Catalina de Medici
Leopoldo III de Bélgica
Antonio María de Orleans y Borbón
Enrique IV de Castilla, "El impotente"
Guillermo II, el último Kaiser de Alemania
Había nacido en Berlín, en enero de 1859, hijo del príncipe Federico de Prusia y de la princesa Victoria del Reino Unido. Su nacimiento fue complicado porque dada la presentación pélvica del feto el parto se prolongó y además el médico tuvo que ayudarse de forceps para la extracción del pequeño. Como consecuencia de ello y a los pocos días de su nacimiento la familia se percató de que el niño presentaba una deformación en el brazo izquierdo y una dificultada para el movimiento. Hoy habría sido diagnosticado de parálisis braquial obstétrica.
Si bien es cierto que todas las personas nos vemos marcadas por el lugar en el que nacemos, la familia a la que pertenecemos y un largo etcetera de circunstancias en el caso de Guillermo fue el parto lo que marcó su existencia hasta el punto de que, en la actualidad, algunos historiadores opinan que también su cerebro quedó dañado aquel infausto día y que su carácter tozudo y agresivo eran una consecuencia de ello.
No obstante y pese a todo, es difícil adentrarse en la personalidad de Guillermo sin contextualizar el ambiente en el que fue criado. Su madre - tal vez porque se sentía culpable o tal vez porque había sido educada para la "perfección"- nunca aceptó haber traído al mundo un hijo con una tara física y como consecuencia nunca fue capaz de demostrar ternura o cariño hacia el que era, a su pesar, su primogénito.
Princesa Victoria - Winterhalter
Guillermo al que en casa y por imposición materna llamaban Willy, estuvo a cargo durante sus primeros años de un tutor severo y rígido, Georg Ernst Hinzpeter, pero del que aprendió dos cosas que fueron para él fundamentales : que podía vivir como una persona normal a pesar de su deformidad y que debía pensar por si mismo y tomar sus propias decisiones.
Posteriormente sería educado en Kassel en el instituto Friedrichsgymnasium y después en la Universidad de Bonn. Según parece poseía una mente despierta y ágil para los estudios aunque presentaba falta de concentración y ya entonces empezaba a dar muestras de un carácter megalómano que alternaba con episodios de baja autoestima. Al finalizar sus estudios en Bonn, como miembro de la casa real de Hohenzollern, inició la educación castrense en el regimiento de Infantería de Postdam. Algunos historiadores consideran que la educación militar fue lo que marcó definitivamente su carácter, sus relaciones sociales y probablemente su manera de concebir el orden político. Otros opinan que lo único que le apasionaba realmente del ejercito era vestir sus uniformes. Guillermo dijo en sus memorias que fue en la vida militar donde había encontrado a su familia y a sus amigos.
Al finalizar la guerra Franco-Prusiana se produce de hecho la unificación de Alemania y su abuelo, como rey de Prusia que era, es nombrado Kaiser del nuevo Imperio Alemán. De este modo Willy se convertiría en el segundo en el orden de sucesión a la corona Imperial.
Proclamación del Imperio alemán en Versalles - Antón von Werner
Las relaciones de Guillermo con su familia eran bastante peculiares; con su madre el trato era frío, distante y podría decirse que teñido de rencor por ambas partes. Con su padre era diferente; admiraba en él sus logros militares pero consideraba que estaba demasiado influenciado por Victoria y que presentaba demasiada sumisión ante las opiniones de ella. A quien siempre quiso y admiró fue a su abuelo paterno, el emperador Guillermo I, y a quien siempre respetó fue a su abuela materna, la reina Victoria I, quien, por otra parte, siempre fue más cariñosa con él que su propia madre.
Desde que la madre de Willy llego a la corte prusiana con sus ideas liberales y su profunda anglofilia se desató en la Corte una especie de guerra fría entre quienes poseían una tendencia conservadora y quienes, al igual que la princesa Victoria y el heredero Federico, eran pro-ingleses y de tendencia liberal. Así pues una de las primeras cosas que hizo Otto von Bismarck cuando fue nombrado canciller fue aislar a Federico y a Victoria con la intención de debilitar cualquier influencia de los príncipes en la política de la nación.
Durante su adolescencia Guillermo desarrollo una personalidad y unos intereses políticos diametralmente opuestos a los de sus padres, sintiéndose cercano a su abuelo, el Kaiser Guillermo I y al canciller Bismarck.
Su primer amor, y tal vez el más profundo, también representó una decepción puesto que no fue correspondido. Se trataba de su prima Isabel de Hesse, quien muy dulcemente desestimo las pretensiones matrimoniales de Guillermo. Según parece él nunca la olvidó pero, ante su rechazo, decidió casarse en 1881 con la princesa Augusta Victoria de Schleswig-Holstein, mujer de carácter sumiso y que jamás se mostraba en desacuerdo con su esposo, cabe suponer , por tanto, que Guillermo tuvo un matrimonio sino feliz si al menos placentero, cómodo y fructífero puesto que tuvieron siete hijos, seis varones y una niña, Victoria Luisa, quien acaparó toda la ternura de su brusco padre.
Guillermo II y Augusta Victoria
En 1888 muere Guillermo I y los padres de Willy , pasan a convertirse en emperadores de Alemania. Tanto Federico como Victoria tenían muchas ideas renovadoras para cambiar la política alemana cuando llegara el momento que, al fin, se les había presentado pero apenas les dio tiempo a tomar posesión del cargo. Federico, mortalmente enfermo por un cáncer de laringe, fallecería tres meses después de su nombramiento.
En cuanto murió su padre Guillermo fue nombrado emperador de Alemania y sin perder el tiempo ordenó la ocupación de la residencia de sus padres. Registró todos los rincones del palacio en busca de documentos que pudieran ser comprometedores para él e ir en contra de los intereses de Alemania - no hay que olvidar que Willy consideraba que su madre estaba más cercana a los intereses ingleses que a los de su patria. Nada encontró, pero este sería el comienzo de la sutil venganza que inició contra su madre.
En aquel verano de 1888, el recién coronado emperador, Guillermo II, contaba solo 29 años de edad y tenía un objetivo claro: dar prestigio y poder en el mundo a la Alemania unificada. Concebía su país como un estado militar con una fuerte Armada y consideraba que el autentico poder debía emanar del emperador o sea de él mismo. Todo ello le llevó al inmediato conflicto con Otto von Bismarck, a pesar de que en su juventud había sido un gran admirador del llamado "Canciller de hierro". Por otra parte Bismarck pensaba que el nuevo emperador iba a ser un corderillo sumiso y al que podría manejar como había hecho con su abuelo pero se equivocó por completo. Sorprendentemente para el propio Canciller fue destituido en 1890.
Otto von Bismarck
Con la destitución de Bismarck la política exterior cambió de rumbo. El Canciller era extraordinariamente hábil en conseguir el equilibrio en las complejas relaciones internacionales y era capaz de nadar en las turbulentas aguas de la Europa del final del siglo XIX manteniendo a Alemania a salvo de cualquier injerencia. En el momento en que Guillermo, hombre impulsivo e impaciente por naturaleza, coge las riendas de la política exterior todo se desestabiliza. La prepotencia del Kaiser intentando colocar a Alemania como primera potencia europea hace crecer la tensión y desequilibrar la balanza de poderes con las otras naciones. No parece que Guillermo pretendiera crear un conflicto a gran escala para conseguir que el Imperio alemán fuera la primera potencia del mundo, por el contrario parece que consideraba que sus relaciones familiares con las monarquías europeas y sus dotes diplomáticas podrían bastar para lograr sus fines. Se equivocó y la tensión siguió creciendo hasta desembocar en 1914 en la guerra.
Guillermo II no estaba preparado ni políticamente ni militarmente ni psíquicamente para soportar la guerra. Vivió el conflicto bélico como siempre había vivido, a caballo entre el derrotismo y los sueños de grandeza. Esperando una gran victoria de su país pero lejos del liderazgo con el que se había imaginado a si mismo, se convirtió en un instrumento de los militares y de los políticos alemanes limitándose a dar discursos alentadores, otorgar medallas y pasear por el frente.
A final de 1918 la noticia de que Alemania estaba a punto de ser derrotada corrió como un reguero de pólvora desde el norte, donde los marinos habían protagonizado una revuelta, hasta el sur del país. Los alemanes habían perdido la confianza en su emperador y Guillermo fue obligado a abdicar y a exiliarse a los Países Bajos el 9 de noviembre de ese mismo año. Aquel día moría el Imperio Alemán y nacía la República de Weimar.
Su esposa, la emperatriz Augusta-Victoria le acompañó en el exilio. Se instalaron en Doorn, en un pequeño castillo adquirido por Guillermo y donde pasarían el resto de sus vidas. El Tratado de Versalles, firmado al finalizar la guerra, incluía en uno de sus artículos la persecución legal contra el Káiser pero la reina Guillermina de los Países Bajos, que se había mantenido neutral durante el conflicto bélico, negó su extradición y el Kaiser nunca fue juzgado.
Poco tiempo después, en 1920, se produce el suicidio del menor de sus hijos varones, Joaquin, con tan solo 29 años. Guillermo fue capaz de sobreponerse a la tragedia, no así su esposa que fallecería apenas un año después.
A los pocos meses del fallecimiento de Augusta-Victoria el káiser conocería a Herminia de Reuss-Greiz que al igual que él había enviudado recientemente y ambos decidieron unir sus vidas. La boda se celebró en 1922, el mismo año en que Guillermo publicó el primer volumen de sus memorias.
Castillo de Doorn
Su segunda esposa, Herminia simpatizaba con el nacionalsocialismo y tenía la esperanza, probablemente compartida por su esposo,de una restauración de la monarquía en Alemania pero tal posibilidad no estaba entre los proyectos de Hitler.
En los 20 años siguientes el otrora emperador de Alemania desapareció de la vida pública. Se dedico a escribir, pasear por su propiedad, cortar leña y entretenerse con los amigos que los visitaban. Hasta se dejo crecer la barba cambiando aún más su aspecto físico.
Guillermo II murió de una embolia pulmonar en su castillo de Doorm el 4 de junio de 1941. Recibió sepultura en un mausoleo en las propias tierras de Huis Doorm. Fue su deseo que sus restos mortales no fueran devueltos a Alemania hasta que la monarquía fuese restaurada y por respeto a ello sus restos continúan en los Países Bajos.
Mausoleo de Guillermo II
No puedo terminar sin hablar de la personalidad del último Kaiser de Alemania. Para algunos Guillermo II fue un ser, brutal, avasallador, poco tolerante, manipulador, sin ninguna empatía, inteligente, astuto, excesivo y megalómano. Pero ¿ como puede ser el desarrollo psicológico de un niño que posee todos los privilegios, todos los honores desde su tierna infancia pero al que falta lo que la mayoría de los seres tienen: el amor de una madre?. ¿Es posible que esa carencia afectiva le condujera a la dualidad de sentir un deseo irremediable de conseguir la admiración de su madre al mismo tiempo que procuraba hacer notar a su progenitora que era más fuerte que ella y que tenía más poder?
Hace pocos años se han hecho públicas unas cartas que han permanecido ocultas durante casi cien años y que nos muestran, en parte, la relación existente entre Victoria y un adolescente Guillermo. Algunos estudiosos del tema, como el historiador John Röhl, profesor emérito de la Universidad de Sussex, mantienen que las cartas escritas por Guillermo en las que se leen frases como "He soñado en tus queridas, suaves y cálidas manos, espero con impaciencia el momento en el que pueda sentarme cerca de ti y besarlas" rozan lo incestuoso y revelan un profundo complejo de Edipo mientras que Victoria en las contestaciones que daba a estas misivas se limitaba a señalar las faltas gramaticales y a efectuar las correcciones que consideraba oportunas.
A pesar de lo que diga Röhl las epístolas también parecen demostrar la frialdad de una madre que ante las cariñosas frases de un adolescente - acomplejado y que se siente inferior en la captación del afecto materno al resto de sus siete hermanos - contesta con simples correcciones como si de cualquiera de los profesores se tratara.
No cabe duda de que la relación de Guillermo II y su madre fue absolutamente tóxica. Pero ¿fue culpable el káiser por anhelar el cariño materno? ¿fue culpable su madre, la Emperatriz Victoria, educada para crear a su alrededor un mundo perfecto, por haber dado a luz a un ser imperfecto?.
No es fácil encontrar la respuesta.
Pablo I de Grecia
Astrid de Suecia, reina de Bélgica
Muchos fueron los calificativos con los que se designó a ésta princesa. Todos los que la conocieron e incluso aquellos que sólo la conocieron por sus acciones y por las fotografías que de ella se publicaban le pusieron algún apelativo. El primero, tal vez, fue el de su tío, el rey Oscar II de Suecia , que decía de ella que era"el regalo del cielo". Después le seguirían otros.
Astrid nació en 1905, era la tercera de las hijas del príncipe Carlos, hijo del rey de Suecia , y de la princesa Ingeborg de Dinamarca. Como no ocupaba un lugar prominente en la linea de sucesión, tuvo una educación muy liberal, más propia de una familia burguesa que de alguien perteneciente a la realeza.
Le gustaban mucho los niños y llegó a realizar un curso de puericultura en la Universidad de Uppsala. Le encantaba el deporte, sobre todo la natación y el golf y paseaba con asiduidad por las calles de Estocolmo.
Su belleza traspasó fronteras y no fueron pocos los príncipes herederos que se fijaron en ella, desde Noruega a Gran Bretaña. Finalmente la partida la ganó Leopoldo de Bélgica, cuya madre, acompañada de su retoño, se personó en Estocolmo, de incógnito lógicamente, y propició el que ambos jóvenes se conocieran. No tuvo que hacer nada más puesto que, según parece, ambos príncipes se enamoraron al instante.
La boda se celebró en noviembre de 1926 en la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas, en un ambiente festivo y alegre.
Los belgas quedaron prendados de la princesa desde el primer instante. Emanaba dulzura, era cercana y representaba un soplo de aire en aquella corte gris sobre la que todavía planeaba el dolor de la “Gran Guerra”.
Los príncipes no tardaron en tener hijos, a fin de cuentas era lo que se esperaba de ellos para dar continuación a la dinastía. Los belgas, que sabían el amor que se profesaba la real pareja, consideraron que este hecho no debió constituir un penoso deber para ninguno de los dos . Los habitantes de Bruselas veían a menudo a la princesa Astrid paseando por sus calles o comprando en las tiendas de la ciudad, para desesperación de sus escoltas. Con esta actitud tan cercana Astrid consiguió no sólo aumentar su popularidad sino también la de toda la familia real.
En 1934, y como consecuencia de la muerte, tras un desgraciado accidente, del rey Alberto, Leopoldo y Astrid ascienden al trono. Probablemente fue en ese momento cuando su vida - que tanto se parecía un cuento de hadas - cambió porque, a pesar de lo que todo el mundo creía, no se sentía satisfecha con ese papel de "dolce fare niente" que se le había asignado. Astrid tenía un espíritu solidario y un deseo de servicio al país que con tanto cariño la había acogido y por tanto puso todo su empeño en mejorar, en la medida de sus posibilidades, la vida de los belgas más desfavorecidos.
La Gran Depresión americana provocada por el crack del 29 se expandió, como una mancha de aceite, por el viejo continente. Muchas empresas estadounidenses que operaban en Europa se repatriaron, otras no pudieron hacer frente a sus pagos, se retiraron las inversiones y, además, el aumento de los aranceles hizo disminuir las exportaciones hacia los mercados norteamericanos . El paro aumentó considerablemente y por tanto disminuyó la capacidad adquisitiva de los ciudadanos. Como consecuencia creció la desigualdad social y las protestas de los obreros aumentaron.
La nueva reina tenía muy claro que nada podía hacer a nivel político por mejorar la vida de los belgas pero sabía que a nivel social podía ayudar a que así fuera. Con esa idea en la mente se implicó en la creación de guarderías para los hijos de madres trabajadoras. También lanzó una campaña conocida como: "l’appel de la Reine" en la que pedía la colaboración para recolectar fondos y bienes de primera necesidad a todos aquellos que , bien porque tenían trabajo o bien porque gozaban de una buena posición,estaban en disposición de poder aliviar, mediante su ayuda, la difícil situación por la que pasaban muchas familias belgas.
Seguramente tenía más ideas para ayudar a los demás y es probable que hubiera continuado con la labor social emprendida pero la desgracia acabó con la "belleza del norte" como la llamaban sus compatriotas.
En agosto de 1935 Leopoldo y Astrid se encuentran en Suiza en un viaje privado. Es un día soleado y Leopoldo decide conducir él mismo su coche. El chofer se sitúa en la parte de atrás y la reina ocupa el lugar del copiloto. En un momento determinado, parece ser que debido a una distracción del rey, el coche choca frontalmente contra un árbol. La reina salió despedida y murió prácticamente en el acto por una fractura de craneo. El rey y su chofer tuvieron tan solo heridas de carácter leve. Todavía no había cumplido los 30 años.
La noticia convulsionó al país. Dicen que más de dos millones de personas desfilaron ante la capilla ardiente que durante cuatro días estuvo abierta en el Palacio Real de Bruselas. Las calles se llenaron de gente al paso de la comitiva fúnebre, las caras tristes, los ojos llorosos. El rey solitario y a pie caminó tras el coche que portaba los restos mortales de su esposa.
Está enterrada en la cripta real de la Iglesia de Notre Dame de Laeken. Cerca del lugar del desgraciado accidente, en Küssnacht, se erige una capilla en su recuerdo.
Andres de Grecia y Dinamarca
En Atenas y en 1882 nacía Andrés, séptimo de los hijos del rey Jorge I de Grecia y de su esposa, la gran duquesa Olga de Rusia. Ni por las venas del pequeño Andrés ni por la de sus hermanos corría sangre griega puesto que su padre, nacido príncipe de Dinamarca, había sido elegido (entre otros príncipes europeos) rey de los helenos por La Asamblea Nacional Griega convirtiéndose, por este hecho, en el primer monarca de una nueva casa real griega.
A pesar de estar en la linea de sucesión al trono griego y también al de Dinamarca ambas posibilidades eran, dada su posición en ambas lineas, bastante remotas por lo cual fue destinado a la carrera militar en la que empezó a entrenar a edad muy temprana y, a pesar de ser miope, llego a ser oficial del ejercito. Dicen que era inteligente, rápido, algo rebelde y que hablaba muchos idiomas aunque su preferencia era expresarse en griego.
En 1902, Jorge acudió a la coronación de Eduardo VII del Reino Unido y allí conoció a la princesa Alicia de Battenberg, sobrina-nieta del rey Eduardo. Ambos se enamoraron y decidieron contraer matrimonio. La princesa Alicia era sorda desde su nacimiento a pesar de lo cual había aprendido a leer en los labios y a hablar en ingles y alemán, cuando se comprometió con Andrés también lo hizo en griego. La boda se celebró un año después de que se conocieran.
En un principio el matrimonio fue feliz, al menos eso parece teniendo en cuenta que tuvieron cinco hijos. El menor de sus vástagos y el único varón, al que llamaron Felipe, sería el que, pasado el tiempo, más notoriedad daría a la familia al contraer matrimonio con la reina Isabel II del Reino Unido, recientemente fallecida.
Cuando en 1912 estalló la Primera Guerra de los Balcanes, Andrés fue nombrado teniente coronel del Regimiento de Caballería y se le puso al mando de un hospital de campaña. Grecia atravesaba uno de los muchos momentos turbulentos de su historia y el padre de Andrés fue asesinado de un disparo en la espalda mientras paseaba, sin apenas protección, por Salonica. Se dijo que el regicidio no se había producido por causas políticas y que su autor era un vagabundo alcohólico, aunque también hubo voces que hablaban de que el asesino pertenecía a una asociación socialista.
La muerte del rey Jorge I hizo ascender al trono a Constantino, hermano mayor de Andrés y abuelo de nuestra emérita reina Sofia. Mientras el nuevo rey de Grecia conseguía aumentar los territorios de su país a través de los tratados firmados tras las guerras de los Balcanes, el príncipe Andrés ocupaba puestos militares honorarios en los imperios ruso y alemán.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el rey Constantino adoptó una posición neutral pero, el gobierno griego apoyó a los aliados, esta dualidad creó en Grecia una situación insostenible. El pueblo estaba dividido entre los partidarios del gobierno y los que apoyaban la actitud del monarca, los aliados presionaban al gobierno de Venizelos y éste presionaba al rey para conseguir su abdicación y la de su heredero. No consiguió la abdicación pero si la salida de la familia real que partió hacia el exilio, aunque Constantino dejó al segundogénito de sus hijos, Alejandro, ocupando el trono hasta que la situación cambiase.
La prematura muerte de Alejandro I y la situación de penuria por la que atravesaba el pueblo griego debido a los gastos en defensa provocados por la Primera Guerra Mundial y a la iniciada guerra contra los turcos provocó una crisis institucional en el país heleno.El Primer Ministro Venizelos perdió las elecciones y un referéndum devolvía el trono a Constantino a finales de 1920. Toda la familia real regresó del exilio y Andrés fue restituido al ejercito con el grado de general. La familia se instaló en Corfú, en el palacio de Mon Repós.
No duraría mucho en el trono el rey Constantino. La derrota sufrida contra los turcos y la pérdida de territorios tendría como consecuencia una revuelta militar que le obligaría a abdicar en su hijo Jorge y a emprender un camino hacia un exilio que esta vez sería definitivo ya que murió un año después de estos hechos.
La abdicación del rey Constantino no sería la única consecuencia de la derrota en la guerra contra los turcos. El príncipe Andrés fue acusado de desobedecer las ordenes recibidas de sus superiores y juzgado por un tribunal militar que estaba dispuesto a condenarle a muerte. La influencia del gobierno británico impidió la ejecución pero Andrés fue condenado a la degradación y el destierro y a la pérdida de la nacionalidad. Abandonó Grecia, junto a su esposa e hijos, a bordo de un crucero británico, el HMS Calypso. Se instalaron en Saint-Cloud, a las afueras de París, en una pequeña casa cedida por su cuñada Marie Bonaparte quien les ayudaba también a sufragar sus gastos.
Mientras Andrés se dedicaba a escribir un libro autobiográfico intentando lavar su imagen como militar, su esposa Alicia se dedicaba a las labores caritativas y a la religión, con tal profundidad que llegó a declarar en algún momento que recibía mensajes divinos. En 1930 fue diagnosticada de esquizofrenia paranoide e ingresada en una clínica en Suiza.
En los meses que siguieron sus cuatro hijas se fueron casando, todas ellas con aristócratas alemanes. Andrés envió a su hijo Felipe a Gran Bretaña, al cuidado de su abuela materna, cerró la casa de Saint-Cloud y se trasladó a la Riviera francesa donde empezó a vivir a costa de algunos millonarios, a cuyas fiestas daba “lustre”, y que se convirtieron en sus benefactores y en los de su amante, la actriz Andrée Lafayette, una hermosa joven a la que lucia por la Costa Azul como a un trofeo. Aunque la actriz en cuestión no pertenecía a la nobleza se hacía llamar "condesa Andrée de la Bigne" no sabemos si para dar a su persona ese "toque de distinción" tan celebrado en aquellos años.
Mientras Andrés vivía como un playboy entre Cannes, Montecarlo y el yate de algún millonario, Grecia seguía sin encontrar la estabilidad política. Después de 23 cambios de gobierno, una dictadura y 13 golpes de estado el pueblo heleno decidió mediante plebiscito la restauración de la monarquía y Jorge II ocupó de nuevo el trono en 1935.
Pocos meses después el nuevo régimen anuló la sentencia de destierro que pesaba sobre Andrés y éste pudo regresar a Grecia. Recuperó parte de los bienes que le habían sido confiscados pero tras algunos meses regresó a la Riviera francesa donde le esperaba su amante dispuesta a dilapidar lo recuperado.
La diosa griega de la fortuna no parecía estar del lado del príncipe Andrés y apenas un año después de recuperado su honor y su fortuna un accidente de aviación se llevaba la vida de su hija Cecile, de su yerno y de sus nietos. En el funeral volvió a encontrarse con su esposa, Alicia, a la que no veía desde hacía siete años. Tres de los hermanos de Andrés fallecieron durante los dos siguientes años, haciendo más profunda su soledad.
La Segunda Guerra Mundial lo encontró varado en la Costa Azul al lado de su amante y allí continuó hasta el final de la contienda. Cabe suponer que para él fueron tiempos difíciles porque si ya la guerra era per sé una situación terrible, el hecho de tener a su hijo luchando al lado de los ingleses y a sus yernos junto a los alemanes, le produciría seguramente un enorme conflicto emocional.
Cada vez más solo, puesto que a causa de la guerra la relación con sus hijos y con el resto de su familia apenas existía, su salud empezaría a deteriorarse; había sido diagnosticado de arteriosclerosis y de arritmia cardiaca aunque él calificaba esos síntomas como palpitaciones frecuentes sin darle mayor importancia. El príncipe y su amante, la condesa Andrée de la Bigne, se habían instalado en el Hôtel Métropole de Montecarlo y es allí donde le encuentra la muerte.
Andrés de Grecia y Dinamarca murió la noche del 2 al 3 de diciembre de 1944, después de participar en una gran fiesta. La causa de la muerte fue una insuficiencia cardiaca aguda. Fue enterrado, provisionalmente, en la iglesia ortodoxa rusa hasta que en 1946 sus restos fueron trasladados al cementerio real del palacio de Tatoi , cerca de Atenas.
Su hijo, el príncipe Felipe, acudió a Mónaco para recoger las escasas pertenencias de su padre: un anillo, una brocha de afeitar de marfil y una deuda económica. Se ignora si la falsa "condesa Andrée de la Bigne" devolvió al príncipe Felipe alguna cosa más de lo perteneciente a su padre aunque, dado que durante el resto de su vida vivió cómodamente en un lujoso apartamento de la avenida George V de Paris, parece improbable que así lo hiciera.
El príncipe Andrés murió como vivió, profundamente solo aunque rodeado de mucha gente. Tal vez si hubiera vivido unos años más se habría sentido, probablemente, muy feliz al ver a su hijo Felipe convertido en consorte de la reina Isabel II del Reino Unido
Alicia de Battenberg
Se ha hablado poco de la princesa Alicia de Battenberg teniendo en cuenta que su hijo, el duque de Edimburgo, su nuera la reina Isabel II del Reino Unido y aquellos de sus nietos que eran hijos de ambos ocupaban casi a diario alguna página de los periódicos o de las revistas de gran parte del mundo. Alicia fue un personaje complejo cuya difícil vida se desarrolló en un espacio y en un periodo de tiempo muy convulso.
Nació en 1885 en el castillo de Windsor en presencia de su bisabuela, la reina Victoria I. Su madre era Victoria de Hesse y su padre, Luis de Battenberg, fue un príncipe alemán que adquirió la nacionalidad británica a muy temprana edad y en cuya Marina Real sirvió como oficial.
La primera en detectar que la niña era lenta en aprender y no hablaba fue su madre. Tras los estudios médicos pertinentes a la niña se le diagnosticó una sordera congénita. Es fácil imaginar el enorme disgusto de sus progenitores pero, a pesar de la dificultad que su especial condición le suponía, Alicia logró aprender a leer en los labios y a hablar en inglés y en alemán. Sus primeros años los pasó entre Darmstadt, Londres y Malta, donde su padre había sido enviado.
Con poco más de diecisiete años conoció en Londres, durante la coronación de Eduardo VII, al príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, del que se enamoró de inmediato. Un año después contraían matrimonio en Darmstadt y después se instalaban en Grecia. Andrés continuaba con su carrera militar y ella se dedicaba a las tareas caritativas propias de su posición. Durante los once primeros años de matrimonio Alicia dio a luz a sus cuatro hijas, el varón, Felipe, no llegaría al mundo hasta 1921.
Cuando en 1912 estalló la guerra de los Balcanes, Andrés fue nombrado Teniente Coronel del Regimiento de Caballería y su esposa trabajó en la fundación de hospitales de campaña y, como enfermera, atendiendo a los heridos de guerra. Fueron tiempos difíciles para Alicia y para toda la familia de la que ya formaba parte. Su suegro fue asesinado y su cuñado Constantino, como hijo mayor de Jorge I, ascendió al trono.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Grecia fue declarada oficialmente neutral y Constantino I se convirtió en el adalid de esa posición política que resultó contraria a la del gobierno de la nación y que dividió al país en dos facciones, por un lado los partidarios del rey y por otro los que pensaban que el gobierno estaba en el lado adecuado. El Cisma producido en el país heleno y la presión de los Aliados que apoyaban al gobierno de Venizelos llevarían a Constantino I y a toda la familia real a exiliarse en Suiza.
Este primer exilio no duraría mucho puesto que, en 1920, la monarquía sería restaurada y todos regresarían a Grecia al amparo del rey Constantino I. El príncipe Andrés, Alicia y sus hijos se instalarían en Corfú, en el palacio de Mon Repós. Allí nacería el último de los hijos de la pareja y el único varón, Felipe, que años más tarde habría de convertirse en consorte de Isabel II, reina del Reino Unido.
No duraría la tranquilidad ni la alegría, si es que la hubo, puesto que el príncipe Andrés, que había vuelto a ocupar un alto cargo como militar tras la derrota griega en Asia Menor fue acusado de alta traición, arrestado, sometido a un consejo de guerra y considerado culpable. Se salvó de la muerte pero fue desterrado para el resto de su vida y toda la familia se trasladó a París donde su cuñada, Marie Bonaparte, les cedió una modesta casa a las afueras de la ciudad.
La vida de Alicia acababa de dar un cambio tan radical que, probablemente, hizo tambalear su mente. Vivían de la caridad de sus parientes, su marido cada vez más distanciado de ella se dedicaba a escribir unas memorias destinadas a lavar su imagen como militar y Alicia se volcó en la religión y en la caridad hacia las familias griegas más necesitadas. Su religiosidad iba en aumento y en 1928 decidió ingresar en la iglesia ortodoxa griega. Poco después empezó a manifestar que oía voces divinas y que le habían sido otorgados poderes curativos. Tras una fuerte crisis emocional que le provocó una depresión fue diagnosticada de esquizofrenia paranoide por el doctor Ernst Simmel en Berlín.
Sigmund Freud, gran amigo y maestro de Marie Bonaparte, fue consultado sobre el caso de la princesa Alicia y llegó a la conclusión de que los problemas de Alicia eran debidos a la "frustración sexual" que le producían unos niveles hormonales excesivos. Según afirma Dany Nobus, profesor de Psicología Psicoanalítica de la Universidad de Brunel en Londres en su artículo "La locura de la princesa Alicia; Sigmund Freud, Ernst Simmel y Alicia de Battenberg en Kurhaus Schloss Tegel" fue Sigmund Freud quien recomendó un tratamiento de "castración" que consistió en someter sus ovarios a una intensa radiación de Rayos X. Los resultados fueron terribles, la radiación provocó en Alicia una menopausia temprana además de algunos problemas de salud que arrastraría durante toda su vida.
Corría el año 1930 y Alicia fue internada por su familia en la Clínica Bellevue de Kreuzlingen en Suiza, clínica que estaba dirigida por el doctor Ludwig Binswanger, amigo personal de Freud. Su esposo, el príncipe Andrés la abandonó para terminar dedicándose a una licenciosa vida en la Costa Azul francesa. Sus hijas se fueron casando con miembros de la nobleza alemana y su hijo, de corta edad todavía, fue enviado a Inglaterra para ser educado al cuidado de sus parientes británicos. Alicia quedó sola y abandonada en aquel prestigioso sanatorio. Pasaron más de dos años antes de que su familia - tras varios intentos de fuga frustrados por su parte - le permitiera salir de su encierro. Años difíciles y tristes sin duda.
Una vez liberada se dedicó a viajar por varios países de Europa con poco dinero y ocultando que era princesa. Finalmente en 1935 regresa a Grecia y se instala definitivamente en Atenas. Intentó recuperar a su hijo Felipe que todavía era muy joven, pero su hermano, Lord Mountbatten, la convenció de que el porvenir del muchacho estaba en la Royal Navy del Reino Unido y que era mejor que él siguiera cuidando de su sobrino.
Hasta dos años después no se reunió con su familia de nuevo y seguramente hubiera preferido no hacerlo puesto que el motivo fue el funeral por muerte de su hija Cecilia, del esposo de ésta y de sus nietos, fallecidos todos ellos en un terrible accidente de aviación.
De regreso a Atenas vivió modestamente en un apartamento de apenas dos habitaciones, dedicándose a colaborar con la Cruz Roja y ayudando a los más menesterosos que deambulaban por las calles. En 1941 los nazis ocuparon Grecia y poco después empezaron las deportaciones de los judíos hacia campos de concentración polacos. El hecho de que sus yernos lucharan en el lado alemán le procuró una cierta tranquilidad y se sintió menos observada por los nazis que ocupaban su ciudad. Se había trasladado a una casa de tres pisos de su cuñado Jorge y fue allí donde mantuvo escondidos a varios miembros de la familia Cohen que se salvaron de ser deportados gracias a su valentía, ya que para entonces las fuerzas de ocupación empezaban a sospechar de sus actos.
En 1947, su hijo, Felipe, le comunica que va a contraer matrimonio con la princesa Isabel, heredera al trono británico. Alicia le entregó una tiara, una de las pocas joyas que aún conservaba, para que con ella mandara confeccionar el anillo de compromiso.
Estuvo en la boda real y volvió a Grecia donde tras vender el resto de sus joyas fundó la Hermandad Cristiana de Marta y María, un convento con orfanato y geriátrico situado en un barrio pobre de las afueras de Atenas. Allí dedicándose a los pobres pensaba pasar el resto de su vida. No lo permitió el destino y el golpe de estado en Grecia de 1967 la obligaría a dejar Atenas para volar a Londres a petición de la propia reina Isabel II. En el Palacio de Buckingham vivió los dos últimos años de su vida.
Murió el 5 de diciembre de 1969 a los 84 años de edad. Nada dejó puesto que nada tenía, lo que en algún momento le perteneció lo había entregado a los más necesitados. Fue enterrada en la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, aunque su deseo era ser enterrada en Jerusalén.
Diecinueve años después, en 1988, su hijo cumplió su deseo y sus restos fueron trasladados a la Iglesia de Santa María Magdalena, en el Monte de los Olivos, cerca de Getsemaní, en Jerusalén.
Los trastornos mentales de Alicia comenzaron durante el exilio de ella y su familia en Francia, un exilio que trastocó su existencia y condicionó su conducta como consecuencia, tal vez, de una exaltada personalidad que dificultó su adaptación a una nueva vida. Un diagnóstico quien sabe si erróneo, la condujo a un tratamiento terrible y exagerado de consecuencias imprevisibles. La suya fue una vida impregnada de espiritualidad, de fervor religioso y dedicada a los más necesitados.
Alicia de Battenberg fue honrada póstumamente en 1994 como "Justa entre las Naciones", el más alto honor israelí para los no judíos que arriesgaron sus vidas durante el Holocausto.
Carol II de Rumanía
Carol, que nació en octubre de 1893, fue el primero de los hijos del príncipe heredero Fernando de Rumanía y de su esposa la princesa María y el primero de los reyes Hohenzollern que nacía en suelo rumano. La educación que recibió durante su infancia corrió a cargo de su tío abuelo, el rey Carol I, que consideraba que los padres del futuro heredero del reino de Rumanía eran demasiado jóvenes para encargarse de ello. Como Carol I no había tenido hijos volcó en el pequeño todos sus deseos de paternidad y le mimó en exceso ante el enfado de la madre de la criatura.
El resultado fue un adolescente vanidoso, caprichoso, mujeriego, amante de las juergas y que bebía en exceso. La fama de "playboy" le acompañaría siempre. Con el fin de remediar en lo posible el desaguisado de su educación el rey Carol I hizo que el joven cursara estudios militares en Potsdam y que posteriormente se le nombrara oficial del regimiento de guardias prusiano.
En 1918 se enamora de una joven, Zizi Lambrino, hija de un general del ejercito, y se casa con ella en la catedral de Odessa para lo cual abandonó el ejercito sin el permiso oportuno lo que le llevó a ser considerado un desertor. El matrimonio indignó a sus padres y al gobierno que se apresuraron a solicitar su nulidad y aunque esta se produjo en 1919, Carol siguió viviendo con Zizi. Pocos meses después nacía Mircea, el único hijo de la pareja. El enamoramiento de Carol duro poco y, aunque Zizi siguió viviendo con su hijo en Neuilly, Carol desapareció de sus vidas.
Su madre, María, que ya era reina en aquel momento, decidió que había llegado la hora de buscar una buena esposa para su hijo. Invitó a la familia real griega a pasar unos días en Bucarest y consiguió que tanto Carol como la princesa Helena de Grecia accedieran a unir sus vidas. La intención de este matrimonio arreglado era que el joven sentara la cabeza pero además y sobre todo, una alianza dinástica entre Grecia y Rumanía.
Apenas siete meses después de la boda nacía el único hijo de la pareja, Miguel. Tras su nacimiento vino el enfriamiento de la relación marital. Eran seres diametralmente opuestos, Helena era lo que podríamos llamar una dama de alta cuna y Carol descubriría que las mujeres que realmente le gustaban eran aquellas de baja cuna: apasionadas, informales, amantes de las diversiones y poco responsables…como él.
En 1925 conoce a la que será el amor de su vida, Elena Lupescu, más conocida como Magda, que era hija de un farmacéutico judío. La relación fue tan pasional y escandalosa que se vio obligado a renunciar al trono en favor de su hijo Miguel y salir de Rumanía camino de París del brazo de su amada Magda con la que, además, recorrería todos los lugares de moda de la alta sociedad europea.
En 1927 muere el rey Fernando I y sube al trono su nieto como Miguel I. Al ser Miguel un niño de poco más de cinco años se constituye un Consejo de Regencia que resultó ser totalmente ineficaz.
En junio de 1930 Carol regresa a Bucarest y con el apoyo del partido Nacional Campesino es reconocido rey por el Parlamento. Dos años antes se había efectuado su divorcio de la princesa Helena. El gobierno del país intentó en vano la reconciliación de ambos cónyuges por el bien de la nación pero la sombra de Magda Lupescu, pendiente de llegar a Rumanía en cuanto su amado la llamara, impidió que ésta se llevara a cabo. Madame Lupescu regresó a Rumanía y se convirtió en el ser más odiado por los rumanos que además de considerarla una mujer fatal pensaban que representaba "la encarnación del mal".
En los años siguientes el país continuó sumido en graves problemas económicos y sociales y, ante el descontento de los ciudadanos con los partidos políticos existentes, Carol fue acumulando cada vez más poder. Se comienza en ésta época a impulsar la industrialización del país que, por desgracia para los rumanos, no resultó competitiva frente a la industria extranjera y además conllevó una gran corrupción de los poderes públicos. Carol y su familia estuvieron implicados en muchas sociedades industriales.
Los gobiernos se sucedieron y el rey alentó las escisiones de los partidos políticos para conseguir sus propios fines. Durante este periodo se aprobaron contra los judíos algunas medidas, tales como limitar su derecho a la propiedad, su ciudadanía, su educación y todo ello a pesar de que se consideraba que Magda Lupescu tenía origen judío.
En febrero de 1938 Carol II abolió la Constitución, prohibió los partidos políticos y dio comienzo la dictadura real que tanto deseaba. Por fin él estaba en el lugar donde consideraba que tenía derecho a estar. A partir de ese momento no habría en el país más que un único partido, las organizaciones juveniles serían controladas por el poder o sea por el rey que además podría podía promulgar decretos-leyes para hacer y deshacer a su antojo. Rumanía pasaba a estar sometida por un régimen que poseía todas las características del fascismo contemporáneo.
Este régimen dictatorial duraría menos de lo que Carol había soñado. Pocas semanas después de iniciada la Segunda Guerra Mundial su hombre de confianza, el primer ministro Călinescu, caía en una emboscada donde fue asesinado a tiros y, aunque las represalias fueron terribles, el rey se sentía perdido sin su ministro.
Finalmente el 3 de septiembre se produjo una sublevación en todo el país y se exigió la abdicación de Carol II. Abdicó tres días después, tiempo suficiente para poder cargar de objetos valiosos el tren que le llevaría, junto a su amante Magda, hacia el exilio. Su hijo Miguel fue nombrado sucesor al trono; padre e hijo jamás se volverían a ver.
Primeramente recalaron en Portugal desde donde partieron hacia Mexico. Como eran dueños de una gran fortuna pues Carol poseía acciones en más de 40 empresas entre las más importantes del mundo, tenían un altísimo nivel de vida. Unos años después se trasladaron a Brasil y allí en un hotel de Rio de Janeiro se casaron tras 22 años de relación.
Portugal fue el ultimo destino, concretamente Estoril, una pequeña ciudad costera que se había convertido en el lugar elegido por gran parte de la realeza en el exilio, y donde habían comprado un palacete
Según cuenta Magda Lupescu en sus memorias, fue en su residencia de Estoril donde Carol encontró la muerte el 4 de abril de 1953 como consecuencia de un repentino ataque cardiaco. Su hijo Miguel, que jamás le perdonó las humillaciones que infringió a su madre, no acudió a su funeral.
Carol II, "el rey playboy", desarrolló un culto a su personalidad que fue aumentando a medida que avanzaba su reinado. Fue un rey manipulador que no cejó hasta conseguir el poder absoluto, por encima de quien fuera y cayese quien cayese. Se consideraba a si mismo el "rey de la cultura", el más grande de todos los reyes Hohenzollern, un ser "elegido" por Dios para crear una "Nueva Rumanía". Se equivocó.
Fue un generoso mecenas de las artes, no cabe duda, si bien es verdad que muchas obras de arte le acompañaron en su exilio dorado y, según los rumores, acabaron siendo subastadas para seguir financiando el alto nivel de vida de su viuda, Magda Lupescu.
Sus restos mortales, que seguían en Portugal, fueron repatriados a Rumanía en 2003 y depositados en el monasterio de Curtea de Argeș, el cementerio tradicional de la realeza rumana.
Felipe de Edimburgo
No fueron mejores los años que siguieron, vivieron de la caridad de sus familiares en una pequeña casa a las afueras de Paris que les fue cedida por Marie Bonaparte, cuñada de sus padres y fue en Paris donde Felipe recibiría su primera educación.
Todavía se complicaría más la vida del pequeño Felipe. Su madre, que había sufrido una fuerte crisis nerviosa por la que fue ingresada en una clínica de Suiza, no estaba en condiciones de cuidar de él. Su padre no presentaba las condiciones emocionales que requería una paternidad cuanto menos responsable y se apresuró a deshacerse de sus vástagos para vivir la disoluta vida que deseaba y que consideraba que le correspondía. Sus hermanas, mucho mayores que él, se fueron casando con nobles alemanes que, además, eran cercanos al nazismo y Felipe fue enviado a Inglaterra para que sus parientes maternos se hicieran cargo de él.
Su abuela materna, Victoria de Hesse-Darmstadt, era nieta de la reina Victoria I del Reino Unido y vivía en el Palacio de Kensington desde que quedara viuda del príncipe Luis de Battenberg. El príncipe Luis había obtenido la nacionalidad británica, había servido en la Marina Real, había sido nombrado marqués de Milford Haven y había cambiado su apellido por el de Mountbatten que, aunque era la traducción al ingles de Battenberg, no tenía un sonido germánico y hay que tener en cuenta que en la Inglaterra de aquellos años se había desatado una autentica animadversión hacia todo lo alemán. Fue en el palacio de Kensington y junto a su abuela - que suplió a la figura materna - y sus tíos Jorge y Louis - que intentaron suplir la paterna - donde Felipe pasó unos años tranquilos hasta que fue enviado, cuando cumplió los 12 años,a la Gordonstoun School para su formación.
A pesar de la austeridad y de la férrea disciplina del internado Felipe se encontró bien allí y siempre ha defendido que gracias a la exigencia del centro consiguió tener la formación adecuada para poderse enfrentarse a los retos que le depararía la vida.
La prematura muerte de su tío Jorge hizo que el menor de sus tíos, Lord Louis Mountbatten, se convirtiera en su mentor y en una de las figuras más importantes de su vida. Al cumplir los 18 años ingresó, con el apoyo de su tío, en la Marina Real británica, graduándose un año después como el mejor cadete de su promoción. En 1942 fue ascendido a teniente de navío y al terminar la 2ª Guerra Mundial fue designado instructor de la Escuela de Suboficiales en Corsham.
Felipe era alto, atlético y guapo y eso es lo que vio Isabel - la que un día sería reina del Imperio británico - cuando a la edad de 13 años le fue presentado este pariente lejano que por aquel entonces acababa de cumplir los dieciocho. Dicen que Isabel se enamoró en aquel instante, si también lo hizo Felipe no lo sabemos pero no hay que olvidar que ella no era más que una niña de 13 años por más que también fuera Princesa Real.
Dicen sus biógrafos que fue Isabel la primera en escribir una carta a aquel joven rubio que le había impresionado tan vivamente. Faltaba apenas un año para que se iniciara la Guerra y según nos cuentan durante el tiempo que ésta duró los jóvenes mantuvieron una relación epistolar constante que hizo surgir el amor en ambos.
El idilio no fue recibido con entusiasmo por la Familia Real a pesar de los antepasados en común que tenían y de los títulos que a él le adornaban. Felipe era, tal vez, demasiado guapo, demasiado nórdico y además sus progenitores eran un auténtico desastre. No era, pues, una carta de presentación aceptable para el rey Jorge. El hecho de que Felipe fuera sobrino de Lord Louis Mountbatten no parecía atenuar las reticencias del monarca. Isabel no claudicó y finalmente consiguió lo que, desde que tenía 13 años, deseaba.
La boda tuvo lugar en 1947, en la Abadía de Westminster. Previamente Felipe había tenido que cambiar su apellido por el de Mountbatten como ya hizo su abuelo y renunciar a sus posibles derechos al trono danés y al griego, acordándose también que los hijos de la pareja llevarían el apellido Windsor que era el que correspondía a la dinastía reinante en el Imperio británico. El día anterior a la celebración del matrimonio le fue concedido por Jorge VI el tratamiento de Alteza Real y los títulos de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich.
Tras la boda se instalaron en una residencia cercana al palacio de Windsor hasta que tres años después pasaron a residir de forma definitiva, o eso creía el duque, al palacio de Clarence House. De manera intercalada y en varias ocasiones, se trasladaron durante algunos meses a Malta donde el duque había sido destinado por la Marina. En 1948 nació su primer hijo, Carlos, dos años después lo haría su hermana Ana.
En 1952 la pareja, cumpliendo con sus deberes partieron para realizar una gira por Australia, Nueva Zelanda y Kenia. Fue durante este viaje cuando se produce la muerte del rey Jorge VI. De inmediato iniciaron el regreso a Londres y ya todos los miembros de la comitiva rendirían a Isabel la pleitesía que le correspondía como nueva reina.
A partir de ese momento empezarían algunos problemas. Felipe, probablemente influido por su tío Louis Mountbatten, deseaba que una nueva dinastía ocupara el trono británico: “la dinastía Mountbatten” y dado el amor que Isabel le profesaba pensó que sería fácil conseguirlo. Ejerció una fuerte presión sobre ella, argumentando que sería el único hombre en el país cuyos hijos no llevaran su apellido, también decía que no se le consideraba que era poco menos que una “ameba” y provocó tal distanciamiento en las relaciones matrimoniales que Isabel empezó a flaquear y a pensar que tal vez su esposo tuviera razón. No contaba Felipe con la férrea oposición de dos personas que no estaban dispuestas a permitir que la debilidad de la reina relegara el apellido Windsor. Esas dos personas eran: su abuela, la reina Mary y Winston Churchill, el Primer Ministro.
Algo cambió a partir de entonces porque a la enérgica personalidad de Felipe le costaba digerir que tenía que ocupar un segundo plano, que tenía que caminar dos pasos por detrás de su esposa y, además, parece probable que no contara con la firmeza de Isabel a la hora de considerar que su deber como reina estaba encima de cualquier otra cosa.
Las salidas nocturnas de Felipe frecuentando un club del Soho fueron cada vez más frecuentes y los rumores de infidelidad no tardaron en salir a la luz publica, rumores que se vieron avivados cuando, en 1956, Felipe emprendió una gira en solitario por la Commonwealth que lo mantuvo alejado de Londres durante seis meses. Para acallar los rumores Buckingham tuvo que emitir un comunicado en el que se negaba el supuesto distanciamiento de la pareja. La reina Isabel posiblemente por la misma razón o tal vez para contentar a su esposo concedió a Felipe el titulo de "Príncipe del Reino Unido". Corría el año 1957.
A pesar de todo la fama de mujeriego le acompañaría siempre. La lista de amantes que se le atribuyó era larga pero de ninguna de estas relaciones hubo pruebas. En cualquier caso parece ser que la reina perdonó todos y cada uno de sus escarceos. Si existió, no obstante, una dama que se convirtió en su íntima amiga y compañera: Lady Penny. Ella, 30 años más joven que él, era la esposa del nieto de Lord Louis Mountbatten, el tío de Felipe que tanta influencia había tenido en su vida y fue el dolor lo que hizo que su amistad floreciera. Lady Penny perdió en 1991 a la mayor de sus hijas cuando apenas contaba cinco años y a consecuencia de un cáncer. El intento del duque de Edimburgo por mitigar el dolor de ella hizo crecer gran amistad entre ambos y Penny se convirtió en la confidente del marido de la reina Isabel II hasta el día de su muerte.
La relación con sus hijos no fue la deseada si exceptuamos la que mantuvo con la princesa Ana, su única hija. Cuando nació Carlos, el primogénito, su padre intentó educarle con la severidad y el rigor que, según creía, le darían la dureza necesaria para afrontar los retos que le esperaban teniendo en cuenta que estaba destinado a ser el futuro rey del Reino Unido. Se equivocó y su relación fue conflictiva y en algunas ocasiones incluso tormentosa. Padre e hijo tenían un carácter diametralmente opuesto y esto supuso una decepción para D. Felipe que había soñado con tener, al menos, un papel predominante en la educación de los hijos. Con su segunda hija, Ana, la relación fue completamente distinta. La personalidad, gusto y aficiones de ambos eran mucho más cercanos y cariñosos. Con sus otros hijos, Andrés y Eduardo, fue mucho menos severo e incisivo que con Carlos. De sus nueras y de su relación con ellas se ha escrito mucho, tal vez demasiado.

La salud de D. Felipe, duque de Edimburgo siempre fue buena o al menos no trascendió otra cosa que no fuera su buena forma física, su deportividad y su energía. No obstante, quince años antes de su muerte ya arrastraba algunos problemas cardiacos, según parece, de origen coronario puesto que en el 2011 tuvo que someterse a una angioplastia. En 2012 fue ingresado unos días por una infección urinaria y un año después ingresó de nuevo por un problema abdominal.
En mayo de 2017 el palacio de Buckingham anunció que le príncipe Felipe se retiraría de la vida pública en otoño de ese mismo año. Un mes después fue ingresado en el hospital Rey Eduardo VII, como consecuencia de una infección no especificada y ese mismo año también se le realizó una intervención quirúrgica de cadera. Dos años después logró salir ileso de un aparatoso accidente de tráfico y parece ser que, después del mismo, el duque entregó voluntariamente su carnet de conducir.
En 2021 su salud se complicaría ingresando de nuevo en el hospital Eduardo VII por consejo de su medico personal pero una vez allí sería trasladado al hospital San Bartolomé, especializado en cardiología. Tras ser intervenido quirúrgicamente era trasladado nuevamente al hospital de procedencia donde en marzo recibiría el alta médica.
D.Felipe se trasladaría para completar su convalecencia al castillo de Windsor donde, finalmente, falleció el 9 de abril a los 99 años de edad.
Según consta en el certificado de defunción el príncipe Felipe murió a causa de “su avanzada edad” y el jefe del servicio médico de la casa real, Sir Huw Thomas, así lo certifica.
No sabemos si el príncipe Felipe puede ser considerado el mejor de los maridos tampoco sabemos si fue un esposo ocasionalmente infiel pero lo que si parece claro es que Isabel II tuvo en él a un leal vasallo.
El duque de Edimburgo era un hombre enérgico, fuerte, atractivo y a veces poco diplomático. Su infancia - siempre determinante en cualquier persona - había sido dura porque había estado impregnada de un sentimiento de desamparo emocional, una sensación de no ser querido por nadie, ni por su madre, presa de una crisis nerviosa en aquel momento, ni por su padre inmerso en una vorágine de de fiestas y eventos en la que no cabían las responsabilidades de la paternidad. Probablemente la primera vez que el príncipe Felipe sintió que se le quería fue durante el tiempo que pasó con su abuela y con sus tíos en Londres y tal vez por ello también se encontró bien al llegar a la Gordonstoun School, porque, a pesar de la dureza de los métodos empleados para la educación de los alumnos, Felipe de Battenberg sentía que su persona era importante para todos aquellos que querían hacer de él un hombre capacitado para hacer frente a cualquier avatar que se le presentara en la vida.
Cabe suponer que al final de su existencia le habría gustado tener menos escándalos, sobre todo teniendo en cuenta los protagonizados por su nieto Harry y su hijo Andrés, pero había aprendido a lidiar con lo que la vida le había ofrecido en cada momento. Como él dijo en cierta ocasión siempre fue "un pragmático".
Sus restos descansan en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor.
Blanca II de Navarra

No debía ser fácil la vida en el siglo XV ni para los hombres ni para las mujeres, ni tan siquiera si habías nacido en un palacio y te acompañaban títulos y prebendas tenías garantizada una vida cómoda y regalada, más bien al contrario. La vida de quienes ostentaban desde el momento del nacimiento títulos nobiliarios o principescos se veía enturbiada por las envidias, los celos y la avaricia de todos aquellos que formaban parte de su círculo más cercano.
La dama que traigo hoy a esta entrada no sería una excepción ni su vida un cuento de hadas.
Blanca de Trastámara y de Evreux nació en 1424 en Olite, era la tercera de los hijos de Blanca de Navarra, heredera al trono, y de Juan de Aragón, circunstancia ésta que cambió cuando Blanca apenas contaba un año de edad y su abuelo, Carlos III “el Noble” acababa de fallecer. Su madre pasaría a ser Blanca I, reina de Navarra, su padre el rey consorte, su hermano Carlos, príncipe de Viana, el heredero al trono y ella la segunda en la linea de sucesión puesto que su hermana mayor había muerto.
Poco sabemos de su educación. Su madre era una mujer muy piadosa y enfermiza y su padre casi siempre estaba ausente defendiendo sus intereses en Castilla, por tanto, no parece que ninguno de sus progenitores se interesara mucho por hacer de ella una mujer ilustrada pero, teniendo en cuenta la esmerada educación recibida por su hermano Carlos, es probable que también a ella se le hubieran dado conocimientos de literatura, filosofía y arte.

La guerra castellano-aragonesa que tantos años y tantas luchas habían costado se dieron por finalizadas en 1436 con el acuerdo de la Concordia de Toledo y como garantía del cumplimiento de lo acordado se estableció el matrimonio de Enrique, príncipe de Asturias y de Blanca, infanta de Navarra. Así pues, aquella niña de apenas 12 años que paseaba por el castillo de Olite escuchando a su hermano Carlos tocar el arpa y la vihuela, acababa de recibir como regalo una caja de sufrimientos que tarde o temprano la obligarían a abrir.
Cuatro años pasaron de estos hechos cuando Blanca es llevada a Valladolid por su madre para contraer matrimonio con el príncipe Enrique que acababa de cumplir los 15. La boda se celebró en septiembre y pocos meses después moría su madre y, aunque la relación entre ambas no había sido demasiado frecuente debido a las enfermedades y devociones de su progenitora, no por ello dejó de sentir la princesa un gran vacío.
Blanca se encontraba en Castilla inmersa en un matrimonio que no tenía nada de feliz ni de matrimonio puesto que la infanta seguía siendo tan virgen como el día de su desposorio y además las noticias que llegaban de Navarra la tenían más que inquieta. Su padre, que había vuelto a casarse una vez murió su madre, no aceptaba dejar de ser rey de Navarra - aunque tan solo lo había sido como consorte - en favor de su hijo Carlos, legítimo heredero del Reino, y Blanca temía por su hermano pues era consciente de que la ambición de su padre no tenía limites.
Corrían los años y Blanca continuaba virgen. Enrique deseaba la nulidad matrimonial y alegó que algún maleficio le impedía las relaciones sexuales con su esposa a pesar de que lo había intentado repetidamente durante más de tres años - periodo mínimo exigido por la iglesia - pero que jamás lo había conseguido y para demostrar que el maleficio era tan solo con Blanca presento como testigos a algunas prostitutas que, imaginamos que bien pagadas, declararon que con ellas si había existido cópula.
En mayo de 1453 Luis Vázquez de Acuña, obispo de Segovia declara nulo el matrimonio de Blanca y Enrique y la infanta, repudiada, regresa a Navarra sin los bienes acordados en las capitulaciones matrimoniales.
Lo que encuentra Blanca al llegar a Olite es un ambiente hostil, su padre tiene ya un nuevo hijo al que ella , de momento, no considera un enemigo. La mujer de su padre, Juana Enriquez, odia a todo aquel que suponga una amenaza para las ambiciones que tiene para su hijo, el pequeño Fernando, y su hermana Leonor, más joven que ella y casada ya con el conde de Foix tampoco siente simpatía alguna por ella.
La única persona con la que siente afinidad y a cuyo lado se posiciona es su hermano Carlos. Este acababa de salir ese mismo año de la prisión en la que le había mantenido su padre que además, había desheredado a ambos alegando que eran "inhábiles e indignos de la sucesión". El príncipe de Viana en un intento de arreglar los conflictos con su progenitor por la vía diplomática marcha a Nápoles a la corte de su tío Alfonso el Magnánimo a fin de conseguir la intercesión de éste con su padre. Alfonso que era el autentico rey de Aragón, escribe a su hermano y le obliga a anular el "deshederamiento". No sabemos si el hecho de que hubiera nombrado a D.Juan Lugarteniente de Aragón y Cataluña mientras él permanecía en el reino de Nápoles influyó en el hecho de que éste se aviniera a la anulación.
Blanca permanecerá en Olite esperando el regreso de su hermano Carlos que sigue en Sicilia. Se siente apoyada por los beamonteses que son partidarios del príncipe de Viana pero teme a su padre ya que éste había empezaba a dar títulos a su hijo Fernando. También temería a la esposa de su padre e incluso a su hermana Leonor.
El siguiente de los sinsabores que la vida le ofreció fue la muerte de su hermano Carlos. El príncipe de Viana fallecía en Barcelona en septiembre de 1961, no sin antes dictar testamento en favor de Blanca que pasaría a ser Blanca II reina de Navarra.
Encerrada en Olite por orden de su padre, Juan II - ya rey de Aragón puesto que D. Alfonso había muerto sin descendencia - permanecería prisionera mientras los beamonteses, posicionados a su favor, intentaban que fuera liberada. Su padre con el objeto de alejarla de Navarra le propone el casamiento con el duque de Berry, hermano de Luis XI de Francia pero, Blanca, sospechando que la intención de su padre es alejarla de sus partidarios se niega. Juan II monta en cólera.
Entra entonces en escena su cuñado, el duque Gastón de Foix casado con su hermana Leonor y que será decisivo en el destino de Blanca II de Navarra.
Gastón, de manera sibilina, había llegado ya a un acuerdo con el rey de Francia Luis XI, según el cual, el francés reconocía a Juan II como rey de Navarra y a Leonor como heredera al trono. En el acuerdo estaba el casamiento de Blanca con el duque de Berry pero, dado que ella ya se había negado a semejante pretensión, su padre autoriza a Gastón de Foix a que conduzca a la reina, lo quiera ella o no, a Béarn en Francia, territorio que era hostil para Blanca.
De nada sirvieron sus protestas ni el hecho de que al llegar a Roncesvalles anunciara que se la estaba obligando a marchar y que como consecuencia de esta anómala situación no debería tomarse en cuenta ninguna renuncia que hiciese a sus derechos, como no fuera a favor de su exesposo, el rey de Castilla, pues de lo contrario todos debían saber que estaba siendo forzada en contra de su voluntad. Al llegar a Béarn, Blanca es encarcelada en la Torre Moncada, en Orthez.
Las protestas efectuadas desde su cautiverio fueron inútiles. Del mismo modo que también fue inútil la cesión de sus derechos realizada a favor de su antiguo esposo, Enrique IV de Castilla el 26 de abril de 1462. Blanca consideraba que puesto que Enrique había estado a favor de su hermano, el príncipe de Viana, defendería también su reino y a quienes la habían dado a ella su apoyo.
Doña Blanca de Navarra entregada al captal de Buch - Eduardo Rosales, Museo del Prado
No obstante, en 1464 y para poner fin a la guerra civil de Navarra, se firma la Concordia de Tarragona en la que se establece que Blanca regresará a Navarra y que allí se convocarían a los Tres Estados para que, ante la presencia del propio Rey de Aragón, de sus lugartenientes, y de los jefes beaumonteses que defendían los intereses de Blanca, se discutiera el tema de su libertad, su estado, vivienda y lo más complicado, la sucesión.
Nada de esto fue necesario puesto que Blanca murió apenas un mes después, el 2 de diciembre de 1464 en Orthez y en extrañas circunstancias. Puesto que nada se conoce de las causas de la muerte ni de las enfermedades previas que pudieran ocasionarla y dado que solo contaba con 40 años de edad cuando ésta se produjo, se empezó a especular con el envenenamiento como causa de la misma. Un envenenamiento que según la leyenda - propiciada en el siglo XIX por Francisco Navarro Villoslada que escribió una novela sobre la misma - habría sido ejecutado por su propia hermana Leonor a instancias de su esposo Gastón de Foix. Nada sabemos y seguramente nada llegará a saberse.
Lo que si sabemos es que la desgracia, las envidias y las ambiciones ajenas la acompañaron desde la adolescencia. Sin cariño, sin amor, sola, prisionera de aquellos que deberían haberla querido o al menos respetado y soportando el miedo continuo de no saber por donde y de quien le podía llegar el golpe mortal. Blanca II pasó por la vida nadando a contracorriente, intentando ser fiel a su hermano, el príncipe de Viana, y a su abuelo, Carlos III “El Noble” y sacando fuerzas de la propia desesperanza.
En contra de lo que Blanca había dispuesto su padre, Juan II de Aragón, siguió siendo rey de Navarra hasta el día de su muerte y Leonor fue su sucesora.
Blanca II de Navarra fue sepultada en el panteón de la iglesia catedral de Lescar.
María de Edimburgo Reina consorte de Rumanía
Corría el mes de octubre de 1875 cuando la familia real británica celebraba la llegada al mundo de la princesa María disparando los cañones en la Torre de Londres y en Hyde Park. Su padre era Alfredo de Sajonia-Coburgo-Gotha, duque de Edimburgo, y su madre la gran duquesa María Aleksándrovna de Rusia, por tanto, la criatura que llegaba al mundo era nieta de la reina Victoria I del Reino Unido y del zar Alejandro II de Rusia.
María, a la que la familia llamaba Missy, pasó la primera etapa de su infancia en Eastwell Park, la casa de campo de sus padres ya que a su madre no le gustaba la vida en la residencia de Londres y su padre, totalmente entregado a su carrera militar en la Marina, estuvo prácticamente ausente de la vida de sus hijos durante esos primeros años.
Su educación no fue muy sólida, eso si, su madre como buena rusa que era les hizo aprender francés aunque no prestó demasiado atención a otras materias.
Cuando Missy cumplió los once años la familia se trasladó a Malta ya que su padre había sido nombrado comandante en jefe de la Flota del Mediterráneo. Sería en Malta donde se enamoraría por primera vez de un capitán de la Marina que estaba a las ordenes de su padre. Amores idealizados por ser los primeros pero sin proyección alguna.
Es en 1889 cuando se produce un nuevo cambio en la vida de Missy, su padre hereda el ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha y toda la familia se traslada de nuevo, esta vez a la ciudad de Coburgo.
Princesa María de Edimburgo - John Everett Millais
En Coburgo la educación de María y de sus hermanos se amplió. La duquesa, que era muy germanófila contrató una institutriz alemana que impuso una educación más estricta.
Con el paso de los años Missy se había convertido en toda una belleza y los pretendientes empezaron a merodear a su alrededor. Uno de ellos fue su primo Jorge ( que se convertiría en Jorge V del reino Unido) pero se vio rechazado por María, tal vez, porque dicha unión no contaba con el beneplácito ni de su madre ni de su tía.
Apareció entonces en escena Carol I de Rumanía, un estado que había logrado su independencia por el Tratado de Berlin en 1878 tras la guerra ruso-turca, y que había alcanzado el estatus de Reino unos años después coronando para ello al príncipe alemán Carol de Hohenzollern. A Carol, que no tenía hijos, le urgía encontrar esposa para su sobrino Fernando puesto que la continuación de la dinastía en el trono rumano se había convertido en una de sus prioridades. A la madre rusa de Missy le gustó la idea por lo que se organizó el encuentro de ambos jóvenes en una cena de gala y el compromiso fue sellado poco después.
La boda se celebró en enero de 1893 en el castillo de Sigmaringen mediante tres ceremonias: una civil, otra anglicana, - religión de María - y otra católica - religión de Fernando - aunque se les había puesto como condición que educaran a sus hijos en la fe ortodoxa, mayoritaria en Rumanía.
Los primeros años de matrimonio fueron difíciles. La diferencia de edad, Fernando era diez años mayor que María, de educación y el hecho de que el amor no había sido considerado necesario cuando se firmó el compromiso, pasaron factura a la pareja. Además, para el rey Carol, la mujer solo tenía dos roles: el principal era tener hijos que perpetuasen la dinastía y el secundario ser respetuosa, educada, amable y no opinar de nada que no fueran los niños y la moda.
A María, que poseía un carácter abierto y alegre, le costaba adaptarse a la vida en la Corte de Rumanía, su personalidad provocó no pocas controversias, a pesar de lo cual cumplió con el principal de sus cometidos y dio nada menos que seis hijos a la corona.
No había amor en aquel matrimonio pero - según nos cuenta en sus memorias la propia María - con los años ambos consiguieron complementarse y tener una relación de amistad y compañerismo que duraría durante el resto de su vida en común.
Tres años después de la boda la pareja se trasladó al Palacio Cotroceni y fue por esa época cuando Missy conoce al teniente Gheorghe Cantacuzène que no era guapo pero tenía mucho sentido del humor y sabía conversar incluso de moda. No tardaron nada en iniciar un romance que terminó en el momento se hizo pública la relación. María marchó a casa de sus padres en Coburgo, según parece embarazada, y allí según la historiadora Julia Gelardi daría a luz a un niño que o bien fue dado en adopción o bien nació muerto.
Los rumores sobre sus infidelidades acompañaron a Missy durante los siguientes años. Se la vinculó sentimentalmente con Gran Duque Boris Vladimirovich de Rusia, con Waldorf Astor, con Joe Boyle y con Barbu Știrbey de quien se llegó a decir que era el padre de sus dos hijos menores.
María se enteró de la revuelta de los campesinos rumanos de 1907 - cuyo numero exacto de víctimas se desconoce - una vez que había pasado pero quedó hondamente impresionada por la miseria en la que vivían gran parte de la población. La revuelta fue un toque de atención a las clases poderosas de la nación que ante el temor de una revolución y el consiguiente cambio social iniciaron reformas agrarias aunque éstas que no pudieron llevarse a cabo hasta después de la Primera Guerra Mundial.
El punto de inflexión en la vida de Missy se produciría poco después en la Segunda Guerra de los Balcanes en 1913, cuando Rumanía entró en la contienda al lado de Grecia. La guerra, que apenas duró un mes, se vio agravada con una epidemia de cólera y María, ayudando al Dr. Ioan Cantacuzino y a una enfermera de la Cruz Roja, se desplazó entre Rumanía y Bulgaria ayudando en los hospitales. Como consecuencia su popularidad entre los rumanos se vio incrementada.
El 28 de julio de 1914, y en palabras de la propia Missy "la paz del mundo se hizo trizas", acababa de empezar la Primera Guerra Mundial. Apenas tres meses después moría el rey Carol I y Fernando y María eran proclamados reyes de Rumanía.
María siempre había ejercido una cierta influencia sobre su marido y esa influencia también se extendía a la política, hasta tal punto que el historiador Al Easterman llegó ha escribir que "fue María y no Fernando quien gobernó en Rumanía" y parece ser que así fue. Missy, ya como reina y partidaria como era de entrar en guerra al lado de la Triple Entente se puso en contacto con varias de las casas reinantes para conseguir las mejores condiciones para su país en caso de que se decidieran a entrar en guerra. Convenció a Fernando y finalmente éste firmó un tratado con la Entente en agosto de 1916.
La muerte del menor de sus hijos a consecuencia de fiebre tifoidea se produjo a finales de ese mismo año y María encontró, tal vez, consuelo a la desgracia familiar volcándose como enfermera en la atención a los soldado heridos.
El momento culminante para María llego en 1919 cuando acudió a la Conferencia de Paz de París en representación de Rumanía. El resultado de su labor diplomática fue un éxito y poco después se firmaba el Tratado del Trianón por el cual Rumanía veía aumentado su territorio con la anexión de Transilvania.
En 1927 moría Fernando y al hacerlo dejaba a María viuda y a Rumanía en manos de un niño de poco mas de cinco años, su nieto Miguel. El padre de Miguel, Carlos, legitimo sucesor de Fernando I, había renunciado al trono en favor de su hijo Miguel y había abandonado el país para continuar la vida al lado de su amante Elena Lupescu. Rumanía quedaba en manos de una Regencia de la que María no formaba parte.
Missy se dedico durante ese periodo a viajar por Europa hasta que Carlos regreso a Rumanía, declaró nula el acta de abdicación y se convirtió en el rey Carol II.
Las relaciones entre María y el mayor de sus hijos habían sido siempre difíciles y se tornaron prácticamente imposibles cuando Carol tomó las riendas del país. El nuevo monarca no sólo ignoró a su madre sino que también se dedicó a desprestigiarla.
Sintiéndose sola María se volcó en la religión inclinándose por un espíritu de unidad que la condujo al Bahaísmo. Se retiró de la vida pública y pasó los años recluida primero en el Castillo de Bran y después en el Palacio de Balchik.
En 1937 Missy cae enferma, su médico personal, el Dr. Castellani, diagnosticó cáncer de páncreas, aunque el diagnostico oficial fue cirrosis hepática. El tratamiento aplicado era totalmente ineficaz y ante la debilidad que presentaba la enferma se la envió a un sanatorio en Italia con la esperanza de que se recuperase. No fue así y al poco tiempo y sintiéndose morir rogó para que se la llevase de nuevo a su país, donde quería reposar para siempre.
Murió el 18 de julio de 1938, a los 63 años de edad, y miles de personas visitaron su capilla ardiente. Fue enterrada en el Monasterio de Curtea de Argeș y su corazón, colocado en un pequeño cofre se encuentra hoy en el Palacio Pelisor, el mismo lugar en el que murió.
María fue considerada una de las princesas más hermosas y una de las reinas más diplomáticas e inteligentes. Fue admirada y querida por los rumanos, sobre todo por su valentía y su trabajo durante la Primera Guerra Mundial, hasta el punto de que se le puso el sobrenombre de la "Madre de los Heridos". No obstante, durante los años que Rumanía estuvo bajo el régimen comunista su figura fue objeto de distintas campañas difamatorias. El historiador Alexandru Gârneață la calificó de promiscua y afirmó también que había sido una alcohólica. Los funcionarios comunistas llegaron a destrozar la capilla que albergaba su corazón.
Por otro lado Constantin Argetoianu, una de las personalidades más conocidas e importantes de la política rumana dijo de ella que fue "una de las más grandes figuras de la historia de Rumania".
Sobre la figura de María de Edimburgo, Reina de Rumanía, no ha faltado la polémica, ni durante su reinado ni después de él.
María de Teck
Victoria María de Teck, May para la familia y allegados, nació en el Palacio de Kensington en Londres. Era hija de Francisco, duque de Teck y nieta de Alejandro de Wurtemberg, aunque el matrimonio morganático de éste dejaría a sus descendientes sin posibilidades de aspirar a reinar en el, en aquellos años, Reino de Wurtemberg. La madre de May era la princesa María Adelaida de Cambridge, nieta de Jorge III, poco atractiva, obesa y con pocos recursos, aunque éstos eran superiores a los de su pretendiente, Francisco. Se casaron porque a ambos parecía convenir el matrimonio. Por todo lo expuesto queda claro que May venía al mundo en un hogar con ingresos modestos comparándolos con los de sus familiares y amigos. Su madre recibía 5000 libras anuales del parlamento para cumplir con algunos compromisos reales y la reina Victoria I, aunque nunca les dio dinero, si les concedió un departamento en el palacio de Kensington, para que vivieran.
Lo malo era que la madre de May, tenía gustos caros y extravagantes y era aficionada a las fiestas con lo cual las deudas familiares fueron creciendo y esto obligó a los Teck a salir del país para evitar a los acreedores y poder "economizar". Viajaron por toda Europa visitando a todos sus parientes y pasaron algún tiempo en Florencia, tiempo en el cual May pudo disfrutar del arte que impregna toda la ciudad. Tras los años pasados en el exilio, regresaron, según parece, más comedidos.
Los Teck tuvieron cinco hijos de los cuales May era la mayor y también la única hija. Según sus biógrafos, María, recibió una educación muy completa y también muy estricta. Además era discreta, tenía mucho tacto y una gran firmeza de carácter. No sabemos si el hecho de tener que lidiar con cuatro hermanos varones más pequeños que ella, tuvo una influencia decisiva en todas las virtudes que se le atribuyen.
La reina Victoria I sentía un gran aprecio por May, le gustaba su carácter fuerte, su diplomacia y su sentido del deber y pensó que podría ser la esposa ideal para su nieto Alberto Victor, hijo del Príncipe de Gales y por lo tanto segundo en la linea de sucesión al trono. La reina tenía muy claro que Alberto Victor era un hombre de poca inteligencia, poca predisposición al trabajo y al esfuerzo y bastante disoluto en sus aficiones. Por todo ello y considerando que May poseía las virtudes que a su nieto le faltaban decidió auspiciar el enlace de la pareja y en diciembre de 1891 se anunció el compromiso.
La boda no llegaría a realizarse porque seis semanas después de oficializarse el noviazgo Alberto Victor moría a causa de una neumonía. Pero, dado que la reina Victoria I seguía considerándola una persona idónea para convertirse en un lejano día en reina consorte del Reino Unido, no tardó en propiciar las relaciones de su nieto Jorge, hermano del anterior, y nuevo segundo miembro en la linea de sucesión, con María. Esta vez si que parece que el destino se posicionó del lado de May y ambos jóvenes se enamoraron profundamente y se comprometieron una vez el periodo de luto por Alberto Victor hubo finalizado adecuadamente.
Se casaron pocos meses después, en 1893, y María se convirtió en duquesa de York. Como el amor parece ser que no faltaba los duques de York tuvieron seis hijos. Dicen que fue una madre cariñosa y preocupada por la educación de sus vástagos pero que sus deberes oficiales ocupaban casi todo su tiempo.
Cuando en 1901 muere la reina Victoria, su suegro es coronado rey como Eduardo VII y los duques de York se convierten en príncipes de Gales como herederos al trono. Lógicamente el poco tiempo que May podía dedicar a sus hijos mermó proporcionalmente a lo que aumentaron sus deberes oficiales.
El reinado de Eduardo VII duró apenas diez años y en junio de 1911 un mes después de la muerte de su suegro, su esposo fue coronado como Jorge V y ella como reina consorte.
Los años que siguieron a la coronación no fueron fáciles. La Primera Guerra Mundial estalló en 1914 cuando Austria-Hungría, tras el asesinato del heredero al trono de su imperio, declaró la guerra a Serbia. Un mes después Alemania que era uno de los aliados del país invadido como miembro de las llamadas Potencias Centrales, entró también en el conflicto. La respuesta de los países que formaban la llamada Triple Entente y entre los que se encontraba Gran Bretaña, no se hizo esperar. La guerra se extendió como una mortífera mancha de aceite por toda Europa y más tarde otros países, como Estados Unidos, también formarían parte del conflicto.
Antes de que se iniciara la Guerra, Londres era considerada como el mayor exponente de la economía mundial pero, la revolución industrial que conllevó nuevos sectores de producción, nuevas fuentes de energía y nuevas formas de organización del trabajo hizo surgir nuevas potencias industriales, como Estados Unidos y Japón, al mismo tiempo que otras industrias, como la alemana, con mayor modernización y más competitiva ganaban el terreno económico a la Gran Bretaña.
Con la Primera guerra Mundial la Familia Real británica se vio en un serio conflicto. Entre la población se había instaurado un profundo sentimiento antigermánico y no hay que olvidar que debido al matrimonio de la reina Victoria I con un príncipe alemán la familia pertenecía a la Casa Sajonia-Coburgo y Gotha y de hecho el emperador Guillermo II de Alemania era primo del rey. Así pues, en 1917 y para apaciguar cualquier conato de animadversión por parte de los nacionalistas británicos el rey Jorge V decidió cambiar el nombre alemán de la familia y a partir de ese momento pasaron a ser la Familia Real Británica de la Casa Windsor. Además todos aquellos miembros de la realeza que tuvieran apellidos alemanes deberían traducirlos para adaptarlos a la lengua inglesa.
Durante la guerra la reina Maria, acompañada muchas veces por su hija realizaba visitas a hospitales, fábricas y unidades militares para animar a las tropas y elevar su moral. May también instauró en palacio una economía férrea acorde con los tiempos que corrían y con los sacrificios que la población se veía obligada a hacer por lo que, según parece, se racionaron los alimentos que se consumían. A pesar del peligro existente puesto que Alemania bombardeaba Londres y las ciudades cercanas primero con zepelines y después con aviones Gotha, nadie de la Familia Real abandonó Londres.
El final de la Primera Guerra Mundial tras la derrota de Alemania trajo consigo un declive económico y una alta tasa de desempleo y también un desequilibrio en el número de habitantes por género. Casi un millón de hombres británicos murieron en la guerra y por tanto el número de mujeres era mucho más elevado que el de hombres.
Pocos meses después de finalizada la guerra los reyes se enfrentaron a un drama familiar: la muerte del menor de sus hijos, el príncipe Juan con tan solo trece años. La reina Maria describió esta muerte como un golpe muy doloroso y difícil de llevar, aunque la relación con el pequeño, que padecía epilepsia, había sido bastante exigua ya que el niño vivió, desde que se le diagnosticó la enfermedad recluido en Wood Farm, cerca de Sandringham House, al cuidado de una niñera y de un tutor.
Fueron años de cambios sociales y de gran turbulencia política. El rey Jorge aconsejado por sus asesores no tuvo más remedió que acomodarse a la nueva situación, abandonar el aislamiento social en el que vivía, rodeado tan solo de aristócratas y oficiales del ejercito y hacerse visible acercándose al pueblo y a los problemas de una sociedad que sufría la gran crisis económica de los años veinte. En todo este proceso fue acompañado y ayudado por la reina María.
El rey Jorge, fumador empedernido sufría por ello enfermedad pulmonar obstructiva crónica y su salud estaba muy deteriorada. Durante su enfermedad, que duró bastantes años con altibajos en su estado de salud, la reina May estuvo a su lado hasta que, finalmente, en 1936 quedo viuda convirtiéndose a partir de ese momento en la "Reina Madre", puesto que el mayor de sus hijos sería coronado como Eduardo VIII. La reina María le brindó todo su apoyo hasta el momento en que el nuevo rey creó una crisis constitucional expresando su deseo de casarse con una norteamericana divorciada dos veces y totalmente inadecuada, según la propia expresión de la reina madre, para el alto rango que su hijo pretendía otorgarle. Eduardo VIII abdicó y la reina María jamás perdonó un acto que, para ella, tan convencida de que el deber de un rey estaba por encima de cualquier sentimiento personal, resultaba incomprensible.
Su segundo hijo subió al trono como Jorge VI y, como no podía ser de otra manera, obtuvo todo el apoyo de su madre que, además, se involucró mucho en la educación de sus nietas, sobre todo de la mayor, Isabel, consciente de que un día esa niña se convertiría en reina.
Durante la Segunda Guerra mundial y a instancias de su hijo, el rey Jorge VI, la Reina Madre fue evacuada de Londres para irse a vivir a Badminton House. Allí sufrió otro de los grandes dolores que le deparó la vida, la muerte del menor de sus hijos, el príncipe Jorge, duque de Kent, en un accidente aéreo mientras estaba de servicio en la Royal Air Force.
La afición al coleccionismo de la reina Maria era bien conocida y temida por todos los anticuarios y también por aquellos nobles cuyas casas visitaba y que temblaban ante la idea de que algo se le antojara a la monarca y no tuvieran más remedio que regalarle el objeto. Lo cierto es que la reina May era inteligente y como toda persona inteligente supo rodearse de buenos asesores: galeristas, bibliotecarios, directores de casas de subastas, etc. De todos ellos aprendía y con casi todos negociaba. Puso en orden las colecciones reales y se preocupó en buscar las piezas que pudieran faltarle para llegar a completarlas.
En opinión de algunos la reina May era cleptómana pero lo cierto es que aunque la reina en su faceta de coleccionista pudo tener algunas tácticas un tanto agresivas, no hay pruebas de que llegara a ser una ladrona aunque dichas tácticas si podrían haber constituido un abuso de poder. Los expertos en esta monarca, incluidos Edwards y Vickers, no consideran que fuese cleptómana sobre todo teniendo en cuenta que la cleptomanía consiste en hurtar objetos de forma impulsiva, disimulada y obsesiva y no parece que esa fuera la forma en la que la reina María se apropiaba de objetos para su colección.
En 1952 el rey Jorge VI murió ascendiendo al trono su hija, la nieta de May, con el nombre de Isabel II. En ese momento se dio la circunstancia de que en el Reino Unido existían dos Reinas Madres, aunque esta situación duró muy poco tiempo.
Apenas un año después de estos hechos la enfermedad de la reina May fue en aumento, padecía un cáncer de pulmón y, según parece, su corazón también sufría las consecuencias de su afección pulmonar. Murió la noche del 24 de marzo de 1953, según la versión oficial mientras dormía en la residencia de Marlborough House y a causa de problemas “gastricos”. Tenía 85 años. Fue enterrada con todos los honores en Capilla de St. George, en el castillo de Windsor, junto a su esposo.
No pudo ver coronar a su nieta.
De aspecto soberbio y altivo, María de Teck consideraba que el haber sido elegida como reina consorte de un Imperio era no solo un privilegio sino también un deber ineludible. Puso en orden sus prioridades: primero sus obligaciones para con la monarquía, después su matrimonio y por ultimo sus hijos. Tal vez fuera una madre fría y distante pero no indiferente si tenemos en cuenta el sufrimiento que las muertes de sus tres hijos le produjeron. Su sentido del deber, su estoicidad y su invencible sentido de lo que era correcto en las formas impidieron, tal vez, que expresara sus sentimientos y que éstos pudieran ser apreciados por la gente.
Guillermo IV del Reino Unido
Guillermo nació en el palacio de Buckingham un día de agosto de 1765. Era el tercero de los quince hijos del rey Jorge III y de Carlota de Mecklemburgo-Strelitz, por tanto existían pocas posibilidades de reinar y esa fue la razón por la cual ingresó en la Royal Navy con tan solo trece años. No debió irle mal en la marina puesto que, 8 años después, ya poseía el nombramiento de capitán.
Guillermo ambicionaba algo más que seguir escalando en el escalafón de la Royal Navy y por ello presionaba a su padre para que le fuera concedido un ducado. Consideraba el príncipe que sus dos hermanos mayores, Jorge y Federico, ya habían recibido sendos ducados y que él también tenía derecho a percibir uno junto con las prebendas que tal dignidad significaban.
Dos años después, en 1789, su padre le concedió el ducado de Clarence y de St Andrews y había pasado tan solo un año de su recién estrenado titulo de duque cuando dejó el servicio activo en la Marina, retirándose como Almirante de la misma.
Fue en esta época cuando conoció a la actriz Dorotea Jordany dado que, al parecer, Guillermo era rápido en tomar decisiones se convirtió en su amante y empezó a convivir con ella apenas un año después. Esta situación, que se prolongó durante veinte años, no parecía importar demasiado a la Familia Real puesto que, en aquel momento, se consideraba que había suficientes herederos a la corona como para no tener que esperar que un matrimonio legal de Guillermo fuera necesario. La actriz y el duque vivieron por tanto en dulce armonía cuidando de los hijos que iban naciendo fruto de una relación que se demostró prolífica ya que llegaron a engendrar diez vástagos, cinco varones y cinco hembras. A todos ellos se les dio el apellido de FitzClarence .
En 1811 la relación de Guillermo y Dorotea se rompe definitivamente. A ella se le asigna una cuantiosa pensión que sería vitalicia siempre y cuando no volviera a subirse a un escenario. Los hijos quedarían bajo la supervisión de Guillermo. Dorotea no cumplió con el compromiso acordado y reanudó su carrera de actriz creyendo que a nadie tendría por qué importar lo que ella hiciese y que por lo tanto nada habría de sucederle. Se equivocó, se le retiró la asignación prometida, como consecuencia, y para seguir manteniendo el estatus al que ya se había acostumbrado, se endeudó y huyendo de sus acreedores acabó en Francia, sola y arruinada.
Es probable que en esta ruptura lo más determinante no fuera el desamor y que intervinieran otros factores entre los que, salvar la dinastía, sería uno de los prioritarios. La enfermedad mental de Jorge III había ocasionado que, justamente en 1811, el príncipe de Gales, hermano mayor de Guillermo se convirtiera en Regente del Reino, situación que se prolongaría hasta 1820, fecha en la que fallece Jorge III y sube al trono el Regente como Jorge IV.
La única hija del nuevo rey, Carlota, había fallecido en 1817 lo que convertía a Federico, el hermano de Guillermo, en heredero a la Corona y a este último en segundo en la linea de sucesión. Como Federico no tenía hijos y además estaba separado de su esposa lo que hacía más impensable que los tuviera, al menos legítimos y por lo tanto con derechos sucesorios había que buscar y pronto una esposa para Guillermo y ésta debía ser lo suficientemente joven como para asegurar una nutrida descendencia que, llegado el caso, diera continuidad a la dinastía.
La candidata elegida fue Adelaida de Sajonia-Meiningen, hija de los duques de un pequeño estado germano y de tan sólo 25 años de edad. Todo el mundo consideró que la futura esposa de Guillermo era lo suficientemente joven como para dar varios hijos al príncipe puesto que aunque éste contaba ya con 52 años había dado muestras más que suficientes de fertilidad.
Adelaida, acompañada por su madre, viajó a Inglaterra para la boda aunque todavía no había conocido al príncipe lo cual, en aquellos años y tratándose de la monarquía, no tenía demasiada importancia. El matrimonio se celebró en agosto de 1818 y fue una boda doble puesto que en el mismo acto también se desposaron el hermano menor de Guillermo, el príncipe Eduardo, con Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld. Probablemente los asesores de palacio ocupados en las cuestiones sucesorias debieron considerar que la descendencia quedaba así asegurada por partida doble por si uno de los matrimonios no veía cumplida su misión de engendrar hijos para el Reino.
A pesar de la diferencia de edad el matrimonio de Guillermo y Adelaida fue relativamente feliz. Ella tuvo una influencia muy positiva sobre un Guillermo muy dado a los excesos sobre todo al alcohol al que fue bastante adicto desde su juventud en la Marina.
Adelaida quedo embarazada enseguida pero siete meses después de la boda dió a luz a una hija prematura que apenas viviría unas horas. Después de esto tendría un aborto, luego una niña que llenó de esperanza a sus padres pero que murió a los tres meses de nacer y finalmente alumbró a dos hijos gemelos que nacieron muertos. Las esperanzas de dar un heredero a la Corona se fueron disipando y cuando su hermano Federico murió en 1827, Guillermo se convirtió en en el heredero al trono. No parecía probable que Guillermo y Adelaida pudieran dar un heredero al trono y como el hermano menor de Guillermo, el príncipe Eduardo, había fallecido en 1820 tan solo un año después de que naciera su hija Victoria , los ojos de todos se volvieron hacia esa niña, intuyendo que sería la próxima reina del Reino unido.
En 1830 muere Jorge IV y Guillermo asciende al trono como Guillermo IV siendo coronado en la Abadía de Westminster, tenía 64 años. Al contrario que a su hermano al nuevo rey no le gustaban ni la pompa ni el boato, prefirió continuar viviendo en su residencia de Clarence House antes que trasladarse al inmenso Buckingham Palace y además le encantaba pasear por Londres sin escolta, todo lo cual provocó una gran simpatía entre sus súbditos.
Guillermo reinó durante un breve periodo de tiempo, pero durante el mismo se produjeron reformas trascendentales, la primera y de gran importancia, puesto que introdujo cambios en el sistema electoral de Inglaterra y Gales, fue la Ley de Reformade 1832. Gracias a ella se otorgó más representación a las ciudades y se abolieron aquellas zonas de pequeños distritos donde un diputado podía ganar un escaño simplemente pagando por los votos o extorsionando o abusando de aquellos que no le votaran. Se consiguió de este modo que el nivel de corrupción disminuyera y que el sistema electoral empezara a reflejar los cambios demográficos y sociales que se estaban produciendo.
Hubo otras reformas importantes durante su reinado. De ellas cabria destacar: La abolición de la esclavitud en el Reino Unido, La prohibición del trabajo infantil en las fábricas y la Protección legal de los pobres.
En la política exterior Guillermo demostró, en algunos momentos, ser un astuto diplomático. Aunque en 1830 la construcción del Canal de Suez era tan solo un proyecto Guillermo se dió cuenta de que tener unas buenas relaciones con Egipto sería importante para Gran Bretaña una vez que éste se hubiera construido. Se dedicó también a reparar las relaciones angloamericanas, tan dañadas por sus predecesores y que él consideraba importantes para el futuro del Reino.
Durante su reinado se produjo un importante desastre pues un pavoroso incendio destruyó el antiguo palacio que había albergado las Casas del Parlamento desde 1512. Del devastado panorama que se vió una vez extinguido el incendio surgiría el actual Palacio de Westminster con toda su belleza arquitectónica. El rey no pudo verlo terminado.
Las dolencias de Guillermo se agravaron a comienzos de junio de 1837. El rey sufrió una larga agonía que se prolongó por 10 días en los cuales estuvo siempre acompañado por su esposa Adelaida. Finalmente murió por insuficiencia cardiaca en el castillo de Windsor.
Guillermo IV fue enterrado en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor el 8 de julio de 1837.
Alejandro Mountbatten
En 1886 nacía Alejandro, primer hijo de la princesa Beatriz del Reino Unido y de su esposo Enrique de Battenberg. Al igual que el resto de sus hermanos nació en el país de su madre y bajo la tutela y el amparo de su abuela la reina Victoria I, la cual, para dar su permiso al enlace de la más pequeña de sus hijas con un miembro de “rango menor” del Ducado alemán de Hess-Darmstadt, puso como condición que el matrimonio viviera a su lado. Alejandro, al que la familia llamaba Drino, estudió primero en el Stubbington House School y después completó su educación en el Wellington College, que había sido inaugurado años antes por su abuela.
más miembros de su familia se irían incorporando, incluido el príncipe Felipe de Edimburgo.
La única hermana de Alejandro, Victoria Eugenia de Battenberg, se había casado con el rey de España y tanto Drino como sus dos hermanos la visitaban con frecuencia pasando largas temporadas en el Palacio Real, en La Granja y también en Santander. Alejandro se convirtió en una persona muy cercana a Alfonso XIII, de hecho formaba junto a los primos del rey, Fernando de Baviera y Alfonso de Orleáns, su núcleo más próximo.
La renuncia al apellido Battenberg había supuesto para Alejandro la renuncia a sus títulos y al tratamiento que pudiera corresponderle del ducado del que provenía su padre y como compensación el rey Jorge V tuvo a bien concederle los títulos de Marqués de Carisbrooke, Conde de Berkhamsted y Vizconde Launceston. Así pues ganó con el cambio puesto que los títulos alemanes poco le proporcionarían en el futuro.
Un mes después de los trágicos hechos que propiciaron el cambio de apellido de los Sajonia-Coburgo-Gotha y de los Battenberg, Alejandro contraía matrimonio en la Capilla Real del Palacio de St. James con Lady Irene Denison, única hija del conde de Londesborough. La boda fue sencilla y sin recepción después de la misma ya que los tiempos no estaban para festejos pero no por ello estuvo exento el enlace de la presencia del rey y de gran parte de la familia real.
Alejandro continuó en la Guardia de Granaderos hasta junio de 1919, fecha en la que habiendo finalizado la guerra presentó su renuncia pasando a la Reserva General de Oficiales. Fue en esa misma época cuando dejó embarazada a su esposa de la única hija que tendrían.
A partir de ese momento, Alejandro inició su andadura por el mundo de los negocios y según parece lo hizo con cierto éxito y recorriendo distintos aspectos del espectro comercial. Se inició en la casa bancaria de Lanzard Brothers, más tarde fue director de Lever Brothers después de lo cual trabajó en la Metropolitan Housing Corporation, haciéndose cargo de la labor social relacionada con las fincas que ésta controlaba. Todo ello le proporcionó un prestigio en el mundo empresarial. El prestigio en la alta sociedad británica ya lo tenía ganado y se debía al hecho estar emparentado con la Familia Real y de ser cuñado del rey de España.
Alejandro era un hombre al que gustaba la notoriedad y el boato y de hecho jamás se perdió la inauguración anual al Parlamento, lo cual le permitía desfilar luciendo pomposamente la túnica parlamentaria.
También Irene, su esposa, procuraba ser el centro siempre que participaba en actividades de la alta sociedad. Trabajó en numerosos comités de recaudación de fondos con fines caritativos y en todos los eventos que con tal fin se realizaban. Le gustaba el golf y se unió a la Asociación Parlamentaria de Golf Femenino. Su amor a los animales también la llevaría a participar en todos los eventos sociales con ellos relacionados. Mantenía una gran cercanía con el rey Jorge V y la reina María, lo cual también la tenía sumamente entretenida.
Se decía que tanta actividad era una manera de "hacer la vista gorda" ante las aventuras homosexuales de su marido. Siempre había habido rumores sobre la sexualidad de Alejandro, rumores que, en aquellos años, se intentaban acallar con un matrimonio aunque, claro está, no siempre se consiguiera. Hay, no obstante, pocas pruebas de que realmente existieran esas relaciones si exceptuamos los diarios publicados por Cecil Beaton en los que afirmaba que durante muchos años Alejandro fue el amante del anticuario Simon Fleet.
Cuando dió comienzo la Segunda Guerra Mundial Alexander tenía 50 años a pesar de lo cual se unió a la Reserva de Voluntarios de la Royal Air Force, llegando a ser Comandante en Jefe del Comando de Cazas de la RAF. Renunció al cargo unos meses antes de la finalización de la guerra.
Alejandro Mountbatten, marqués de Carisbrooke falleció en febrero de 1960 en el Palacio de Kensington a consecuencia de un derrame cerebral, tenía 73 años. Su hija Iris, que vivía en Canada, acababa de llegar a Londres para asistir a otro sepelio de la Familia Real lo cual le permitió asistir a las exequias por su padre aunque, por desgracia, no pudo ver a su progenitor con vida.
La personalidad de Alexander quedó seguramente marcada por el hecho de ser medio alemán, medio británico. Una dualidad que se vería acrecentada por dos guerras en las que, sirviendo a su país, se enfrentaba a un ejercito en cuyas filas sabía que estarían algunos de sus parientes. Su deseo de pompa y boato, de figurar con notoriedad en cualquier acto, podría explicarse por el hecho de que muchos de sus primos eran príncipes herederos de reinos europeos. Su misma hermana se había casado con un rey y él, que no recibía asignación real, había tenido que conformarse con formar parte del ejército británico y dedicarse al comercio para poder mantener lo que Alexander consideraba el "mínimo status" que le correspondía. Sea como fuere intentó disfrutar de aquellas cosas que la vida, por su posición y por su trabajo, le proporcionó.
Fue enterrado en la Capilla Battenberg en la isla de Wigth.
María II de Inglaterra
María nació en el Palacio de St. James de Londres en 1662, dos años después de que su tío, Carlos II Estuardo, regresara a Inglaterra para volver a ceñir la corona que Cromwell había arrebatado a su padre, Carlos I, tras ordenar que fuera decapitado. Junto al nuevo rey regresaba también el padre de María, Jacobo, duque de York, que aunque en aquel momento era el heredero de la corona nada hacía presagiar que llegaría a ocupar el trono puesto que Carlos II era joven y, por tanto, cabía esperar que procreara un montón de niños.
La madre de María era Ana Hyde, hija del conde de Clarendon, primer ministro del nuevo rey, y aunque la pareja tuvo ocho hijos tan solo María y su hermana menor Ana llegarían a la edad adulta.
El rey Carlos II no lograba que su esposa, la católica Catalina de Portugal, engendrara un hijo y aunque había conseguido dejar embarazadas a la mayoría de sus numerosas amantes el esperado heredero no llegaba. El rey terminó por considerar que, probablemente, su hermano Jacobo, que en aquel momento era su heredero, acabaría por reinar en Inglaterra cuando él muriera y teniendo en cuenta que el duque de York y su esposa se habían convertido al catolicismo y que sus súbditos no estarían dispuestos a consentir que un católico ciñera la corona decidió que sus sobrinas, sobre todo María que era la mayor, fueran educadas en la fe anglicana y bajo su supervisión.
Jacobo II junto a su esposa e hijas
Para alejar a las niñas de la influencia católica de sus progenitores se las trasladó a Richmond Palace, quedando al cuidado de la institutriz Lady Frances Villiers aunque, como es lógico, hacían visitas esporádicas a sus padres. La educación de María fue un poco más estricta que la de su hermana, con tutores privados que le enseñaron francés y religión además de danza, música , dibujo y todas aquellas materias que una dama debía saber. Ignoramos si la instruyeron en política, economía, relaciones internacionales y todos los conocimientos que podrían llegar a ser necesarios a una heredera al trono.
Cuando apenas contaba quince años, María, que se había convertido en una agraciada joven pues era alta, de grácil figura, larga melena y piel blanca y suave recibió una proposición de matrimonio. Su primo Guillermo, Príncipe de Orange y Estatúder de Holanda, que era hijo de la hermana de su padre y doce años mayor que ella, había puesto los ojos en su persona, probablemente, no tanto por su hermosura como por intereses políticos. La protestante Holanda con Guillermo a la cabeza había firmado la paz con Inglaterra tras años de guerra e interesaba a Guillermo consolidar esta posición, sobre todo teniendo en cuenta que el rey de Inglaterra, Carlos II, continuaba sin hijos legítimos a los que dejar el reino.
La boda se celebró en noviembre de 1677 y parece ser que María lloró desconsoladamente durante los días previos a su celebración e incluso el mismo día. No es de extrañar si pensamos en la poca edad de la princesa y en el aspecto del que iba a ser su esposo: de baja estatura ( María le sacaba 12 cm), encorvado, con dientes negros, nariz aguileña y además para que nada faltase a su natural atractivo, era de carácter malhumorado y taciturno. No era el príncipe azul con el que soñaba cualquier niña sino más bien una rana que no iba a cambiar de aspecto por muchos besos que ella intentara darle. Es de suponer que a la pobre María le costaría contener las lágrimas durante la "ceremonia del lecho" - aquella terrible costumbre de demostrar públicamente que el matrimonio se había consumado - a la que asistió toda la familia real incluido su tío el rey.
María se trasladó con su esposo a los Países Bajos y, para que no le faltaran motivos a la recién casada para sentirse desgraciada, la travesía fue espantosa. Un agitado mar la tuvo mareada durante todo el trayecto y además Rotterdam estaba cubierto de hielo y por lo tanto inaccesible. Tuvieron que desembarcar en un pequeño pueblo desde donde, y a través de los helados campos, fueron llevados hasta el palacio de Huis Honselaarsdijk. La entrada oficial en La Haya la hicieron días después procesionando por la ciudad para ser vistos por todos los ciudadanos que estuvieran dispuestos a desafiar al frío para conocer a la nueva princesa.
María era animada por naturaleza y también amable por lo que se ganó el afecto de los neerlandeses. No ocurrió lo mismo con su esposo que se mostraba hosco, frío y distante. Guillermo, como era de esperar, cumplió con sus obligaciones maritales y dejó embarazada a su esposa en varias ocasiones. Por desgracia las gestaciones acabaron en abortos y la ausencia de hijos fue la mayor fuente de dolor para María.
Cuando en 1685 muere Carlos II, el padre de María se convierte en rey de Inglaterra e Irlanda como Jacobo II y en rey de Escocia como Jacobo VII. Dado que Jacobo no había tenido hijos varones y que María era la mayor, quedaba claro para todos que solo ella era la legítima heredera, algo que tenía a su esposo muy contento. Guillermo se veía ya como rey de Inglaterra: estaba casado con María, era nieto de Carlos I y además era protestante.
Los católicos no eran bien tolerados en la Inglaterra del siglo XVII y como consecuencia tampoco Jacobo contaba con la simpatía y el cariño de sus súbditos ingleses. Cuando en 1688 la pareja real tuvo un hijo varón, Jacobo Francisco Eduardo, la consternación hizo temblar al Parlamento de Londres. Los rumores de que el pequeño príncipe sería educado como católico y de que Jacobo II planeaba volver a convertir Inglaterra en un país de esa religión corrían de boca en boca, y las sospechas de que tal plan fuera a llevarse a cabo se veían incrementadas cada vez que el rey nombraba a católicos para ocupar puestos clave del poder. El descontento aumentó cuando Jacobo II, que era un rey autoritario, suspendió al obispo de Londres - anticatólico declarado - y promovió la "Declaración de indulgencia"como primer paso para restablecer la libertad de culto en Inglaterra.
Tras el nacimiento del hijo varón del rey los ingleses ya no estuvieron dispuestos a esperar a que Jacobo muriera tranquilamente en su cama y un grupo de siete protestantes se dirigieron al extranjero en busca de soluciones. Así empezaría la llamada Revolución Gloriosa.
Guillermo de Orange, el esposo de María, la heredera hasta el nacimiento de su hermano, era la opción más lógica para sustituir a Jacobo II. Guillermo aceptó la invitación de los protestantes y se lanzó a la invasión desembarcando en Devon en noviembre de 1688. Sin aliados que le ayudaran Jacobo intento huir pero fue apresado. Guillermo, sintiéndose magnánimo, permitió que su suegro abandonara Inglaterra para refugiarse en Francia con su familia. El Parlamento registró la huida de Jacobo como una efectiva abdicación del rey.
La transición no fue fácil, la Cámara de los Comunes quería un gobierno conjunto de Guillermo y María y la Cámara de los Lores deseaba que María gobernara en solitario para preservar la sucesión. A esta opción se negó Guillermo que, dado su espíritu ambicioso, amenazó con marcharse y sembrar el caos. Finalmente el Parlamento decretó que ambos gobernarían conjuntamente. En abril fueron coronados en la Abadía de Westminster como Guillermo III y María II de Inglaterra.
Esta Revolución Gloriosa - llamada así porque la violencia había sido mínima - supuso una autentica revolución política. En 1689 el Parlamento aprobó la "Declaración de derechos" que tuvo como consecuencia que el sistema de gobierno pasaría a ser el de una monarquía constitucional. El Parlamento, a partir de ese momento, se constituiría en la máxima autoridad tanto en la aprobación de leyes como en la recaudación de impuestos. En el documento también se especificaba la linea de sucesión que quedaría de la siguiente manera : tras la muerte de Guillermo o de María el sobreviviente seguiría reinando y serían herederos del Reino los hijos de ambos. En ausencia de los mismos lo sería Ana, la hermana de María, y después los hijos que ésta tuviere. Así pues en el ultimo lugar de la sucesión estarían los hijos que Guillermo hubiera podido tener de un matrimonio posterior a su viudez, caso de que ésta se produjera.
Ese mismo año Guillermo y María compraron una mansión a un comerciante en una de las zonas suburbiales de Londres : Notting Hill. La reconstruyeron y la transformaron en el Palacio de Kensington. María supervisó personalmente los jardines alrededor del palacio y además añadió huertos e hizo plantar naranjos en ellos. Esta residencia se convirtió en la favorita de la real pareja.
Guillermo estaba muy a menudo ausente de Inglaterra, bien luchando contra los jacobitas ( partidarios de Jacobo II) en Irlanda, bien en los Países Bajos luchando contra la católica Francia. Durante los periodos en los que su esposo estaba en Inglaterra María se dedicaba a las cosas que parecían interesarle, como la jardinería, el coleccionismo y sobre todo a intentar mejorar el estado moral de sus súbditos. Apoyó la creación de laSociedad para la Reforma de las Costumbres pretendiendo de ese modo que disminuyera la embriaguez, la prostitución y que se respetaran los domingos. También se involucró en los nombramientos de Obispos y Arzobispos de la Iglesia Anglicana. La fundación del enorme Hospital Real de Greenwich en 1692, creado para atender a los marineros heridos en las batallas, fue otro de sus logros. Esta humanitaria y piadosa faceta de María gustaba mucho a sus súbditos protestantes que, tras tres reinas extranjeras y católicas, celebraban el hecho de que su actual monarca fuera inglesa y protestante.
Durante las ausencias de Guillermo María se trasformaba ya que era a ella a quien correspondía ejercer el poder real y parece ser que era una gobernante firme a la que no le temblaba el pulso aunque tuviera que enfrentarse a su propia familia.
La real pareja consiguió que la ausencia de amor se trasformara en una amistad firme y duradera a pesar de las notorias infidelidades de Guillermo, a quien se le contabilizaron algunas amantes. Si bien no había romanticismo en el matrimonio, los reyes lograron formar un buen equipo en lo político. Hasta el punto de que Guillermo llegó a decir que "Él debía conquistar enemigos y ella debía ganar amigos" (Starkey). La ausencia de hijos fue, tal vez , la mayor frustración que sufrieron ambos.
En 1694 una epidemia de viruela sembró de luto Inglaterra, se contabilizaron mas de 1300 víctimas reconocidas y entre esas víctimas estaba María. A pesar de su juventud, de su aspecto saludable, de sus frecuentes caminatas entre los palacios de Whitehall y Kensington y de los cuidados del eminente médico real John Radcliffe, la enfermedad se cebó en ella con especial virulencia hasta causarle la muerte.
María II murió en la mañana del 28 de diciembre de 1694, un día tan gélido que hasta el Támesis apareció congelado. Tenía 32 años.
María reino durante poco más de cinco años. Durante éste tiempo consiguió el cariño y el respeto de la mayoría de los protestantes pero no sucedió lo mismo con los católicos y los jacobitas que la consideraron una usurpadora que había ido contra la voluntad de su padre y por lo tanto había pecado contra el quinto mandamiento. Algunos llegaron a decir que la ausencia de hijos era en realidad un castigo de Dios.
Es difícil llegar a comprender los sentimientos de una adolescente que con apenas quince años es obligada a casarse en contra de su voluntad, a dejar todos sus vínculos familiares, a adquirir nuevas costumbres y hábitos, a tener que aprender a explorar los gestos y las miradas de quienes la rodean para poder analizar y encontrar a sus enemigos, a encallecer sus sentimientos en pro de lo que en su día le dijeron que era su deber.
María II fue embalsamada y enterrada en marzo de 1695 en la Abadía de Westminster. A su funeral acudieron todos los miembros de ambas Cámaras del Parlamento. Durante la ceremonia se pudo escuchar "Música para el funeral de la reina María", compuesta por Henry Purcell, organista de la Capilla Real y uno de los mejores compositores ingleses.
Francisco de Asís de Borbón, rey consorte de España
En el extraordinario retrato colectivo de la "Familia de Carlos IV " que fue pintado por Goya en 1800 aparece, situado entre el rey y la reina, el infante Francisco de Paula que, pasados los años, se convertiría en el padre del personaje que hoy traigo a estas páginas.
Francisco de Asís de Borbón y Borbón - Dos Sicilias nació en Aranjuez, en 1822, y fue el tercero de los hijos del matrimonio formado por la ambiciosa e intrigante Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias y por el infante Francisco de Paula.
La educación de Francisco (Paquito para la familia) fue esmerada, su padre era un hombre culto, amante del arte y de la música y deseaba inculcar en sus hijos el sentimiento de que la cultura y la educación eran imprescindibles si, como ellos, se pertenecía a la aristocracia. A fin de cuentas, Paquito ostentaba el ducado de Cádiz además del Toisón de oro y otras Reales ordenes desde su nacimiento y, según su padre, "nobleza obliga".
Mas tarde y ya con 18 años cumplidos, Francisco se inclinaría por la carrera militar, ingresando en el Ejercito Español. Parece ser que el tiempo allí pasado le sirvió, además de para aprender habilidades estratégicas y disciplina, para forjar su carácter y su visión de la política. No obstante, el tiempo pasado en la milicia no sirvió para que cambiara su aspecto ni sus maneras. Según nos cuenta Pierre de Luz: Francisco era pequeño, delgado, de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica. Le gustaban los baños, los perfumes, las joyas y las telas finas.
Cuando el rey de España, Fernando VII, murió en 1833, su hija Isabel, de apenas 3 años, ascendió al trono como Isabel II. Mientras la pequeña reina crecía la regencia fue asumida por su madre Dª Cristina de Borbón - Dos Sicilias que era hermana de Luisa Carlota la madre de Francisco de Asís. Así pues la reina Isabel y Paquito eran primos carnales por parte de madre y también lo eran por parte de padre puesto que Francisco de Paula y Fernando VII eran hermanos. La consanguinidad estaba servida; primos carnales y por partida doble.
Los ojos de Europa miraban con preocupación a España, ningún país deseaba que la joven reina pudiera contraer matrimonio con alguien contrario a sus intereses, por tanto en las distintas cancillerías se barajaron pretendientes y se pusieron vetos a los que no convenían.
Los padres de Francisco, eran conscientes de que el matrimonio de Isabel II era una cuestión de Estado y Luisa Carlota estaba empeñada en que fuese su hijo el encargado de desposar a su prima, la reina. De modo que los padres de Paquito, mediante intrigas, dinero y derrochando esfuerzos consiguieron su objetivo. También es verdad que, como dice la historiadora Isabel Burdiel, dada la presión internacional, en especial la francesa, que se ejercía sobre el matrimonio de la reina de España, Francisco de Asís acabó siendo el candidato más viable para conformar a todos… A todos menos a la propia Isabel.
Nadie preguntó a Francisco si deseaba ese matrimonio y por supuesto tampoco nadie le preguntó a Isabel. Se dice que ésta al ser informada lloró, pataleó y gritó "con Paquita no…por favor con Paquita no". Pero a ambos se les aseguró que el matrimonio era una mera razón de Estado para impedir que un extranjero se sentase en el trono español aunque fuera como consorte.
La ceremonia matrimonial se celebró en 1846, el mismo día en el que Isabel cumplía los 16 años, en el Salón del Trono del Palacio Real de Madrid. Fue una ceremonia doble puesto que Luisa Fernanda -la hermana de la reina- también se casó en la misma ceremonia con Antonio de Orleáns, duque de Montpensier.
El matrimonio fracasó desde los primeros meses, los rumores de la homosexualidad del rey consorte pulularon por la corte desde el inicio, sobre todo tras oír decir a Isabel una frase que, cierta o no, se hizo famosa "que se puede esperar de un hombre que en la noche de bodas lleva más puntillas que su esposa".
Tampoco contribuyó a la imagen de Francisco el hecho de que se afirmara que sufría "hipospadias", una malformación de la uretra que le obligaba a orinar sentado. El pueblo de Madrid, siempre tan ocurrente, llamaba al rey consorte Paquito Natillas y no tardó en dedicarle estos versos:
Paquito Natillas
es de pasta flora
y mea en cuclillas
como las señoras
La infelicidad de la vida conyugal abocó a Isabel a buscar fuera del matrimonio lo que no encontraba en él. Fueron numerosos los amantes y favoritos que se le atribuían a la reina y en los mentideros de la corte y en los corrillos de Madrid se decía que ninguno de los 11 hijos que había engendrado la reina tenía como padre a Paquito.
A pesar del fracaso matrimonial Francisco de Asís intentó ejercer su influencia en palacio y en la política.Parece ser que, auspiciado por él, una oscura camarilla formada por los sectores más conservadores y por confesores reales como los padres Claret y Fulgencio junto con estrambóticos personajes como sor Patrocinio "la monja de las llagas" rodearon y mediatizaron la política de la reina.
Los progresistas, marginados del poder, recurrieron a la vía de los pronunciamientos y de la insurrección. En este clima político tan turbulento, la corrupción también hizo acto de presencia y todo ello culminó con la Revolución de 1868 , denominada La Gloriosa, y con la expulsión de los Borbones
Cuando estalló la Revolución los reyes se encontraban en San Sebastián y marcharon a Biarritz donde recibieron la protección de Napoleón III y de Eugenia de Montijo. Terminaron instalándose en París, donde Isabel acabó comprando, para su residencia, el palacio Basilewski al que, dado ese sentimiento tan castizo que siempre tuvo la reina, rebautizó como Palacio de Castilla.
Tras las negociaciones pertinentes Isabel y Francisco llegaron a un acuerdo sobre la cantidad económica que Isabel debía pasar a su consorte y a partir de ese momento sus caminos se separaron.
Francisco, acompañado de su intimo amigo Antonio Ramos de Meneses, se dedicó a viajar por toda Europa. El rey consorte, preocupado por la discreción adoptó, en su afán de viajar de incognito, el titulo de duque de Moratalla. Entre viaje y viaje iba fijando su residencia en distintos lugares de Paris. La relación entre estos dos hombres, nunca fue aclarada aunque a decir de algunos eran amantes más que amigos. En 1875 Alfonso XII, que acababa de ser proclamado rey de España, concedió a Antonio Ramos Meneses el titulo de Duque de Baños.
En 1881 Antonio murió y Francisco de Asís decidió retirarse a un palacete que había adquirido para él, en calidad de usufructuario, su hijo Alfonso XII. La residencia se encontraba en Épinay-sur-Seine, y era conocida como el "château du Roi François”.
Desde aquel momento D. Francisco de Asís desapareció de las criticas sociales y decidió vivir con tranquilidad dedicado a sus lecturas a sus colecciones y a pasear. Los viajes se redujeron a tan sólo los de compromiso familiar y ya lejos de las intrigas y de los escándalos que antes tuvo que soportar, y que todavía en esos años protagonizaban algunos miembros de su familia, fue ganando poco a poco el respeto que siempre se le negó.
Durante esos años llegó a tener una buena relación con su esposa, la destronada Isabel II y con los 5 hijos que llegaron a la edad adulta de los 11 habidos en su matrimonio con la reina de España: Isabel, Alfonso, Pilar, Paz y Eulalia.
A principios de 1902 Francisco sufrió una aparatosa caída y desde entonces no volvió a andar. Los habitantes Épinay-sur-Seine le veían a veces sentado en una silla de ruedas que empujaba Rafael Palomino, su fiel secretario y jefe de su casa, y que solía parar bajo los rayos del sol.
La mañana del 13 de abril de ese mismo año, se dio aviso al Dr Pierre St-Clair Moribot, puesto que D. Francisco presentaba fiebre y un deterioro de su estado general. El Dr encontró además de fiebre, disnea y liquido en el pulmón izquierdo. El diagnostico fue sombrío: pleuroneumonía.
Los telegramas empezaron a llegar desde todas partes de Europa pero cuando se vio llegar a Isabel II acompañada de su hija, la infanta Eulalia, y se supo que la infanta Isabel, La Chata, llegaba desde Madrid todos tuvieron la certeza de que el fin se aproximaba.
Como suele suceder, antes de la muerte se produjo una ligera mejoría que sirvió para que Isabel II y Eulalia viajaran a Paris para recibir a la infanta Paz que venía desde Munich pero, como también suele suceder, la mejoría duró poco y a las cinco de la tarde se recibió en el palacio de Castilla la llamada de Rafael Palomino informando que D. Francisco estaba peor.
Monseñor Lorenzelli, nuncio apostólico del Santo Padre en Francia, acudió a Épinay para darle la extremaunción y finalmente a la doce y cincuenta y cinco minutos de la madrugada del 17 de abril D. Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias dejo de respirar. Sujetaban sus manos la infanta Isabel y Rafael Palomino.
Los historiadores no han sido benevolentes con el rey consorte puesto que muchos de ellos le han considerado un hombre intrigante, ruin y avaricioso, que aspiraba a mandar, a aplicar sus ideas integristas y que era contrario a todo lo que significara liberalismo.
D. Francisco se vio envuelto en confabulaciones, intrigas y complots porque todo valía entre los políticos moderados y progresistas en aquellos turbulentos años en los que España intentaba modernizarse.
Francisco de Asís fue denigrado y vilipendiado a través de numerosos libelos que hablaban de su supuesta homosexualidad, de sus posibles defectos físicos, de su debilidad. Machacado con apodos como Paquito Natillas o Paquito Mariquito. Cancioncillas, versos y caricaturas en revistas satíricas como "los Borbones en pelotas" que lo tildaban de cornudo y de ser un personaje patético. Cuesta imaginar la fortaleza psicológica que hay que tener para no sucumbir a todo ello y continuar con su labor de mecenazgo de las artes, faceta ésta de la que nadie hablaba.
A su muerte se decretó en España un mes de luto nacional y sus restos mortales fueron trasladados al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial.
Félix Yusúpov, el asesino de Rasputín
Posiblemente pocos recordarían a este aristócrata ruso de la corte de el zar Nicolas II y perteneciente a una de las familias más ricas y de más alto abolengo del Imperio si no fuera por el asesinato de Grigori Rasputín.
Félix Yusúpov nació en el palacio familiar de San Petersburgo en marzo de 1887. Su padre era Félix Sumarókov-Elston, gobernador de Moscú y su madre la princesa Zinaida Yusupova, una mujer bellísima, perteneciente a una de las familias más ricas del Imperio y muy cercana a la imperial familia. Los Yusúpov poseían decenas de palacios, minas, barrios enteros de Moscú, obras de arte, joyas y miles de hectáreas de tierras cultivables a lo largo y ancho de Rusia.
Se dice que el día antes de su nacimiento su madre se encontraba en una fiesta y empeñada como estaba en que el ser que llevaba en sus entrañas era una niña, bailó sin descanso durante toda la velada para que la "niña" saliera alegre y predispuesta a las grandes fiestas y a los grandes bailes. No extraña pues que al día siguiente se pusiera de parto pero…alumbró un varón. Como no estaba dispuesta a conformarse el pequeño Félix fue vestido como una niña durante los primeros cinco años de su vida.
Eran los años en los que Rusia, bajo el gobierno de Alejandro III, había vuelto a la autocracia y los conflictos internos provocados por las conspiraciones, los movimientos revolucionarios y la violencia de los anarquistas marcaban la vida política de los rusos.
Félix había heredado no solo la belleza de su hermosa madre sino también su enorme atractivo y a decir de muchos era un ser irresistible tanto para los hombres como para las mujeres. Su aspecto andrógino, la esbeltez de su figura y la perfección de sus facciones le ayudaba a vestirse con las ropas y las joyas de su madre y presentarse en los lugares de moda a la conquista de cualquier caballero que quedara prendado por su belleza. Según cuenta el propio Félix en sus "Memorias antes del exilio" desde muy joven le gustaba llamar la atención sin que le importara el sexo de aquellos a quienes seducía.
Montones de historias surgieron en torno a este personaje : que desde los trece años salía travestido por las calles, que actuaba en un club nudista de San Petersburgo o que había tenido con tan solo 12 años su primer "ménage à trois" . En algunas de estas correrías se decía que le acompañaba, NiKolai, su hermano mayor que era un mujeriego empedernido y al que gustaban, sobre todo, las mujeres casadas. Esa inclinación hacia las damas que tenían esposo le condujo a morir en un duelo al que fue retado por un marido ofendido. Desde ese momento Félix se convirtió en el heredero de la poderosa fortuna de los Yusúpov.
Cuando falleció Alejandro III en 1894 heredó el Imperio su hijo, que se coronó como Nicolás II. El nuevo zar estaba profundamente enamorado de Alix de Hesse, nieta de la reina Victoria I del Reino Unido y contrajo matrimonio con ella poco después de su coronación. La nueva zarina, que tomó el nombre de Alejandra tras su matrimonio, tenía una enorme influencia sobre su marido y un sentimiento autocrático sobre la política que debía desarrollar su esposo. Nicolás era fácilmente influenciable por lo que el autoritarismo se impuso en su gobierno.
A pesar de los avatares por los que atravesaba Rusia, Félix seguía siendo un ser mimado por la fortuna, guapo e inmensamente rico seguía con su disipada vida conquistando tanto a hombres como a mujeres. Desde 1909 hasta 1912 estudió en la Universidad de Oxford y como no podía ser de otra manera fue miembro del exclusivo Bullingdon Club, en el que solo entraban jóvenes estudiantes de adineradas familias.
A su regreso a Rusia la familia consideró que ya era el momento de que se desposara y la elegida fue la princesa Irina Alexandrovna, una hermosa joven que además era sobrina del zar Nicolas II. Contrajeron matrimonio en 1914 y la Primera Guerra Mundial sorprendió a la pareja en Berlín disfrutando de su luna de miel. Tuvieron que hacer uso de todas sus influencias familiares para poder salir de Alemania y regresar a Rusia. Un año después de la boda nacería su única hija,la princesa Irina Félixovna Yusúpova.
Félix, cuyo espíritu de sacrificio brillaba por su ausencia, alegó para no ir a la guerra, que era hijo único y que como tal estaba exento de participar en el conflicto bélico. Como compensación y probablemente para reparar un acto que podía ser tachado por algunos de cobardía, convirtió una de las alas del palacio Moika en un hospital para heridos de guerra.
Durante el tiempo que Félix había pasado en el extranjero la vida había ido cambiando en Rusia. A su regreso, a pesar de los cambios que se habían producido en su país, él siguió disfrutando de los placeres que a todo hombre adinerado le estaban permitidos.
El emperador Nicolás II, idealista, tímido, carente de la personalidad y la energía de su padre, poco sociable y sumamente influenciable había tenido ya cinco hijos de los cuales tan sólo el último fue varón: el zarévich Alexis.
Por desgracia la sombra de la hemofilia que se había dispersado por toda Europa, a través de las hijas y nietas de la reina Victoria del Reino Unido, también alcanzó al joven heredero del Imperio ruso. Su madre la zarina Alejandra había rodeado a su hijo de enfermeras y médicos que cuidaban día y noche que ningún golpe ni ninguna rozadura apareciera en el débil cuerpecito de su hijo pero no fueron suficientes estos cuidados para que el zarévich sufriera las consecuencias del mal que padecía.
Apareció entonces en escena Grigori Rasputín, un monje campesino y estrafalario pero con un enorme carisma y poder de persuasión. Fue presentado a la familia imperial por una amiga de la emperatriz. Ésta y su esposo no conformes con lo que los médicos decían habían consultado ya a varios asesores espirituales sin que estos hubieran llegado a calmar su ansiedad.
No parece explicable el por qué la emperatriz Alejandra quedó tan influenciada por Rasputín hasta el extremo de sentirse aliviada del constante estado ansioso y de irritabilidad en el que estaba sumida. Probablemente la mejoría del zarévich tras los consejos de Rasputín hicieron que toda la familia pusiera en el monje una confianza inquebrantable.
Tuvo suerte Grigori porque entre sus consejos estaba el que se dejara de administrar al heredero los medicamentos prescritos por sus médicos. Entre estos medicamentos estaba la aspirina, considerada en aquel tiempo la panacea para todos los males pero, como se supo después, totalmente contraindicada en la hemofilia. La retirada de esta medicación produjo una ligera mejoría en el estado del zarévich.
Grigori Rasputín llevaba una vida licenciosa, tenía aventuras con mujeres de todas las clases sociales, desde prostitutas a damas de alta cuna y la embriaguez era un estado en el que se encontraba con frecuencia. Todo ello causaba un autentico escándalo en la sociedad rusa no así en la zarina y su esposo que se negaban a creer cualquier cosa mala que se dijera de aquel hombre devoto y humilde que consideraban que era el más grande de los sanadores que habían conocido.
Rasputín no se limitaba a dar asesoramiento espiritual a los zares, también a nivel político ejercía su influencia. El espíritu indeciso e inseguro del zar y la devoción de la zarina por aquel que consideraba que podría salvar a su hijo hicieron de Grigori uno de los seres más poderosos del Imperio.
El odio contra Rasputin crecía a medida que aumentaba su poder y se constataba que nada se podía hacer para contrarrestar la enorme influencia que el monje ejercía sobre los zares. La preocupación del gobierno y de la aristocracia aumentaba día a día y el fervor revolucionario iba invadiendo Rusia.
La única solución que encontraron un grupo de aristócratas para acabar con la influencia que Rasputín ejercía sobre Nicolas II y Alejandra fue eliminar al monje.
Parece ser que fue el propio Félix Yusúpov el organizador del complot para asesinar a Rasputín. Junto a otros conspiradores entre los que se encontraban el Gran Duque Dimitri Pávlovich, Vladimir Purishkevich, diputado de la Duma y el doctor Lazovert, trazaron el plan para eliminar al lascivo monje que estaba dañando irremediablemente al Imperio.
Era la noche del 16 al 17 de diciembre de 1916 y la crónica de lo que en ella sucedió nos la da el propio Yusúpov en el libro que publicó años más tarde bajo el titulo "El fin de Rasputín". El plan consistía en engañar a Grigori haciendole creer que Irina, la esposa de Yusúpov, deseaba conocerle. Le llevarían así al palacio de Moika, residencia de Yusúpov y, una vez en ella, Félix le agasajaría con vino y pasteles que habrían sido previamente envenenados con cianuro por el Dr Lazobert.
Grigori comió pasteles y bebió vino pero pasaba el tiempo y no presentaba ningún síntoma de que el veneno estuviera haciendo efecto, además empezó a mostrarse impaciente porque Irina no aparecía. Felix salió de la sala, se reunió con sus cómplices y llegaron a la conclusión de que no había más remedio que disparar a Grigori si querían acabar con su vida. Yusúpov cogió una pistola entró en la sala y le disparó en el pecho, Rasputín cayó en el suelo.
Los cómplices, al oir el disparo, entraron a toda prisa y el Dr Lazobert se acercó para examinar el cuerpo y le declaro muerto pero…se equivocaba. Cuando Félix se acercó a él para comprobar que efectivamente no respiraba Rasputín abrió los ojos. Yusúpov describió así el terrible momento: "Los ojos verdes de una víbora me miraban fijamente con una expresión de odio diabólico".
Rasputín consiguió con una fuerza sobrehumana levantarse del suelo, otro de los cómplices le disparó en la espalda y finalmente un tiro en la frente le provocó la muerte.
Entre todos envolvieron su cuerpo, lo ataron con cuerdas y lo arrojaron a las aguas heladas del río Neva. El misterio de la desaparición de Rasputín tardó poco en resolverse porque su cuerpo congelado fue encontrado al día siguiente.
El zar ordenó la autopsia de Grigori y en ésta se demostró que había recibido tres disparos de los cuales el de la frente fue el que le causo la muerte. En su cuerpo no había restos de cianuro, tan solo de alcohol.
La credibilidad de la monarquía entre la nobleza estaba ya muy desgastada, el asesinato de Rasputín minó, todavía más si cabe, esa credibilidad. El asesinato del monje negro aumentó la debilidad de los zares y del gobierno. Un sentimiento de rechazo a la decadencia moral y política de quienes habían sido la élite que los gobernaba se extendía por el pueblo. La agitación social creció y estalló la Revolución en febrero de 1917.
Aunque la zarina hubiera deseado que Yusúpov y sus cómplices fueran ejecutados el gobierno, viendo que el asesinato había recibido el silencioso aplauso de la mayoría del pueblo ruso, optó por deportar a Félix y a su familia a su finca de Kursk.
Cuando estalló la Revolución bolchevique Yusúpov y su familia huyeron del país vía Crimea. Pudieron llevar con ellos unas cuantas joyas , dos cuadros de Rembrandt y poco más. Todos sus palacios y posesiones quedaron atrás y fueron incautados por Lenin y los comunistas.
Fijaron su residencia en Paris y en 1924 crearon la casa de modas IRFÉ con la que intentaban ayudar a los compatriotas que al igual que ellos habían abandonado Rusia. IRFÉ ( acrónimo de Irina y Félix) estaba especializada en vestidos bordados a mano con hilo de oro, chantilly o terciopelos y confeccionados por exiliadas rusas. Tuvo mucho éxito entre las americanas pero, debido a la perdida de poder adquisitivo de sus clientas tras de depresión de1929, tuvieron que cerrar la casa de modas en 1931.
Yusúpov, que había escrito una autobiografía y también un libro de memorias ganó, en 1933, un pleito que había puesto a la compañía Metro Golden Mayer. Ésta había realizado una película sobre el asesinato de Rasputín y Félix los demandó por considerar que habían alterado la realidad de los hechos históricos.
Félix Yusúpov falleció en París, el 27 de septiembre de 1967. Tenía 80 años de edad y fue enterrado en el cementerio ruso de Sainte-Geneviève-des-Bois.
Juana "La Beltraneja"
Juana nació en Madrid en1462, su madre era Juana de Avis, hermana del rey de Portugal y segunda esposa de Enrique IV de Castilla y a él le fue atribuida la paternidad de la niña.
El primer matrimonio de Enrique fue con Blanca de Navarra pero este matrimonio nunca llegó a consumarse. Tras algunos años Enrique repudió a Blanca asegurando que estaba hechizado y esa era la razón por la que no pudo consumar el matrimonio… la excusa no convenció a nadie, se empezaba a hablar ya de la impotencia del rey.
Como hacía falta un heredero Enrique decidió casarse con la hermana del rey de Portugal, Juana de Avis, mujer de enorme belleza y atractivo y entre cuyas virtudes no parecía encontrarse el de la fidelidad a su esposo, por ello los rumores sobre la posible impotencia de Enrique se acrecentaron.
A los siete años de celebrado el matrimonio, la reina Juana daría a luz a una niña en el Alcazar madrileño. A la pequeña, que había nacido el 28 de febrero, se le impuso el nombre de Juana como su madre y, a instancias de Enrique IV, las Cortes reunidas en mayo de ese mismo año, juraron como heredera a la niña.
Juana llego a este mundo no con un pan bajo el brazo como otros bebés sino rodeada de especulaciones; se dijo que fue fruto de la primera inseminación de la historia practicada por los médicos judíos en la persona de su madre mediante una cánula de oro introducida en su vagina. Y se dijo que no era hija de Enrique. La paternidad se atribuyó a Beltrán de la Cueva, valido del rey y "favorito" de la reina. El hecho de que Enrique IV, al poco del nacimiento de su hija, le concediera a Beltrán el condado de Ledesma no hizo más que aumentar los rumores. Se consideraba que el rey pagaba de ese modo el "favor" que Beltrán le había hecho. A partir de entonces a la pequeña Juana se la empieza a conocer como "La Beltraneja"
Los tiempos eran convulsos, con grandes revueltas nobiliarias contra Enrique IV y algunos de ellos, como el marqués de Villena y el arzobispo de Toledo llegaron a declarar que la pequeña Juana era ilegitima y que el verdadero sucesor a la corona era el hermanastro del rey Enrique, el pequeño Alfonso, que junto a su hermana Isabel eran los hijos del segundo matrimonio de su padre Juan II. Se desencadenó entonces una guerra entre los partidarios de Juana y los de Alfonso.
Por si Enrique no se había acabado de enterar de las pretensiones de la nobleza en 1465 se produjo, lo que ha pasado a la Historia como "la farsa de Avila", una ceremonia en la que simbólicamente se despoja al rey de su corona y se nombra a Alfonso nuevo rey de Castilla.
Finalmente Enrique cede y en septiembre de 1468 se firma el pacto de los Toros de Guisando. En él, Enrique desheredaba a su hija y dado que su hermanastro Alfonso había muerto dos meses antes, nombraba a su hermana Isabel - la que un día sería llamada "la Católica" - princesa de Asturias y por tanto heredera a la corona.
La razón que Enrique esgrimió para desheredar a la Infanta Juana no era su condición de hija de otro hombre ( habría sido demasiado duro, incluso para Enrique, reconocerlo) sino la dudosa legalidad de su matrimonio con Juana de Avis ya que, según parece, la dispensa papal - que puesto que eran primos necesitaban para casarse - era falsa. Además la princesa portuguesa estaba dando manifiestas muestras de su infidelidad ya que estando recluida en la fortaleza de Coca había tenido una relación ilícita con el guardián y había quedado embarazada de nuevo, embarazo que en modo alguno podía ser atribuido a Enrique.
En el pacto de Guisando había dos condiciones: que su hermana Isabel casara con el rey Alfonso V de Portugal y que la desheredada Juana lo hiciera con el hijo de éste. De ese modo consideraba Enrique que también Juana llegaría a ser reina y eso, parece ser, que tranquilizaba su conciencia.
La pobre Juana, una niña al fin y al cabo, pasó su infancia custodiada por parte de la nobleza y alejada de su madre y del que consideraba era su padre. Desde 1465 hasta 1470 estuvo custodiada por la familia Mendoza en la fortaleza de Buitrago y después, por los cambios en la política castellana, pasó a manos del marqués de Villena en el castillo de Escalona.
Un nuevo vaivén real altera la vida de Juana. La princesa de Asturias, Isabel, había casado en secreto con Fernando, hijo del rey de Aragón, sin haber solicitado el consentimiento del rey Enrique IV y por lo tanto rompiendo lo acordado. Enrique IV revoca entonces el Pacto de los Toros de Guisando y vuelve a nombrar heredera del Reino de Castilla a su hija Juana. Corría el año 1470, además y para que Juana tuviera el futuro asegurado, concedió su mano al Duque de Guyana, hermano del rey Luis XI de Francia, firmando las capitulaciones matrimoniales en Medina del Campo. El proyecto de que Juana tuviera la protección del rey de Francia no pudo llevarse a cabo porque el duque de Guyana falleció en 1472 dejando a Juana compuesta pero sin marido.
Enrique que deseaba a toda costa dejar el futuro de su hija asegurado ofreció la mano de ésta a Alfonso V de Portugal o al hijo de éste, según conviniera a los portugueses. Hizo el mismo ofrecimiento al infante de Aragón, Enrique, e incluso a Fabrique, infante de Nápoles. Cualquier matrimonio valía con tal de que pudiera suponer un apoyo para su hija.
En diciembre de 1474 muere Enrique IV sin dejar testamento y a partir de ese momento Isabel se proclama reina de Castilla y se inicia la guerra de Sucesión entre los partidarios de Isabel y los de Juana.
La madre de Juana( que había sufrido las maledicencias de los nobles castellanos) deseaba fervientemente ver a su hija coronada reina, de modo que habló con su hermano, el rey portugués, que a la sazón contaba 43 años de edad, para que desposara a Juana de tan solo 13. El objetivo de los partidarios de Juana era conseguir que las tropas portuguesas les ayudaran a vencer a Isabel y Fernando y el objetivo del rey portugués era poder ceñir la corona castellana. La boda se celebró pero al ser tío y sobrina se necesitaba la dispensa papal que en un primer momento fue otorgada y después anulada por el Papa Sixto IV.
A pesar de algunos éxitos iniciales de los partidarios de Juana finalmente la guerra se decantó a favor de Isabel y Fernando. Se dio por concluida en 1479 con la firma de "El Tratado de Alcazobas" en el que se reconocía como reyes de Castilla a Isabel y Fernando y se otorgaba a Portugal el monopolio marítimo comercial en la costa occidental africana exceptuando las islas Canarias.El tratado contentó a los portugueses y por supuesto a los castellanos.
Como algo había que hacer con Juana para evitar futuros enfrentamientos, si ésta volvía a intentar hacer prevalecer sus derechos al trono castellano, se firmó también el convenio de las "Tercerías de Moura"donde se estipulaba la sucesión dinástica a la Corona de Castilla mediante la política matrimonial.
A Juana se le otorgaron seis meses para que eligiera entre casarse con el hijo de Isabel y Fernando, cuando éste estuviera en condiciones de poder matrimoniar - el niño contaba con un año de edad - o ingresar en un convento. También se estipulaba que si llegado el momento de los esponsales el hijo de los reyes Católicos mostraba su disconformidad éstos no se realizarían y se indemnizaría a Juana con 100.000 ducados.
Juana eligió la dignidad y se retiró inmediatamente al monasterio de Santa Clara de Coímbra, donde pronunció sus votos. A pesar de ello siguió siendo para algunos una preciosa moneda de cambio con la que se podría negociar y eso intentó el rey Luis XI de Francia que solicitó su mano para su sobrino Francisco Febo. Francisco murió y las negociaciones no pudieron concluirse. Parece que todos los pretendientes de Juana acababan bajo tierra.
También se dijo, aunque no está documentado, que a la muerte en 1504 de Isabel la Católica, su esposo, Fernando, solicitó la mano de Juana para frenar a Felipe el Hermoso cuya esposa Juana "La loca" era la legitima heredera de Isabel y por tanto reina de Castilla.
La Beltraneja no se casó y siguió hasta el final de sus días como religiosa en Coimbra, donde se la llamaba la "excelente señora". Al final de sus días pasaba algunas temporadas en el castillo de San Jorge de Lisboa que los reyes portugueses habían puesto a su disposición y donde vivía protegida por ellos.
Murió en 1530 y fue enterrada en el Monasterio de Santa Clara de Lisboa. Tenía 68 años y hasta el final de sus días firmaba sus escritos con "yo la reina".
Juana tuvo la desgracia de ser hija o no de un rey al que llamaban "el Impotente" y de una madre infiel a su esposo y con hijos habidos de relaciones adulteras, lo que restaba credibilidad a la afirmación de que el padre de Juana era el rey de Castilla. Vivió desde su tierna infancia custodiada y recluida por distintos miembros de la nobleza que se iban alternando dependiendo de los vaivenes políticos del Reino. Fue un peón en manos de los poderosos y víctima permanente de sus habladurías.
Se podría decir que la desgracia de Juana se ha prolongado hasta nuestros días. En el momento actual un estudio de ADN podría haberla liberado del despectivo apodo que se suele unir a su nombre. No ha sido posible, los restos de Juana se perdieron hace más de dos siglos en el gran terremoto de Lisboa. La Historia nunca podrá dilucidar su legitimidad.