto de paz y había invadido Murcia. Enrique, a pesar de que su estado físico era cada vez peor, se vería en la obligación de presentar batalla. Consideraba Enrique que para dar por terminado el conflicto de Granada era necesario un gran ejercito y para obtenerlo necesitaba financiación. Así pues, convocó Cortes en Toledo, y una vez éstas dieron la conformidad a sus planes y el dinero necesario para ello, Enrique se dispuso a iniciar los preparativos. Preparando esta guerra lo encontró la muerte. 

La salud de Enrique se había ido resintiendo todavía más en los últimos meses siendo su debilidad extrema. A finales de diciembre el Rey siente que el fin se aproxima y otorga testamento señalando en él que el heredero del trono debía ser su hijo Juan, de apenas año y medio. Dos días después concretamente el 25 de diciembre el Rey moría en Toledo a los veintisiete años de edad. 

La causa de su muerte la ignoramos, ni los galenos que le trataron ni López de Ayala ni Jerónimo Zurita han dejado testimonios que nos permitan una aproximación diagnostica, no obstante A. Ruiz Moreno considera que: "su muerte en plena juventud, a los 27 años; el comienzo de sus enfermedades a los diecisiete años: su delgadez y debilidad, su mal color y su carácter melancólico e irritable nos autorizan a pensar que Enrique III fue tuberculoso y murió a causa de dicha enfermedad". Una afirmación muy categórica que parece no tener en cuenta otros factores como los cambios en su rostro y las dificultades en el lenguaje que cita Perez de Guzman. 

Recibió sepultura en la capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral de Toledo.




Leopoldo II de Bélgica

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Cuando Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha nace, en abril de 1835, su padre ya era rey de los belgas. Cinco años antes Bélgica había declarado su independencia de los Países Bajos y había ofrecido la Corona del nuevo Estado al padre de Leopoldo. 

Su educación fue la que correspondía a un príncipe heredero de la época. Nunca fue un estudiante brillante, aunque hablaba francés, inglés y alemán. Tuvo una especial formación militar, para lo cual ingresó en el ejercito belga, y además viajó por todo el mundo para formarse en política exterior.

A los 18 años se casó con Mª Enriqueta de Austria, siendo el suyo un matrimonio de conveniencia. Mª Enriqueta tenía 17 años y de ella solo se esperaba que diera hijos a la corona y el prestigio que el apellido Habsburgo pudiera dar a la recién estrenada monarquía belga. 

Una vez obtenidos los hijos deseados de su esposa - dos niñas y un varón - Leopoldo pasó a ignorarla por completo dejando el lecho conyugal que fue sustituido por el de varias amantes. 

En 1865 cuando apenas cuenta 30 años se convierte en Rey de Bélgica tras la muerte de su padre. Leopoldo era un hombre sumamente hábil y ambicioso y tenía un claro plan expansionista. 

Mª Enriqueta de Austria


Según la Dra María Misra, historiadora de la Universidad de Oxford, Leopoldo sentía un cierto complejo de inferioridad ante algunos miembros de su dinastía sobre todo ante su prima, la todopoderosa Victoria I, reina de Inglaterra y también ante su primo, el Kaiser Guillermo II. 

Por tanto desde que ocupó el trono su obsesión por obtener colonias se agudizó y se dedicó a ello como si se tratara de su principal objetivo. 

En 1869 un hecho luctuoso vino a desbaratar sus planes de futuro. El único hijo varón que había tenido con su mujer moría de neumonía al caer en una charca y permanecer mojado por algún tiempo.  
Leopoldo se desesperó porque no perdía solo a un hijo, perdía también al heredero. Con una absoluta falta de respeto obligaría a su esposa a compartir de nuevo el lecho conyugal hasta dejarla embarazada de nuevo. Mª Enriqueta dió a luz una niña y asqueada buscó refugio en la ciudad de Spa donde permanecería hasta su muerte. 

No tenía heredero pero seguía obsesionado con obtener su colonia. Henry Morton Stanley, uno de los grandes exploradores de la época despierta su interés. Stanley, al que se había encargado la búsqueda del Dr Livingstone, había seguido el curso del río Congo y Leopoldo empieza a considerar que ahí podía estar su deseada colonia. 

Para conseguirla funda en 1876 la Asociación Internacional Africana con el filantrópico objetivo, según decía, de descubrir zonas de Africa inexploradas y civilizar a los nativos. Esta asociación duró poco, pero sirvió para que la alta nobleza y los poderes económicos europeos aportaran dinero a tan generosa tarea. 

Henry Morton Stanley


En 1884, en Conferencia de Berlín, el rey Leopoldo se convertía en el propietario de un territorio 40 veces mayor que Bélgica y un año después nacía el Estado Libre del Congo del que Leopoldo se proclamó soberano absoluto. 

A partir de ese momento se desencadenaría el horror. Los agentes coloniales con el objetivo de obtener las máximas cantidades de caucho y marfil someten a la población a la explotación más absoluta. Se utiliza el chicotte, un látigo trenzado de piel de hipopótamo seca, y el castigo por no cumplir los objetivos podía llegar de los 30 a los 100 latigazos. Si a pesar de ello, al terminar la semana, los trabajadores no habían cumplido con la cuota asignada se les amputaba una mano. Otra de las prácticas habituales era tomar como rehenes a las mujeres y a los niños, que podían morir de inanición si el trabajador no conseguía cumplir con las cantidades de caucho que se le requerían. 

En la práctica el Estado Libre del Congo funcionó como un gran campo de concentración en el que los nativos eran salvajemente tratados con un único objetivo, enriquecer a Leopoldo. 



Algunas fuentes consideran que murieron unos 8 millones de nativos durante este periodo. 

En 1890 comienzan las primeras protestas internacionales sobre las prácticas del rey Leopoldo en el Congo. Edmund Dene Morel que trabajaba en una compañía naval y visitó el Estado Libre del Congo llevó a cabo una campaña contra las atrocidades que se estaban cometiendo en el territorio. Otra de las voces críticas fue George Washington Williams que consiguió publicar en el New York Herald, la lista de actos salvajes cometidos contra los nativos. Poco a poco el mundo fue un clamor contra lo que estaba sucediendo en el Congo. 

En 1908 el Gobierno belga se vio obligado a comprar el Congo a Leopoldo por 50 millones. El Estado Libre del Congo pasaría a convertirse en el Congo Belga y Leopoldo en un hombre todavía más rico. 

Leopoldo murió un año después de estos hechos, en 1909. Unos días antes se había casado con su última amante, cincuenta años más joven que él. 

Este depredador murió de una hemorragia cerebral, en su cama. No fue juzgado por los crímenes cometidos contra la humanidad y se le enterró con los honores propios de un rey.


María Amalia de Sajonia, esposa de Carlos III

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María Amalia de Sajonia. Luis Silvestre " el joven".




María Amalia podría haber sido feliz. En su corta existencia encontraría dichas que le fueron negadas a otras damas de sangre real y no porque su vida no fuera dirigida por sus progenitores - como ocurría con todas las princesas- sino porque en el camino elegido por sus mayores encontró la felicidad que le era negada a la mayoría : la felicidad conyugal. Pero, como la vida no es un cuento de hadas, esa felicidad duraría poco y el cruel destino se encargaría de amargarle la existencia. 

Nació el 24 de noviembre de 1724 en Dresde, una preciosa y artística ciudad que posiblemente influyó en su amor por la belleza. Sus padres eran Federico Augusto III, duque de Sajonia y Rey electo de Polonia, y la Archiduquesa María Josefa de Austria. Ella fue la tercera de los trece hijos que tuvieron sus progenitores. 

Los padres de María Amalia no eran francófilos pero, en aquellos años, todo lo que venía de Francia estaba de moda y por lo tanto en su educación prevaleció ese espíritu francés. La princesa aprendió a hablar rápidamente la lengua que se hablaba en París y además, como todas las grandes damas de la corte parisina, tenía un profesor de danza y otro que la enseñaría a caminar, a moverse y a sentarse con la distinción propia de una dama de su rango. Tenía una especial debilidad por la pintura, por las porcelanas y por las joyas. 

En la corte de Dresde las fiestas - y siempre había motivos para celebrarlas- eran fastuosas. Las damas vestían de blanco y oro y los caballeros de color escarlata y oro. Se lucían las mejores joyas y las galerías del palacio se engalanaban con una exquisita elegancia y lógicamente este refinamiento marcaría el carácter de la princesa. La influencia francesa no solo impregnaba los vestidos y la decoración, también la frivolidad y el libertinaje hacían acto de presencia en torno a la familia real, aunque la Reina y sus hijas constituían, a decir de las gentes, una isla de honestidad en ese mar de relajación moral. 


Palacio de Dresde


Mientras María Amalia se entretenía en danzas y elección de vestidos, D. Carlos, el tercer hijo de los Reyes españoles Felipe V e Isabel de Farnesio, era coronado en Palermo como Rey de Nápoles y Sicilia. Tenía el nuevo Rey 18 años y, por tanto, había llegado la hora de buscarle esposa. 
No fue la princesa sajona la elegida por los Reyes españoles, ya que éstos hubieran preferido a una hija del Emperador austriaco, pero cuando el embajador español llegó a Viena con la propuesta de los Monarcas españoles, recibió un rotundo no por respuesta. Hubo pues que buscar una sustituta y como María Amalia era sobrina- nieta del Emperador se pensó que D. Carlos tendría que conformarse con un parentesco menor pero, que aún así, era un matrimonio conveniente.

En mayo de 1738 se celebra la boda por poderes en Dresde y María Amalia, que apenas cuenta 14 años, emprende el viaje hacia el Reino de su esposo. En todas las ciudades italianas que atraviesa se le rinden homenajes y se celebran fiestas en su honor. Inicia entonces, la ya Reina de Nápoles y Sicilia, una costumbre que mantendría durante toda su vida, la de escribir cartas a sus suegros informándoles de los acontecimientos cotidianos, lo hacía en francés y firmaba como Amelie. Las cartas se conservan en el Archivo Histórico Nacional.

Es en Portella, en la frontera de su Reino y, en una especie de carpa levantada al efecto, donde se conocen los los esposos. Se gustaron tanto que partieron de inmediato con su séquito hasta la fortaleza de la Gaeta, donde esa misma noche consumarían el matrimonio. Quedaron ambos enamorados desde ese primer instante y según sus biógrafos su matrimonio fue sumamente feliz y no tuvo más penas que las ocasionadas por las enfermedades y la muerte de los vástagos que iban naciendo. 

Se hablaban en francés ya que ni ella hablaba italiano ni D. Carlos alemán, aunque la Reina aprendería pronto el idioma de sus súbditos. María Amalia era alegre, le gustaba la naturaleza y el paisaje de la costa napolitana era muy de su agrado pero, la corte napolitana distaba mucho de parecerse a aquella en la que había vivido. La etiqueta se regía por el protocolo español y además la nobleza napolitana no era rica y por lo tanto el boato era inexistente. Le costaría a la reina habituarse a esta nueva vida social tan ramplona y simple.


Carlos, Rey de Nápoles y Sicilia. Giussepe Bonito. Museo del Prado


María Amalia quedaría embarazada cuando todavía no había cumplido los 16 años. La gestación fue difícil, pero finalmente la Reina daría a luz en el Palacio Real de Nápoles a una niña a la que se impondría el nombre de María Isabel, para satisfacción de su abuela paterna. María Amalia tardó recuperarse de éste parto y, según contaba a sus médicos, sufría un dolor de estomago y un "catarro" que la incomodaban mucho.

A pesar de ello y como María Amalia sabía bien cual era su obligación  quedaría de nuevo encinta, naciendo en 1742 una nueva niña a la que se llamaría María Josefa Antonia, esta vez para contentar a la abuela materna. La pequeña fallecería tres meses después de su nacimiento.

El empeño de la Reina por dar a su esposo, que con tanto cariño la trataba, un hijo varón era grande y por tanto apenas recuperada del parto y del disgusto, quedaría de nuevo embarazada. Un mal día la pequeña Isabel enfermaría y el Rey, siempre atento al bienestar de su esposa, la trasladaría a Portici, para evitar que la Reina se contagiara y que se malograse el fruto de sus entrañas. La princesita fallecería, causando a la Reina un hondo pesar. La recuperación de este parto todavía sería peor ya que, a las dificultades que María Amalia siempre presentaba tras los nacimientos de sus hijos se unirían unas fiebres tercianas. 

No se interesaba la Reina por los asuntos de Estado -nada tenía que ver en esto con su suegra- era cariñosa con su esposo y sus diversiones se limitaban a la pesca y a las labores de bordado. Ponía, eso si, todo su empeño en dar a la Corona el ansiado varón y si para ello debía quedar en estado muchas veces, así lo haría. Pero ello no significaba que la muerte de sus hijas no la afectaran ni que su estado de salud, no demasiado bueno, se resintiera. Su carácter iría cambiando paulatinamente y  cualquier nadería la irritaba, por otra parte casi siempre se hallaba en estado de gestación y es de suponer que alguna culpa tendrían las hormonas en sus cambios de humor.

Por fin, el sexto embarazo dio como fruto un varón. Era el mes de Junio de 1747 cuando nacía Felipe - pues con ese nombre fue bautizado- y su nacimiento supuso una alegría inmensa que pronto se convertiría en tristeza y preocupación. Desde bien temprano sufriría el pequeño crisis epilépticas, nunca llegaría a hablar y su estado de imbecilidad motivaría que, tras dictamen médico, fuera incapacitado. Viviría treinta años y nunca saldría de Nápoles. Un año más tarde nacería otro varón, al que llamarían Carlos y que con el paso de los años se convertiría en el Rey Carlos IV de España.

Los embarazos se sucederían y aún tendría María Amalia seis hijos más después de este nacimiento, cuatro de los cuales serían varones. No es extraño que éste matrimonio fuera tan fecundo, si tenemos en cuenta el relato de Charles de Brosses " Me llamó la atención que en la cámara del Rey no existiera lecho alguno, porque éste se acuesta siempre con la Reina".

La salud de la Reina estaba muy quebrantada y fuera por esta causa o por los continuos embarazos su carácter, antes tan afable, fue volviéndose cada vez más agrio y ofendía a criados y cortesanos por igual, provocando que el Rey, haciendo gala de enorme cariño y de una gran paciencia, tuviera que aplacar a su esposa y contentar a quienes se sentían ofendidos por ella. 


María Amalia, Reina de España. A. Mengs. Museo del Prado

En 1759 fallecía en España y sin descendencia el Rey Fernando VI, por tanto D. Carlos pasaría a ocupar el trono con el nombre de Carlos III. Los esposos se trasladan a Madrid y en octubre de 1759 desembarcan en Barcelona.

El reinado de María Amalia en España duraría apenas un año. Su salud se quebraría definitivamente al pisar tierra española. A los problemas pulmonares, que desde hacía años sufría, con tos constante, se unirían la debilidad causada por los continuos embarazos y por las continuas sangrías con las que se trataba de aliviarla. A pasar de la larga lista de médicos españoles que la atendieron y de los que, como el Dr Pastorini, la acompañaron desde Nápoles, y a pesar también de todas las reliquias que se hicieron traer, la Reina fallecía el 27 de septiembre de 1760. Tenía 35 años. 

No está clara la causa de la muerte. Seguramente y dados los síntomas y su prolongada evolución su temprana muerte fue debida a una tuberculosis, pero tampoco puede descartarse un carcinoma broncopulmonar puesto que la Reina fumaba habitualmente tabaco habano. 

Sus restos reposan en el Panteón de Reyes del Escorial.
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