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Juana I "La Loca"

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Juana de Castilla - Juan de Flandes


Fue la tercera de los hijos de los Reyes Católicos y por lo tanto Infanta de Castilla y de Aragón desde su nacimiento. Vino al mundo en Toledo un 6 de noviembre de 1479. A pesar de que la corte de sus padres era itinerante, su educación, como la de sus hermanos, fue muy estricta, muy severa y llena de prácticas piadosas. 

Ya desde pequeña dio muestras de exacerbación al hacer las cosas. Se flagelaba con frecuencia para purificarse ante Dios o dormía en el suelo para hacer un mayor sacrificio. No era hermosa pero si atractiva, tenía el cabello castaño, los ojos verdes un rostro ovalado, una figura esbelta y un generoso busto.

A los dieciséis años se la promete con Felipe de Austria. Su compromiso, como no podía ser de otra manera tratándose de una hija de los Reyes Católicos, fue por motivos políticos. El novio era Felipe de Austria, al que la Historia bautizó como Felipe “ El Hermoso”. Acompañada de un nutrido séquito Juana fue llevada a los estados de su prometido para celebrar el casamiento. 

Los prometidos se reunieron en Lier, aunque Juana hubo de esperar a Felipe durante más de 20 días pero, parece ser, que se gustaron desde el primer momento. Tal fue la atracción que aunque la ceremonia nupcial estaba prevista para cuatro días después, llamaron a un sacerdote para que los casara de inmediato, pues, según parece, a ambos les urgía consumar el matrimonio.

Felipe era un hombre muy vanidoso, amigo de recibir adulaciones y acostumbrado a que las damas de su corte cayeran rendidas a sus pies. No estaba dispuesto a cambiar sus costumbres licenciosas por el simple hecho de haber contraído matrimonio. Para Juana las cosas eran distintas, ella se había enamorado y exagerada como era en todas sus manifestaciones en el amor lo fue doblemente. El amor que sentía por su esposo rayaba en la adoración, era pueril, empalagosa y sus celos, en la mayoría de los casos fundados, eran extremos y la llevaban a provocar escenas y situaciones extravagantes. 

Felipe "El hermoso" - Juan de Flandes

Felipe estaba harto de aguantarla, necesitaba aire y libertad y se sentía asfixiado por Juana pero, para calmar sus celos, no veía otra solución que cumplir con sus deberes maritales y lo hacía con acierto puesto que tuvieron seis hijos.

Juana empezó a dar muestras de su enfermedad mental en su primer embarazo. Sus más allegados empezaron a notar cambios en su conducta impropias de una Infanta de Castilla. Quince meses después da a luz a su segundo hijo y, según nos cuentan, lo parió en las letrinas del palacio de Gante al no querer dejar solo a Felipe durante una fiesta y viéndose de pronto acuciada por el inminente parto.

Juana se había convertido ya en heredera del trono de Castilla al morir su hermano Juan y su sobrino Miguel. Los Reyes Católicos, a pesar de que no les gustaba su yerno y de que ya sabían de los trastornos de Juana, les piden que regresen para ser jurados como herederos por las Cortes. No llegaran a España hasta 1502, tras haberse recuperado Juana del parto del tercero de sus hijos. Pocos meses después de realizado el juramento, Felipe decide abandonar Castilla y regresar a sus tierras donde se lo pasaba mejor pero, como había dejado de nuevo embarazada a la Infanta acuerda, a petición de los Reyes Católicos, que Juana permanezca al lado de sus padres hasta que el parto se produzca y se haya recuperado. 

Felipe inicia el viaje contento al verse libre de su empalagosa esposa. No ocurre lo mismo con Dª. Juana. Según Gonzalez-Doría la Infanta "cae en un estado de desesperación al ver partir a su esposo". Pensó de pronto la Infanta que podría, tal vez , alcanzar todavía a D. Felipe y tal y como lo pensó lo hizo. Salió de la cama, descalza y sin ropa de abrigo y echó a andar por los corredores del castillo hasta llegar a la plaza de armas, donde la detuvo el obispo de Córdoba, forcejeó con él y ni sus damas ni el obispo lograron que volviera a sus habitaciones, pasando la noche al raso y dando golpes a los barrotes que le impedían salir. 

Juana y Felipe - Joseph Sequence. Museo de Bellas Artes. Bruselas

Pasó ese verano de 1503 reponiéndose del parto en el Castillo de la Mota y los doctores de cámara, Soto y Gutiérrez de Toledo, que la acompañaban, escriben a la Reina Isabel sobre el estado de su hija : "Algunas veces no quiere hablar, otras da muestras de estar "trasportada"....días y noches recostada en un almohadón con la vista fija en el vacío". Isabel intentaba retener a su hija en Castilla hasta que su estado mental mejorara pero, tan tensas se volvieron las relaciones entre ellas que, al final, la Reina Isabel, aconsejada por Cisneros, la deja partir hacia Flandes. 

En noviembre de 1504 fallece la Reina Isabel. El Rey Fernando proclama de inmediato a su hija como Reina de Castilla. El viaje de la real pareja a Castilla debe posponerse pues Dª. Juana queda de nuevo embarazada y el parto no se producirá hasta septiembre, por tanto, hasta la primavera de 1506 no llegan a su nuevo reino iniciándose entonces, ante el deterioro mental de Juana, las luchas por el poder entre Felipe y Fernando "El Católico". 

Juana está en el quinto mes de una nueva gestación cuando, en septiembre de ese mismo año de 1506, D. Felipe fallece tras una enfermedad que duró pocos días. Según testigos presenciales, cuando se produjo el óbito, Dª. Juana quedó como petrificada, sin derramar lágrimas y sin querer apartarse del lecho. Dio órdenes de que ninguna mujer tocase el cuerpo de su esposo. Mandó que lo embalsamaran y dio su permiso para que lo trasladaran a la Cartuja de Miraflores pero sin enterrarlo. En diciembre decide que D. Felipe debe ser enterrado en Granada y, traspasado ya el umbral de la cordura, inicia el viaje. Escoltaban al féretro frailes y soldados portando antorchas, ya que los caminos solo se recorrían durante la noche, y D.ª Juana cerraba el cortejo tras el ataúd. Lejos del difunto iban algunas de las damas de la Reina. Se descansaba durante el día al cobijo de alguna iglesia del lugar donde parasen. En Torquemada la Reina inicia los dolores del parto y allí mismo alumbrará a la última de sus hijas. No había partera en el pueblo y una de sus damas, Dª María de Ulloa, hubo de ayudarla. 

Juana "La Loca" - Francisco de Padilla.

Salió el Rey D. Fernando, que había regresado ya de Italia, al encuentro de su hija y con engaños y tiempo logró conducirla a Tordesillas. Allí fue alojada en una fortaleza que en su día había sido el palacio de Pedro I de Castilla y el féretro de su esposo se depositó en el convento de Santa Clara.

Las cosas en Castilla estaban revueltas pero, Dª. Juana permanecía ajena a los vaivenes de su Reino. Cuando los Comuneros penetraron en el castillo y quisieron liberarla argumentando que estaba prisionera y en su sano juicio ni siquiera se inmutó, permaneció ajena a todo, mirándolos sin verlos y sin escucharlos. 

Allí encerrada, Juana sufre arrebatos de violencia, golpea a las criadas, rompe las vajillas, esparce los alimentos por el suelo y en ocasiones pasa días sin dormir. Hoy sabemos que tenía una enfermedad mental grave, un síndrome esquizoafectivo con ideas delirantes que se había ido agravando con cada una de sus gestaciones.

Pasaron los años. Llevaba ya algunos de ellos sin querer lavarse ni cambiarse de ropa. El cuerpo se le iba ulcerando, las ulceras se le infectaron y aparecieron la fiebre y los vómitos. Quienes la cuidaban, le arrancan las ropas del cuerpo en un intento de mejorar su estado, los gritos desgarradores se llegaron a escuchar fuera del palacio. Fue inútil. 

Juana "La Loca" recluida en Tordesillas - Francisco de Padilla

Falleció el 12 de abril de 1555. Previamente había tenido un momento de lucidez en el que pidió confesión. Tenía setenta y cinco años y durante cuarenta y seis había vivido recluida.


Charlotte de Prusia

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Charlotte de Prusia. Laszló



El 24 de julio de 1860 nacía en Postdam la princesa Charlotte. Era hija del príncipe Federico, heredero de Prusia, y de Victoria del Reino Unido. Cuando nació Charlotte, a la que toda la familia llamaría Charly, su hermano Guillermo tenía ya año y medio. Todo el mundo esperaba tras el parto que la princesa Victoria se sintiera contenta con su nuevo retoño ya que la niña había nacido en perfecto estado y no presentaba ninguna “tara física” como sí le ocurriera a su hermano pero, lo cierto es que tampoco con esta hija se sintió satisfecha Victoria. La niña no era agraciada y eso era suficiente para que la perfeccionista princesa se sintiera decepcionada. 

Conforme iba creciendo la princesita, el disgusto de su madre aumentaba, no solo no era una niña bonita sino que, además, tenía un carácter endemoniado. Era muy nerviosa, por cualquier motivo montaba una “pataleta”, se mordía las uñas y hasta los bajos de los vestidos se los metía en la boca. Su madre, consideraba que los castigos eran la mejor manera de conseguir que la niña no perdiera el control y se equilibrara, así que, la niña pasaba los días continuamente castigada.

El desarrollo emocional de Charly, como el de su hermano Guillermo, no debió ser el adecuado. La princesa Victoria había sido un dechado de perfección, una niña prodigio y además guapa y esperaba que sus hijos también lo fueran. Fue una decepción para ella encontrarse con que su hijo mayor presentaba un brazo inerte y que su hija ni era inteligente ni guapa y además parecía tener los brazos y las piernas cortos en relación a su estatura. Los niños, por poco inteligentes que sean, perciben el afecto o la falta de él de los mayores y probablemente y como consecuencia de la percepción de que no eran los hijos modélicos que su madre hubiera deseado y de que no conseguirían ganarse su cariño, ninguno de los dos tuvo una buena relación con su progenitora.

La calidez que estos niños no encontraban en su madre la hallaron en sus abuelos paternos y, tal vez, esa fuera la razón de que ambos, al madurar, se sintieran conservadores como sus abuelos y no liberales como sus padres. Además, y a pesar de sentir un enorme respeto por su abuela materna, la reina Victoria I, no mostraban ninguna simpatía por el Reino Unido y los dos se sentían enormemente prusianos y muy orgullosos de su origen.

La situación de incomodidad que Charlotte sentía en su casa hicieron que se comprometiera muy pronto, no porque se hubiera enamorado de una forma arrolladora sino porque el matrimonio le facilitaba la salida del hogar paterno. Así que en 1876 y con tan solo dieciséis años se comprometió con el príncipe Bernhard de Sajonia-Meiningen que tenía entonces veinticinco años, era heredero del Ducado y oficial en un regimiento de Postdam. 


Bernhard de Sajonia-Meiningen


Se casaron dos años después en una pomposa ceremonia, como correspondía a una princesa prusiana. Bernhard era todo lo contrario a su esposa, tenía buen carácter, no se metía en nada y era un gran estudioso, tanto, que llegó a convertirse en un erudito de la Grecia Clásica. 

Debido al trabajo de Bernhard se tuvieron que instalar en Postdam, cosa que no gustaba a Charly que deseaba una mayor lejanía de su familia. Un año después de la boda, en 1879, nació su hija Feodora. El embarazo no fue fácil ni el parto tampoco. Es posible que ésta fuera la causa de la displicencia con la que  Charlotte trató a la recién nacida no observándose en ella ningún instinto maternal. Le gustaba decir a quien quisiera escucharla que Feodora había sido su primera hija pero que también sería la última. La niña fue criada por amas, institutrices y por su abuela Victoria. 

A partir del momento en que nace su hija, Charlotte, considera que no está dispuesta a seguir viviendo cerca de sus padres y, una vez conseguido el traslado de regimiento de Bernhard, la familia se marcha a Berlín. Ya instalada en la capital, la princesa, iniciaría el periodo de su vida más rutilante, más lleno de fiestas y compromisos, más alegre. La vida social ocupaba todas sus horas y Charly se desenvolvía en ella como pez en el agua.

Recientemente, en 2010, se publicó en el periódico alemán "Dier Spiegel" un artículo que recoge una investigación realizada por el historiador Wolfgang Wippermann, según el cual, la princesa Charlotte habría promovido, en enero de 1891, una  fiesta de tipo sexual en la que participaron quince miembros de la corte de Guillermo II entre los que se encontraban familiares y amigos íntimos del Kaiser. Wippermann asegura haber encontrado más de doscientas cartas anónimas, algunas de ellas ilustradas con fotografías, que revelan prácticas sexuales prohibidas incluso por la ley de la puritana Prusia de aquellos años. Las cartas sobre la orgía desencadenaron una serie de duelos, promovidos - algunos de ellos - por el propio Emperador empeñado en salvaguardar el honor de la familia. Wippermann sugiere que las cartas podrían haber sido enviadas por la propia Charlotte, a quien gustaban las intrigas y a quien su propia madre calificaba de "malvada".



Charlotte había estado siempre muy unida a su hermano. Durante la enfermedad y muerte de su padre, que enfrentó a Guillermo con su madre, Charly se posicionó en todo momento del lado de su hermano  y cuando éste ascendió al trono convirtiéndose en Guillermo II aprobó todas las medidas de exclusión y vigilancia que su hermano adoptó respecto a su madre. Algún tiempo después las relaciones se enfriarían, debido probablemente al carácter intrigante de Charlotte y a la orgía que había organizado. Tal vez por ello, el Kaiser ordenaría el traslado de Bernhard a un Regimiento de Silesia. Así pues, Charly se vió alejada de Berlín y  como el nuevo destino le  resultaba sumamente tedioso, se dedicó a viajar y a visitar a todos sus parientes europeos.

En 1914 muere el padre de Bernhard y éste se convierte en duque de Sajonia-Meiningen pero, poco le duraría a Charly el título de duquesa, ya que, al final de la Primera Guerra Mundial, Bernhard se ve obligado a abdicar. 

Además de su carácter caprichoso e irritable, la salud de Charlotte nunca había sido buena. Tenía problemas gastrointestinales, cefaleas y dolores articulares. Sufría insomnio y las crisis nerviosas eran frecuentes. Con los años los problemas se fueron agravando y aparecieron las complicaciones renales. Acudía a distintos balnearios que le recomendaban sus médicos que, por otra parte y por no encontrar un diagnóstico, tan solo podían aliviar sus síntomas. Finalmente, la muerte la sorprendió en Baden-Baden el 13 de enero de 1919. Tenía cincuenta y nueve años. 

Algunos historiadores sostienen que la enfermedad de la princesa Charlotte era una porfiria que le habría sido trasmitida por su tatarabuelo, Jorge III, a través de su madre. En el libro “Purple secret”, John Rohl, Martin Warren y David Hunt se decantan por esta causa. Las conclusiones a las que llegan estos autores se basan tan sólo en el estudio de los síntomas. Además y, de momento, tampoco esta demostrado, que Jorge III sufriera porfiria.



Charlotte fue enterrada en el parque del Palacio de Altenstein (residencia de verano de los Duques de Sajonia-Meiningen) en Bad Liebenstein

Luisa Isabel de Orleáns

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Luisa Isabel de Orleáns. Anónimo. Museo del Prado


Tras un parto de cuarenta horas nacía el 11 de diciembre de 1709, la quinta hija del matrimonio formado por el duque de Orleáns y María Francisca de Borbón, hija "legitimada" de Luis XIV y de Madame de Montespan. No es de extrañar por tanto que se dijera "Luisa Isabel de Orleáns empezó a ser desagradable en el mismo momento de su venida al mundo". Tal vez por la duración excesiva del parto las condiciones vitales de la neonata no eran buenas, por lo que se decidiría aplicarle las aguas del socorro bautismal en la misma cámara de su madre. Se la inscribió después y también con prisas en el registro de la Casa Real, con el título de Mademoiselle de Montpensier y ya nadie se acordó de bautizarla debidamente ni de ponerle un nombre propio. No fue una niña querida y su propia abuela llegó a decir de ella "No puede decirse que Mademoiselle de Montpensier sea fea…Sin embargo es la persona más desagradable que he visto en mi vida"

A los cuatro años fue llevada a un convento de las cercanías de Paris para ser educada, pero fue devuelta a los pocos meses de su llegada porque parece ser que con su comportamiento tenía alborotado a todo el cenobio. A partir de ese momento se la instala en el Palais-Royal y allí se le impartiría la poca educación que recibió.

Cuando la niña contaba doce años y el duque de Osuna iniciaba en Versalles los trámites para las capitulaciones matrimoniales de la pequeña princesa con el príncipe Luis, primogénito de Felipe V, es cuando se dan cuenta de que la niña no tiene nombre y se la bautiza, se le da la comunión y se la confirma a toda prisa. 

Físicamente, Luisa Isabel, recordaba bastante a su abuela materna, la célebre Madame de Montespan y el retrato que de ella se envió a Madrid parece ser que gusto mucho al Príncipe de Asturias, tanto que Felipe V se vio obligado a ordenar que se sacase el cuadro del dormitorio de su hijo puesto que "alteraba el reposo de Su Alteza".

 En enero de 1722 llega a España Luisa Isabel. Su prometido, el Príncipe de Asturias, acude a recibirla a Cogollos y desde allí parten hacia Lerma donde esperaban los Reyes y la corte. Es en Lerma y en su palacio ducal donde se oficia la ceremonia del matrimonio y después y tras un baile de gala, se procede a cumplir con el protocolo. Balansó lo cuenta así: "…siguiendo a sus Majestades, los cortesanos y embajadores extranjeros penetraron en la cámara nupcial. Las cortinas del lecho se descorren y aparecen acostados los príncipes…La exhibición dura pocos minutos…Por fín el Rey ordena cerrar los cortinajes y el desfile se reproduce a la inversa…Mientras tanto el mayordomo y la camarera mayor se han apresurado a separar a los cónyuges." Dado que Luisa Isabel no era núbil, el Rey había ordenado que el matrimonio no se consumara todavía.

Luis I. Jean Ranc. Museo del Prado

Concluido todo el ceremonial de Lerma, los Reyes y los Príncipes de Asturias acompañados por su séquito se dirigen a Madrid. Los habitantes de la Villa, habían preparado gran cantidad de festejos con los que homenajear a Luisa Isabel pero, todos ellos serian suspendidos por causa de una erisipela que sufrió la Princesa y que la tuvo postrada en el lecho. Según Junceda, la salud de Luisa Isabel no era buena y Felipe V refiere que "tenía dos tumores bastante grandes en el cuello, detrás de la oreja". Por ello se llama a consulta al Dr Higgins, médico de cámara de su Majestad y al Dr Chirac,que había atendido a su Alteza en Francia. El tratamiento que se le prescribió fueron sangrías.

Ya desde su llegada a España empieza a dar muestras Luisa Isabel de una personalidad intratable. Se negaba a hablar y andaba por los pasillos eructando y ventoseando. Al principio los españoles pensaron si esta conducta no sería una moda imperante en Versalles y de ahí la razón de su comportamiento pero, conforme pasaban los meses la conducta de Luisa Isabel se tornaba cada vez más estrafalaria.

La corte estaba escandalizada, la Reina, Isabel de Farnesio, repetía una y otra vez a su esposo que se habían equivocado en la elección de esposa para el Príncipe de Asturias. A Felipe V se le ocurrió que tal vez la conducta de Luisa Isabel mejoraría si se alejase de la corte una temporada y con tal fin, en junio, dejaron a los Príncipes solos en el palacio del Buen Retiro y se instalaron ellos en la Granja. La situación empeoró, la Princesa, se negaba a comer en la mesa y lo hacía a escondidas y de manera compulsiva. Aparecía sucia y maloliente, se negaba a utilizar ropa interior y disfrutaba exhibiéndose apenas cubierta con una fina enagua ante todos.

Pensaban los Reyes que tal vez cuando el matrimonio se consumará y vinieran los hijos las extravagancias de Luisa Isabel finalizarían y dado que ya se había manifestado en la Princesa la menárquia, deciden que ha llegado el momento de la consumación. Como si de un regalo de cumpleaños se tratara, el día que el príncipe celebra los dieciséis años, Felipe V da su autorización para la unión conyugal de los jóvenes esposos. Un diplomático francés escribe al cardenal Dubois" los Príncipes esperan con impaciencia la llegada de sus Majestades para ejecutar lo que ya se les había permitido". Sin embargo no parece que la relación sexual fuera satisfactoria, así al menos queda de manifiesto en cartas originales, pero no firmadas, que se conservan en el Archivo Histórico Nacional y en las que el príncipe de Asturias da cuenta de estos hechos a su padre.

En enero de 1724, Felipe V abdica la Corona. El marqués de Grimaldi será el encargado de llevar el acta al monasterio del Escorial donde se encuentran los Príncipes de Asturias. De inmediato éstos emprenden camino hacía Madrid. En febrero tiene lugar la solemne proclamación de Luis I en la iglesia de San Jerónimo. Luisa Isabel ya es reina de España.

Poco después de que haya sido proclamada, el marqués de Santa Cruz escribía "Esta mañana la Reina se fue al jardín y por segunda vez volvió a almorzar con las criadas…después anduvo paseando en ropa interior por todas las galerías de palacio dando locas carreras….A continuación se hizo guisar un pichón y esta tarde se ha hinchado de rábanos con vinagre, que no sé como no revienta, pues por comer se zamparía hasta el lacre de los sobres". Pero no sólo los abusos estaban en la comida, también la Reina bebía en exceso vino, cerveza y aguardiente. En ocasiones se desprendía del vestido y limpiaba con él los cristales frotándolos enérgicamente para asombro de sus damas.

Luisa Isabel de Orleáns. Jean Ranc. Museo del Prado

La situación era cada vez más preocupante y entonces ocurrió un escándalo que conmovió a la corte por sus consecuencias: Luisa Isabel estaba en la huerta de palacio sin ropa interior, con un vestido muy ligero, subida en una escalera y cogiendo fruta, es probable que tuviera miedo de caerse y quizá esa sea la razón de que pidiera ayuda a grandes gritos. El que tenía el deber de ayudarla era el marqués de Magny, que en esos momentos desempeñaba el cargo de mayordomo de semana. El marqués no pudo evitar apartar la vista de las interioridades que Luisa Isabel le mostraba y ésta se estuvo vanagloriando del incidente durante bastantes días.

Esa fue la gota que colmo la paciencia de Luis, quien harto ya de reprender a su esposa decidió recluirla en el Alcázar y allí permaneció Luisa Isabel por espacio de seis días. Cuando se la autorizó a salir estaba mucho más calmada y se mostraba sumisa y muy unida a su esposo. La aparente felicidad duraría poco, en agosto Luis I enferma de viruelas y moriría el último día de ese mismo mes. Durante las dos semanas que duró su enfermedad Luisa Isabel no se separó del lado de su esposo y lo cuidó tan solícitamente que acabó contagiándose de la enfermedad, aunque en ella la evolución fue más benigna.

Felipe V vuelve a ocupar el trono de España y decide que lo mejor es devolver a la viuda de su hijo a Francia. En Marzo de 1725 Luisa Isabel abandona el territorio español con todos los honores que correspondían a una Reina viuda.

Cuando llega a Francia, pasa unos meses en Vincennes y posteriormente Luis XV determina alojarla en el palacio de Luxemburgo. Allí permaneció, sin que existan referencias de vida escandalosa durante esos años, hasta su muerte.

Palacio de Luxemburgo

Según Vallejo-Najera, Luisa Isabel sufría un trastorno límite de la personalidad, consecuencia, probablemente, de los desordenes genéticos provocados por la endogamia - ya que desde tiempo inmemorial sus antepasados se habían casado entre sí- unidos a la carencia afectiva y al ambiente excéntrico en el que vivió sus primeros años. A estos pacientes la situación de orfandad emocional, de sentirse abandonados por aquellos de quienes dependen afectivamente los lleva habitualmente a cometer actos de autodestrucción y a sentirse en estado de permanente confusión y descontrol. 

Luisa Isabel murió el 16 de junio de 1742 a consecuencia, según el Dr Junceda de un coma diabético. Tenía 32 años. Sus restos fueron inhumados en la iglesia de San Sulpicio de París

María Manuela de Portugal

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María Manuela de Portugal.- Anónimo. Museo del Prado


Vino al mundo en Coimbra el 15 de octubre de 1527. Era hija de Juan III de Portugal y de Catalina de Austria - aquella infanta que durante años acompañó a su madre, la Reina Juana I, en Tordesillas – y biznieta por lo tanto de los Reyes Católicos.

La infancia de María Manuela transcurrió de forma tranquila. Su madre, Catalina, le procuró una buena educación: aprendió danza, latín y canto; enseñanzas propias de una princesa destinada, como era lógico, a realizar un matrimonio conveniente.

En el año 1542, el rey de España, Carlos I, considera que ha llegado el momento de buscarle esposa a su primogénito el príncipe Felipe y la novia elegida será María Manuela de Portugal. Ambos jóvenes tienen quince años y son primos por partida doble. La reina Catalina, madre de María Manuela, era hermana de Carlos I y su padre, el rey Juan III, era hermano de la madre de Felipe. Es por ello que Ludwig Pfandl dice que "éste matrimonio era un eslabón más en la larga cadena de matrimonios consanguíneos de la casa de Austria".

Hubo que pedir dispensa Papal para que pudieran contraer matrimonio y, concedida ésta, se celebró la boda por poderes en Portugal. La princesa entró en España por Badajoz continuando hacia Salamanca donde iba a celebrarse la misa de velaciones. 

Felipe, había oído decir que la princesa era " muy hermosa"pero, queriendo conocer todos los detalles, había solicitado al embajador de España en Portugal, Sarmiento de Mendoza, una descripción de su prometida, y esto es lo que deja escrito el embajador: "la señora Infanta es tan alta y más que su madre; más gorda que flaca y no de manera que no le esté muy bien; cuando era más muchacha era más gorda; en palacio ninguna dama está mejor que ella". María Manuela era de mediana estatura, tenía unos bonitos ojos, una boca pequeña, la tez blanca y el cabello rubio y estaba entradita en carnes. 

María Manuela de Portugal.-Anónimo

Era ya el mes de noviembre de 1543 cuando, en la catedral de Salamanca, se celebra el matrimonio. Según nos cuenta Junceda Avelló, en la noche de bodas y cumpliendo con la tradición, los altos dignatarios habían permanecido con los recién casados durante el tiempo que dictaban las normas, pasado el cual, se retiraron y dejaron solos a los recién casados pero, apenas dieron las tres de la madrugada D. Juan de Zúñiga, antiguo preceptor de D. Felipe se presentó en el dormitorio y separó a los nuevos esposos para que pasasen cada uno a descansar en su lecho. Cumplía las órdenes del Rey.

D. Carlos, temeroso de que a su hijo le sucediese lo mismo que le había sucedido a su tío D. Juan, el primogénito de los Reyes Católicos, de quien se decía que había muerto por sus excesos en el tálamo, escribió a Felipe una carta de recomendaciones sobre este particular. En ella, entre otras cosas decía:"puesto que vos sois de poca y tierna edad….conviene que no os esforcéis como hizo el Príncipe D. Juan…. os aconsejo que no bien halláis consumado el matrimonio, que os apartéis al menor impedimento, y que dejéis de visitar a vuestra esposa desde ese momento, y que cuando volváis a ella que sea por breve tiempo". En el deseo de evitar los abusos conyugales, el emperador recomienda a D. Juan de Zúñiga que duerma en la misma habitación que el príncipe a fin de evitar el exceso de visitas a la cámara de su esposa. Así pues, la luna de miel de los príncipes estuvo altamente vigilada. 

No era ésta la única vigilancia a la que se vio sometida la nueva princesa de Asturias, también su madre, Dª Catalina, vigilaba a su hija. A través de la camarera mayor, Dª Margarita de Mendoza, recibía informes de los posibles excesos en el yantar de María Manuela. Preocupaba a la reina de Portugal el buen apetito de su hija y que el exceso de gordura mermara su capacidad para procrear, misión principal de toda princesa.

Había también otras cosas que preocupaban a Dª Catalina - que no olvidaba la historia de su madre, Juana "La Loca"- y, por ello entrega a su hija antes de su partida una serie de recomendaciones escritas de su puño y letra. Entre otras cosas le decía: "mucho os pido que no se os ocurran celos, porque no servirán sino para dar descontento al Príncipe, vuestro marido, y a vos….pon todos tus sentidos en el propósito de no dar nunca a tu marido una impresión de celos, porque ello significaría el final de vuestra paz y contento". 

Felipe II.-Tiziano

En diciembre de ese mismo año le aparecen a D. Felipe unas erupciones en los muslos, probablemente sarna - según el propio Zúñiga - pero los cónyuges son separados de inmediato y no se les permite volver a reunirse hasta cinco semanas después.

María Manuela no había reglado todavía cuando contrajo matrimonio y los médicos de la corte a fin de acelerar el proceso la someten a varias sangrías. Advertida de la situación por Dª Margarita de Mendoza,  la reina Catalina se apresuró a escribir a la corte española para intentar frenar las sangrías :"a este fin no se debe hacer nada porque el Príncipe es muy mozo…porque estas medicinas más dañan que aprovechan".

La menstruación de María Manuela, altamente celebrada, se produjo en el verano de 1544 y, para satisfacción de todos, la princesa queda embarazada en septiembre. Carlos I, desde Gante donde se encontraba, envía a su hijo sus felicitaciones. También Dª Catalina se encuentra feliz. 

Durante la gestación no se produjeron complicaciones. Los príncipes se encontraban en Valladolid y fue allí donde, el 8 de julio de 1845 y durante la noche, se produjo el alumbramiento. Fue, para alegría de todos, un varón y se le impuso el nombre de Carlos. Este príncipe sería, pasados los años, una autentica amargura para su padre. 


Carlos de Austria y Portugal.-Sanchez Coello. Museo del Prado

El parto se desarrolló con muchas dificultades, aunque María Manuela lo soportó estoicamente. Los dolores duraron varios días y dado que venía " mal colocado" dos comadronas tuvieron que manipular durante horas para lograr extraerlo. El propio D. Felipe en carta escrita a su padre explica que el parto había durado dos días pero que la princesa ".. ha quedado muy buena".

El optimismo de Felipe se vio frustrado al día siguiente del parto. María Manuela tuvo algo de fiebre. Dos días después la fiebre había aumentado la princesa tenía escalofríos y deliraba y la hemorragia había disminuido. Su médico personal, un portugués del que se desconoce el nombre, recomendó baños de agua salada para disminuir la fiebre y que se la mantuviera abrigada para que sudara. Los médicos españoles recomendaron la sangría. Los galenos discuten y finalmente se la sangra. El médico portugués abandona la corte. 

María Manuela fallece el 12 de julio. Todavía no había cumplido los 18 años. Las causa que se adujeron para explicar su muerte fueron disparatadas. Para algunos la culpa la tuvo la propia princesa que se había comido un limón o un melón - no está muy claro- estando recién parida.

Hoy, se considera que la causa del fallecimiento fue una sepsis puerperal. Se dieron muchas circunstancias que favorecieron este desenlace, María Manuela era una primípara, tenía menos de veinte años y tuvo un parto prolongado durante el cual se la estuvo manipulando vaginalmente por unas comadronas no demasiado expertas. A todo ello se unió la falta de asepsia de aquella época. 

María Manuela está enterrada en el Panteón de Infantes del Monasterio del Escorial

Sancho I de León " el Craso"

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Sancho nació en 935, hijo del Rey de León Ramiro II y de su segunda esposa Urraca de Navarra y por lo tanto nieto de Toda de Pamplona, por parte de su madre, siendo esta reina una gran influencia en su vida. Debió ser un niño mofletudo y hermoso porque , a decir de algunos cronistas, se convirtió en el favorito de su padre. Dicen que el rey Ramiro se esforzó en darle una buena educación, a pesar de que al no ser el primogénito no era a él a quien en principio correspondía heredar el Reino.

Corría el año 951 cuando moriría Ramiro, siendo sucedido en el trono por su hijo Orduño III. No estaba contento Sancho con la pérdida de lo que consideraba su Reino, y se enfrentó a su hermano, hasta que cuatro años después Orduño moriría dejándolo como dueño y señor de León a cuyo trono accedió con el nombre de Sancho I. Pero, no estaba exento Sancho de enemigos entre la nobleza siendo de todos ellos el conde Fernán González el más peligroso.

Sancho además de ganar enemigos también ganaba kilos, y muchos, tantos que sus contemporáneos empezaron a llamarle el Craso. Era tal la cantidad de grasa que acumulaba en su cuerpo que llego el día en que no podía ni siquiera vestir una armadura, ni manejar las armas ni subir a un caballo, pues no había cabalgadura que soportase el peso del rey, y por lo tanto resultaba imposible que se pusiera al frente de sus hombres para dirigir una batalla. No reunía por tanto las características que debían adornar a cualquier rey de la época y los nobles a cuyo frente estaba Fernán González tardaron apenas dos años en expulsarle, colocando a Orduño IV, apodado el Malo, en el trono. 

Miniatura representando a Sancho I de León

Sancho corrió a refugiarse en Navarra, donde su abuela Toda que no estaba dispuesta a consentir que su nieto perdiera el trono de sus padres y que, además, era una mujer inteligente y emprendedora, comprendió de inmediato que lo primero que necesitaba Sancho era una nueva imagen, perder muchos kilos y ganar de ese modo la estima de los soldados. Pero, también comprendió Toda que esa labor no podía realizarla sola. Necesitaba un médico que ayudara al nieto enfermo y necesitaba que fuera uno de los mejores médicos de allí donde la ciencia había avanzado a pasos agigantados, así que, tragándose su orgullo se decidió a pedir ayuda a su gran enemigo, Abderramán III. El califa de Córdoba respondió favorablemente y envió a Navarra a uno de sus médicos. 

Hasday Ibn Shaprut, visitó al paciente, hizo su diagnóstico y dijo que el enfermo tenía curación, pero que para poder realizar el tratamiento Sancho debería viajar hasta Córdoba. Lógicamente el tratamiento tenía un precio y la reina Toda después de muchas discusiones ofertas y contraofertas, acordó ceder, siempre que la curación se produjera, diez fortalezas al Califa y desplazarse a Córdoba con su nieto para seguir el tratamiento, recibiendo también, cuando éste finalizara, ayuda militar para volver a ganar su Reino. 

Ya se había casado Sancho con Teresa Antúnez, así que real paciente, su esposa y la reina Toda se pusieron en camino. No era fácil el traslado, Sancho no cabía en un carro, así que en un principio se le trasladó en una torreta de asalto, pero cuando ésta cayó en un río y se rompió no sabían cómo continuar el viaje. Fue a Hasday a quien se le ocurrió colocar una tienda de lona especial tirada por cuatro mulas y sobre la que iría colocado Sancho, y así continuaron un viaje de 800 kilómetros, que se estaba convirtiendo en un autentico calvario. 

Toda de Navarra

Por fin llegaron a Córdoba y fueron alojados con todos los honores en la Medina Azahara. Allí comenzó el segundo calvario del enfermo, fue sometido a una dieta muy dura, durante más de cuarenta días tan sólo podía tomar líquidos, unas hierbas preparadas por su médico, y purgantes. Como era de esperar durante estos cuarenta días, en los que estaba vigilado día y noche para evitarle tentaciones, las diarreas eran constantes así como los vómitos. Finalizado este periodo se le fueron dando pequeñas porciones de comida, preferiblemente fruta a la que se aficionó y que finalmente serían su perdición. Al final se consiguió el objetivo, la grasa fue desapareciendo y perdió casi la mitad de su peso. Mientras su nieto sufría el tratamiento la reina Toda iba perfilando junto al Califa el plan para recuperar el reino.

En el año 960 Sancho con ayuda de las tropas cedidas por Abderramán y con Ibon Tumlus al mando de las mismas y con las del Reino de Navarra de su abuela, recuperó Zamora y volvió a lucir en su cabeza la corona como Rey de León. Tocaba ahora a Sancho cumplir con lo pactado y entregar al Califa las fortalezas prometidas pero, se dio la circunstancia de que Abderramán murió en 961 y el Rey leones pensó que podría muy bien librarse de cumplir con lo prometido. Pero el sucesor de Abderramán no estaba por la labor de consentir el agravió y mando a sus tropas para obligar al de León a cumplir su palabra. Sancho fue derrotado y se vio obligado a solicitar a los musulmanes una tregua. 

Abderramán III

Esta derrota le costó un nuevo enfrentamiento con los nobles y en esta ocasión, la rebelión de la nobleza tuvo consecuencias muy graves para su persona. Sancho moría en 966 victima de envenenamiento al comer una manzana. Según el cronista Sampiro fue el conde Gonzalo Menéndez quien le dio la manzana envenenada, aunque no todos los historiadores se muestran de acuerdo en la autoría del asesinato.

Alfonso XI

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Alfonso XI

Nació en 1311 y apenas había cumplido un año cuando murió su padre y poco después lo hizo su madre, así que desde la más tierna infancia se vió privado del cariño de sus padres y fue rey antes incluso de saber pronunciar esta palabra. María de Molina, abuela de Alfonso, se encargaría de su cuidado. Es probable que a pesar de su corta edad, las luchas encarnizadas que protagonizaron sus parientes para ostentar la regencia hasta su mayoría de edad y la sabiduría de su abuela para conseguir calmar esas turbulencias, influyeran en la formación de su carácter porque ejerció su reinado con gran inteligencia y energía.

En 1325 fue declarado mayor de edad por las Cortes de Valladolid y de inmediato, y a pesar de su juventud, se propuso "ejercer" como Rey. Nuevos vientos iban a soplar sobre Castilla y los enemigos del joven monarca debían tenerlo claro. D. Alfonso tratando de demostrar su independencia y la supremacía del poder real sobre la nobleza, se rodeó de gente nueva. Una de sus primeras medidas fue mandar ejecutar a uno de sus tutores, Juan “el tuerto” y despojar a su tío, el infante Felipe de todos sus títulos y cargos. Después nombró a D. Alvar Núñez de Osorio y a Garcilaso de la Vega como sus privados, otorgándoles títulos y cargos. Envanecido por tanto privilegio y esperando contar con algunos más, Alvar Nuñez cometió varios errores que finalmente le costaron la vida. A D. Alfonso, que lo mando ejecutar, no le temblaba el pulso. De ese modo ponía freno a los abusos

Alfonso onceno tenía dos objetivos primordiales desde el comienzo de su reinado. El primero de ellos era pacificar el Reino y sujetar a la nobleza. Para lograrlo consideró necesario reorganizar y transformar el gobierno de las grandes ciudades. Con este fin,  nombraría corregidores que intervendrían en los ayuntamientos y cuyo nombramiento competía exclusivamente al Rey. El otro objetivo era la cuestión del Estrecho. A este empeño bélico dedicaría gran parte de su vida y de su energía 

Batalla del Salado. Obra del siglo XVII ( Monasterio de Guadalupe)

En 1328 y dado que interesaba políticamente la alianza con Portugal, D. Alfonso contrae matrimonio con María, hija del Rey del país vecino. Parece ser que María de Portugal no era muy agraciada y tampoco poseía encanto personal y desde luego no gustaba al monarca castellano la esposa elegida pero, el interés del Reino estaba por encima de cualquier pasión o sentimentalismo y los matrimonios de conveniencia formaban parte de las obligaciones de la realeza. 

Alfonso onceno, que según las crónicas era sobrio, elegante y buen caballero tenía ya una amante, Leonor de Guzmán, una dama principal emparentada con las grandes familias de la nobleza y que sería el único y verdadero amor del monarca. Era una mujer guapa, la más guapa del Reino según los cronistas, inteligente, culta y - puesto que ya era viuda – también experimentada. Era además una mujer muy fértil y dio al monarca nada menos que diez hijos que se criaban y crecían magníficamente. 

La pasión de Alfonso por Leonor era de tal intensidad que hizo de ella una especie segunda esposa, como si de un musulmán se tratará, relegando a la primera y legítima al ostracismo total.

Dª María, mientras tanto tenía dificultades para quedar encinta y hasta 1334 no nació el legítimo heredero de D. Alfonso, el príncipe Pedro. Tampoco el monarca se mostró muy interesado en aquel niño, tenía muy claro que era su heredero pero no despertaba en él ningún instinto paternal. Todo lo contrario ocurría con sus hijos bastardos a los que además de proporcionar cargos, los distinguía con prebendas y títulos. Uno de estos títulos, el de conde de Trástamara, otorgado a su hijo Enrique, daría inicio a un nuevo linaje real. 


Alfonso XI. Miniatura mediaval

A D. Alfonso le gustaban mucho los torneos y las justas y los promocionaba allá donde se encontrara, tal vez, porque considerara que este tipo de ejercicios fortalecía el cuerpo y la valentía de los combatientes y el Rey era un aguerrido guerrero que siempre  se situaba al frente de sus tropas. Eran tiempos turbulentos con problemas de muy diversa índole. Para solucionar algunos promulgaba leyes, para solucionar otros iba al campo de batalla. Su mayor victoria bélica había sido la batalla del Salado. Su mayor victoria legislativa el ordenamiento de Alcalá de Henares.

En 1348, la peste bubónica asoló Europa. Parece ser que se había iniciado en Asia y desde allí, a través de las rutas comerciales, se había extendido al resto de continentes. La muerte negra viajó en un barco genovés y desembarcó en el puerto de Mallorca, luego los marineros la extendieron a otros puertos del Mediterráneo. Se cree que se extendió hacia Castilla a través del camino de Santiago. Sea como fuere lo cierto es que hizo presa en todos los estamentos sociales, campesinos, comerciantes, nobles, príncipes y reyes. La mortalidad fue inmensa, la población de Europa quedó reducida a la mitad. 

Alfonso se encontraba batallando en el sitio de Gibraltar, hacía ya diez años de su victoria en la batalla del Salado. Cuando se declaró la peste, Juan Alfonso de Albuquerque, Juan de Villena y otros nobles que lo acompañaban insistieron al rey para que abandonara el sitio de Gibraltar pero, Alfonso XI se negó. Según dicen las crónicas el Rey contestó a sus fieles "seria una vergüenza abandonar a mis tropas por miedo a la muerte". 

Ilustración de la peste. Biblioteca Real de Belgica

Alfonso enfermó, la peste hizo presa en él y murió a los pocos días de iniciada la fiebre. La noticia de la muerte del Rey castellano corrió como un reguero de pólvora por el campo de batalla. Cuenta la leyenda que su enemigo Yusuf Abul Hagig exclamó al enterarse "¡ El mundo ha perdido uno de sus mejores príncipes ¡ Era un soberano que reconocía el mérito lo mismo en sus amigos que en sus enemigos". Por ello, por respeto al Rey Alfonso, no hubo ningún ataque por parte de los soldados musulmanes en los días que siguieron a su muerte. También cuenta la leyenda que cuando los cristianos se dispusieron a trasladar el cuerpo de D. Alfonso a Sevilla, los soldados moros salieron de la ciudad y mudos y en formación contemplaron el cortejo fúnebre, rindiendo así un postrero homenaje a aquel que,  aún siendo su enemigo, respetaban como guerrero.

En Sevilla lo esperaban María de Portugal, su esposa, y el infante Pedro, su hijo legítimo. Se cree que Leonor, su fiel amante, acompañaba al cortejo, pero que se refugió en Medina Sidonia por temor a la Reina viuda.  A su llegada a Sevilla, su cuerpo fue depositado en la Capilla Real de la Catedral y, en 1371 y cumpliendo su voluntad ya que era su deseo ser enterrado junto a su padre, se trasladaron sus restos a Córdoba. Los cuerpos de ambos descansan en la Colegiata de San Hipólito. 

Alfonso onceno pasó a la Historia con el sobrenombre del "Justiciero". A su muerte su amada Leonor sería asesinada y las luchas fraticídas tiñeron de sangre a su descendencia

Jorge de Grecia y Dinamarca

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El dia 2 de julio de 1869 la reina Olga Romanova, esposa del rey Jorge I de Grecia, daba a luz en Corfú al segundo de sus hijos, un niño que recibió el nombre de Jorge pero al que todos conocerían como Gorgi.

 Al igual que el resto de sus hermanos fue educado de forma bastante estricta. La jornada se iniciaba con un baño de agua fría y a las siete de la mañana, tras el desayuno, ya estaban todos sentados estudiando con sus preceptores. Su primera lengua sería el inglés y en ella hablaría con sus padres y hermanos pero, los estudios, tanto él como sus hermanos, los realizarían en griego moderno y aprenderían además alemán y danés. Gorgi, según sus preceptores no era un buen estudiante, no prestaba atención y no parecía tener predilección por ninguna asignatura. Era un niño retraído, tímido y sumamente sensible.

Cuando Jorge tiene catorce años sus padres deciden que, dado su carácter y sus dificultades con los estudios, lo mejor es enviarlo a Dinamarca y alistarlo en la Marina Real danesa. El padre de Gorgi, el rey Jorge I, acompañaría a su hijo y lo dejaría al cuidado de su hermano Valdemar que contaba entonces 25 años de edad y que ya ocupaba un alto cargo en la Marina. Gorgi se instala en la residencia de su tío, el palacio de Bernstorff, a pocos kilómetros de Copenhague. Al poco tiempo entre tío y sobrino nacería un amor tan profundo que perduraría toda su vida. 

Valdemar de Dinamarca

Valdemar contrae matrimonio dos años después, en 1885 pero no por ello cesa el romance entre los dos hombres. El príncipe Jorge, que había mejorado notablemente en su aprendizaje, no dejará el palacio de Bernstorff hasta 1891, fecha en que se le solicitará que acompañe a su primo el zarevich Nicolás de Rusia a un viaje por el extremo oriente. 

En 1896 se celebran los I Juegos Olímpicos en Grecia y tanto Jorge como sus hermanos contribuirán a su éxito. Dada su vinculación con la Marina, Jorge será el presidente del subcomité para los deportes náuticos.

 Dos años después y, tras la Guerra de los Treinta Días, el príncipe Jorge es nombrado Alto Comisionado de la isla de Creta. Allí se establece, emprendiendo su cometido con autentica ilusión pero, sus enfrentamientos con Venizelos – que acabaría siendo Primer Ministro de Grecia- le llevarán a presentar su dimisión en 1906. Desilusionado por lo que considera un fracaso, el príncipe se establecerá en París, sin tener ninguna ocupación específica. Es entonces cuando se compromete con Marie Bonaparte. Ella era una mujer conveniente a su estatus y Jorge cuenta ya treinta y siete años.

La boda tendrá lugar en 1907, primero se realizaría una ceremonia civil en París y la religiosa se celebraría después en Atenas. Marie es una rica heredera, nieta del fundador del casino de Montecarlo y descendiente de Napoleón I pero, es también una mujer de fuerte personalidad, estudiosa, inquieta y muy adelantada a su tiempo.. Según contaría la propia Marie, las relaciones intimas fueron frustrantes, tanto, que Gorgi se apresuró a contarle a su joven esposa su homosexualidad y también su deseo de que ambos cumplieran con lo que de ellos se esperaba: que engendraran algún hijo. Tuvieron dos: Pedro y Eugenia.


Marie Bonaparte

La familia dividía su tiempo entre París, Atenas y Bernstorff, lugar en el que Gorgi se reencontraba con su autentico amor, ya que a pesar de que Valdemar también estaba casado, la pasión entre los dos hombres continuaba. El suyo fue un amor que solo finalizó con la muerte de Valdemar. Marie, mientras tanto, tenía sus amantes y se dedicaba con empeño a estudiar las causas de la frigidez que sufría. Grecia atravesaba por unos años sumamente difíciles. En 1917, el rey Constantino I, hermano de Jorge, deja Atenas y parte para el exilio. Algunos de sus familiares también deben exiliarse, todos ellos encuentran refugio en la casa de Marie y Jorge. El exilio durará dieciséis años, hasta 1936 la familia real no pisará suelo griego. 

Mientras tanto Marie, que ya había conocido a Freud se encuentra inmersa en el estudio del psicoanálisis. La relación del matrimonio, basada en una profunda amistad, era extraordinaria y ambos se toleraban y comprendían.

Tres años después, en 1939, Gorgi pierde al amor de su vida, Valdemar muere dejándolo sumido en una gran depresión. La pareja decide continuar en París. Marie, que ya había ayudado a Freud a salir de Austria sigue trabajando para sacar a más familias judías de la persecución de los nazis. Pocos días después de estallar la Segunda Guerra Mundial, fallece Freud en Londres. 

Jorge y Marie deciden continuar en París y desde allí colaboran con organismos como la Cruz Roja. Cuando los nazis invaden Francia huyen a Grecia. De allí partirán para el exilio, primero a Egipto, después a Sudáfrica. 

En este difícil entorno la salud de Jorge se deteriora, en 1942 sufre una hemorragia retiniana . En 1944 empieza a encontrarse mal, sufre una importante pérdida de peso y afonía. Es diagnosticado de laringitis pero, al llegar a Londres el diagnóstico cambia. Se trata de un carcinoma de laringe del que es intervenido. Un año después se instalan en París. 



Inician a partir de ese momento una serie de viajes por Estados Unidos y Canadá. En Europa, Jorge, representa en algunos actos oficiales a su sobrino, el rey Pablo de Grecia. La familia real griega los tiene en gran estima. Cuando Federica , la reina griega, organiza en 1954 un crucero a bordo del Agamenón para los hijos de las familias reales, Gorgi y Marie también son invitados. 

Jorge cuenta ya 88 años cuando a mediados de 1956 debe ser intervenido de urgencia de una hernia estrangulada. La operación acaba bien pero, a pesar de los cuidados que los médicos y su esposa le prodigan, el fin se acerca. En octubre sufre una hematuria que es el primer síntoma de la insuficiencia renal que le llevaría a la muerte. 

Jorge murió el 25 de noviembre de 1957 en Saint-Cloud. Siguiendo sus deseos sus restos fueron trasladados a Grecia y se le dio sepultura en el cementerio real de Tatoi. Su viuda Marie colocó en las manos de su esposo un a fotografía de Valdemar. Y se despidió de su marido con un beso en la frente, ya que, para Jorge, los labios – como ella misma contaría más tarde –sólo le pertenecían a Valdemar, el amor de su vida.

Marie Bonaparte. Princesa de Grecia

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Marie nació en Saint-Cloud el 2 de julio de 1882. Era hija de Roland Bonaparte, descendiente de Napoleón I y de Marie Félix Blanc, hija del fundador del casino de Montecarlo y dueño de una inmensa fortuna. Su madre murió un mes después de su nacimiento. Fue, por tanto, criada en St Cloud, a pocos kilómetros de París, primero por una nodriza y después por una institutriz y bajo la vigilancia de su abuela paterna. Le gustaba estudiar y sobre todo le gustaba saber pero vivía aislada bajo la atenta mirada de su abuela con la que no tenía demasiada empatía. Veía poco a su padre, que pasaba la mayor parte de su tiempo en la Sociedad Geográfica, y que se negaba a que Marie ampliara sus estudios, argumentando que su destino era el matrimonio.

 Fiel a su idea, le procuró un matrimonio de conveniencia que consideró colmaba las ambiciones de cualquier padre. El elegido era el príncipe Jorge de Grecia, el segundo de los hijos del rey Jorge I. Era un hombre alto, guapo y trece años mayor que Marie. No le importaba el dinero de su prometida y firmó un documento antes del matrimonio renunciando a utilizar ni un solo céntimo de la fortuna de su esposa. Este hecho acabó de convencer al padre de Marie de que había encontrado en Jorge el esposo perfecto para su hija. Parece ser que ella se sintió muy atraída por su prometido y aunque no le apetecía dejar París y trasladar su residencia a Atenas, se caso con él en 1907, convirtiéndose a partir de ese momento en princesa de Grecia y Dinamarca.




Pronto se dio cuenta Marie de que su marido no compartía sus inquietudes intelectuales y también de lo distante y frío que se mostraba en las relaciones íntimas. No tardó en comprender la razón de su frialdad, Jorge era homosexual y de quien estaba realmente enamorado era de su tío Valdemar. A pesar de ello, tuvieron dos hijos en los primeros tres años de su matrimonio.

Aunque sus intereses eran tan distintos, la pareja logró una relación sólida, de profunda amistad, en la que el adulterio estaba presente por las dos partes y era bien tolerado por ambos. Marie buscó la felicidad en otros hombres, algunos de ellos muy conocidos como Aristide Briand, Primer Ministro francés, el cirujano Halban o el psiquiatra Löwenstein pero, con ninguno de ellos logró alcanzar unas relaciones sexuales que le fueran satisfactorias. La "volupté", como ella llamaba al orgasmo, le era negada. 

Marie, empezó a obsesionarse por la frigidez que sufría y a estudiar anatomía, fisiología y también a interesarse por el psicoanálisis con el fin de lograr una solución a su problema. Sus estudios la llevaron a formular una serie de teorías que se dispuso a confirmar y para ello entrevistó a 243 mujeres sobre sus relaciones sexuales, sobre su satisfacción en las mismas, y también sobre la anatomía de sus genitales. En abril de 1924 publica el estudio realizado en la revista Bruxelles Médical, y lo firma con el nombre de A.E. Narjani, el título del trabajo era: "Considérations sur les causes anatomiques de la frigidité chez la femme".

El psiquiatra Löwenstein, uno de sus amantes, le habla de Sigmund Freud y Marie decide ir a Viena y someterse a tratamiento. Su esposo intenta hacerla desistir de su empeño pero, a los 44 años, Marie considera que se debe a si misma el intentar luchar por obtener los goces que todavía no ha sentido. Marie conoce a Freud en 1925, y a pesar de que el psicoanalista había sido ya diagnosticado de cáncer y padecía grandes dolores, se iniciaría entre ellos una estrecha relación. Sigmund Freud se convertiría en su confesor, su maestro, su consejero y su amigo. También Marie se convertiría en un gran apoyo para Freud. Fueron los contactos y el dinero de Marie los que moverían los hilos para lograr que Freud y su familia pudieran huir de Viena cuando los nazis persiguieron a los judíos austriacos. También ayudó a otras doscientas familias judías a ponerse a salvo del terror que se cernía sobre sus vidas.




Marie estaba tan impresionada por el psicoanálisis que decidió convertirse en psicoanalista. Este trabajo, que ejercería hasta su muerte, no fue su única dedicación. Tradujo al francés la obra de Freud, fue fundadora, junto a otros miembros, de la "Sociedad Psicoanálitica de París" y de la "Revista Francesa del Psicoanálisis" y además continuó escribiendo y estudiando.

De sus obras, tal vez, la más emblemática sea la que escribió sobre Edgard Allan Poe. Marie se sentía emocionalmente muy cercana a Poe, posiblemente porque ambos habían sufrido la ausencia de la madre. Los estudios realizados por Marie sobre la obra de E. A. Poe ofrecen observaciones muy interesantes sobre la psicología del escritor.

Los príncipes Jorge y Marie celebran sus bodas de oro en 1957, rodeados de su familia y de sus amigos. Tan sólo cuatro días después Jorge fallece. Para Marie su pérdida es muy dolorosa. Su marido había sido un amigo fiel y comprensivo junto al que había pasado cincuenta años de su vida, su unión, basada en el respeto y la tolerancia, había constituido el pilar más fuerte de su vida. 



Marie fue una mujer excepcional, vivió en una época en la que las mujeres estaban relegadas a servir de acompañamiento al hombre y a la maternidad. Y en este marco social ella reclamó su derecho al placer y a la felicidad.

En su vejez confesó que el psicoanálisis le había procurado la posibilidad de trabajar, mucha paz mental y una gran resignación, pero que su vida estaba marcada por el fracaso y el deseo de esa volupté que nunca consiguió sentir.

Marie enfermaría de leucemia cinco años después de la muerte del príncipe Jorge. Fallecía en Saint-Tropez, el 21 de septiembre de 1962. Fue incinerada y sus cenizas depositadas en Grecia junto a su esposo.

Felipe I de Castilla

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Felipe de Habsburgo. Maestro de Affligem

Nació en Brujas el 22 de junio de 1478  y era hijo del archiduque de Austria Maximiliano y de María de Borgoña, heredera de todos los territorios del ducado. Su nacimiento fue muy celebrado en todos los pueblos de Flandes. Su madre murió cuando el sólo contaba cuatro años y en su testamento, aunque Felipe era su heredero, dejaba la custodia de sus territorios a su esposo Maximiliano. 

Este testamento supuso una serie de revueltas en el ducado porque la nobleza consideraba que la regencia de Maximiliano vulneraba sus derechos. Felipe no tuvo más remedio que madurar pronto ya que tenía apenas 15 años cuando murió su abuelo paterno y su padre, Maximiliano, se vio obligado a partir hacia Innsbruck para ser coronado como emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.

La política emprendida por Felipe para el gobierno de sus territorios era muy diferente a la ejercida por su padre. Felipe, estaba dispuesto a mantener las particularidades de cada uno de los territorios que conformaban su Estado y además realizaría reformas administrativas que le producirían duros enfrentamientos con su padre pero, en sus tierras se le quería y se le consideraba un buen administrador.

Interesaba a los Reyes Católicos y a los Habsburgo, una alianza matrimonial que evitara la hegemonía de Francia y sus pretensiones, por lo que se inician las negociaciones para concertar el matrimonio de su hijo Juan y de su hija Juana con los hijos de Maximiliano I, Margarita y Felipe. Francia no veía con buenos ojos esta alianza y por ello intentó convencer a Felipe para que anulara el compromiso.

Juana de Castilla. Juan de Flandes

Juana llegaría a Lier en septiembre de 1496 tras un dificultoso viaje pero, su prometido no se encontraba allí para darle la bienvenida. Felipe había partido hacia Innsbruck para realizar una visita a su padre, aunque algunos historiadores opinan que en realidad Felipe estaba empezando a cambiar de opinión respecto a la conveniencia de su matrimonio con Juana. Hasta el 20 de octubre estuvo esperando Juana a su prometido. Según señalan todas las crónicas ambos se sintieron profundamente atraídos, hasta el punto que Felipe solicito que se adelantara la ceremonia de la boda pues estaba ansioso por consumar el matrimonio. Así que ese mismo día se celebraron los esponsales en la Iglesia de San Gumaro.

Este arrebato pasional duraría poco, las desavenencias llegarían enseguida. Juana y su séquito, tan acostumbrados a la austeridad de la Corte española, no llegaban a entender la disipada Corte borgoña y además, los acompañantes de Juana se sentían tratados con desdén por los nobles de los Países Bajos sin que Felipe hiciera nada por remediarlo. Probablemente ésta situación era debida, en parte, a que la nobleza borgoña hubiera preferido una alianza con Francia y no con los Reyes Católicos. 

La muerte del Príncipe Juan, heredero de los Reyes Católicos, ocurrida en octubre de 1498, hace albergar a Felipe - según el embajador Gómez de Fuensalida - la idea de reclamar las Coronas de Castilla y Aragón, contando para este propósito con la ayuda del Rey de Francia, con quien Felipe tenía muy buenas relaciones. Los Reyes Católicos, alertados por Fuensalida, se apresuraron a llamar a su hija primogénita, Isabel, casada con el Rey de Portugal para que fueran jurados por las Cortes como herederos, desbaratando de ese modo los planes del borgoñón.

Ese mismo año nació la primera hija de Felipe y Juana pero, las desavenencias de la pareja eran cada vez mayores. La Infanta española consideraba que la amistad de Felipe con el Rey de Francia, Luis XII, era una deslealtad para con sus padres y además las amantes continuas de Felipe le producían unos celos obsesivos. En el año 1500 nace el ansiado varón de la pareja, un hermoso niño al que se impondrá el nombre de Carlos. Y es también en 1500 cuando se produce el fallecimiento del pequeño príncipe Miguel, hijo de la Infanta Isabel y por lo tanto legítimo heredero de los Reyes Católicos.

Felipe y Juana. Maestro de Affligem. Museo de Bellas Artes. Bélgica

Llegados a este punto y a pesar de no gustarles nada su yerno, los Reyes Católicos no tienen más remedio que solicitar la presencia de Felipe y Juana para que fueran declarados por las Cortes herederos de Castilla y Aragón. Se hizo rogar Felipe y no es hasta 1501 que emprende el viaje, haciéndolo por Francia y siendo recibidos allí por el Rey francés Luis XII. Por cierto que fue el Rey de Francia quien al verlo exclamó "he aquí un hermoso príncipe" lo que dio origen al sobrenombre de "el Hermoso" para Felipe. 

Llegados a Castilla, en 1502, son jurados como Príncipes de Asturias y una vez conseguido esto, Felipe anuncia su intención de volver a sus tierras y a pesar de los ruegos de Isabel la Católica para que permaneciera más tiempo en el que un día sería su Reino, emprende el regreso, eso si, dejando en Castilla a su esposa Juana que se encontraba en su cuarto embarazo. Juana quedó destrozada. 

En 1504 muere Isabel la Católica y Felipe decide volver. Fernando se había apresurado a proclamar a Juana como Reina de Castilla y a asumir él mismo el gobierno del Reino, dando cumplimiento así al testamento de Isabel. No estaba el borgoñés de acuerdo con esta decisión. Se había firmado ya en 1505 la Concordia de Salamanca, según la cual, Fernando el Católico, Felipe, como esposo de la Reina Juana y la propia DªJuana asumían conjuntamente el gobierno. Pero cuando “el Hermoso” llega a la península consigue, a base de regalos y promesas de prebendas, que la nobleza se oponga al gobierno de Fernando el Católico argumentando la amenaza que supondría que los intereses de Castilla cayeran en manos de un rey aragonés. Cuando el Cardenal Cisneros y el Duque de Medina- Sidonia muestran su apoyo a Felipe, Fernando se retira a Aragón, y Felipe es proclamado por las Cortes de Valladolid, en 1506, Rey de Castilla con el nombre de Felipe I. 

Felipe I . Juan de Flandes

Dos meses después y encontrándose en Burgos en el palacio de los Condestables, conocido hoy como la Casa del Cordón, se siente enfermo. Sus cortesanos lo atribuyen al agua fría que había bebido tras jugar un partido de pelota. El Dr. Marliano, que era su médico personal, decide llamar al Dr. Parra, que era profesor en la Universidad de Salamanca. A las cartas que éste médico envió a Fernando el Católico debemos el conocer como se desarrolló la enfermedad día por día. Cuenta el Dr. Parra que Felipe se encontraba con fiebre pero lo suficientemente bien como para ocuparse de sus asuntos. Dos días después siente escalofríos y la fiebre se intensifica. Al día siguiente además del frío y la fiebre se le presentó dolor en el costado y esputos de sangre. Se llama entonces a dos físicos que deciden sangrárlo. Al día siguiente su estado empeoró, la úvula, la lengua y el paladar se habían hinchado, tanto que apenas podía hablar, sudó copiosamente durante más de seis horas sin que la fiebre cediera, su cuerpo se fue llenando, según refiere el Dr. Parra de "unas manchitas pequeñas, entre coloradas y negras y a las que nuestros doctores llaman blattas" cayendo, finalmente, en un sopor profundo. 

El fallecimiento de Felipe I, el primer rey de Castilla de la dinastía Habsburgo, se produjo el 25 de septiembre de 1506. Tenía 28 años. Por todas las ciudades de Castilla corrió el rumor de que el joven Rey había sido envenenado y todos los ojos se volvieron hacia quien parecía el más beneficiado con su muerte: Fernando el Católico. Hoy los historiadores consideran que la causa de su muerte fue probablemente la peste, agravada por una septicemia. 

Su cuerpo fue embalsamado y su corazón enviado a Bruselas. Pero no sería enterrado, sino que emprendería el más demencial de los viajes. Rodeado de velas portadas por clérigos que entonaban el oficio de Difuntos y con su viuda Dª Juana tras el feretro, fue recorriendo, siempre con nocturnidad, los caminos de Castilla. Cuando Juana fue recluida en Tordesillas su cuerpo fue depositado en el convento de Santa Clara.

Mausoleo de Felipe y Juana. Capilla Real. Granada

En 1525 su hijo, Carlos V, ordenó el traslado de sus restos a la Capilla Real de Granada

Eduardo VII del Reino Unido

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Eduardo VII.- Luke Fildes. National Portrait Gallery. Londres



Fue el segundo de los hijos de la Reina Victoria I del Reino Unido y del Príncipe Alberto. Nació el 9 de noviembre de 1841 y se le bautizó con los nombres de Alberto Eduardo, aunque todo el mundo le llamaba Bertie. Su padre, el príncipe Alberto, tenía muy clara la educación que debían recibir sus hijos. Con el fin de facilitar la tarea a profesores y cuidadores escribió un memorando en el que se especificaban, horarios, materias, tiempo de estudio y tiempo de asueto. El sistema funcionó muy bien con su hija mayor, Victoria, pero no con su segundo hijo. Bertie no estaba interesado en los estudios y se distraía con facilidad. Intentaba no defraudar a su progenitor pero, nunca lograba tenerle contento.

A pesar de todo fue a la universidad de Edimburgo, después a Oxford y por último cursó estudios en el Trinity College de Cambridge. Lógicamente, también debía dársele una formación militar y con este fin estuvo sirviendo en el 16º Regimiento de Húsares. 

Con tan sólo diecinueve años realizó su primer viaje oficial como heredero del trono británico. Si bien Bertie no había destacado por sus dotes intelectuales, si lo haría por su capacidad de atracción y empatía. Tenía una personalidad arrolladora, era extremadamente simpático y sabía ganarse el cariño de la gente. El viaje por América del Norte fue todo un éxito.

Una de las cosas que más preocupaban a sus padres era la gran afición que Bertie demostraba por las mujeres, así que empezaron a buscar una princesa que le hiciera sentar la cabeza y encontraron que la más idónea parecía ser la princesa Alejandra de Dinamarca. Con la complicidad de su hija mayor, la princesa Victoria, que estaba casada con el heredero de Prusia y residía en Berlín, Bertie es enviado a Alemania con la excusa de asistir a unas maniobras militares. Allí le fue presentada la princesa Alejandra. Era el mes de septiembre de 1861 y parece ser que ambos jóvenes simpatizaron de inmediato.

Alejandra de Dinamarca

Bertie regresó a Londres y a sus mundanas costumbres. El escándalo provocado, mientras estaba en Irlanda, por los amoríos que mantenía con una actriz, sin ningún recato y comedimiento, llevaron a su padre a emprender viaje para cortar de raíz aquella situación. La reina Victoria estaba indignada y se oponía al viaje de su esposo, aunque finalmente accedió. Tras poner orden en la vida de su hijo, el príncipe Alberto regresó a Londres pero, la enfermedad ya había hecho presa en él y murió dos semanas después. La reina Victoria siempre culpó a su hijo de la muerte de su amado esposo. Nunca le perdonó y siempre le trató con un desdén manifiesto, excluyéndole de todos los asuntos de Estado. 

Poco después de la muerte de su padre, y en un íntimo deseo de la reina Victoria por apartarle de su vista, Bertie emprendió un viaje oficial por Oriente. A su regreso se formalizaría el compromiso con Alejandra. La ceremonia nupcial tendría lugar en la capilla de San Jorge en el castillo de Windsor el 10 de marzo de 1863.

Ni el matrimonio ni la mala relación con su madre hicieron cambiar el estilo de vida del príncipe de Gales. Condenado como estaba, por su madre, al ostracismo político, se dedico a la vida social. Bertie y su esposa establecieron su residencia en Marlborough House y allí, reunían a los representantes más importantes de la sociedad inglesa y mundial, (escritores, poetas, políticos, banqueros, jefes de estado, príncipes y arstócratas) mientras en Buckingham Palace, la reina Victoria, de riguroso luto, vivía recluida y de espaldas a la sociedad. Bertie era un hombre cosmopolita y, a pesar de su obesidad, pronto se convirtió en el referente de la elegancia masculina. Todo el mundo imitaba su estilo, su ropa y sus exquisitas maneras.

Las amantes se sucedían sin que Bertie hiciera demasiado por ocultarlas. La princesa Alejandra no parecía inmutarse, sabía lo que podía esperar de su esposo y lo respetaba. La mayoría de sus biógrafos coinciden en afirmar que su matrimonio fue feliz aunque la princesa Alejandra – Alix, para la familia- iba apartándose poco a poco de la vida mundana de su marido y centrándose más en actividades públicas, evitando de ese modo a su suegra, la Reina, el trabajo de asistir a inauguraciones o conciertos o visitas a hospitales. La alta sociedad londinense solía invitar a las amantes oficiales de Bertie a cualquier cena o fiesta a la que acudiera el príncipe. Primero fue Lille Langtry, después Agnes Keyser y por último Alice Keppel. Aunque éstas eran las amantes a las que permaneció más “fiel” no fueron las únicas, desde Sara Bernhardt a Lady Churchill pasaron más de cincuenta mujeres por sus brazos.

Alice Keppel

Eduardo creía y mucho en el valor de las relaciones directas con otros países y realizó numerosos viajes. Creía también firmemente en la grandeza de su país y por ello se dedicó a recorrer todos los territorios del Imperio. Consideraba que era uno de sus deberes como Príncipe de Gales. No obstante, todas sus visitas al extranjero fueron duramente criticadas por la reina Victoria, a pesar de los éxitos diplomáticos conseguidos por el príncipe. Ni siquiera el atentado que sufrió en Bélgica cuando le dispararon un tiro como protesta por la guerra de los Boeres, logró conmoverla. 

En 1901 fallece la reina Victoria. Bertie tiene ya sesenta años cuando accede al trono. Dos días antes de la Coronación, Eduardo sufre un cuadro de apendicitis aguda. Su médico personal Francis Laking solicita la intervención de Sir Frederick Teves y Joseph Lister siendo operado con éxito por ambos cirujanos.

En la coronación quedó claro, por el entusiasmo mostrado por el pueblo, que el Rey se había ganado el afecto de la gente. Sus principales intereses estuvieron centrados en los asuntos militares y sobre todo en la modernización de la flota inglesa. Pero, las labores diplomáticas seguían siendo la gran contribución de Eduardo VII a la política de su país. En la mayoría de los tronos de Europa se sentaban parientes suyos y mediante la cordialidad y la confraternización el Monarca consiguió estrechar las relaciones bilaterales con muchos países. No sentía simpatía por Alemania y conocía muy bien las ambiciones del Kaiser Guillermo II, su sobrino, así pues, contribuyó de forma decisiva a la firma de un pacto ( la Entente Cordiale) de no agresión entre Francia y Reino Unido.

Coronación de Eduardo VII

Le gustaba la buena mesa y era un fumador empedernido, unos 12 cigarros al día y gran cantidad de cigarrillos. Aparte de su enfisema no había tenido grandes problemas de salud. A finales de abril de 1910 enferma gravemente. A causa de la disnea, permanece en un sillón o sentado en la cama. Su terrier César no se separa de su lado. Le asisten el Dr Laking y también los doctores Broadbent y Reid que advierten de la gravedad a los familiares. La reina Alejandra se encontraba navegando hacia Corfú. Un telegrama de su hijo Jorge hace que regrese apresuradamente.

Eduardo VII murió el 6 de Mayo a consecuencia de un infarto cardiaco. Lo sufrió al mediodía y no murió hasta la noche. Pudo despedirse de toda su familia, incluso de Alicia Keppel, a quien Alejandra había hecho llamar con este fin, demostrando una generosidad y un amor ilimitados. 

Su funeral fue un acto multitudinario. Acompañando el cortejo fúnebre estaba su terrier César.


Margarita Teresa de Austria

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Infanta Margarita en azul. Diego Velazquez


El primer parto de Dª Mariana de Austria, esposa de Felipe IV se produjo el 12 de junio de 1651. Fue una niña y por lo tanto fue inevitable la decepción de todos los que esperaban al ansiado heredero varón. A la niña se le impuso el nombre de Margarita Teresa y a pesar de la decepción causada por el hecho de pertenecer al sexo femenino, se llegaron a entrevistar a treinta y dos mujeres para que fuera amamantada, encomendándose su crianza a once de ellas y no se la destetó hasta 1654, según nos cuenta Junceda.

Prácticamente desde su nacimiento se la prometió al emperador Leopoldo I de Austria, hermano de su madre y por lo tanto su tío carnal. Por ello y desde que tenía dos años Velásquez la retrata y los retratos son enviados a la corte austriaca para que el futuro esposo conociera la evolución de su prometida pero, tras la muerte en 1661 de su hermano Felipe Próspero, que era el heredero de la Corona, el matrimonio de Margarita se convierte en un asunto de capital importancia para el futuro de la Monarquía y por lo tanto los esponsales son demorados. El pobre estado de salud del recién nacido príncipe Carlos inquietaba a Felipe IV quien probablemente consideraría que debía ser Margarita la heredera del trono.

Estas demoras en la celebración de los esponsales no convenían a Leopoldo I. El emperador necesitaba un heredero y además si moría el príncipe Carlos – como todo el mundo creía- la Infanta Margarita era una de las candidatas a heredar la Monarquía española. Por lo tanto, Margarita era un preciosa pieza que deseaba obtener a toda costa. Para ayudar a su embajador, el conde Potting, que defendía los intereses de Leopoldo en España, el Emperador enviaría a Madrid al barón Lisola, pero  a pesar de ello las dilaciones continuaban.

Margarita Teresa. Martinez del Mazo

En 1665 muere Felipe IV y en su testamento no aparece ninguna referencia al compromiso matrimonial de Margarita Teresa y se piensa por ello que el Monarca deseaba evitar este matrimonio a fin de asegurar los derechos sucesorios de su hija en el caso de que el príncipe Carlos muriera sin descendencia. Como Carlos era menor de edad, la Reina viuda Mariana debe ocupar la Regencia. El emperador Leopoldo I pensó que siendo su hermana la que ocupaba la Regencia los tramites para los desposorios se agilizarían pero no fue así y se dieron nuevas excusas al conde Potting para postergar el matrimonio.

Finalmente la Reina Mariana consintió que se celebrasen los esponsales por poderes el 25 de abril de 1666, representando al Emperador el duque de Medinaceli y con la presencia, como no, del conde Potting. Tres días después la comitiva salía de Madrid camino de Denia acompañada por el duque de Albuquerque que había sido nombrado Camarero Mayor. En Denia esperaba la Armada Real de España y la ya Emperatriz embarcó rumbo a Barcelona. Al llegar a la ciudad fue recibida con salvas y grandes festejos que se habían organizado para agasajar a la comitiva pero, según nos cuenta Fernandez Duro "no sentaron bien a la comitiva los aires de la costa, y la Infanta adoleció de tercianas, sufriéndolas también el duque de Albuquerque, por lo que el viaje hubo de demorarse". 

Margarita Teresa. Martinez del Mazo

Tras el ajetreado viaje, la Emperatriz hizo su entrada oficial en Viena el 5 de Diciembre de 1666. Conseguido el propósito de desposar a la Infanta española, Leopoldo se sentía feliz y para demostrarlo organizaría fiestas y saraos de tal magnificencia para celebrar los esponsales, que parece ser, que fueron los más espléndidos de la época, superiores incluso a los que acostumbraba a organizar Luis XIV. No cabe duda de que el Emperador se había propuesto ensombrecer Versalles. Ballets ecuestres, óperas, representaciones teatrales y música se fueron alternando en el patio central del palacio de Hofburg para dar la bienvenida a la Emperatriz y su séquito. Además el palacio había sido reformado y dotado de nuevos adornos y tapices y de un lugar donde pudieran representarse todas aquellas funciones a las que tan aficionada era la emperatriz. 

Desde su llegada a la corte imperial Margarita se sitúa al margen de los asuntos de gobierno, intentando demostrar así que sus intereses estaban en satisfacer al Emperador y a sus súbditos. Se centra pues, en aquellas aficiones que siempre había tenido y que además compartía con su esposo. Le gustaba el teatro y con la mente en España promueve la representación de obras de autores españoles en Viena. Pero por lo que ambos sentían autentica pasión era por la ópera y así, y para inaugurar el magnifico teatro que Leopoldo había hecho construir se estrenó la ópera “ La manzana de oro” de Antonio Cesti, que fue considerado uno de los mejores espectáculos del siglo.

Otro de los intereses que compartían ambos esposos era la religión, tanto Margarita como su esposo eran profundamente católicos. Es posible por tanto que, aunque de forma involuntaria y tal vez influenciada por su confesor, P. Juan de Molino, contribuyera a la expulsión en 1669 de los judíos de Viena. 

Margarita Teresa. Gerard du Chateau

Lo que si tenía claro la Emperatriz era que su gran misión consistía en dar hijos a la Corona. El embajador español en Viena, conde de Castellar, anuncia la primera gestación de la Emperatriz en la primavera de 1667. A partir de entonces, Leopoldo no se separará del lado de su esposa. El 28 de diciembre nace Fernando Wenceslao. Como es lógico pensar, la devoción de Leopoldo por su esposa aumentó con el nacimiento del primer varón pero, el 13 de enero, el pequeño Wenceslao moría sumiendo a los Emperadores en la tristeza. Un año después, en enero de 1669, la Emperatriz alumbraba a su segundo hijo, una niña que recibiría el nombre de María Antonia y que sería la única de sus hijos que llegaría a la edad adulta, ya que, el tercero de ellos al que se impuso el nombre de Juan moriría al poco de nacer.

En 1673 Margarita se hallaba de nuevo encinta y seria éste, su cuarto parto, el que habría de llevarla a la tumba. El emperador había mandado venir una nueva partera desde Italia, Lucia Panesi, que debía ayudar a la Emperatriz  pero el parto se complicaría y Margarita Teresa moriría como consecuencia  de las complicaciones. Consciente de que el final se acercaba, la Emperatriz hizó testamento y se despidió de su familia. 

Espiró entre las 2 y las 3 de la mañana del día 12 de marzo, tenía 21 años. Sus restos mortales reposan en la Cripta de los Capuchinos de Viena.

Isabel de Portugal, esposa de Carlos I

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Isabel de Portugal. Tiziano. Museo del Prado


El rey de Portugal, D. Manuel "El Afortunado", había tenido la desgracia de quedar viudo de la infanta Isabel, hija primogénita de los Reyes Católicos, y de perder también al único hijo que su esposa le había dado. Como interesaba a D. Manuel seguir teniendo una buena relación con los reyes de Castilla y Aragón y necesitaba herederos, consideró solicitar a los Reyes Católicos la mano de su hija María, que le fue concedida de buen grado por los monarcas. Poco podía imaginar la infanta María cuando se dirigía a Portugal para desposarse con el que fuera su cuñado que, años más tarde, una de sus hijas volvería a su tierra natal para convertirse en reina y emperatriz. 

Fue alumbrada Doña Isabel en Lisboa, un 25 de octubre de 1503. Era una niña hermosa, segunda de los hijos de los reyes, y fue educada con esmero por su madre quien también fomentó en ella el gusto por la suntuosidad en sus atuendos y en las joyas con las que se adornaba. Cuando contaba catorce años murió su madre, quedando ella al cuidado de sus hermanos. La hermosa niña se estaba convirtiendo en una autentica belleza: esbelta, grácil y airosa, de cabellos rubios y grandes ojos de mirada inteligente, causaba admiración a todos los que la contemplaban. 

Tardó poco D. Manuel de Portugal en contraer nuevas nupcias, a pesar de la gran prole que le había dado Dª María, y contrajo matrimonio con una sobrina de la que fuera su esposa, Dª Leonor de Austria, hija de Juana "La Loca" y hermana por tanto de Carlos I. Tuvo de ella dos hijos, aunque solo uno sobrevivió, y murió pocos años después. Subió al trono portugués el hermano de Isabel, Juan III, quien quiso contar con los consejos de Dª Leonor, la reina viuda, reteniéndola a su lado. Esta situación desencadeno no pocas habladurías y para cortar con ellas D. Carlos exigió a su hermana el regreso a España. 

Corría el año 1525 y D. Carlos I había sido ya coronado Emperador de Alemania en Aquisgrán. Las Cortes de Toledo urgían al Rey para que tomase esposa puesto que convenía afianzar la Corona con un heredero. Había tenido ya D. Carlos algunos amoríos y tenía una hija bastarda reconocida por él pero su fama de hombre galante excedía a la realidad. Se inicia la búsqueda de esposa y se considera la posibilidad de un doble pacto con Portugal: el rey D. Juan desposaría a Catalina, la hija póstuma de Felipe "El Hermoso", que vivía recluida en Tordesillas, y D. Carlos contraería matrimonio con la hermana del rey portugués: Dª Isabel. No fue ajena D. Leonor a estas negociaciones que finalmente fueron aceptadas por D. Carlos. 

El Emperador Carlos V. Tiziano. Museo del Prado

La boda se celebró por poderes a finales de octubre de 1526 y no sería hasta el 11 de marzo del siguiente año que ésta se celebraría en los Reales Alcázares de Sevilla. No sabemos si influyó el embrujo de ésta ciudad o si fue la magia de la Alhambra de Granada, en la que pasaron su "luna de miel" pero, lo cierto, es que el amor entre ambos surgió de inmediato. Tanto deseaba el Emperador hacer feliz a su esposa que hizo plantar en el Mirador de Lindaraja y en su honor unas nuevas flores traídas de Persia: los claveles.

Cuando en noviembre de aquel mismo año los Reyes se encaminaban hacia Valladolid Dª Isabel estaba ya en su tercer mes de gestación y es en esta ciudad donde viene al mundo su primer hijo, Felipe, tras un largo y laborioso parto en el que no se oyó a la Reina emitir ni una sola queja. Tan sólo trece meses después y ya en Madrid, Isabel alumbraría una niña a la que se le impondría el nombre de María. No estuvo presente el Rey en este parto, ya que, asuntos urgentes lo retuvieron en Aragon. Tras el alumbramiento se le presentaron a Dª Isabel unas calenturas tercianas que la dejaron muy debilitada y que, a decir de los madrileños, se curaron por la gran cantidad de agua milagrosa de la fuente de San Isidro que bebió la Reina. 


Alhambra. Mirador de Lindaraja

Han transcurrido pocos meses desde este alumbramiento cuando D. Carlos marcha a Italia dejando a Isabel como regente. Su sensatez y su talento hacían de ella, en opinión del Rey, la perfecta gobernadora y no cabe duda de que así era ya que, aunque no tenía formación en política cuando llegó desde Portugal, su inteligencia, el profundo amor que sentía por su esposo y el adiestramiento de Carlos, la convirtieron en una experta. No en vano corría por las venas de ambos la sangre de dos grandes estadistas: sus abuelos, los Reyes Católicos. Fue durante esta ausencia de D. Carlos cuando Dª Isabel alumbraría a su tercer hijo, un varón al que llamaron Fernando y que moriría pocos meses después sin que su padre hubiera llegado a conocerle.

Larga fue esta ausencia del Emperador que no llegó al puerto de Barcelona hasta 1533. Tan impaciente estaba Dª Isabel por volver a ver a su esposo, que ya llevaba varios meses en Barcelona con sus hijos y es allí donde enfermaría por segunda vez de tercianas o paludismo. Quedó muy debilitada tras estas fiebres que a punto estuvieron de costarle la vida. Una vez restablecida acompaña a su esposo a las cortes de Monzón pues, a pesar de que era muy recatada, le gustaba ser vista por el pueblo y mostrarse ante ellos bien vestida y enjoyada. 

A Dª Isabel le gustaba ser nombrada por su titulo de emperatriz, probablemente por respeto a su suegra, Dª Juana, a la que ella consideraba la Reina. Acudió en distintas ocasiones a visitarla a Tordesillas y en alguna de estas visitas llegó a llevar a sus hijos pero, no han quedado testimonios de cómo se desarrollaban estas entrevistas. 

De nuevo se encontraba Isabel sola. El Emperador había partido hacia Túnez para librar otra de sus múltiples batallas y es en esta ciudad donde se entera del nacimiento, en el verano de 1535, de su nueva hija, una infanta que nació en Madrid y a la que se llamó Juana. A pesar de que el alumbramiento fue normal Isabel estuvo enferma durante la gestación. Fueron unas fiebres de las que no se especifica la causa pero que si son descritas en las cartas que el cardenal Tavera escribe al emperador. 

El emperador Carlos V y su esposa Isabel. Tiziano. Museo del Prado

Ante la incomodidad del gran Alcazar de Madrid, cuyas obras todavía no habían concluido, la Emperatriz había acabado por instalarse en Toledo, ciudad que le gustaba mucho, y donde se instala la corte, fijando Dª Isabel su residencia en el palacio de los Condes de Fuensalida. Allí el ambiente renacentista empieza a impregnar los salones y los poetas Garcilaso de la Vega y Juan Boscán no son ajenos al cambio producido. Tampoco es ajeno a este refinamiento el duque de Gandia, Francisco de Borja, que tocaba prodigiosamente el órgano. La admiración y la devoción que el duque de Gandia sentía por la soberana era notorio pero, si realmente llego a amarla nunca se supo. El duque era un hombre casado que jamás hubiera puesto en peligro su permanencia en la corte de Toledo. Ya se intuía en él la vocación religiosa que desarrollaría años más tarde. 

Era el verano de 1538 cuando regresa el Emperador. No le gustaba mucho a D. Carlos la residencia en Toledo pero, puesto que las obras en el Alcazar continuaban se mantuvieron allí. Se da cuenta entonces D. Carlos de la estricta educación que Dª Isabel imparte a sus hijos a los que parece estar educando más para la vida monacal que para ser príncipes y princesas. Se decide entonces, siguiendo las costumbres europeas, que el Príncipe de Asturias, D. Felipe, que ya tiene once años, pase a tener casa propia y en la elección del cargo de Mayordomo Mayor del príncipe surgen algunos desacuerdos entre los cónyuges. 

El Emperador permanecía en España y Dª Isabel se sentía feliz por ello. En la primavera de 1539 se organizaron fiestas, bailes y justas y el ambiente era alegre en la corte. La emperatriz se hallaba de nuevo embarazada y se esperaba el alumbramiento para el inicio del verano, pero el parto se adelantó tras sufrir la soberana un cuadro febril. Parió un niño muerto y fue asistida tan solo por una comadrona, Dª Quince de Toledo, mujer experimentada que, tal vez por esto, quiso llamar de inmediato a los médicos de su majestad ya que la Reina presentaba una gran hemorragia. A los tres días la fiebre se agudizó por - según las crónicas - gripe y neumonía, así lo hacen constar en cartas escritas al Emperador - que se encontraba en Madrid junto a su hijo Felipe - los doctores Villalobos y Alfaro, que eran quienes la asistían y que no parecían temer por su vida. Sin embargo la fiebre persistió, el cuadro continuó agravándose y finalmente se produjo la muerte. Hoy se piensa que probablemente la causa del fallecimiento fue una infección puerperal. 

Palacio de Fuensalida. Toledo

Aunque avisado con urgencia, ni el Emperador ni el príncipe pudieron ver a Dª Isabel con vida. D. Carlos no quiso verla muerta. Medio enloquecido se refugió en el monasterio de Santa María de Sisla y allí permaneció varios meses sin querer ver a nadie. El duque de Gandía, Francisco de Borja, no se separó del cadáver de la Emperatriz y acompañó al féretro desde Toledo hasta Granada. Junto a él caminaba el príncipe de Asturias, D. Felipe, que fue el único al que no se vio derramar ni una sola lagrima.

No volvió a casarse el Emperador y, aunque tuvo otras relaciones amorosas, no quiso que ninguna otra mujer se sentara a su lado en el trono del Imperio.

 Dª Isabel murió el 1 de mayo de 1539 en el palacio de Fuensalida, tenía treinta y seis años.

Luis Fernando de Orleáns y Borbón

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La infanta Eulalia, hija de Isabel II, había contraído matrimonio con su primo Antonio de Orleáns y Luis Fernando fue el segundo hijo de la pareja. Nació en Madrid, en 1888 y, como hijo de la infanta Eulalia, fue nombrado Infante de España. Pasados los años perdería su condición de Infante y su vida sería motivo de escándalo en todas las cortes europeas. 

El matrimonio de sus padres fue una autentica farsa, no se soportaban y cada uno acabó tirando por un lado hasta que llegó la separación oficial en 1900. Luis Fernando, por tanto, careció de un ambiente familiar y de manifestaciones de cariño por parte de sus progenitores, más preocupados por sus amantes que por sus hijos. 

Para apartarle de los conflictos entre sus padres, fue enviado junto a su hermano a estudiar en Inglaterra en el Beaumont College, un colegio dirigido por los jesuitas. La única que, parece ser, se preocupó por él durante ese periodo fue su tía, la Infanta Paz. Transcurrieron los años, las relaciones de Luis con su padre eran inexistentes y con su madre, la Infanta Eulalia, eran cada vez más turbulentas. Luis, a quien gustaba el mundo de la farándula, quería ser actor pero su madre consideraba que lo mejor para su hijo era sentar la cabeza e iniciar una carrera militar. Por otra parte, la infanta Eulalia no aceptaba la manifiesta homosexualidad de su hijo y se negaba a reconocer lo que para todo el mundo era evidente.



Luis era un espíritu libre, había salido a su madre mal que a ésta le pesase, y no estaba dispuesto a doblegarse ante nadie y si tenía que nadar contracorriente simplemente lo haría. Se instaló en Paris y se convirtió en el invitado constante de todas las exclusivas fiestas de la alta sociedad parisina. Era simpático y mundano, transgresor en todas las facetas de su vida y bailaba el tango como nadie. Cobraba por asistir a algunos eventos y conseguía que sus adinerados amigos le fueran financiando sus caprichos. Fue relaciones públicas del hotel Marigny, un antro sadomasoquista gay visitado entre otros famosos por Proust. También consumía cocaína, la sustancia que hacía furor en el Paris de "La Belle Epoque". El desenfreno de su vida era cada vez mayor, Luis hacía gala de su vida disipada y de su homosexualidad, tal vez, movido por el intimo deseo de molestar a sus ilustres familiares. Se cuenta que en una ocasión acudió a un baile de mascaras totalmente pintado de azul, con un gran turbante y medio desnudo, montado sobre un elefante y rodeado de efebos. Le encantaba que le llamaran "el rey de los maricas". 

Junto a su amigo y amante, Antonio de Vasconcellos, un portugués tan disoluto como él, protagonizó un episodio que le costaría la expulsión del país galo. En una noche de fiesta, un marinero bien parecido, al que Vasconcellos y él habían invitado a participar en una orgía, murió durante el desenfreno pasional. Se llegó a hablar de sobredosis, de estrangulamiento e incluso de mutilaciones. El caso es que, según se dijo, Luis y Vasconcellos envolvieron el cadáver en una manta y acudieron a la embajada portuguesa y más tarde a la española, con el propósito de desembarazarse del cadáver acogiéndose a la extraterritorialidad diplomática pero sin conseguirlo, finalmente, la policía francesa se hizo cargo del difunto. Tanto el embajador español como el Ministerio de Asuntos exteriores intentaron que el hecho pasara desapercibido pero las autoridades francesas acabaron expulsando a Luis Fernando de Francia. 

Enterado Alfonso XIII, montó en cólera y decidió privar a Luis de su condición de Infante y prohibirle la entrada en España. La indignación de Luis le llevó a escribirle una dura carta a su primo diciendo entre otras cosas: "He nacido y moriré Infante de España como tu has nacido y morirás rey de España mucho tiempo después de que tus súbditos te den la patada que te mereces". 

Posteriormente se establecería en Portugal y en una ocasión intentaría pasar a España disfrazado de mujer pero, sería descubierto y detenido por la policía al encontrarle en posesión de gran cantidad de cocaína y por tal motivo se le prohibió el paso por la frontera. Con dificultades económicas para seguir llevando el tren de vida al que estaba acostumbrado, llegó a traficar con drogas para salir de algún apuro. Finalmente y considerando que ya tenía mas de cuarenta años, decidiría que la solución sería casarse con alguna mujer adinerada y se decidió a buscarla. La encontró en la persona de Marie-Charlotte Constance Say, princesa viuda de Broglie, 32 años mayor que él y dueña de una inmensa fortuna que incluía el castillo de Chaumont en la orilla del Loira. 


Luis Fernando y Marie

El anuncio de la boda constituyó un gran escándalo. La familia de Marie intentó paralizar la unión y pusieron el asunto en manos de los tribunales alegando locura pero, los psiquiatras que evaluaron salud mental de Marie concluyeron que no había motivos para considerar que la señora Say no estaba en su sano juicio.

Se casaron por lo civil en septiembre de 1930 y en octubre se celebró la ceremonia religiosa en la catedral de San Siro, en San Remo, Italia. Gracias a su esposa, Luis pudo volver de nuevo a París instalándose en la casa de ésta.

Luis Fernando gastaba el dinero a manos llenas y poco a poco la fortuna de Marie se fue consumiendo hasta el punto de que tuvo que desprenderse de su maravilloso castillo de Chaumont. Ese fue el momento que Luis aprovechó para abandonarla. 

Intentó Luis Fernando obtener el divorcio de Marie para volver a contraer nupcias con otra rica heredera, Thelma Attebery, pero enterada la familia de ella logró frenar al otrora Infante, eso si, con un importante beneficio económico para el pretendiente 

Había estallado la Segunda Guerra mundial, Luis se encontraba en París y es entonces cuando da muestras de una valentía que nadie podría haber sospechado en alguien que solo se había caracterizado por sus golferías. Colaboró con la resistencia francesa salvando la vida de bastante gente e incluso viajó a Berlín donde se paseó con una estrella amarilla cosida a su ropa como si de un judío mas se tratase. Pero nada de esto le reconcilió con su familia que, dados sus excesos con la cocaína y con la bebida, había terminado por no tratarle.

En 1945 Luis dice sentirse muy enfermo. Ya en su infancia había tenido algunos problemas de salud según revela Ricardo Mateos Sainz de Medrano en su libro sobre la Infanta Eulalia. Luis Fernando había nacido con una malformación genito-urinaria que le impedía orinar normalmente. A nadie le fue revelada esta circunstancia y el autor lo descubre al examinar la correspondencia privada entre D. Antonio de Orleáns y Dª Eulalia. Según parece, el Infante fue intervenido quirúrgicamente por este problema en mas de una ocasión.

No miente D. Luis cuando dice que se siente muy enfermo. Desde hace dos años sufre un cáncer testicular del que finalmente sería intervenido por el doctor François de Gaudart d’Allaines que le realizaría una ablación testicular. Los gastos médicos fueron pagados por su amiga Raimonde Gitenet pero, todo sería inútil. 

Luis Fernando fallece el 22 de junio de 1945 a los 56 años. Avisada Dª Eulalia de la muerte de su vástago solo dijo, con la mayor frialdad, que en el fondo, eso era lo mejor que le podía haber pasado a su hijo. El cónsul de España colocó una cinta con los colores de la bandera española sobre su féretro y sus restos mortales fueron trasladados a la Iglesia de la Misión Española en la Rue du Pompe en cuya cripta fueron inhumados en presencia de tan solo diez personas.

Ningún miembro de su familia acudió al sepelio.


Amadeo I de España

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Amadeo I  - Vicente Palmaroli. Museo del Prado


Nacido en Turín el 30 de mayo de 1845, era  hijo de Maria Adelaida de Habsburgo-Lorena y de Victor Manuel de Saboya  - que sería proclamado rey de Italia en 1861 - y nada en el momento de su nacimiento hacía pensar que un día ocuparía el trono de España.

Las costumbres en la corte de su padre eran sencillas y austeras. Era el tercero de los hermanos y compartía juegos, deportes y estudios con su hermano mayor, Humberto, que heredaría la Corona de Italia. Cuando contaba diez años moriría su madre y su padre enviaría a sus hijos al castillo de Montcareli, cercano a Turín, donde iniciarían su formación castrense. El general Rossi y los coroneles Ricci y Giovanetti serían los encargados de su educación militar. Posteriormente realizaría diversos viajes por Europa para completar su formación. 

En 1866, siendo comandante de la brigada de granaderos de la Lombardía, participó en la guerra contra Austria y fue herido en la batalla de Cavelchina. Mientras se recuperaba de sus heridas conoció a Victoria dal Pozzo della Cisterna y se enamoró de ella. En Mayo de 1867 contraían matrimonio. 

Apenas un año después, en septiembre de 1868, en España se desencadena una revolución, - "la Gloriosa" sería llamada - que conduce al exilio a la reina española y que llevaría a Amadeo al trono de España. Tras la revolución, el gobierno provisional, redactaría la Constitución que establecía un régimen monárquico. Mientras se buscaba un rey que sentar en el trono, el general Serrano, duque de la Torre, ejercía la regencia.


María Victoria dal Pozzo

El presidente del gobierno, general Prim, fue el encargado de instaurar una nueva dinastía que impidiera el regreso de los Borbones a España. Desde el principio, el general Prim pensó en Amadeo de Saboya y así se le comunicó a su padre, el rey de Italia pero, ni Amadeo tenía ganas de ser rey de España ni el momento en que se planteó la oferta era el oportuno para su padre. Pasado un tiempo y dado que los otros candidatos que se barajaban no eran considerados los adecuados, el general Prim volvió a ofertar el trono español al rey de Italia y esta vez, Victor Manuel, que ya había culminado el proceso de la reunificación italiana, aceptó la oferta.

Amadeo acató los deseos de su padre, aunque no le agradaran. Fue el primer rey elegido democráticamente por unas cortes constituyentes en España. Su candidatura fue aprobada por 191 diputados. De inmediato se puso en marcha la delegación que habría de dirigirse a Italia para acompañar al nuevo soberano en su viaje hacia España. Amadeo ya estaba casado y tenía dos hijos, el menor de los cuales acababa de nacer, razón por la que su esposa María Victoria permanecería en Italia recuperándose del parto. 

Tenía Amadeo 25 años, su experiencia política era nula y no tenía ningún conocimiento sobre España. Era el 30 de diciembre cuando llegó a Cartagena, a bordo de la fragata Numancia, y de inmediato le comunicaron la muerte del general Prim.

Cuando llegó a Madrid, se dirigió  en primer lugar a la iglesia de Atocha, donde se velaba el cuerpo de Prim y posteriormente a las Cortes donde juró la Constitución. Era un día de enero muy frío y fría fue también la acogida del pueblo madrileño. Las ventanas y balcones permanecieron cerrados al paso de la comitiva regia. 

Amadeo I ante el cadáver de Prim. Antonio Gisbert

Vivió solo D. Amadeo esos primeros meses en Madrid y utilizó unas pocas dependencias del palacio. Intentando congraciarse con el pueblo, visitaba bares y cafés acompañado de su fiel secretario Dragonetti. Amadeo, como buen Saboya, era mujeriego y no estando cómodo en la soledad, anduvo en amoríos con Adela Larra, hija de Mariano Jose de Larra, ella fue su amante más duradera, aunque no la única. Todo Madrid lo sabía y la historia no tardo en llegar a los oídos de su esposa. 

María Victoria había llegado a la capital de España en marzo y el recibimiento que se le dispensó fue tan frío como el que se dio a su marido. Tal vez porque se la consideraba más vulnerable, las ofensas y desprecios a la Reina fueron mayores. Las damas de la aristocracia borbónica brillaron por su ausencia en cualquier acto organizado por ella, los agravios llegaron hasta el punto de organizar la llamada "rebelión de las mantillas" en el que todas las damas lucirían de forma ostensible la flor de lis símbolo de los Borbones .

Los Reyes intentaban por todos los medios congraciarse con el pueblo, vivían en palacio utilizando pocas estancias, asistían a conciertos populares, no tenían ningún lugar reservado en la iglesia y además la Reina estaba volcada en obras caritativas. Pero, este trato tan cercano parece ser que no gustaba a los españoles. Es posible que la clave para entender esta reacción del pueblo español esté en las palabras que pronunció Castelar: "Ésta institución necesita, como el pontificado, algo de misterio….Necesita que la nube del origen divino la envuelva y que un rayo de poesía histórica la alumbre".

A pesar de haber conseguido la continuidad monárquica el clima de inestabilidad en España era creciente. Prim era su principal valedor y la coalición de gobierno que éste había levantado se fraccionó tras su muerte Los distintos gobiernos fueron incapaces de desarrollar su cometido con normalidad. En los algo más de dos años que duró el reinado de Amadeo I hubo hasta seis ministerios. Los gobiernos presididos por Serrano, Sagasta, Malcampo y Ruiz Zorrilla se alternaban y la escisión entre los seguidores de unos y otros era cada vez mayor. Se trató entonces de dar una imagen de un rey activo y el Monarca acudió a visitar distintas provincias. No se consiguió el efecto deseado, hubo algunos altercados y los carlistas iniciaron una nueva ofensiva. 

Las luchas por alcanzar el poder de unos y otros acabaron desacreditando la figura del rey. Los ataques no venían solo de carlistas y republicanos, también aquellos que lo habían apoyado lo criticaban sin piedad. Así ocurrió con un articulo publicado en el periódico - claramente partidario de Ruiz Zorrilla - "El Imparcial", en junio de 1872. El articulo se titulaba "La loca del Vaticano" y, en él, se criticaba el celo religioso de María Victoria y se hacía alusión a la posible influencia política sobre su marido.

Atentado de la calle Arenal

En julio de ese mismo año los monarcas sufren un atentado en la calle Arenal de la que saldrían ilesos. La serenidad de los reyes al afrontar los hechos se consideró una oportunidad para mejorar su imagen.  Al día siguiente los monarcas salieron por las calles de Madrid en coche descubierto y recibieron el homenaje del pueblo llano que aplaudió a su paso. No interesaba esto a sus detractores y periódicos republicanos como " El Combate" se lanzarían a subrayar las infidelidades del rey.

Las ofensas continuaron. A principios de 1873 nace el tercer hijo de los reyes. Era el primero en hacerlo en España. Ninguna dama de la aristocracia estuvo dispuesta, como era la costumbre, a llevar al infante a la pila bautismal y de los cincuenta invitados al evento más de veinte presentaron sus excusas y no acudieron.

La situación de Amadeo era ya insostenible, el 10 de febrero redacta una carta de abdicación al congreso que es presentada al día siguiente. El 11 de febrero de 1873, el congreso acepta la renuncia y el presidente, Ruiz Zorrilla, proclama la república. 

En un clima de tristeza y con la soledad, la frustración y, tal vez, también el alivio acompañándoles, Amadeo y María Victoria abandonan el Palacio Real y parten rumbo a Portugal. A su llegada a Turín se le devuelven sus cargos en el ejército y el título de duque de Aosta. Se instalan en el Palazzo dalla Cisterna y comienzan una vida tranquila, lejos ya los sinsabores de su breve reinado.

En 1876 moría María Victoria,  enferma de tuberculosis. Fue un duro golpe para Amadeo. Continuó con su trabajo como inspector general del ejército y despertando la simpatía de la mayoría de los turineses. Se había convertido en un hombre tranquilo y afable. 

Amadeo I - Antonio Gisbert

En 1888, cuando se cumplían quince años de la muerte de María Victoria contrajo nuevo matrimonio, la elegida era María Leticia Bonaparte. Esta boda supuso un gran escándalo en Italia porque la nueva esposa de Amadeo era hija de su hermana Clotilde y por lo tanto su sobrina y además, Amadeo, era 22 años mayor que ella. El matrimonio duro poco, apenas año y medio. Tuvieron un hijo.

El 13 de enero de 1890 Amadeo amanece enfermo, tose, la fiebre es alta. En un principio se pensó que sufría gripe, pero con el paso de los días su estado se agrava y los médicos que le atienden se muestran pesimistas, el día 18 se produce el fallecimiento como consecuencia de una neumonía. Fue enterrado en la basílica de Superga en su Turín natal. 

En honor a Amadeo, Giacomo Puccini compuso un cuarteto para cuerda "Crisantemi". Si quieres escucharlo pulsa aquí.

Leonor de Austria

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Leonor de Austria. Joos van Cleves


Vino al mundo en Lovaina, en las cercanías de Bruselas el 15 de noviembre de 1498. Fue la primogénita de los hijos que tendrían Felipe “ El Hermoso” y Juana “ La Loca”. Su hermano Carlos, que llegaría a ser el Emperador Carlos V, nacería dos años después y se convertiría en el compañero de sus juegos infantiles. La vida de Leonor siempre estaría ligada a la de su hermano. 

Leonor, al igual que sus hermanos, tuvo poco contacto con sus padres ocupados como éstos estaban en afianzarse como herederos en el Reino de Castilla, por lo tanto su educación y cuidado correría a cargo de su tía Margarita, que ejercería de autentica madre de sus sobrinos y de quien recibirían todo el cariño que su progenitora fue incapaz de entregarles. 

Leonor era hermosa, inteligente y culta y a los dieciséis años se había convertido en una princesa casadera muy deseable. Según cuentan, parece ser que en aquellos años se sentía muy atraída por Federico del Rin, con quien se había relacionado pero, enterado su hermano Carlos daría al traste con el enamoramiento. Con una madurez intelectual impropia de sus años, Carlos consideró que Leonor era una importante pieza con la que negociar y no estaba dispuesto a perderla por muy enamorada de Federico que estuviera así que, obligó a ambos jóvenes a jurar ante notario que la relación que habían mantenido era tan solo amistosa y que jamás sería de otra naturaleza. 

Ya había muerto su padre y su madre, enajenada mentalmente, había sido recluida en Tordesillas. Corría el año 1516, Carlos y su hermana Leonor se encuentran en el palacio de Malinas junto a su tía Margarita cuando les llega la noticia de la muerte de su abuelo Fernando “El Católico”. Cuando esto sucede su hermana Isabel ya había contraído matrimonio con el rey de Dinamarca y su hermana María se había trasladado a Austria. Carlos empieza a preparar el viaje que lo llevaría a tomar posesión de sus reinos en la península y la fiel Leonor le acompañaría.

El 4 de noviembre de 1517 ambos hermanos visitan a su madre en Tordesillas y quedan desolados ante la falta de reconocimiento por su parte y ante el aspecto que presenta. También conocen a su hermana Catalina, víctima inocente de la reclusión de su madre. Ya en Valladolid, donde se habían reunido las Cortes de Castilla para jurar lealtad a Carlos I, conocerá a su hermano Fernando. 

Una vez instalado en el trono, Carlos I decidiría estrechar lazos con el país vecino y se acuerda el matrimonio de Leonor con Manuel I de Portugal. Es de suponer que no sería del agrado de la Infanta el novio escogido por su hermano, ya que además de haber sido el esposo de dos de sus tías era treinta años mayor que ella pero, obediente como era, acepto su destino con conformidad. 

Leonor tuvo dos hijos en el corto tiempo que duró su matrimonio. El mayor, Carlos, murió con apenas un año y la segunda, María, nació a principios de 1521, el mismo año en que habría de morir su padre. 

Manuel I de Portugal

Según la costumbre, una reina viuda debía dejar la vida cortesana, vivir en el retiro y dedicarse a la oración, pero el hijo de Manuel, convertido ya en el rey Juan III, conseguiría retener a Leonor cerca de la Corte y visitarla con frecuencia. Esta situación daría lugar a una serie de rumores que se extenderían por toda Europa y pondrían en entredicho la honestidad de Leonor. Algunos embajadores, como el de Polonia, llegaron a informar a sus superiores de un supuesto embarazo de la Reina viuda. Enterado Carlos I solicitaría a su hermana que acudiera a su presencia de inmediato y Leonor saldría precipitadamente de Lisboa pero, por ordenes de Juan III, se vería obligada a dejar a su hija María, de apenas seis meses, en Portugal. 

Leonor pasó los siguientes años en la Corte Imperial junto a su hermano. Siempre fue sumisa y obediente y por tanto aceptó complacida cuando el Emperador decidió utilizarla para sellar la paz con Francia tras la batalla de Pavía. Por el Tratado de Madrid Leonor contraía matrimonio en Illescas con Francisco I. No confiaba Carlos I en Francisco y no permitió que el matrimonio se consumara en tanto el rey francés no hubiera cumplido con el resto de las cláusulas del Tratado. Francisco I no cumplió y Leonor continuó en la Corte de su hermano. Cuatro años después y tras la firma del Tratado de Cambrai, Leonor marcharía a Francia como reina consorte, la acompañarían los hijos de Francisco I, rehenes en España desde el Tratado de Madrid. 

Leonor, que quería seguir siendo reina, partió contenta hacia la Corte gala. Vestida de terciopelo y ricamente engalanada fue coronada en Saint Denis. No puede decirse que el rey francés estuviera igual de contento que su nueva esposa y aunque aparentaba respetarla no tenía ningún pudor en exigibirse públicamente con su amante. Para Leonor, que había perdido ya su belleza y lozanía y cuya salud era frágil, esta situación suponía una humillación angustiosa porque se veía obligada a admitir a la amante de su esposo como dama de su Casa, ya que ésta había sido nombrada aya de los hijos de Francisco. 

La Corte de Francia era escandalosa y disipada y ese espíritu depravado chocaba con la profunda religiosidad de Leonor que dándose cuenta de que Francisco no requería de ella ninguna labor de esposa se limito a llevar una vida piadosa y recatada intentando facilitar, eso si, el entendimiento entre su hermano el emperador Carlos V y su esposo. 


Francisco I


Y así fueron pasando los años para Leonor en Francia, entre destemplanzas, humillaciones y disgustos, sin que nadie la considerase realmente una reina y sin recibir el cariño o al menos el respeto que correspondía a la dignidad de su persona. Era un matrimonio impuesto, de eso no cabía duda, pero para Francisco I era además un matrimonio impuesto por el hombre con el que siempre había mantenido una rivalidad visceral y ante el que se sentía frustrado: el Emperador Carlos V.

Francisco I moriría en 1547 y Leonor abandonaría Francia deseosa de volver con su familia y dejar atrás los malos tiempos vividos. Se instalará en los Países Bajos, junto a su hermana María, reina viuda de Hungría, que ejercía de gobernadora de esos territorios. Ambas hermanas pasaron allí unos años de tranquilidad y sosiego. Leonor, que siempre fue una mujer culta, patrocinaría la traducción al castellano del libro de Job y de otros textos bíblicos. Mientras tanto, intentaría sin resultado, a pesar de sus suplicas, que Juan III de Portugal le concediera la dicha de que su hija María, a la que no había visto desde que abandonara Portugal, fuese a vivir con ella. 

Cuando en 1555, su hermano el Emperador abdica para retirarse a Yuste, Leonor y María deciden acompañarle y retornan a suelo español, instalándose en el palacio del Infantado de Guadalajara.

Leonor ruega a su hermano que interceda en la Corte portuguesa para que se le permita ver a su hija, convencida de que cuando ambas se vean logrará convencerla para vivir juntas. Por fin - ya había muerto Juan III - llega desde Portugal la noticia de que la princesa María se reuniría con su madre en Badajoz. Las esperanzas de Leonor renacerían. 

Lo que no sabía Leonor era lo difícil que le había resultado al Emperador convencer a su sobrina para que se entrevistara con su madre. María no había perdonado a su madre su abandono y además se sentía humillada por la Corte española ya que Felipe II había roto el compromiso matrimonial con ella para desposar a María Tudor. Todas estas razones parece ser que pesaban mucho en su ánimo e hicieron que la reunión fuera un fracaso. No eran más que dos desconocidas, llena de rencor una y de remordimientos la otra. Apenas estuvieron veinte días juntas, veinte días que acabaron con el deseo de vivir de Leonor. 

Acompañada por su séquito emprende el regreso a Guadalajara pero, se siente enferma y quienes la acompañan deciden parar y aguardar su mejoría en el palacio de la familia Tovar en Talavera la Real. Según los cronistas de la época, el enorme disgusto que le había producido el gélido encuentro con su hija había minado su salud. Pero además del disgusto, Leonor presentaba un ataque de asma, enfermedad que sufría desde hacía años. Su médico Juan de Jarava la examinaría y observaría las piernas hinchadas, la piel lívida, los labios azulados y la respiración cada vez más dificultosa. No tendría dudas el galeno y así  se lo comunicaría a Dª María de Hungría que los acompañaba: Dª Leonor se estaba muriendo. 

El 18 de febrero de 1558 moría Dª Leonor de Austria, Infanta de España, Reina de Portugal y Reina de Francia. Sus restos mortales recibieron sepultura en la Iglesia de Santa María la Mayor de Mérida. Años más tarde serían trasladados al Monasterio del Escorial.

Alberto Victor, duque de Clarence

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Nacido el 8 de enero de 1864, fue el primer hijo del entonces Príncipe de Gales, Alberto Eduardo, y de Alejandra de Dinamarca y por tanto, nieto de la reina Victoria I del Reino Unido. Nació prematuramente y tal vez, de esta circunstancia, pudieron derivarse sus problemas de aprendizaje. 

Al ser el segundo en la linea de sucesión, su educación fue considerada un tema de Estado y la propia Reina estableció su programa de formación nombrando como tutor del pequeño príncipe a John Dalton. Como apenas año y medio después de su llegada al mundo había nacido su hermano Jorge se decidió que ambos estudiaran juntos. Así iniciaría este príncipe una corta vida, jalonada por los escándalos. 

No destacaba Eddy - ese era su diminutivo familiar - por su inteligencia ni tampoco por sus habilidades. En palabras de su tutor su mente estaba "aletargada" y en palabras de su hermano Jorge "era un vago". Tenía dificultades con los idiomas y tan solo logró aprender danés gracias a los esfuerzos de su madre.


Alberto Victor con sus padres

Durante tres años, ambos príncipes, sirvieron como cadetes navales y realizaron un viaje por todo el Imperio Británico acompañados, lógicamente, por Dalton. A su regreso ingresó en el Trinity College de Cambridge donde demostró que no tenía ningún interés por nada que tuviera que ver con el intelecto, así que su real familia decidió que lo mejor era nombrarle oficial del Décimo Regimiento de Húsares. El historiador A. Coock, en un intento de lavar la reputación de Eddy, afirma que la falta de progresos académicos del príncipe se debía, en gran parte, a la educación tiránica impartida por Dalton.

En julio de 1889 la Metropolitan Police Service descubriría un prostíbulo masculino en la calle Cleveland de Londres. En aquella época la sodomía era considerada un delito en el Reino Unido y durante los interrogatorios a quienes ejercían la prostitución en aquel lugar, uno de los encausados facilitó una lista de clientes que ocasionó un autentico escándalo. Entre la lista de clientes figuraban hombres de la alta sociedad y de la aristocracia londinense y parece ser que entre ellos aparecía también el nombre de Eddy. Aunque nada se probó y la mayoría de los historiadores coinciden en afirmar que no existen evidencias que lo vinculen al escándalo lo que si parece probado es que su padre, el Príncipe de Gales, intervino en la investigación. 

Unos meses después de estos hechos, concretamente en octubre de 1889, Eddy partió hacia la India en un viaje que duró siete meses. Las malas lenguas sugirieron que emprendía el viaje para apartarse del escándalo pero, lo cierto es que la gira ya estaba programada antes de que la policía descubriera el burdel de la calle Cleveland. Durante este viaje, Alberto Victor, conoció a Margaret Haddon una mujer casada con un oficial ingles con la que, parece ser, mantuvo una  cierta relación. Unos años más tarde - el príncipe ya había desaparecido - esta mujer acudiría a Londres asegurando que Eddy era el padre de un hijo suyo pretendiendo así hacer chantaje a la Familia Real. 


María de Teck

Deseosa la Familia Real de apartar a Eddy de los comentarios malintencionados, se inició la búsqueda de una novia para el príncipe. La primera, en 1889, fue Alix de Hesse, que rechazó la oferta de noviazgo,  - no sabemos si influenciada por la fama del príncipe. Unos meses más tarde se le relacionó con Elena de Orleáns pero, el hecho de que la princesa fuera católica, dio al traste con los planes. Finalmente, la elegida fue María de Teck, una candidata que gustaba a la reina Victoria y a los Príncipes de Gales. Se puso fecha al enlace: el 27 de febrero de 1892 pero, éste, nunca llegaría a celebrarse.

Todos los preparativos de la boda estaban casi completados, faltaba tan solo un mes para el enlace. María de Teck tenía ya su vestido de novia preparado cuando Eddy enfermó de gripe.

Eddy ya había caído enfermo dos años antes, en 1890 y en aquella ocasión, sus médicos, entre los que se encontraba Francis Laking, fueron parcos en el diagnostico trascendiendo solamente que el príncipe sufría de "fiebre". Los rumores se dispararon y la mayoría de éstos apuntaron a que Eddy sufría una enfermedad venérea. El príncipe pareció recuperarse sin problemas.

Sin embargo, en 1892, el proceso gripal se complicaría con una neumonía a pesar de los cuidados de los médicos reales que le atendían, el Dr. Laking y el Dr Reid. Eduardo VII, desesperado ante la gravedad, llamó a consulta al Dr Broadbent que, en aquel entonces, era presidente de la Sociedad Médica de Londres. Broadbent haría lo que pudiera por salvar la vida del real paciente pero, a pesar de ello, el fallecimiento se produjo el 14 de enero de 1892, pocos días después de que el príncipe cumpliera los veintiocho años. 


Albert Victor 

Los rumores escandalosos que siempre habían acompañado a Alberto Victor en vida continuaron acompañándole después de su muerte. Muchos fueron los que argumentaron que la causa del fallecimiento había sido la sífilis, algunos apuntaron directamente a un envenenamiento y otros aseguraron que no había muerto y que en realidad se había fingido su muerte para apartarle de la línea sucesoria por no considerarle adecuado para que ciñera la corona.

Nada de esto ha sido probado por los historiadores.

Uno de los famosos rumores que llegaron a circular fue el de la posibilidad de que Alberto Victor, duque de Clarence, hubiera sido el famoso "Jack el destripador". Esta atribución aparecería por primera vez en 1962 a través de una biografía de Eduardo VII escrita por P. Julienne. Catorce años después,  en 1976, el escritor S. Knight lanzaba una nueva teoría en su libro "Jack the Ripper: the final solution". Según Knight el pintor Walter Sickert era amigo de Eddy y ejercía como cicerone del príncipe en el Londres más bohemio y licencioso. Cuenta que Alberto Victor se había enamorado locamente de una prostituta, modelo ocasional del pintor, llamada Annie Croock. El autor del libro apunta que Annie y Eddy se habían casado en secreto y que tuvieron una hija. Para tapar el escándalo que se habría provocado si estos hechos salían a la luz pública y siempre según el autor del libro, la reina Victoria, Eddy, la francmasonería y el médico personal de la Reina, William Gull, se habrían confabulado para acabar con la vida de Annie y de otras cuatro camaradas suyas a quienes ésta habría contado su historia con el príncipe. Nada de todo esto ha sido probado.

En el año 2002 la novelista Patricia Cornwell teorizó en su libro "Jack el destripador: caso cerrado" sobre la autoría de los crímenes, atribuyéndoselos al amigo del príncipe, el pintor Walter Sickert. A pesar de que la novelista gastó una fortuna en el intento de probar su teoría, hasta el momento no lo ha conseguido. La identidad del asesino de Whitechapel sigue siendo un misterio. 

Alberto Victor, duque de Clarence, recibió sepultura en el castillo de Windsor.

María Antonia de Borbón Lorena, Esposa de Fernando VII

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María Antonia de Borbón. - Vte López Portaña. Museo del Prado



Corría el mes de diciembre de 1784 cuando nacía en Nápoles, en el palacio de la Casserta, la duodécima hija de los reyes Fernando IV y María Carolina. Era alegre, rubia, de ojos azules y facciones delicadas. Su educación fue austera y muy completa, como era lógico tratándose de una nieta de la emperatriz María Teresa de Austria. La lectura era, tal vez, una de sus aficiones favoritas y tenía por costumbre apuntar todo lo que leía.

Cuando Napoleón invadió Nápoles la familia real se exilió en Palermo y más tarde la reina María Carolina se trasladaría con sus hijas a Viena. Fue en la capital de Austria donde empezaría a buscar posibles candidatos para que sus niñas hicieran ventajosos matrimonios como correspondía a las hijas de las familias de la realeza. 

María Antonia entró a formar parte de un doble acuerdo establecido entre sus padres y los Reyes de España. El Príncipe de Asturias y por lo tanto futuro rey de España, Fernando, casaría con Maria Antonia y el hermano de ésta, Francisco, heredero al trono de Nápoles, con la Infanta Isabel. Hubo que pedir dispensa al Papa ya que Fernando IV de Nápoles y Carlos IV de España eran hermanos. Una vez obtenido el favor del Papa quedó establecido el acuerdo matrimonial y, aunque a María Carolina parece que no le gustaba demasiado el novio elegido para su hija, se abstuvo de hacer a la futura Princesa de Asturias una descripción detallada de su prometido.

Carlos IV aprovechó la boda de su hijo para pasearse por su Reino, cosa poco frecuente, y así al dirigirse a Barcelona - ciudad donde iba a recibirse a la Princesa y a oficiarse la ceremonia matrimonial - pasó primero por Zaragoza y después del enlace aprovechó para dirigirse a Murcia y a Valencia. La boda, y María Antonia en particular, representaban para Carlos IV tres importantes posibilidades: la primera mejorar el prestigio de los Reyes con un acercamiento a las provincias y con las celebraciones que serían efectuadas en ellas, la segunda procurar el acercamiento entre las coronas de España y Nápoles y la tercera era la posibilidad de consolidar la Corona con un nuevo heredero.

Cuando en Octubre de 1802 María Antonia conoce al que sería su marido sufre una gran decepción y un enorme disgusto. Así lo cuenta ella en una carta que escribió a su primo varios meses después de la boda : " Cuando bajé del coche y vi al Príncipe creí desmayarme…. quedé espantada". Parece ser que en los retratos que había visto de su prometido éste no aparecía ni tan feo ni tan gordo como en realidad era. Para su desgracia no sería ésta la única sorpresa que le esperaba del que en su día sería llamado el rey felón. 


Fernando VII. Francisco de Goya. Museo del Prado

No sería feliz la vida de la Princesa de Asturias en la Corte española. Su suegra, Mª Luisa, la vigilaba estrechamente manteniendo informado a su favorito Godoy de cualquier cosa que la Princesa hacia y además el matrimonio no llegaba a consumarse, de hecho, Fernando no logró el propósito de copular con su esposa hasta un año después de realizarse el matrimonio. No es que María Antonia lo desease pero si se mostraba extrañada y así se lo hacía saber a su madre en las cartas que le dirigía y así se lo contaba su madre al embajador de Nápoles en Madrid en una carta que le escribió :" el marido no es todavía marido y no parece tener deseo ni capacidad de serlo….mi hija es completamente desgraciada". También la reina Mª Luisa informaba a Godoy puntualmente de ésta situación.

El problema de Fernando, fuera cual fuese, se resolvió y llegó el momento de que el matrimonio se consumase y aquí vino el segundo gran disgusto y, probablemente, el susto de la Princesa. Su esposo tenía una macrogenitosomía lo que dificultaba enormemente las relaciones además de hacerlas muy dolorosas para la pobre María Antonia y para mayor disgusto de la Princesa, se dio la circunstancia de que Fernando, una vez hubo probadas las relaciones maritales, se aficionó tanto a ellas que buscaba de continuo a su esposa para llevarlas a cabo. 

Como era de esperar con estos continuos trajines, María Antonia quedó embarazada pero, abortó a los pocos meses. Ese aborto fue descrito con pelos y señales por la reina Mª Luisa en carta escrita a Godoy "esta tarde he presenciado el mal parto de mi nuera…..con un feto más chico que un grano de anís….

A pesar de su débil salud - María Antonia había sufrido ya varios episodios febriles - la Princesa de Asturias se repuso pronto de este aborto y no tardó demasiado en quedar de nuevo embarazada. 

En torno al Principe de Asturias, el futuro Fernando VII, se iba formando un núcleo opositor a Manuel Godoy y al enorme y absoluto poder que éste tenía. Por otra parte el distanciamiento entre Fernando y sus padres era cada vez mayor y estas malas relaciones incluían también a la pobre María Antonia. D. Manuel , que no se fiaba en absoluto de los Príncipes, intentaba someter a éstos al aislamiento político además de espiar cada uno de sus movimientos y todo cuanto acontecía en sus vidas. Toda la corte era conocedora de la desconfianza que los Príncipes inspiraban a los Reyes.

En el verano de 1805 se encontraba la Familia Real en la Granja de San Ildefonso cuando el 18 de agosto se le presentan a María Antonia unos dolores abdominales que hacen temer un nuevo aborto. No quiere la Princesa que se avise a ninguna comadrona y exige ser examinada por el médico de cámara D. Pedro Castelló y Ginestá que será quien la asista en este nuevo aborto. La descripción del mismo la volvemos a encontrar en la misiva que la reina María Luisa le dirige a Godoy "Amigo Manuel, por fin malparió María Antonia …..el feto era más chico que un cañamón chico…". 


Mª Luisa de Parma. - Francisco de Goya. Palacio Real


María Antonia no se repuso de este aborto y la enfermedad que sufría se exacerbó tras el mismo. Según los médicos que la asistían, en noviembre de ese mismo año "había sido invadida por una artritis universal acompañada de calenturas erráticas, opresión en el pecho, palpitaciones, tos y esputos con estrías de sangre y vómitos". La enfermedad continuó su curso y a pesar de los cuidados de los siete médicos de cámara que la asistian se produjo el fallecimiento algunos meses después. 

Los siete profesores que le habían prestado asistencia, realizaron también la autopsia de su cadáver para proceder al embalsamamiento y concluyeron que el corazón era de enorme magnitud y que estaban dilatados los ventrículos, las aurículas y los grandes vasos. El Dr. Gargantilla, basándose en los datos de su autopsia, dice que la enferma padecía una malformación cardíaca que le produjo, con el paso de los años, una cardiomegalia. 

No obstante, por los mentideros de Madrid corrió el rumor de que la Princesa había sido envenenada con una taza de chocolate y lógicamente todos los ojos miraron a Godoy como el autor del envenenamiento. Sin embargo, conociendo la larga enfermedad de María Antonia, nadie, ni siquiera el marqués de Villaurrutia, biógrafo de Mª Luisa, dio credibilidad a estas habladurías, ya que, como decía el propio Godoy: "todo el mundo sabía que la Princesa había llegado ya tísica a España".

Maria Antonia de Borbón Lorena murió el 21 de mayo de 1806 a los veintiún años de edad. Está enterrada en el Panteón de Infantes del Monasterio del Escorial.

D. Juan de Aragón y Castilla, Príncipe de Asturias

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La primera hija de los Reyes Católicos había nacido en 1470 y no parecía que Isabel fuera a quedar embarazada nuevamente pero ocho años después, concretamente el 30 de junio de 1478, y tras un peregrinaje al monasterio de San Juan de Ortega y las consiguientes rogativas de la Reina, venía al mundo en el Real Alcázar de Sevilla el ansiado varón, un niño al que se impuso el nombre de Juan. 

La felicidad de los Reyes era enorme y el nacimiento se celebró durante varios días con las llamadas "festas e alegrías" en las que además de los saraos habituales hubo una gran justa en la que participó el Rey Católico. Se nombró como ama del neonato a Dª María de Guzmán y nueve días después de su nacimiento fue bautizado. Llevaron al infante en procesión todas las autoridades, la nobleza y el clero. El cronista Bernáldez nos da cuenta de quienes componían el cortejo que habría de llevarle a la Catedral de Sevilla y nos relata: "Iba el ama del príncipe encima de una mula, en una albarda de terciopelo, e con un repostero de brocado colorado: llebava al príncipe en sus brazos" . La ceremonia del bautismo fue oficiada por el Cardenal Pedro Gonzalez de Mendoza.

En el siglo XV, los fenómenos astronómicos cobraban mucha importancia y ocurrió que pocas semanas después del nacimiento del pequeño príncipe, tuvo lugar un eclipse total de sol que proyectó, a decir de la mayoría, un mal augurio sobre el recién nacido. Fuera por esto o no, lo cierto es que el Infante dio muestras desde su nacimiento de una salud débil. Escribe Junceda Avello que el Príncipe tenía labio leporino y que con el paso de los años se demostró que era tartamudo o esto es al menos lo que contó el médico alemán Jerónimo Münzer tras haber tenido una audiencia con D.Juan cuando éste era adolescente :"el príncipe no pudo hablar por tener una dolencia en el labio inferior y en la lengua que le impedían hacerlo expeditamente". 

También es Junceda quien nos dice que debido a la extrema debilidad del infante "los médicos se vieron obligados al empleo de toda clase de tónicos vigorizantes y entre ellos se le recetó el extracto de tortuga, razón que explicaría la preocupación que desde entonces los reyes tuvieron en la búsqueda de estos animales"hasta el punto - siempre según éste autor - de enviar a Mallorca al Procurador General con ese fin, ya que allí se encontraban en mayor cantidad. Lo que si parece es que las tortugas además de escasas, o tal vez por ello, eran caras y hay constancia de que se pagaron 310 sueldos por 33 tortugas que fueron enviadas a Medina del Campo en 1489.

En 1480, cuando todavía no había cumplido los dos años, es jurado por las Cortes reunidas en Toledo, sucesor de Isabel en el trono de Castilla, convirtiéndose así en el nuevo Príncipe de Asturias. Cuatro años después, en 1484, fue jurado como heredero de Aragón por la Cortes reunidas en Tarazona. 

Los Reyes Católicos, como era de esperar, dispusieron para su hijo la mejor educación al frente de la cual colocaron a fray Diego de Deza, un dominico profesor de teología en la Universidad de Salamanca, que sería quien se encargaría de su educación académica y moral. De enseñarle el arte en el manejo de la espada se encargó mosén Bernal y del resto de las artes militares D. Juan de Zapata. Tampoco se olvido la música en su educación, hacia la que el Infante sentía una especial inclinación, siendo Juan de Anchieta, cantor de la capilla de la reina Isabel la Católica, su principal educador en ésta materia. Una educación por tanto humanista como correspondía a la época. 

Educación de D. Juan. Martinez Cubells


Pero, la salud del Príncipe seguía manteniendo a sus padres en continua zozobra. Contaba sólo diez años cuando estando en Murcia, nos cuentan los cronistas que, "adoleció de disentería con tenasmo e fiebre continua, en el undécimo nacieron viruelas". Según parece, los médicos le recetaron aceite de bacalao y jugo de carne de tortuga. Tanto preocupaba la salud del Príncipe que Mártir de Anglería, en una carta escrita el 11 de septiembre de ese año al ayo de Príncipe Juan Velazquez, le refiere «Me preguntas, ilustrísimo caballero, mi opinión acerca del joven serenísimo Príncipe, primer heredero de tantos reinos, y qué clase de Rey será si llega a vivir».

En 1486 los Reyes Católicos deciden que ya era hora de que el príncipe configurase su propia Casa y se decide que la Corte del Príncipe quedaría establecida en Almazán. La Casa estaría compuesta además de por fray Diego de Deza como preceptor, por diez consejeros, todos ellos pertenecientes a nobles familias, de los cuales cinco serian caballeros ancianos y cinco jóvenes de edad similar a la del Principe. También contaba la Casa con veinticuatro pajes escogidos entre los hijos de los nobles y cuyos nombres aparecen relacionados en  El Libro de Cámara real del Príncipe don Juan del cronista del siglo XVI, Gonzalo Fernandez de Oviedo. 

En 1495, los Reyes Católicos acuerdan un doble tratado matrimonial con el Emperador Maximiliano de Austria, mediante el cual los dos hijos de Maximiliano, Felipe y Margarita, casarían con dos de los hijos de los Reyes , Juana y Juan. El compromiso interesaba y mucho a los Monarcas españoles y se dispuso para el evento una flota de más de cien embarcaciones, al frente de la cual estaría el Almirante de Castilla, Fabrique Enriquez de Cabrera. En ella llegaría a Flandes la Infanta Juana y en ella se traería a España a la princesa Margarita.

La vida de Margarita no había sido fácil. Cuando tenía dos años murió su madre y poco después y como consecuencia de la firma de un tratado de paz entre Francia y Borgoña se la prometió a Carlos, el delfín de Francia, con la condición añadida de que Margarita debía ser educada en la Corte francesa. Así pues, la Princesa pasó su infancia sin su familia y en un país que no era el suyo hasta que los intereses franceses variaron de dirección y fue repudiada y devuelta a su padre, Maximiliano, sin que el matrimonio hubiese sido consumado. Es entonces cuando desde Castilla se la reclama para ser desposada por el príncipe D. Juan. 

La boda se celebró por poderes en Malinas y en marzo de 1497 Margarita embarcó hacía su nuevo destino. La travesía fue terrible, se desató una gran tormenta y a punto estuvieron de zozobrar pero finalmente arribaron a puerto y el 4 de abril se celebraba la ceremonia nupcial en Burgos, con toda la pompa y el boato que la ocasión exigía y oficiada por el Cardenal Cisneros. 

D. Juan tenía diecinueve años y dos menos su prometida y, según nos cuentan los cronistas, ambos quedaron gratamente impresionados cuando se conocieron. Y no parece que el Príncipe de Asturias fuera el único que quedó impresionado por la belleza de Margarita. Pedro Mártir de Anglería en carta al Cardenal de Santa Cruz escribe: "Si la vieras, te harías la idea de que estabas contemplando a la misma Venus". 


Margarita de Austria, Princesa de Asturias - Anonimo. The Metropolitan Museum


Se trasladaron a la residencia del Príncipe en Almazán y allí daría comienzo la leyenda. Según nos dice José Ignacio de Arana: "el encuentro amoroso fue explosivo y los jóvenes no se dieron descanso durante varios días. Los criados dejaban discretamente los alimentos en la puerta de la alcoba principesca". 

A los tres meses, todos los que rodeaban al Príncipe se dan cuenta de su palidez y de que "se iba quedando chupado y con gran tristeza en el porte". Nadie de sus más cercanos ocultaba su preocupación por la salud de D. Juan y todos concluían que el progresivo debilitamiento del príncipe era debido al exceso de actividad sexual por lo que, para evitar que"se le reblandeciesen las médulas" o incluso que su vida corriese peligro, recomendaron a la Reina Isabel que separase a los esposos a fin de dar tiempo al Príncipe para restablecerse. Pero, la respuesta de la Reina fue contundente: "no es conveniente que los hombres separen a quienes Dios unió con el vínculo conyugal". 

Acompañaban los Príncipes de Asturias a los Reyes Católicos que se dirigían a Extremadura , cuando a D. Juan le sobrevienen unas virulentas fiebres. Se acuerda entonces que los príncipes queden en Salamanca al cuidado del antiguo preceptor del príncipe, D. Diego de Deza. Pero D. Juan se debilitaba por días, a pesar de los zumos, los jugos de tortuga y cuantos remedios le proporcionaban los médicos. 

Pocos días después D. Diego de Deza envía carta a los Reyes, que se hallaban ya en Extremadura, advirtiéndoles en ella de la gravedad del Príncipe. D. Fernando oculta a Isabel la mala noticia y parte hacia Salamanca. Encuentra a D. Juan consciente pero extremadamente grave, intenta animarlo diciéndole "que no desfallezca y le recuerda que la esperanza de vivir ha traído la salud a muchos enfermos". Finalmente se produce la muerte del Príncipe , probablemente, el 4 de octubre de 1497. Tenía diecinueve años y llevaba casado apenas seis meses.

La causa de la muerte se desconoce, en aquellos años se dijo que D. Juan había muerto "de amor" y que el fallecimiento se había producido como consecuencia de un exceso de actividad sexual y de tener un cuerpo débil y enfermizo. Según el Dr Gargantilla :"la causa del fallecimiento habría que buscarla , probablemente, en una enfermedad infecciosa, quizás una tuberculosis". No lo sabemos. 




Amortajado con el hábito de San Francisco fue enterrado en el Real Monasterio de Santo Tomás de Avila.

Maud de Gales. Reina de Noruega

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La que fuera la última de los hijos de los Príncipes de Gales, Eduardo y Alejandra,  vendría al mundo en Marlbourgh House, un frío día de noviembre de 1869. Durante su infancia pasaba, al igual que el resto de sus hermanos, largas temporadas en Sandringham, la otra residencia de sus padres y todos los años acompañaba a su madre, danesa de nacimiento, a visitar a sus abuelos maternos en Dinamarca.

Era una niña tímida y enfermiza y su educación fue meramente convencional. No era bella, no tenía carisma y ni siquiera era agraciada físicamente, pero con el tiempo  se iría puliendo y daría ejemplo de elegancia y estilo destacando, al menos en esto, entre otras princesas de la época. 

Durante varias semanas al año compartía juegos y, mas tarde, bailes y diversiones con sus primos daneses en el palacio de Fredensborg, no es extraño por tanto que se enamorase de uno de ellos. Fue Carl el elegido y el que pidió su mano en 1896. Carl era un Oficial de la Marina danesa, apuesto, simpático y con gran don de gentes. Toda la familia, tanto la danesa como la británica, estaban contentos con el noviazgo y se lanzaron a preparar una boda que sería la última a la que acudiría su abuela, la reina Victoria. Sólo una sombra se proyectaba en el horizonte de Maud: vivir lejos de su amada Inglaterra. 

Se casaron el 22 de julio de 1896 en la capilla privada del palacio de Buckingham y recibieron por parte del padre de la novia, el Príncipe de Gales, un regalo muy especial y que jugaría un papel importante en la vida de Maud: un palacete al que llamaron Appleton y que se encontraba dentro de la propiedad de Sandrinham. Por tanto al lado de la familia. 

Ceremonia matrimonial de Maud y Carl

Los daneses recibieron a Maud con verdadero entusiasmo, la habían visto en sus tierras desde pequeña y además era nieta de los reyes, por tanto medio danesa. Por desgracia el entusiasmo no fue mutuo. Maud añoraba todo lo inglés y además al ser su esposo un oficial de la Marina tenía demasiado tiempo para dedicarse a esta añoranza. Se quejaba constantemente de que el frío clima danés perjudicaba sus bronquios y, con esta excusa, se fue acostumbrando a realizar, cada vez con mayor frecuencia, escapadas a su casa de Appleton.

Al principio todo el mundo consideraba normal la nostalgia de la princesa por su familia y su país de origen, pero poco a poco se fue viendo que había también otras razones. La principal era que Maud se aburría mortalmente en Dinamarca, consideraba que la sociedad danesa era provinciana, extremadamente reducida y con excesivos escrúpulos morales que, para ella, rayaban en la mojigatería. Su familia danesa empezó a mirar con malos ojos el empeño de la princesa por permanecer en suelo inglés y el pueblo danés empezaba ya a preguntarse qué ocurría para que la princesa permaneciese tan poco tiempo en Dinamarca. La conclusión de la mayoría de la gente era que la pareja estaba tardando demasiado en engendrar un hijo. 

Por fin Maud queda encinta, y el estado de buena esperanza es anunciado con gran alegría pero ocurre algo que los daneses no entienden: la princesa Maud pasa todo el embarazo en Inglaterra y es allí en Appleton donde, en julio de 1903, alumbrará a un varón que recibirá el nombre de Alejandro y que será su único hijo. El tiempo tardado en procrear, el hecho de que la gestación se desarrollara en Inglaterra y que incluso se produjera allí el parto fueron dando lugar a múltiples  especulaciones a lo largo de los años que han llegado hasta nuestros días. Maud permaneció en Inglaterra con su hijo hasta que, varios meses después del nacimiento, el príncipe Carl acudió a por ella. Cuando llegó a Copenhagen su hijo tenía ya nueve meses. En total había permanecido fuera de Dinamarca dos años. 



En 1905 Noruega se separa de Suecia y los noruegos ofrecen el trono de su país al príncipe Carl de Dinamarca. Acepta el príncipe y Maud se convierte de este modo en Reina consorte de Noruega. En su deseo de congraciarse con el pueblo noruego Carl cambia su nombre por el de Haakon VII y el de su hijo Alejandro por el de Olav. 

Maud se daría cuenta de que su libertad se había acabado y que en lo sucesivo tendría que cumplir con lo que se esperaba de ella y se dispuso a realizar su papel de Reina con la mayor dignidad. Participó en cantidad de obras sociales, protegió a los jóvenes artistas, aprendió a esquiar y realizó todas aquellas cosas que sabía iban a satisfacer al pueblo noruego, consiguiendo de ese modo ganarse su cariño. Seguía sin ser bella pero, tenía mucho estilo, vestía con elegancia y los noruegos se sentían orgullosos de ella. Aunque visitaba cada año su país natal, permanecía muy poco tiempo en Inglaterra.

En 2004,el autor Tor Bomann-Larsen da origen a una gran polémica al afirmar en su libro ”Haakon y Maud”, que el Rey Olav no era hijo de Haakon. Según dicho autor la Reina Maud fue inseminada en Inglaterra por el médico de su padre, Sir Francis Laking, con semen de su propio hijo Guy Laking. Asegura Bomann que durante los diez meses anteriores al nacimiento de su hijo, Haakon y Maud solo estuvieron juntos una vez.


En marzo de 2005, Odd Arvid Storveen, un historiador de la Universidad de Oslo, publicó una reseña del libro de Bomann-Larsen en la revista Historisk Tidsskrift, en la que afirma que no se ha encontrado ninguna prueba que avale la hipótesis de Bomann. 

La inseminación artificial no era común en aquella época pero desde luego no era una práctica desconocida entre los médicos, puesto que la primera inseminación confirmada fue llevada a cabo por William Pancoast en 1884. 

También el historiador Svein Blindheim ha barajado la posibilidad de que Maud no fuera la madre biológica y de que el príncipe Olav fuera adoptado 

La salud de Maud siempre había sido quebradiza, en 1938 estaba en Inglaterra cuando le sobrevino un fuerte dolor abdominal. Fue intervenida quirúrgicamente pero a los pocos días sufrió una insuficiencia cardiaca que le costó la vida. El Rey Haakon acudió de inmediato y trasladó el cuerpo de su esposa a Noruega.

Sus restos fueron depositados en el mausoleo real del castillo de Akershus.



María Cristina de Habsburgo- Lorena

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La prematura muerte de Dª Mercedes de Orleans, esposa de Alfonso XII, había dejado al Rey sumido en la tristeza y a España sin heredero. Por ello Cánovas del Castillo trataba por todos los medios de convencer a D. Alfonso de la necesidad de contraer nuevo matrimonio. Aceptaría el rey la propuesta y aceptaría también a la novia elegida: María Cristina de Habsburgo - Lorena.

Crista - éste era su nombre familiar - había nacido el 21 de julio de 1858 en Moravia y era hija de los archiduques de Austria, Carlos Fernando e Isabel, y prima del emperador Francisco Jose I. Era inteligente, estudiosa, muy modesta y no demasiado agraciada. Hablaba con soltura varios idiomas como el inglés, el italiano y el francés pero no aprendió español en aquellos primeros años de formación, en los que  hasta llegó a recibir clases de economía y filosofía. 

La emperatriz Maria Teresa de Austria había creado una institución, un siglo antes de que naciera Crista, donde las damas de alta cuna y escasos medios pudieran vivir y recibir educación mientras esperaban casarse, o entrar en religión si no aparecía el novio adecuado.El nombramiento de abadesa de Nobles Damas Canonesas de Praga le fue concedido a Cristina por el emperador Francisco Jose cuando ésta cumplió los dieciocho años ya que tradicionalmente la abadesa de la institución debía ser siempre una archiduquesa de Austria. 

Pero no estaba destinada Crista a dirigir a las Nobles Damas Canonesas por mucho tiempo, Cánovas del Castillo se había fijado en ella y, una vez recabados los informes del embajador español en Viena, consideró que era la candidata perfecta para convertirse en reina de España.

A pesar de que Alfonso XII había dejado en manos de Cánovas la elección de su futura esposa, deseaba conocerla antes de dar su definitiva aprobación pues aunque se habían visto de niños, el recuerdo que de ella tenía era sumamente vago. El encuentro se produciría en Arcachon, en el verano de 1879, y no quedaría precisamente entusiasmado el rey de España con su novia. Se dice que, tras el encuentro, el marqués de Alcañices, que acompañaba al rey, empezó a ponderar la belleza de Dª Cristina y que el monarca le hizo callar alegando: " No te esfuerces Pepe, a mi tampoco me ha parecido guapa….pero te habrás dado cuenta de que la que está bomba es mi suegra". Por el contrario a Crista debió gustarle el novio pues al terminar el encuentro exclamó " ! Mamá que guapo es ! ". 

Alfonso XII. Federico Madrazo. Ayuntamiento de Granada

El 29 de noviembre de 1879 y en la Basílica de Atocha se celebraría el matrimonio. Cristina apareció vestida con un magnifico traje de raso blanco bordado en plata y confeccionado en Madrid y un manto en el que brillaba pequeñas flores de lis tejidas en oro. Gustó a los madrileños su traje pero no su portadora a quien encontraron demasiado "estirada". El recuerdo de una idealizada Dª Mercedes tan cercana al pueblo y con tanta gracia y gentileza, estaba presente. Circulaban además numerosas habladurías, desde afirmar que había sido abadesa de un convento y por lo tanto monja hasta que llevaba sangre gitana en las venas por haber nacido cerca de Bohemia. Su desconocimiento de la lengua española y el hecho de que hubiera traído desde Austria a su médico personal, el Dr. Riedel, tampoco la favoreció a la hora de granjearse la simpatía de los madrileños.

El dolor que la muerte de su esposa Dª Mercedes había producido en el rey no había impedido a D. Alfonso tener aventuras amorosas una de las cuales, la que mantuvo con la contralto Elena Sanz, le había dado ya un hijo antes de que se celebrara el segundo matrimonio del monarca. Dª Mª Cristina fue informada de ello por una de esas almas caritativas que suelen rodear a las reinas pero, ni una queja, ni un solo comentario salió de sus labios. 

Se apresuraría el rey a cumplir con sus deberes conyugales y tan solo diez meses después de la boda Dª Mª Cristina alumbraba a su primer vástago, una infanta a quien se impuso el nombre de Mercedes en recuerdo de la primera esposa de D. Alfonso. Intentaba de este modo Crista granjearse el cariño del rey y de los españoles. No estuvo tan acertada en la elección del médico que la asistiría en el parto, su empeño en que ningún médico español estuviera presente y  que tan solo el Dr. Riedel la ayudara ofendió a los galenos de cámara, a cuya cabeza estaba el Dr. Alonso Rubio, eminente catedrático de Tocología que, sintiéndose menospreciado renunció a su cargo. El enfado llegó hasta las altas esferas políticas.

Mientras Dª Mª Cristina intentaba amoldarse a las costumbres españolas el rey continuaba con sus devaneos amorosos, a Elena Sanz la sustituyó otra cantante : Adela Borghi y como era normal la reina fue oportunamente informada de la existencia de la nueva amante. Las infidelidades de su esposo la hacían sufrir pero su sentido de la dignidad le impedirían dar rienda suelta al sufrimiento ni tan siquiera en su circulo más íntimo. 

En noviembre de 1882 la reina daba a luz de nuevo, fue otra infanta y ello produciría una gran decepción. Fiel a si misma se hizo asistir por el Dr. Riedel a pesar del alboroto que se había producido en el anterior parto. Había dado ya dos hijas al rey y por lo tanto a la Corona española, pero Crista seguía siendo una figura desdibujada, una sombra gris que no se atrevía a alterar ni las costumbres ni a los servidores del Palacio a excepción hecha de lo que atañía a su salud.

Maria Cristina de Habsburgo. Raimundo Madrazo

En el verano de 1885 se declaró en España una epidemia de cólera y uno de los mayores focos se localizó en Aranjuez. Hasta allí acudió D.Alfonso para visitar a los enfermos. A su regreso le esperan en la estación la reina y todo el Gobierno. Cuando el tren llega a la estación Dª Mª Cristina se abraza a su marido y le dice " Alfonso hoy te quiero como siempre pero te admiro más que nunca". 

En el otoño de ese mismo año, el rey se muestra enfermo, esta más delgado, pálido, con fiebre constante y una tos que le desgarra los pulmones. Sus médicos, los doctores Camisón y Sanchez Ocaña deciden trasladar al monarca al palacio del Pardo esperando que el aire de la sierra le beneficie. El Gobierno exige a Dª Mª Cristina que permanezca en Madrid, para no causar alarma en la sociedad, y acatando sus ordenes la reina acude al palco del Teatro Real  casi cada noche, corriendo durante el día a visitar a su marido. 

 La muerte de Alfonso XII, que se produjo el 25 de noviembre de 1885, dejó a DªMª Cristina desolada y embarazada. Cuando se cumplía un mes del fallecimiento del rey de España, su viuda, rigurosamente vestida de negro, hacía su aparición el el Palacio de las Cortes para jurar como Regente la Constitución. A partir de ese momento y dueña ya de la situación, realizó en Palacio cuantos cambios quiso y trazó un programa de trabajo riguroso, ordenado e inflexible. 

Habían transcurrido seis meses desde la muerte del rey cuando DªMª Cristina se pone de parto, la noticia se difunde y llega a la calle donde el pueblo espera con impaciencia. Se produce un estallido de júbilo cuando los madrileños escuchan como la artillería dispara una salva de veintiún cañonazos. Había nacido el ansiado varón, era el 18 de mayo de 1886 y en esta ocasión si hubo médicos españoles presentes en el parto. Además, claro esta, del Dr. Riedel la asistieron el Dr. Sanchez Ocaña, el Dr. Ledesma y el Dr. Candela. 

Maira Cristina de Habsburgo con Alfonso XII. Antonio Caba

No fue fácil su regencia, durante los dieciséis años en que la ejerció tuvo que hacer frente a veinticuatro crisis gubernamentales y se ganó el respeto de todos por su enorme lealtad. Lo más que pudieron hacer sus enemigos para desprestigiarla fue apodarla "Dª Virtudes". Hasta Emilio Castelar dijo en cierta ocasión :" En la calle debe uno descubrirse cuando se encuentra al santísimo o a la Reina Regente". Lawrence Lowel dijo de ella que " Dª MªCristina había sido uno de los grandes monarcas constitucionales de Europa". 

Cuando en 1902 su hijo, Alfonso XIII, cumplió la mayoría de edad terminó la regencia de DªMª Cristina y a partir de ese momento se retiraría a un segundo plano no volviendo a participar en los asuntos políticos. Tras el matrimonio del nuevo rey de España Dª Mª Cristina, que no tenía demasiada empatía con su nuera, decidiría construirse en el propio Madrid una casa para lo cual compró un terreno en el Paseo de Rosales. Finalmente todo quedaría en un proyecto puesto que D. Alfonso no estuvo dispuesto a consentir que su madre saliera de Palacio. 

Los inviernos los pasaba Dª MªCristina en Madrid y los veranos en su palacio de Miramar. Había perdido ya a sus dos hijas mayores y desde que acabó la 1ª Guerra Mundial solía pasar unos días en Suiza donde se reunía con sus hermanos. 

El 6 de febrero de 1929 se despertó a las dos de la madrugada con un fuerte dolor en el costado. Su doncella, Martina, que dormía en la habitación contigua llamó al Dr. Petinto, que se encontraba de guardia, no dio tiempo a que llegara el Dr. Alabern que era el que se ocupaba de la salud de la soberana en aquellos años. Murió a consecuencia de un infarto cardiaco.


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